Desde su protagonismo como asesor letrado de organizaciones sindicales dentro de la Confederación General del Trabajo a partir de la década del sesenta, su aporte a la CGT-Brasil de Saúl Ubaldini, hasta la lucha sostenida contra los procesos de flexibilización laboral durante el menemismo, la constitución del MTA encabezado en los años noventa por los gremios del transporte, y su paso por la Cámara de Diputados representando al peronismo entre 2005 y 2017, la coherencia de Héctor Recalde respecto a dónde y cómo operar, aportar e intervenir para resolver los grandes temas del mundo del trabajo es constante.

“La pandemia es una oportunidad”, no se cansa de decir mientras se ríe por el tono de “prédica” que va adquiriendo su actual y sostenida opinión militante por la reducción de la jornada laboral. Coincidimos. Este tiempo pandémico y las posibilidades virtuosas que puede ofrecer para desplegar debates políticos, estadísticos y de planificación concreta en todos los ámbitos del hacer nacional es muy valioso… y con sus sesenta años de abogado laboralista, Héctor Recalde es incansable.

Además de varios proyectos de legisladores, también hay parte del activismo sindical que, al igual que usted, promueve la reducción de la jornada laboral. ¿En qué situación se encuentra el debate que viene promoviendo y cuál cree que es la perspectiva?

Me parece que ya está instalado el debate, que no es poco. Incluso el ministro de Trabajo ha hecho algunas afirmaciones en ese sentido. Yo creo que cuando un debate está en la superficie empieza a convocar a la participación de más personas, con mayor cantidad de ideas y propuestas. Se mueve. En lo personal, lo vivo casi como una autocrítica, ya que, habiendo sido parte del gobierno entre 2005 y 2017, habiendo sido presidente del bloque y presidente de la Comisión de trabajo en la Cámara de Diputados, no he logrado reducir la jornada laboral. Fíjese, la ley 11544 que establece que “la duración del trabajo no podrá exceder de ocho horas diarias o cuarenta y ocho horas semanales para toda persona ocupada” tiene casi cien años y no la hemos podido modificar. Por eso digo lo de la autocrítica; más allá de que personalmente me siento inocente, asumo la responsabilidad del conjunto.

¿Y usted cree que existen las condiciones en el movimiento obrero –sindicatos, centrales de trabajadores, organizaciones de base– para sostener esta discusión?

Sinceramente, yo preferiría que fuera más intenso. Porque hay una afirmación a la que yo suscribo –que no es dogmática, sino producto de la experiencia– sobre que el derecho del trabajo ni crea ni destruye empleo. En todo caso, generar o destruir empleo es un rol que tiene la política económica de un país, como diría Bill Clinton. Pero lo que sí puede hacer el derecho del trabajo es repartir el empleo ya existente. Reduciendo la jornada se distribuye mejor el empleo, se reparte mejor el empleo existente entre más personas y eso es virtuoso. Porque la desocupación argentina, si bien no está en niveles catastróficos, es alta, y tenemos que tener como objetivo postpandemia bajarla a un dígito. La cuestión también va de la mano con algunas medidas que deben tomarse respecto a las horas extraordinarias. Porque no es lógico que habiendo hombres y mujeres sin empleo otros trabajen horas extras.

Yo siempre, para demostrar mi pluralidad ideológica, cito al ministro de Economía del radicalismo Juan Carlos Pugliese. Él decía “yo les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.  Bueno, yo, a los señores empresarios, les puedo hablar con el corazón y con el bolsillo, porque otra de las cosas que están probadas es que bajando la jornada no solo se aumenta la productividad, sino que al mismo tiempo desciende el número de accidentes de trabajo. A mí me conmueven los accidentes laborales, porque estamos hablando de personas; pero desde el punto de vista de costos laborales, al empleador también le conviene que se reduzcan los accidentes. La pregunta es: si existen todas estas virtudes respecto a la reducción de la jornada, ¿por qué no insistir en este debate?

Desde nuestra preocupación por el desempleo joven también analizábamos retrospectivamente que tanto en los noventa con el MTA y la CTA unificados para enfrentar la reforma laboral, como en el 2001 cuando se articularon las fuerzas sindicales con las territoriales en torno al Frente Nacional contra la Pobreza, existían condiciones organizativas concretas para establecer debates políticos de fuerte incidencia en el campo popular. ¿Usted cree que en este 2021 postpandemia pueden volverse a articular esas fuerzas sociales para discutir la matriz del mercado laboral argentino del futuro?

