Luis Alberto Quevedo

Luis Alberto Quevedo es sociólogo, graduado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de la Universidad de París y director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede argentina. Especialista en medios de comunicación y consumos culturales, a lo largo de su trayectoria formó parte del directorio de EDUC.AR, publicó decenas de artículos, brindó asesoramiento a diversos proyectos públicos y privados y es un referente ineludible en materia comunicación política.

Uruguayo de nacimiento, pero argentino por elección, Quevedo es una voz habitual en espacios de análisis y reflexión política. Conversamos con él sobre la comunicación del gobierno nacional, las estrategias de Alberto Fernández, el discurso de la oposición, el rol de los grupos concentrados y los efectos del “nihilismo político”.

En diciembre de 2019, Alberto Fernández se presentó como el presidente del diálogo, quien venía a generar consensos y olvidar gritas. ¿Hoy sigue actuando bajo esas mismas premisas?

Yo creo que Alberto no ha renunciado a su estrategia de tener una actitud política, un discurso y una lectura tendiente a cerrar grietas. Creo que él sigue en esa tesitura: hasta el día de hoy ha tenido discursos donde siempre ha insistido en su capacidad dialoguista. Pienso que no se ha corrido de su propósito inicial.

Él hace un diagnóstico de la Argentina en el que la grieta es parte del daño al sistema político, a la posibilidad de hacer acuerdos, a la gobernabilidad. Hasta diría que hace una especie de diagnóstico cultural donde dice “yo soy el presidente que viene a tender los puentes, que viene a mostrar que otra política es posible”.

¿Un ejemplo dónde se pueda ver esto?

La no revisión de los cuatro años del gobierno de Macri. Ese es un botón de muestra de lo que fue su política. Él gobierna como si Macri no hubiera gobernado.

¿Y cómo va en eso de “cerrar la grieta”?

Pasado un año y pico de gestión, creo que lo que quedó claro es que la grieta está. El enfrentamiento es en términos muy beligerantes por parte de las varias oposiciones. No nos olvidemos de que, antes de la pandemia, los grupos concentrados del agro le hicieron un paro; y que los grupos concentrados de los medios de comunicación fueron muy agresivos con la conformación de su gobierno y con el desempeño de sus primeros meses.

¿La oposición intentó en algún momento cerrar la grieta?

Había señas muy claras de que la oposición mediática, empresarial, financiera, agropecuaria y política –con Patricia Bullrich a la cabeza– no estaba dispuesta a cerrar ninguna grieta.  Creo que ese error de diagnóstico ya se le había revelado antes de la pandemia.

¿La pandemia profundizó todo?

Cuando viene la pandemia, creo que tiene un gran logro, que también fue calificado de una gran debilidad: esa famosa mesa que arma con Axel Kicillof, Rodríguez Larreta y él en el medio. Porque esa es una imagen de cierre de la grieta, confirmaba lo que venía a decir: si dialogamos, trabajamos en conjunto frente a un enemigo en común que es el virus, entonces, es posible sentarnos en una misma mesa a delinear políticas. Eso funcionó, de hecho: los máximos puntos de imagen positiva de Alberto los tuvo ahí, entre abril y julio del año pasado.

¿Por qué se esfumó esa imagen?

Ese tipo de imagen se resquebraja cuando empieza cualquier crisis, cuando hay, por ejemplo, desacuerdos con las medidas de cierre y apertura, cuando hay desacuerdos en las campañas de vacunación, cuando hay desacuerdos sobre cómo tienen que ser las campañas frente a los laboratorios, sobre cómo tiene que ser el posicionamiento ante una política de Estados Unidos y de Pfizer muy agresiva para que no ingresen vacunas ni chinas ni rusas, sino que se haga un negocio directamente con los laboratorios norteamericanos…

En esos desacuerdos, Alberto pierde la centralidad. Y sobre todo a su aliado básico de ese momento, que fue uno solo, que fue Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires.  Sí, lo tuvo también a Gerardo Morales de Jujuy, que se alineó al gobierno nacional, tuvo muy poca resistencia de otros gobernadores, pero la verdad es que la gran muestra había sido la Ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo es la situación actual?

Y ahora, en estos últimos meses, creo que todo recrudece. Es decir, la interna del PRO hace que Rodríguez Larreta tenga una actitud más agresiva. Rodríguez Larreta está acorralado entre tener que dialogar, pero a su vez tener que ser inflexible, porque el PRO quiere solo la derrota y el fracaso del gobierno nacional. Y me parece que estamos en un momento en que la estrategia de Alberto ya no tiene la consistencia que tuvo en algún momento.

Mencionaste como opositores a figuras políticas, partidos y grupos económicos y mediáticos; esto me lleva a preguntarte por LN+.

Lo que pasó con la señal LN+ es muy fuerte. Ahí Macri pone dinero y lo ponen a Juan Cruz Ávila de productor general. La Nación se alinea absolutamente con Macri y toda la oposición y deciden tener una especie de canal que compita con TN en la agresividad, en el tipo de periodistas, etc.

