1973

Volver al 73, poder pensar y repensar sobre esa particular coyuntura político-social, es posible a condición de reponer los años de la resistencia popular peronista que inician en 1955. Pero, sobre todo, enfocando especialmente el período que se abre a partir de 1971. No sólo en cuanto a la fuerza popular, sus discusiones, sus lecturas de época, sus conversaciones y sus tensiones con el líder proscripto en el exilio. Sino como una etapa de epílogo de gobiernos militares que comienza en 1966, cuando la violencia contra los movimientos populares con prácticas como la tortura se vuelven más sistemáticas, delineando claramente el terror por venir. Con una dictadura desbordada por las luchas sindicales y estudiantiles protagonistas de distintas puebladas –Cordobazo, Vivorazo, Rosariazo– y el accionar creciente de las guerrillas, ¿en qué medida se volvió socialmente legítimo el ejericio de prácticas de violencia desmesuradas contra esas militancias?

Es todo un momento político signado por la urgencia, por lo inminente, y sin dudas por el impulso del carácter revolucionario. Dos mitos anudados: revolución y peronismo como clave de bóveda para leer una época. ¿Cómo se llega a una lectura revolucionaria del peronismo? Y, situados sobre ella, ¿cómo se construye la relación posible entre masas, organizaciones armadas, Perón como conductor? Los interrogantes se producen sobre una composición de la política popular que implicaba toda otra serie de mediaciones en diálogo y en tensión: estudiantiles, sindicales, partidarias. Si el peronismo es el pueblo como cuerpo y escena política originaria, ¿qué implica un momento revolucionario para cada una de esas mediaciones que lo llaman a constituirse, otra vez, como sujeto de su propia historia? Todas actuando bajo una misma certeza: el poder de la conciencia nacional e histórica de las masas organizadas. Cuerpo popular y revolución, entonces, como contrapunto, como respuesta, necesaria, casi irrefutable, ante el fascismo que abría un abismo cada vez más oscuro, por fuera –y por dentro– del propio peronismo.

Aquel peronismo es un movimiento político popular que, tras casi dos décadas de persecución, proscripción y destierro, llega a 1973 asentado sobre la crítica al límite de la democracia burguesa, a la institucionalidad democrática como valor per sé. En la medida en que la visión antiliberal del peronismo de izquierda había sido una de sus vertientes más significativas para historizar la lucha popular y llegar a ese presente, ¿cómo se encuentra, en ese proceso democrático y de liberación, ese movimiento al frente del Estado? ¿Qué desafíos le plantea la toma de los resortes gubernamentales a las experiencias sostenidas sobre memorias críticas de injusticias plebeyas de ese orden político popular?

Hablar de 1973 es también es narrar la trama de sus desencuentros, de sus negaciones –las de ese momento y las posteriores–, de sus modos de constituir subjetividades, para decirlas políticamente y también para gobernarlas. Volver sobre esa época es también volver sobre una derrota que en términos históricos todavía llevamos a cuestas. Pero, al mismo tiempo, volver sobre ella para pensarla en serie con el pasado más cercano y el presente más acuciante –73, 03, 23– puede ser también una ocasión para recuperar aperturas, vibraciones, refulgencias e indicaciones valiosas a la hora de re/anudar los hilos de una trama que solo cobra sentido vital en la confluencia entre acción política, organización popular y horizonte de transformación social.