Hace un tiempo, con la intención de profundizar la mirada sobre qué significa hoy la explotación, la dignidad y todos los entramados sobre los que los trabajadores y trabajadoras hemos construido nuestra fuerza a lo largo de la historia, desde Sangrre nos preguntamos acerca de cómo las consecuencias negativas producidas por el orden sanitario y económico mundial están impactando en los jóvenes en términos de experiencia cotidiana. Es decir, de qué modos hoy se están constituyendo los jóvenes –sujetos de derechos políticos desde los 16 años– en lo que se refiere a condiciones y experiencias de trabajo, de formación y de organización gregaria dentro de la clase trabajadora, como necesario proceso instituyente de nuevos cuerpos en la estructuración política de nuestro país. Para eso, dijimos, necesitamos saber quiénes son, dónde están, cuáles son sus inquietudes, sobre qué tramas sociales reconstruyen sus posibilidades. En este horizonte, conversamos con Lucía Klug, militante del movimiento estudiantil en la agrupación La Mella de la Universidad Nacional de Luján y candidata a diputada provincial en Buenos Aires por el Frente Patria Grande en el Frente de Todos.

Uno de los ejes que tratamos de enfocar desde nuestra revista tiene que ver con la situación actual de los jóvenes, particularmente en torno al trabajo, pero también en cuanto a otras inquietudes que los movilizan y que pueden ser condición para la acción política. En este sentido, primero queríamos preguntarte ¿cómo ves la situación de los jóvenes hoy? ¿Cuáles son las principales problemáticas que se les presentan en torno al trabajo, en torno a sus perspectivas de vida, en cuanto a las problemáticas (educativas, ambientales, de género) sobre las que consideran necesario discutir para pensar una sociedad más justa?

Hay una cuestión que vengo pensando mucho, muy vinculada a este modelo neoliberal que vivimos y que está atravesado por la incertidumbre como un modo de vida. Esto atraviesa mayormente a los jóvenes, porque hay una cuestión del no proyecto, de vivir el día a día, de no saber si va a haber un mañana. Eso está difundido y al neoliberalismo, que no le gusta nada la proyección, le conviene esa juventud incierta.

Pero no me parece que sea solo una cuestión aislada, una moda o un sentido común instalado; es decir, más allá de eso, tiene bases materiales muy fuertes que, para mí, son tres. Una de las principales es el trabajo, como lo aborda tu pregunta. Hoy en día, la juventud no tiene una certeza de que va a tener un empleo de larga duración y los trabajos a los que termina accediendo son cortoplacistas, en negro y muchas veces son muy mediocres, no dan perspectivas. A menos que tu viejo o tu vieja tengan algún tipo de negocio o emprendimiento más familiar, la mayoría de los trabajos a los que accede la juventud son precarios: trabajar en un boliche, de mozo o moza, ser delivery. Empleos que son supertercerizados y, además, no dan perspectiva de continuidad o futuro y tienen que ver con el “ir zafando”. Después, muchos de les que estudiamos una carrera universitaria no tenemos tampoco la certeza de que eso nos va a dar algún tipo de salida laboral, porque el mundo cambió y las profesiones clásicas no se adaptan a las necesidades de los tiempos que corren. Entonces, me parece que uno de los principales ejes vinculados a la incertidumbre de la que hablaba está estrechamente relacionado con el trabajo.

Un segundo eje, nada menor, es el tema de la vivienda. Nosotros nos reímos, hacemos memes, porque somos la generación del no-terreno, de la no-vivienda propia. Hay una cuestión muy instalada de que no vamos a tener una casa, que vamos a tener que vivir siempre alquilando porque es realmente casi imposible o impensado tener una vivienda a menos que heredes, a menos que te cases, o sea, ya estás obligado a generar una sociedad por fuera de vos mismo para acceder a una vivienda. El hecho de no tener esa territorialidad que te da tener un hogar seguro también nos quita la perspectiva de futuro que necesitamos.

