El negaziombie hace su aparición triunfal en nuestras tierras a la vuelta del nuevo siglo, en la intersección de epidemia e infodemia global.
Cultora del irracionalismo y consumidora de teorías conspirativas –del terraplanismo al brandonismo radical–, es una bestia eminentemente paradojal, para la que solo es afirmable su propia existencia y, en el mejor de los casos, la de “el negaziombie por nacer”. Esto, que podría verse como un mero reaccionarismo obtuso respecto de la multiplicidad de especies y entidades que pueblan el mundo, se complica por el hecho de que, en primerísimo lugar, los negaziombies niegan su propio carácter zombífico, su condición de muerto caminante. A los ojos de un negaziombie, en un curioso juego de espejos mental y contra toda evidencia empírica, zombie es, justamente, todo aquel que vive, respira, piensa y tiene algún tipo de consideración por otros seres vivos. Sobre la base de esa aporía, el sistema de interacción y argumentación negaziómbico estará abocado por completo a desconocer lo realmente sucedido, impugnar lo existente, discutir lo irrefutable y combatir cualquier piso de acuerdo social y comunitario.
El negaziombie es una criatura de naturaleza inquieta y hábitos urbanos. Gobernadas por el automatismo y el rigor mortis, sus extremidades no pueden dejar de estar en movimiento, en dos rutinas complementarias: en el reparo de su hogar, cuando está sentado o acostado, el impulso cinético se condensa en brazos y manos, lo que lo lleva a ser un febril usuario de pantallas táctiles, teclados y controles remotos; al erguirse, son sus pies los que toman la iniciativa y lo impulsan al mundo exterior en procura de saciar su hambre de cerebros frescos y atención mediática.
En la calle, los negaziombies andan solos o en pequeños grupos, constituidos un poco por el azar de la vecindad y otro poco a través de los ejercicios de comunicación virtual a los que son afectos. Suelen portar cartelones artesanales –es conocido su gusto por lo rudimentario, el ready-made y el apropiacionismo– con frases que sintetizan su particular sistema de creencias: “Libertad de circulación YA”, “5G + Vacunas = Zombicidio”, “Todxs somos Fakeman” y la dilemática “Zombipública o Muerte” son algunas de sus leyendas predilectas. En ocasiones especiales se sirven de cacerolas batientes y cantos guturales para imprimir a sus deambulaciones un ritmo de letanía.
En cuanto al surgimiento de esta particular especie de muertos errantes, si bien parece haber consenso acerca de su origen humano, proliferan las teorías. Hay quienes plantean que su aparición se produjo en el norte de la pampa húmeda, como consecuencia inesperada de la sincronía de precipitaciones de lluvia ácida glifosática y tormentas solares sobre los cementerios de la región. Otros argumentan que son víctimas del apetito voraz de V-Zinos que, a posteriori de la manducación cerebral, se volvieron adictas al dióxido de cloro, el lilitio, los clickbaits y las fake news y que, tras fenecer, sufrieron una postrera y fatídica mutación. Por otra parte, no son pocos los que denuncian que los negaziombies serían un producto de laboratorio creado en alguna de las compañías fantasmas de Trisha Toro Loco, en sintonía con las conocidas intenciones de la viscosa empresaria y militante belicista de conformar un ejército propio de fans y votantes para disputar la interna de PEOR (Propuesta Especulativa de Odio Republicano), derrotar al sector que responde al Pulpo Larrota y, de paso, emanciparse del padrino y patriarca del espacio, el malhadado Mr. Burned.
Por supuesto, estas y otras hipótesis son enfáticamente rechazadas por los propios negaziombies, que porfían en vociferar a quien quiera oírlos que, por manifiesta y divina gracia, ellos son los únicos seres vivientes, sintientes y pensantes que habitan la faz de la Tierra.