Una observación repetida es la de que “el gobierno comunica mal”, que “no tiene una estrategia acertada”. ¿Esto es así?

Yo creo que Alberto empezó con un esquema de comunicación que tenía tres pilares, y que, un año después, podemos decir que fracasaron los tres.

El primer pilar es que el único que comunica es el presidente. Para esto fue necesario bajar el volumen de muchas voces –los ministros casi no hablan–. La centralidad de la palabra de Alberto es casi total, entonces, él es el gran comunicador, el que le da sentido a la acción pública. No es solo el que capitaliza, sino además quien centraliza la posición oficial del gobierno.

El segundo pilar es que los medios públicos no están al servicio de la comunicación del gobierno. Busca distinguirse de la etapa de Cristina; entonces, ni Radio Nacional, ni Télam, ni la TV Pública, ni todo el sistema de medios públicos ocupan un espacio importante en el ámbito comunicacional, sino que más bien bajan el volumen. Se reparte la pauta de manera muy privilegiada para los grandes grupos concentrados y, al mismo tiempo, la comunicación de los medios públicos y de los medios comunitarios no es muy incentivada. Esto también fracasa, porque se te apaga ese mundo, pero el mundo de la comunicación concentrada de los grandes medios se enciende y, además, desarrolla estrategias muy agresivas.

El tercer pilar es que él tuvo la idea de que era mejor comunicar a través de los medios opositores en lugar de los medios propios. Es decir, en relación a todo lo que habló en los medios opositores, habló poco con radios, señales de TV y diarios afines. Creyó que una parte de cerrar la grieta era circular su palabra en los medios opositores. Les dio mucho espacio: de hecho, muchos anuncios se hacían en los medios opositores. Y eso también fracasó. Él creía que con eso lograba algún puente, algún diálogo, algún beneplácito de esos medios, y en realidad, las noticias oficiales nacían con la editorial en contra de ellas.

En síntesis, creo que las tres estrategias fracasaron. Y hoy lo veo medio perdido en qué tiene que hacer con respecto a la comunicación.

Sim embargo, el gobierno cree que comunica bien…

Hay una cosa muy interesante que es esta: el gobierno dice que comunica bien, Alberto cree que comunica bien.  Por su parte, mucha gente del mundo de la comunicación ha dicho que el gobierno comunica mal, y esto en principio puede ser un debate teórico, conceptual. Pero cuando mi mamá dice que el gobierno comunica mal, el gobierno comunica mal. Pero no porque lo haga bien o mal, sino porque si la mayor parte de la sociedad repite casi a gritos –sobre todo quienes lo votaron– “el gobierno comunica mal”, ya no importa ninguna evaluación técnica: el gobierno comunica mal porque sus votantes creen que comunica mal. Ya no es una discusión de expertos, hay un sentido común de que este gobierno comunica mal, que se tira balazos en las piernas, errores no forzados, todas las metáforas… El sentido común dice eso: entonces, comunica mal.

Con Ignacio Ramírez publicaste el artículo Los usos de la desconfianza en elDiarioAR donde describís el concepto de “nihilismo político”. ¿Cómo surgió y cómo se aplica?

Hay un diagnóstico general, que es la idea de la desafección del ciudadano a la política. Esto se mide de muchas maneras: por ejemplo, desconfianza hacia el sistema político, falta de iniciativa de los políticos y de los partidos políticos para volver a entusiasmar a la gente… Hay también un diagnóstico global, que muchas veces se muestra con qué porción de la población fue a votar. Entonces, la gente no le cree a la política, no le cree al sistema político. Hay una desconfianza mundial donde el ciudadano se separa de ese mundo…

Todo esto en algún momento parecía dañar la legitimidad de la política; sin embargo, lo que nosotros detectamos es que esto también puede funcionar positivamente. Hay candidatos y partidos que hacen política a partir de la antipolítica y del descreimiento de la política.

¿Un ejemplo?

Tal vez el mejor ejemplo sea Donald Trump. Cuando gana las elecciones, lo hace en contra del establishment político, en contra de Washington. Para Trump, en ese momento, Hilary era el establishment político, económico y financiero que está en Washington haciendo negocios mientras los laburantes norteamericanos cada vez tienen menos trabajo y menos salario. O sea, utiliza el nihilismo político, la desconfianza política para llegar a la presidencia de la Nación. Uno podría decir “linda manera de hacer antipolítica”, ya que es tratar de ser presidente. Pero hay otros que han hecho eso. En algún sentido, Macri y Bolsonaro también lo hicieron.

Creemos que hay una especia de capacidad de producción positiva del nihilismo político en este tiempo, una especie de trampa que consiste en decir: “desconfiá y odiá la política, pero votame a mí”. Se incentiva el voto, se incentiva la participación, en contra de la política.

Para terminar con algo menos complejo, ¿cuál es la última serie que viste y nos podés recomendar?

The Morning Show (2019), con Jennifer Aniston, Reese Witherspoon y Steve Carell. Es una serie corta, con grandes actuaciones, en la que se tratan muy bien los temas de acoso sexual, acoso laboral y el accionar de las instituciones. Me encantó.