Ilustración: Cima / Texto: Sreo
De las aves que vuelan / me gusta el toro, reza el blasón de los Toro Loco, familia de las más patricias que hayan jamás habitado estas tierras. Los hermanos Toro Loco son el último eslabón de una estirpe que otrora causaba temor y temblor y en la actualidad suscita una mezcla de pena y pavor dantesco. Mellizos siameses, son víctimas involuntarias de los efluvios insecticidas que sus progenitores supuraban de manera incontrolable durante las Décadas del Ganado Gordo –vapores venenosos al parecer causados por el contradictorio cóctel de ganancias extraordinarias y pesar simbólico por el bienestar ajeno que abatía a Padre y Madre Toro Loco y les impedía disfrutar de la vida acomodada en los campos familiares sembrados de soja, lilitio y minas antipersonales.
A la hora del alumbramiento, los hermanos tuvieron una suerte impar: solo Trisha, la mayor, ha venido al mundo de manera cabal, ya que Stéfano decidió por motu propio mantenerse en estado de incubamiento perenne a la vera de su hermana (más específicamente, sobre su hombro izquierdo). Tal situación prenatal no le ha impedido a Stéfano gozar de una activa vida social, asistir a tertulias e incluso recibirse de ingeniero –diploma en gran medida fruto de la presión familiar, ya que es la poesía su principal interés. “La buena, la que rima y educa”, gusta de aclarar el siamés a quien le pregunte qué es lo que garrapatea a todo momento en rollos de papel higiénico, como preludio a declamar con entusiasmo alguno de sus interminables poemas embrionísticos.
De espìritu práctico, algo taciturna, Trisha Toro Loco tiene anhelos más prosaicos que los de su otôto: presidenta del club de fans de Stallone&Schwarzenegger en su tierna juventud, es una fervorosa militante de la jerarquía castrense, la “mano dura” y la venta de armas (actividad esta última que empezó con una tienda virtual boutique de rezagos de guerra y la llevó con el tiempo, los contactos familiares con el alto y el bajo mundo y los contratos gubernamentales a convertirse en CEO de MadBoots, una pujante import-export y distribuidora regional de equipamiento antidisturbios y de combate urbano). Hay quienes le critican su adicción a las bebidas energizantes –Trisha es de hecho accionista principal de varias empresas del ramo, como Monster Duracell, Speedy G. y Fred Cool–, pero ella siempre ha planteado que tiene al respecto un mero interés comercial.
A pesar de la armonía y las muestras de afecto que los hermanos Toro Loco exponen en público, es sabido que se incuba entre ellos una sorda batalla. Si bien las miles de hectáreas campestres antaño fértiles son hoy un jardín volcánico –producto de décadas de agroindustria intensiva y química–, existen entre los siameses diferencias insalvables en relación a cómo encarar la explotación del patrimonio familiar: mientras que el menor ha dado muestras de interés por la alterminería y la producción de energía magmática, Trisha ha avanzado en acciones de lobby legislativo para conseguir la eximición de impuestos a los cotos de caza y afines, y recientemente se reveló mediante filtraciones periodísticas la existencia de un anteproyecto de MadBoots de creación de una “Zona de Simulación de Desastres Post-apocalípticos”, orientada al entrenamiento de ejércitos y fuerzas de seguridad nacionales e internacionales. La condición de nonato, dicen leguleyos y entendidos, dejan a Stéfano en una posición harto desfavorable frente a una eventual escalada jurídica con su hermana. El tiempo dirá cómo termina esta historia fraternal.