La sangre circula, la vida fluye. Asistimos en nuestro país desde hace algunos meses a una nueva situación política. Un desvío respecto de lo establecido durante cuatro penosos años: un estado de cosas signado por lo inexorable, dispuesto como callejón sin salida, minado de condicionamientos y orientado a la degradación generalizada de las condiciones de existencia de las mayorías ciudadanas y la clausura de sus posibilidades de acción y decisión.

Ante y contra este cuadro, entonces, acontece la novedad: un proceso de confluencia, una resolución colectiva multitudinaria y un gobierno que tiene como mandato explícito torcer el rumbo e instituir una divergencia respecto del horizonte de expectativas instalado. No solo para volver a pensar en tener futuro sino, sobre todo, para volver a tener presente. Un presente sobre el que sea posible accionar para modificar lo dado y permitir que la vida de las mayorías recupere su fluidez, su capacidad de producción y reproducción, sus potencialidades rebajadas, menoscabadas, paralizadas y puestas en suspensión.

La sangre fluye, la vida se pone en movimiento. Habrá que insistir las veces que haga falta: esta nueva situación polìtica –y el ejercicio de gobierno en marcha– es producto no de meras voluntades individuales, ni de componendas de sellos y estructuras, sino de un movimiento multiforme y heterogéneo de experiencias y expresiones políticas, sociales y culturales que confluyen y actúan a partir de una percepción compartida. Todo esto ocurre, es cierto, a contramano de la versión mediatizada y aplanada del drama argentino, que nos propone ser espectadores expectantes de una novela permanente limitada a las intrigas palaciegas y el amarillismo cualunquista y moralizante. Esta invitación ejerce un cotidiano y persistente borramiento de la conflictividad y la puja de fuerzas, de los desacuerdos que atraviesan nuestra historia y de los agrupamientos y voluntades que se organizan para impugnar y mitigar las injusticias desigualdades.

¿La única verdad es, entonces, la realidad? Esto es tan cierto como que la materialidad social está constituida por situaciones diversas, que tienen como producto realidades singulares e irreductibles que, a su vez, se asientan en verdades parciales y contingentes, en muchos casos en conflicto y tensión entre sí. Tejer una trama a partir de esas situaciones, realidades y verdades para afrontar los problemas que limitan y ponen en discusión la existencia comunitaria se llama política, en nuestra tierra tiene cierta costumbre de llamarse peronismo, y es lo que sucede y se expresa con claridad desde hace algunos meses.

La sangre se pone en movimiento, la vida se expande. Así como en 2019 dijimos La vida importa, en este 2020 plantamos cartel de ABIERTO: una decisión que, al mismo tiempo, supone una lectura acerca de la situación actual. Consolidar la divergencia puesta en marcha –consolidar lo puesto en marcha como divergencia– es posible solo a condición de abrirse y cultivar la curiosidad, la atención, el respeto y el cuidado respecto de las fuerzas propias, de sus eventualidades, encrucijadas y derroteros. La apertura es una disposición hacia lo común en movimiento, es una fidelidad a la vida en expansión. Hoy, tal vez como nunca, es imprescindible auscultar los pulsos polirrítmicos y en muchos casos submediáticos de las experiencias y sensibilidades que integran el espacio del nosotros; escuchar, procesar y amplificar las voces, pareceres y sentires de quienes esforzadamente trabajan para organizarse y ensayar institucionalidades populares; restablecer el espesor de las conversaciones y discusiones, para comprender mejor la complejidad del desafío asumido, para ser más eficaces a la hora de evidenciar los intereses en pugna detrás de acciones y reacciones propias y ajenas. Entender, en resumen, que el ejercicio de gobierno es al mismo tiempo ejercicio de organización, composición y coexistencia abierta de fuerzas sociales múltiples; un ejercicio cotidiano, transversal y colectivo, que atañe de abajo a arriba a quienes se reconocen parte del nosotros.

Mucho de lo hecho y enunciado estos últimos meses eleva el piso de la conversación colectiva: ética de las prioridades, solidaridad social, derecho a tener derechos, igualdad y diversidad, ciudadanización de la democracia, soberanía económica, nadie sobra, nuevo contrato de ciudadanìa son, entre otras, consignas, propuestas y, al mismo tiempo, conceptos a elaborar y accionar colectivamente. Sobre este terreno, que creemos central para alimentar y sostener la percepción común de la realidad, hacemos pie este año en Sangrre, con humildad pero al mismo tiempo con la determinación que nos da la certeza de compartir con millones la decisión de ponernos de pie.