Por último, creo que hay una cuestión muy vinculada al ambiente. Hay una idea, no sé si instalada completamente pero sí importante, de que este mundo no da para más. Creo que somos una generación que tiene construida un montón de subjetividades en torno a las cuestiones que están mal y una es el trato con el medio ambiente. Pero, después, cuando vamos a la práctica, vemos que no se están haciendo muchas cosas concretas para contrarrestar ciertos daños; entonces, aparece la idea de hasta dónde el mundo nos va a aguantar. Y eso hace que se desesperance un poco la juventud, se desmoralice.

Me parece que esas tres cuestiones vinculadas al ambiente, al trabajo y al hábitat, al techo, hacen que seamos una generación de la incertidumbre. A pesar de que tenemos muchas concepciones, estamos criados en una educación que nos incentivó en un buen sentido: hay una mayor conciencia de igualdad, tanto en cuanto a género, conciencia ambiental, derechos laborales y humanos; eso está en nuestra generación, son cuestiones que subyacen, pero después, cuando vamos a buscar esa sociedad mejor para la que nos educamos, no la tenemos. A diferencia de nuestros padres o de generaciones anteriores que no tuvieron esos debates, nosotros los tenemos y eso es un gran capital, pero después nos cuesta mucho encontrarlos en algo más material, más concreto.

Una de las cuestiones sobre las que se enfocó en los últimos meses desde el gobierno nacional en torno a los jóvenes es la cuestión del empleo –teniendo en cuenta que los datos de desocupación en la franja de 18 a 24 años crecen enormemente– y se presentaron algunos programas como “Te sumo”, “Argentina Programa”, “PRACTICA”. Más allá de estos aportes, ¿cuáles creés que deberían ser los ejes, las cuestiones centrales que deberían tenerse en cuenta a la hora de pensar políticas públicas para los jóvenes? ¿Qué problemáticas deberían atenderse que son constitutivas de la realidad de los jóvenes y que quizá no están todavía tan presentes?

Me parece que está bueno –en relación a lo que decía en la pregunta anterior: que los empleos a los cuales accedemos son, en general, muy mediocres, malos y mal pagos– que existan políticas públicas vinculadas al trabajo real, a la inserción en distintas actividades productivas, donde los jóvenes, de la mano del Estado que complemente un poco ese laburo, puedan insertarse en un mercado laboral que hoy nos deja afuera del trabajo formal que es muy reducido. Tenemos el trabajo informalizado al que lamentablemente, en general, accedemos, y después todo un margen de productividad en tareas comunitarias, colectivas, en cooperativas, que está muy bueno que sean reconocidas y fomentadas desde el Estado. En este sentido, son políticas acertadas en tanto se lleven a cabo mancomunadamente con las organizaciones sociales y entidades que le dan tanta vida a la juventud, a la sociedad y activan al trabajo.

Me parece también –y esto lo digo con una perspectiva de militante del movimiento estudiantil y futura docente– que hay una deuda, o tenemos que saldar algunas deudas, respecto de lo educativo. Sobre todo, después de la pandemia, donde la vuelta a las clases arrojó índices muy importantes de deserción. Hay muchos pibes y pibas que no han vuelto a la escuela y, en muchos casos, se han atrasado por falta de acceso a los medios que requerían para la continuidad educativa durante la pandemia.

Tenemos que salir a buscar fuertemente a esos pibes y pibas que dejaron tanto la universidad como el secundario o el primario. Y ahí nos tenemos que dar una política fuerte, no solo de recuperación pospandemia, sino en cuanto a incentivar las profesiones que necesitamos para el desarrollo de nuestro país, que los pibes y las pibas se relacionen con la escuela. Una escuela que tiene que cambiar muchas lógicas, porque está bajo un molde muy tradicional y tiene que adaptarse a los intereses y necesidades del siglo XXI, pero que igual es uno de los mejores lugares donde pueden estar nuestros pibes y pibas: educándonos. Porque otra de las problemáticas que hay que atender, lamentablemente, es la del consumo. Donde no está la escuela, donde no están las organizaciones, las entidades, o el Estado, está el consumo, y hay muchos en esa situación. Hay que darnos una política vinculada a atender esa problemática y sobre cómo salir adelante después de este tipo de situaciones y, para eso, atender la cuestión educativa es central.

