El kirchnerismo nació muchas veces. Nació cuando Néstor dijo que provenía de una generación diezmada. Nació cuando dijo “proceda” y bajaron el cuadro de Videla. Nació cuando Cristina fue electa Senadora por la provincia de Buenos Aires. Nació cuando la 125 parecía que se llevaba todo y muchos salieron a “bancar el proyecto”.

Como sabemos, si se trataba de florecer, el kirchnerismo floreció muchas veces.

Una de estas veces, fue la decisión de poner a Jorge Coscia al frente de la Secretaría de Cultura de la Nación. No porque venía de ser diputado, no porque había presidido el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y no porque había dirigido películas. La elección de Coscia tuvo un mensaje claro: un peronista asumía ese cargo.

Después de Torcuato Di Tella (hijo) –un personaje hermoso, pero no un compañero precisamente–, después de José Nun –representante de la izquierda “caviar”–, llegó alguien que se presentaba como defensor de las causas populares, citaba a Arturo Jauretche y se había formado con Jorge Abelardo Ramos.

Recuerdo en su momento a varios periodistas presentando la novedad como una “anomalía”: un peronista al frente de Cultura.

Es recordado el debate que mantuvo con Marcos Aguinis en A dos voces a pocos días de asumir el cargo. El psicoanalista y escritor, quien también fue secretario de Cultura de la Nación durante la gestión de Ricardo Alfonsín, le recriminaba a Coscia que en su asunción se hubiera cantado la Marcha Peronista. Tendría que haberla callado, le dijo. ¿Cómo voy a silenciarla?, le recriminó Coscia, la historia de la Marcha Peronista es una historia de silencio, de prohibiciones y de prescripciones, negó categórico el flamante secretario.

José Pablo Feinmann en El Flaco, su libro de conversaciones fugaces con Néstor Kirchner (un compañero en su momento dijo: es un genio, se tomó dos cafés e hizo un libro. De todos modos, a mí ese libro me gusta mucho), cuenta que el patagónico le dijo que “la economía siempre será de ellos” –haciendo referencia a la derecha, las corporaciones, etc.–, “pero nosotros tenemos la política”. Esa lógica se aplicó en la designación de Coscia: la cultura no puede ser de ellos, la cultura tiene que ser nuestra.