Nelly Schmalko
Nelly Schmalko

Una de las cuestiones que dejó en evidencia este año de pandemia es la necesidad de repensarlas formas de producción, comercialización y consumo de los bienes y servicios necesarios para la reproducción de nuestra forma de vida. Los sectores de la economía social vienen desarrollando esta discusión no solo en términos conceptuales, sino a través de experiencias y prácticas productivas que se visibilizan y crecen cada vez más. Conversamos con Nelly Schmalko, especialista en economía social y solidaria de la Universidad Nacional de Quilmes y coordinadora de la Red de Mesas de Asociativismo y Economía Social del INAES, sobre los desafíos de la economía popular y las políticas públicas para esta nueva etapa.

Después de cuatro años de macrismo, al que se sumó este año la pandemia, ¿en qué situación están los distintos sectores de la economía popular?

Los cuatro años de macrismo fueron devastadores para la economía popular. Todas las herramientas que se habían conseguido a través de políticas públicas para fortalecer el sector fueron desactivadas. Sobre todo, lo que hace a la agricultura familiar y campesino-indígena, a los programas de apoyo a las empresas recuperadas, a los emprendimientos de los movimientos sociales. Pero con la pandemia se da una paradoja, porque, además de que ha puesto en evidencia las desigualdades existentes y creado otras nuevas, también es esta economía, la popular –junto con las economías comunitarias, campesinas– la que ha estado en la primera línea para cuidar la vida. Creo que mucha gente se ha hecho preguntas, y eso se evidencia en que todo lo que tiene que ver con la provisión de bienes y servicios de la economía popular, social y solidaria ha crecido muchísimo en su demanda. Todas las experiencias de comercialización que vinculan los productores y consumidores con intermediación solidaria se han ampliado mucho. Eso ha sido bueno, porque también hace que los productores crezcan, que la agricultura familiar tenga varios mercados, que la población politice su consumo y apueste a estos alimentos llamados sanos, justos y soberanos.

Es cierto que también hay cuestiones que son más estructurales que es necesario modificar para que esto realmente pueda cobrar impulso y sea, como decimos, un tercer sector de la economía. Un sector que contiene otras propuestas: una economía puesta en función de la reproducción de la vida, no del lucro y la reproducción del capital, una economía que se sustenta en redes colaborativas y solidarias. Me parece que impulsar todo esto es un camino hacia una sociedad más igualitaria, pero también es cierto que hay cosas que hay que modificar en cuanto a ampliar derechos y condiciones para que esta producción crezca. Hay muchas normativas respecto del trabajo, de la sanidad, de la producción, que están pensadas para otro modelo y que aún no tienen una interlocución en las políticas públicas. Recién se están empezando a problematizar y poner en diálogo estas cuestiones. Creo que es una oportunidad.

En esta situación que describís, ¿cuáles son las propuestas y las necesidades, en términos de asistencia de estas políticas públicas, para seguir avanzado?

Creo que la economía popular tiene un buen diagnóstico respecto de las distintas problemáticas que le afectan, y que tienen que ver con distintos aspectos que hacen a la producción, a la tecnología, al financiamiento, a la logística, al acceso a la tierra, fundamentalmente. Se han hecho distintos foros –el Foro agrario, el Foro cooperativo, el Foro de empresas recuperadas– donde realmente se han unificado todas las problemáticas, y se han hecho propuestas que se han puesto a consideración de los distintos ministerios –desde que asumió este gobierno, por supuesto– para ver si se ponen en marcha estas iniciativas. Muchas se están reconstruyendo. Por ejemplo, en la agricultura, que es un rubro muy importante porque es la que produce el alimento que consumimos, hacen falta condiciones para acceder a la tierra, pequeños equipamientos, créditos, asistencia técnica, porque una de las cuestiones que se desarmó durante el macrismo son los equipos en las provincias. Entonces, los productores alejados de los centros urbanos tienen más dificultades en un montón de cuestiones relacionadas con la asistencia técnica para la producción. De la misma forma ocurre con la comercialización, que estaba en manos de intermediarios de la economía mercantil que entienden la intermediación como un negocio y que pagan al productor un precio según su propia conveniencia. Todos los sistemas de intermediación tienen que ser redefinidos, de hecho se está haciendo eso. Pero creo que lo más importante es ver la cuestión del trabajo: qué trabajo o cuáles son las condiciones en que se realiza ese trabajo, o las formas en que se crea ese puesto de trabajo. Hace falta una ley para cooperativas que, al no estar legisladas, no tienen acceso a un montón de derechos, es decir, no hay cobertura de un conjunto de derechos que sí tiene el trabajo asalariado. Por ejemplo, todos los trabajadores que aparecieron con el IFE, nueve millones de personas, que realizan una actividad económica y no están registradas. Hace falta el registro de esos trabajadores y las formas para acceder a esos derechos: salud, jubilación, etc.