En este sentido, la economía popular –ya sea con políticas propias como las que se construyen a partir de las cooperativas o con el planteo desde la UTEP del salario universal– ponen en foco desde ese otro lugar la realidad de los jóvenes y el trabajo. ¿Cuál es el rol que tiene la economía popular –y estas discusiones, por ejemplo, del salario universal– para los jóvenes?

Como decía, tenemos el trabajo formal, al que hoy, si sos joven, no tenés CV, no tenés contacto, es muy difícil acceder. Muchas veces tenemos el título universitario, que tanto nos costó, pero al momento de acceder a un empleo también se dificulta incluso con el título. Después, tenemos la precariedad del empleo informal. Entonces, en este mapa, la posibilidad de que las juventudes puedan acceder a un trabajo desde la economía popular, donde hay muchos que se “inventan” su propio trabajo es importante, es interesante. Sobre todo, porque ese trabajo, cuando es reconocido por el Estado, se potencia un poco más. Son compañeros y compañeras que trabajan, en condiciones de informalidad, donde el problema no es el trabajo, sino que no tienen derechos. Entonces, que el Estado les pueda reconocer parte de sus laburos, los potencia.

Vivimos en un mundo, como decía, donde el empleo formal, o la capacidad productiva, las fábricas, no son las mismas que décadas atrás. Yo escucho a mucha gente decir que tienen que abrir más fábricas para que vaya la juventud. Y eso está muy bien, pero hoy los ritmos de la productividad cambiaron, la revolución tecnológica es cierta y se necesita menos gente para el mismo trabajo que hace 50 años. En el marco en que hoy el empleo formal como lo conocimos está en crisis, es muy importante que todo ese trabajo no reconocido, que tiene que ver con lo artesanal, con la tracción más a sangre de los laburantes que se inventan su propio trabajo, sea valorado y sea un lugar de la propia juventud. Si eso no está reconocido por el Estado, vamos a estar en problemas.

Desde la UTEP se viene señalando la importancia de un salario universal, nosotros como organización también lo venimos fomentando, porque es una política necesaria en una Argentina con 40 por ciento de pobres y un montón de gente que no tiene un piso mínimo de ingresos. Hoy en Argentina tenemos que arrancar por nivelar, y muchas de esas personas pobres son mujeres y muchos son jóvenes. Entonces, si a los 20 años ves que no tenés salida ni perspectiva de futuro, ¿qué ganas te quedan de seguir luchándola? En Argentina tenemos que arrancar por esos últimos, que eso no sea una frase hecha, que podamos recomponer esa situación. Entiendo que no es el punto de llegada, pero sí es el punto de partida para nivelar la situación y devolverle a la juventud alguna perspectiva de futuro.

Sos candidata a diputada provincial en Buenos Aires por el Frente de Todos. Después de las PASO están realizando desde el Frente Patria Grande asambleas en los barrios para atender una demanda popular que se vio plasmada en los números que sacó esa fuerza en la elección. ¿Qué están recogiendo en estas recorridas? ¿Cuáles son las principales demandas a atender para que el Frente de Todos pueda volver a ser una opción para las mayorías populares?

