El próximo domingo en nuestro país se celebra la niñez, las infancias, en un contexto de pandemia, y encierro, donde los niños y niñas argentinos han sido afectados desde la vulnerabilidad ante el Covid-19 hasta sus ingresos familiares, la interrupción de clases o el acceso a las tecnologías. Problemas que ya existían pero que se vieron magnificados en algunos casos, sumados a otros que con la pandemia aparecieron e impactaron sobre ellos, como es metabolizar las angustias familiares.

El Dr. Gabriel Lerner, titular de la Secretaría nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, habló con SANGRRE sobre la protección de los niños y niñas en un contexto de crisis global donde la pobreza, el acceso a la educación, y la violencia se han acrecentado y plantean desafíos inéditos al diseño de políticas destinadas a la niñez y la adolescencia.

¿Cuál es el estado actual del cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño en Argentina y en un contexto de pandemia? En tal sentido, ¿cómo evaluaron la gestión de Cambiemos en la cartera a tu cargo?

La Convención reconoce en niños y niñas todos los derechos económicos, sociales y culturales, y también los derechos civiles y políticos. Centralmente, lo que se ha verificado en los últimos años, primero, por la pandemia neoliberal del macrismo y, después, por el coronavirus, es un agravamiento muy severo de las condiciones sociales de vida de buena parte de la población del país y de más de la mitad de la población de niños y niñas argentinos. Ya llegados al gobierno y antes del Covid-19, nuestra prioridad fue la política alimentaria, mediante la tarjeta ALIMENTAR, destinada a niños de hasta seis años de edad, porque la agenda del hambre se había recompuesto en la Argentina.

Los niños y niñas, siendo titulares de todos los derechos consagrados –por lo tanto, debiendo ser sujetos de medidas especiales que los protejan en la evolución de sus facultades–, a veces no llegan a ser objeto de políticas específicas. ¿Sobre qué ejes desarrolla la SENAF políticas públicas destinadas a la niñez y adolescencia, teniendo en cuenta que muchos de estos últimos están en proceso de culminar su educación media y encarar su inserción en el campo de la profesionalización laboral en un marco pospandémico?

Al problema de la pobreza yo agregaría el desafío de la inclusión educativa. En particular con los y las adolescentes. El retorno a las tasas de escolaridad que teníamos antes de la pandemia y el aislamiento, “la vuelta a la escuela”, va a ser un desafío que va a requerir de una gesta del Estado Nacional, de los Estados provinciales y municipales, de las organizaciones sociales. La inclusión educativa será un tema de primer orden, junto con temas de pobreza y acceso a la alimentación.

La otra dimensión importante, en términos también de respeto a la Convención, es la reducción de las diferentes formas de violencia sobre niños y niñas. Es decir, un porcentaje muy alto de chicos y chicas son víctimas de violencia en sus hogares. Violencia muchas veces de índole psicológica, de insultos o golpes que se han naturalizado, como de violencias más extremas, como lo son los casos de abusos sexuales en sus hogares, en sus comunidades. Entonces, en ese orden: pobreza extrema, hambre, inclusión educativa, y reducción de las violencias, serían los tres puntos fundamentales para el diseño de políticas pospandémicas destinadas a las infancias.

Otro ítem, que me parece que es transversal, tiene que ver con institucionalizar la voz de las y los adolescentes y de los niños. En nuestra sociedad los niños y niñas tienen participación en el sentido de que tienen voz: la tienen en la sociedad, en las comunidades, en los clubes, en las escuelas. Los niños argentinos hablan, dicen mucho, discuten, participan; pero esa voz, esa participación de los chicos tiene poco cauce institucional. Tiene poca incidencia en las políticas públicas, en las acciones de gobierno.

Buena parte de las políticas que destinamos a niños y niñas, y muy especialmente a los y las adolescentes, no son de todo eficaces o exitosas, entre otras cuestiones, porque no incluimos la opinión y la perspectiva de los adolescentes. No estoy diciendo que gobiernen los chicos y chicas: estoy diciendo que los adultos, cuando gobernamos, tenemos que generar cauces de participación para escuchar y poder incluir la perspectiva de los chicos y chicas en las políticas. Ese tema, sobre todo en las políticas que tienen como objetivo la inclusión educativa en el secundario y en algunas otras dimensiones difíciles de resolver con los adolescentes, es una línea de acción que nos ayudaría mucho a cumplir con los objetivos que nos impone la Convención sobre los Derechos del Niño.

Con la iniciativa de instalar una mirada más plural e inclusiva, que permita dar cuenta de las múltiples maneras de vivir la niñez, la SENAF propone que el domingo 16 de agosto se aborde el tradicional “Día del niño” renombrándolo como “Día de las infancias”. ¿Podés contarnos de qué se trata la iniciativa de avanzar en la resignificación de la fecha?

Para la SENAF, el tradicional “Día del niño” no es una acción prioritaria. La secretaría tiene desarrollo de acciones con provincias, con municipios, con otros ministerios, con organizaciones tanto en labores de protección como de promoción, etc. Pero reconocemos que, tratándose de un día en el que la sociedad posa su mirada sobre las niñas y los niños, los celebra y los festeja, se transforma en un momento importante para producir un debate, una reflexión desde este organismo del Estado. En ese sentido, estamos convencidos que la idea de día del “niño” –varón, blanco, con familia, sin problemas– no permite ver, percibir, aprehender la diversidad de las infancias. Por eso, nuestra iniciativa se basa en el lema de que hay diferentes maneras de vivir la niñez, por lo tanto hay tantas infancias como cantidad de maneras existan. O sea, resignificar es celebrar esas infancias: por eso la propuesta de “Feliz Día de las infancias”.

El sentido de infancias, en plural, básicamente recoge dos cuestiones. Por un lado, recoge diferentes perspectivas. La perspectiva de diversidad de género: chicos, chicas, chiques. La perspectiva étnica: hay chicos, chicas, pibes, pibas, hay mita’i, en guaraní, hay güeni´ en mapuche, hay botijas en nuestras zonas cercanas al Uruguay, hay changuitos y changuitas. O sea, diversidad étnica, lingüística, diversidad cultural, diversidad sexual. Hay también niños con discapacidad y otros que no padecen discapacidad. Entonces, por un lado, la cuestión es buscar una perspectiva que recoja la situación de las infancias desde esa diversidad y que al mismo tiempo promueva la no discriminación de todos los niños y las niñas.

Por otro lado, la segunda dimensión que pretendemos contribuir a visibilizar –ya que esta iniciativa es una contribución, está claro que no determina nada por sí misma– es la relación de las infancias con los derechos. Hay niños que están con sus familias y otros niños que están en hogares o residencias esperando ser dados en adopción. Hay niños que acceden a alimentación de calidad y otros que sufren hambre. Hay niños que son víctimas de violencia y de abusos y otros que tienen una mayor protección de sus familias y comunidades. Es decir, hay mucha diversidad en términos de derechos, por lo que allí lo que se trata es de reconocer esas inequidades para que las políticas públicas apunten a removerlas. A promover inclusión, igualdad, respeto por la diversidad.

Entonces, no es un cambio de nombre porque, en realidad, no es una decisión oficial, no hay un nombre del día obligatorio; es, en cambio, el intento de contribuir desde el Estado proponiendo un nombre que refleje mejor esas diversidades y desigualdades, un humilde aporte para mejorar la condición de las infancias.