Creo que están muy claros los diagnósticos y hay un conjunto de propuestas. Lo que falta es la decisión política y administrativa para llevarlas adelante. Claramente esta economía no es una economía para el mientras tanto, porque estamos atravesando una crisis muy profunda. Es un modo de vida, es una economía que apuesta a reproducir la vida, a cuidar la vida. Y la convocatoria es que podamos politizar nuestro consumo, nuestros modos de vida que han sido devastadores, como nos demostró la situación de la pandemia a nivel mundial.

Una de las cuestiones que nos demostró la pandemia también es el estado de concentración, por ejemplo, de la producción y distribución de los alimentos. Que permiten que, incluso en esta situación tan crítica, se produzcan aumentos de precios en consumos esenciales.

Vemos cómo en una situación tan delicada, una economía que se funda en el lucro individual y en la acumulación de capital, está todo el tiempo en ese cometido. Y aún en una situación tan límite como la que vivimos, los precios aumentan cuando no hay fundamento para ello: una economía parada, tarifas congeladas y, sin embargo, los alimentos aumentan más que la inflación. En la economía social se avanza en la construcción social del precio, que tiene como punto de partida que el precio se dialoga, no es una abstracción que decide alguien. Un precio justo al productor, donde se valoriza y reconoce su trabajo, y la intermediación su parte. O sea, el consumidor sabe qué está pagando, que atrás hay una familia, hay trabajo, hay un circuito económico que hace que le llegue un producto a un precio x. Ese fue un camino que fuimos encontrando quienes aspiramos a vivir de otra manera. El capitalismo se apropia de la vida, de los cuerpos, del mundo humano y no humano, de los recursos naturales y ha sido devastador para todos.

Más allá del Estado Nacional, ¿hay políticas públicas a niveles locales o provinciales que puedan articular con la economía popular y ayudar a su crecimiento? Sobre todo, considerando la diversidad tanto en producción como en territorio, ¿cómo se inserta esta discusión en cada lugar del país?

Hay políticas públicas nacionales que se articulan con gobiernos provinciales y municipales, como canales de llegada a la gente. También hay autonomía de los municipios y las provincias para legislar en determinados aspectos que promocionan la economía popular. Toda esta economía es una disputa, y este es un momento de disputa en los territorios, con la economía de mercado, con la explotación de los recursos naturales que hay en cada lugar. Y es necesario entender que esa disputa es un juego de fuerzas. Entonces, ahí también depende de cómo la economía popular logra reunirse en la demanda. Son muchas experiencias a lo largo y ancho del país; y muchas veces están fragmentadas. Lo que más hace falta es unir al sector tras una misma propuesta. El municipio puede tener apuestas: por ejemplo, hay municipios que se declararon libres de pesticidas y promueven la no fumigación. Hay muchas medidas a nivel local que hay que potenciar.

También la cercanía entre la producción y la comercialización es más fácil a nivel local, supongo.

Es el punto de partida, volver a recuperar los mercados de cercanía. Pero no olvidemos que vivimos en un contexto global, tampoco se trata de cerrar los territorios. Lo interesante es cómo se interconectan, cómo hacemos corredores en el país e incluso con otros países, en los que se maneje la producción, la distribución y el consumo con los valores de la economía popular. Algunos de estos valores son fundamentales como soporte de cambio: por ejemplo, en una unidad económica organizada como cooperativa la propiedad es colectiva, hay una distribución equitativa del excedente. Todo eso no tiene nada que ver con este modelo capitalista. Son propuestas que son alternativas a las formas de un neoliberalismo muy fuerte, muy poderoso, un modelo muy instalado, porque ha construido subjetividades acordes a sus objetivos. Hay que cambiar muchas cosas y lo cultural es muy importante.

Creo que este momento es una oportunidad. Hemos crecido mucho en tantos años de trabajo en esta área. Esta economía se va difundiendo en el tejido social. Tiene que tener capacidad de más escala para llegar a todas partes. Para esto, no se trata de crear grandes empresas o modelos, sino de articular en red lo que ya existe y sumar desafíos. Hay cuestiones no resueltas, pero están dadas las condiciones. En la experiencia que estamos haciendo en el INAES de convocar en cada localidad, en todos los territorios, a un espacio de reunión a todas las organizaciones que comparten los objetivos de bien común, a través de la Red de Mesas de Asociativismo y Economía Social, vemos cómo en ese espacio aparecen un montón de recursos que quizá cada organización suelta no tiene o no conocía. Y, a partir de pensar en conjunto, se puede llegar a hacer un posicionamiento de una producción de bienes y servicios que necesitan las familias para reproducir su vida.