Desde el Frente Patria Grande decidimos trabajar sobre esta iniciativa porque la pandemia nos está dando un respiro y tenemos más posibilidades de encontrarnos. Nosotros antes de las elecciones decíamos que vamos a ir a votar enojados porque hay un montón de cosas que no se hicieron como queríamos o como creemos que deberían haber sido para las mayorías. Seguimos con esa misma postura, si bien se han dado algunas demostraciones de mayor interés en mejorar la situación, y, en ese escenario, me parece que era importante reencontrarnos con la base social, con los compañeros y compañeras y también con los vecinos de a pie. Porque escuchando empezás a entender un montón de cosas. Por un lado, entendemos que la política tradicional del acto, con el candidato que va y habla y la gente aplaude, está bien, es parte de la performance en la política, pero queremos hacer algo distinto, sobre todo en un momento donde el resultado electoral nos dio un cachetazo. Entonces, nos tenemos que sentar a hablar menos nosotros y a escuchar más a la gente. De ahí nace la posibilidad de laburar estas asambleas. Ya hicimos bastantes, yo fui a casi todas las que hicimos en el Conurbano bonaerense y las vamos a seguir haciendo de acá al 11 de noviembre que arranca la veda.

Nos resultó un ejercicio muy interesante. Sobre todo, porque le estamos poniendo esa impronta de escuchar y recoger, como candidatos, referentes, esas demandas y poder ponerlas en prácticas en políticas. Me parece que no se ocupan las bancas porque sí: uno está para servir al pueblo, la militancia es una vocación de servicio y, entonces, tenemos que trabajar sobre esas demandas. Si sale todo bien y entro en la Legislatura, me parece un ejercicio muy sano, porque si no desde dónde proponés. Muchas veces me hacen entrevistas y me preguntan qué proyectos voy a proponer cuando sea diputada, y la verdad es que, para eso, primero quiero escuchar las necesidades de la gente, mapear. Quizá en parte porque no hicimos este tipo de ejercicio nos fue como nos fue.

Y decía que es ejercicio muy sano porque en esas asambleas salen un montón de quejas, de demandas, de preguntas, pero también salen agradecimientos porque hubo cosas que estuvieron muy bien. La vacunación estuvo bien, la gestión de la pandemia estuvo bien, la atención inmediata en cuanto al IFE y al ATP estuvo bien. Eso la gente lo reconoce, el pueblo argentino es muy agradecido. Por supuesto, hay dudas y preguntas, y quejas porque la cuestión económica, hoy, es un gran problema. Hoy en día, los alimentos no paran de subir, la gente se ve estancada después de dos años de pandemia y, si bien hay mucho agradecimiento y hay comprensión de que muchas cosas no se pudieron hacer por la pandemia, salimos de nuestras casas, vamos al súper y vemos que no nos alcanza la plata. Si bien los índices están lentamente recuperándose, hay un montón de cosas que no se ven plasmadas. La gente demanda trabajo, mayor seguridad, educación (hay toda una cuestión sobre cómo se manejó la cuestión educativa durante la pandemia, el acceso a lo virtual). Hay que poner en foco sobre eso, principalmente en la cuestión económica.

La sociedad, después de dos años de pandemia y todo lo que significó a nivel mundial, está muy dañada. No salís ileso como sociedad de algo así. En este sentido, como decía antes, el salario universal es parte de una reivindicación que en un momento de reconstrucción argentina desde abajo es importante tenerlo como posibilidad. Así como también tener mayor mano dura con los formadores de precios, porque aumentamos los salarios y es una cuestión más nominal que real si ellos saben que la gente tiene más plata y te aumentan los precios. En este sentido, la política que surgió en las últimas semanas de control de precios es importante: nosotros estamos impulsando militancia para corroborar que eso se cumpla, porque entendemos que es una política que le puede cambiar la vida a la gente.

Pero, bueno, creo que es eso: la gente en las asambleas no te dice que se quiere ir de vacaciones a algún lugar estrafalario, te dice que no le alcanza, que quiere comprar carne, que no sea un sacrificio comprar a leche y que el kilo de pan no le aumente todos los días. Y, además, hay una demanda genuina, histórica, que está vinculada a todo lo que decíamos antes: el trabajo. La gente quiere trabajar. Y es interesante eso: la gente quiere salir a laburar por todo lo que eso dignifica y genera en cuanto identidad. Una vez que uno tiene garantizado el mango de cada día, el plato de comida, puede proyectar mejorar su casa, que también son demandas que están presentes, pero lo central es lo otro, y tenemos la obligación de escuchar y accionar en esa dirección.