Menciona dos momentos donde las utopías, aunque parecían muy lejanas, se articulaban para ir escalonando derechos que hoy tenemos establecidos. Así que no queda más que responder que esa es la tarea. La verdad, la duración de la jornada y el desempleo son dos variables que van de la mano en una discusión de alto aliento sobre el futuro del mercado laboral. Una vez vi una pintada en La Habana, Cuba, que decía “Ahora es cuando” y creo que aplica en este caso. Porque la salida de esta pandemia ha demostrado que muchos empleos pueden reducir la jornada sin afectar la productividad. Perón decía que la fuerza de los pueblos es como el agua: usted al agua le puede poner un dique, pero el agua, en masa y acumulada, o lo pasa por encima o por los costados o lo filtra o lo derrumba. En ese sentido, hay que predicar. Ya parezco un pastor…

En este momento, como las dificultades son tantas, estoy dejando de lado los programas muy ambiciosos para pensar las variables del mercado laboral y trato de buscar un común denominador más amplio para que abarque a mayor cantidad de personas en el apoyo. Hay tantas cosas que tenemos que debatir en relación a los derechos de los trabajadores… Si tomamos el artículo de 14 bis de la Constitución, ya tenemos un número considerable de cuestiones que no se cumplen. La participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas, por ejemplo: los convenios colectivos de trabajo serían un excelente medio para hacer cumplir ese derecho. Hasta ahora, solo los bancarios consiguieron en algún sector una pequeña participación de la ganancia, y los trabajadores del neumático; pero es una norma constitucional. O sea, para discutir desempleo, reducción de jornada, modelo laboral, tenemos el respaldo de la Constitución Nacional, de nuestras leyes, de nuestra historia.

En ese sentido, ¿cuál es su lectura sobre el rol de la cartera de trabajo en esta etapa?

La pandemia es una oportunidad. La crisis es una oportunidad. Si se ha trabajado lo mismo en menos tiempo, ¿por qué no legalizamos esta menor cantidad de horas trabajadas? Existen proyectos en ese sentido. El de Hugo Yasky, que impulsa las cuarenta horas semanales. La diputada Ormachea, de la Corriente Federal de Trabajadores, impulsa un proyecto que plantea las treinta y dos horas. No importa cuánto podemos lograr ahora, tal vez, escalonadamente… En ese sentido, yo soy partidario de las medidas graduales que apunten a un acuerdo generalizado de todos los fragmentos en que está dividido el movimiento obrero. Si bien hay una dispersión bastante grande, hay que utilizar estos comunes denominadores de las luchas y levantarlos como banderas.

Pero, insisto, ¿existen articulaciones en ese sentido, promovidas desde la cartera de Trabajo o desde el Consejo Económico y Social que alienten estos esfuerzos de manera integral?

Yo no le voy a dar consejos al gobierno nacional. No le voy a decir qué tiene que hacer a mi gobierno, que tiene funcionarios capaces y están saliendo de esta situación. Es cierto, como diría Cristina, que tiene funcionarios que no funcionan, pero bueno, eso se corrige sobre la marcha. Lo importante es instalar el debate en la sociedad y la verdad que en eso todavía veo poco empuje.

Incluso hubo declaraciones en contra de algunos referentes sindicales de la CGT respecto a la reducción de la jornada laboral, ¿no?

No… Creo que el ministro Matías Kulfas hizo algún cuestionamiento… pero no sé bien el punto de su crítica. Tal vez dijo que no es el momento de dar este debate, una cosa así. Por eso yo reivindico el “ahora es cuando”, ¿no? El tema es que este debate debe estar encarnado por el movimiento obrero en su conjunto, pero cuando uno analiza como esta fragmentado el sindicalismo concretamente, puede ser no sea el mejor escenario.

En ese sentido, ¿cómo analiza la renovación de autoridades de la CGT durante el próximo noviembre?

Lo mas importante de esa nueva elección de CGT es la paridad de género. Ya que están pensando que para cada cargo se proponga una dupla constituida por un hombre y una mujer. En alguna medida, si se recogen estas ideas de igualdad y equidad, creo que va a ser una renovación muy potente y eficiente. Trascendente.

Respecto al desempleo, ¿qué perspectiva o variables, además de la reducción de la jornada laboral, usted pondría sobre la mesa para establecer una lectura de salida de esta problemática?

Los que deben plantear estas variables y salidas son los compañeros y compañeras economistas. Pero obviamente, que la importancia que tiene nuestro mercado interno –que ocupa el ochenta por ciento del Producto Interno Bruto– es un factor que no puede dejarse de ponerse sobre la mesa. Lo dicen siempre tanto Alberto como Cristina: esto de poner dinero en los bolsillos tanto de los trabajadores y trabajadoras como de los jubilados es trascendente para dinamizar la discusión sobre el desempleo en Argentina. Con mayor capacidad adquisitiva de la clase trabajadora, mayor consumo y mayor creación de empleo.