La efemeróptera mediática

Conocida como “efímera de los medios”,  o “mariposa leida”, la efemeróptera mediática (ephemeroptera mediatica) es una criatura de características únicas. De metamorfosis incompleta (hemimetábola), conforma su típica intelectualosidad a través de estadios progresivos que abarcan su juventud y adultez, pero recién en la tercera edad de su existencia termina de adquirir su forma madura y desplegar alas para volar hacia las luces del espectáculo y obtener sus quince minutos de fama mediática.

Su destino sufrido fascina y plantea desafíos al campo de la entomología cultural. ¿Es su periplo existencial resultado de un instinto irrefrenable de adaptación al medio que la vuelve una desdichada marioneta de la evolución, o simplemente el corolario de un cúmulo de malas decisiones, inducidas por la soberbia intelectual, cierta ambición ingenua y un gustito ramplón por las mieles de la infósfera? Hasta ahora, especialistas e investigadorxs no consiguen ponerse de acuerdo al respecto. Sí, al menos, han logrado establecer de manera razonable el ciclo vital de la ephemeroptera mediatica, en sus tres estadios: el primero, denominado larvario o de ninfa; el segundo e intermedio, llamado subimago; y el tercero, maduro-tirando-a-podrido o de imago.

En su forma larvaria, la efímera de los medios es acuática y tiene como principal alimento la teoría política y cultural, con una disposición voraz que la lleva a consumir sin problemas toneladas de información enciclopédica, marcos conceptuales y literatura de diversas disciplinas humanísticas. Así, en algunas décadas, llega a nadar con virtuosismo en el caldo de la erudición y las aguas dulces del saber escolástico (como “pez en el agua”, para utilizar la metáfora que una premiada –y longeva, si cabe el oxímoron– efemeróptera peruana eligiera para titular sus memorias juveniles e intermedias) y suele convertirse en una presencia activa del campo universitario, lo que incluye ocasionales incursiones en alguna de las infinitas variantes de la (autopercibida) “izquierda política”.

Al pasar al estado intermedio y convertirse en subimago, la efemeróptera adquiere extremidades y un sentido del equilibrio que le permite afirmarse y desarrollar su cotidianidad en tierra firme. En esta nueva condición, si bien mantiene el contacto con su antiguo medio, su apetito es punzado por la necesidad de un mayor condimento: naturalmente, se ve inclinada a la polémica, gusta de la ironía y una actitud picante, que encuentra fundamento en la autoridad y la trayectoria intelectualoide ganada en sus años acuáticos. La fluidez juvenil deja lugar a una solidez adulta, contundente y gustosa de los sistemas de pensamiento complejos; las peripecias escolásticas pierden terreno frente a intervenciones más ambiciosas, del orden de la Cultura y la Política (así, con mayúsculas), en ocasiones orientadas a disputas institucionales que proliferan en la geografía social y en otros casos con miras a la masividad ecuménica, expresada en faenas periodísticas e intelecto-coolturales de alta gama.

Pero atención: más tarde o más temprano aparece en el espíritu de la efemeróptera un desasosiego ronco, asordinado. Ella sabe –lo intuye, lo presiente en cada célula– que hay algo más allá de lo terrestre y sus oficios. De ahí que es ganada por una obsesión por el lado oscuro de la infósfera y sus llamativas imaginerías mediáticas: en un principio secreta,  ejercitada como placer vergonzante o consumo irónico; luego desarrollada, vuelta centro de sus inquietudes, hecha tesis, libro, columna vertebral de su quehacer. Y de repente, en la plenitud de la adultez subimáguica, la sed de argumentación y el hambre de pensamiento cesan por completo. Ya no hay necesidad de proceso nutricio. Solo hay rumia de un deseo lumínico que todo lo ocupa e inunda cuerpo y alma: el ansia de la cenitalidad etérea, el anhelo de lo que acecha en la espuma de la espuma de la espuma.

Así es que un día, posiblemente en la tibieza de un estudio televisivo, bajo el cobijo de los focos, las cámaras, el resto de los invitados de ocasión y la claque… ¡Adelante radicales (y maoístas-aliancistas-progresistas-aristascarrioristasstolbizistas-posprogresistas-socialistassantafesinistas-cualquieristassiempreycuandoantiperonistas)! Tras décadas de afanoso ejercicio de la cricríti-k culturera primero y del columnerismo periodiquero después, de pronto las alas brotan, el lastre que ataba a la tierra se desprende y nace el imago: la crisálida intelectualosa se ha transformado en mariposa mediática, con un brillo inversamente proporcional a su morosidad. Y ¡oh sorpresa! ¡Todo es liviano, todo es sencillo, todo es gracia, todo es luz, todo es aire que al fin se desvanece en el aire! Todo es vibración en la frecuencia nirvánica del ruido blanco. ¡Plenitud de la especie, llegamos!

Desde una perspectiva objetiva, sin embargo, el embeleso extático que la mariposa leida experimenta a partir de su metamorfosis postrera  –quizás mero efecto compensatorio de lo tardío de su salto evolutivo– tiene todas las características de una performance misha, amarga y rancia, plena de resentimiento, lugares comunes y una vanidad casi indiferenciable de la que posee una cibervieja de tierra promedio. Podría decirse con justicia que nadie resulta menos interesante para la reflexión política que una efemeróptera mediática en su esplendor. Pero de todo esto ella no parece percatarse, chocha como perro con dos colas con su notoriedad geróntica, con el respeto y las invitaciones que recibe del star system del pedorrismo de guerra, con el cariño que le brindan pancualunqueques y V-zinos y con las changuitas que le salen como asesora y gurusera de politiqueros, dipuffskeins y otros yuyos que crecen a la vera miedítica-mediática de la creación bestial.