El PRO comprueba hoy, como la UCR antes,
que el antiperonismo no tiene amores:
solo vehículos para su odio.

@brezhneviano

El frente Es Ahora Buenos Aires, liderado por Leandro Santoro, al cual también podríamos llamar “el peronismo en CABA”, hizo una digna elección este domingo. Alcanzó casi 450 mil votos, que representaron el 27,4% del total. Probablemente debido a la baja participación, obtuvo 100 mil votos menos que la elección a legisladores de octubre de 2023 (donde la boleta presidencial de Sergio Massa seguramente arrastró parte de ese voto) y 35 mil menos que las legislativas de noviembre de 2021(que sin embargo representaron una caída de solo dos puntos, debido a la mayor participación). Estos resultados justifican un moderado optimismo, no euforias ni rabias indignadas. También abren alguna pregunta sobre el futuro, sobre qué puede pasar y qué debería hacer ese sector en 2027, cuando se elija un nuevo jefe de gobierno. Especialmente, invita a pensar una vez más las posibilidades (o no) del peronismo de triunfar o participar de un triunfo en una ciudad en la cual el PJ solo ganó, a nivel local, con la boleta full menemista de Erman González de 1993. Sobre el final volveremos sobre este punto.

Ahora bien, el dato importante del domingo no fue que una vez más el peronismo obtuvo el veintipico por ciento de los votos, sino que, tras dieciocho años, el PRO pierde, indiscutible y quizás también irreversiblemente, en la Ciudad de Buenos Aires. Apenas dos años después de alcanzar 49,7% en las últimas Legislativas –tal como lograban Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta de forma sostenida desde 2007–, esta vez su lista no llegó siquiera al 16% y perdió aproximadamente diez de los quince legisladores que debía renovar (siete, si consideramos los tres que obtuvo el partido de Rodríguez Larreta). La primera pregunta que surge es en qué medida pudo haber existido un cambio en el electorado y de qué tipo. Pero, al menos a primera vista, el único cambio que parece haber ocurrido es un desplazamiento en el espacio político que representa a lo que se puede denominarse como “electorado de derecha” de CABA.

Si observamos los resultados de 2023 comparados con los del domingo, vemos que la suma de listas del universo peronista tuvo porcentajes de votos similares. La izquierda, un poco más disgregada, sumó casi 4%, un punto menos que el 5% de 2023. Pero el dato principal es que hace dos años Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza sumaban casi 64%, lo mismo que sumaron ayer las distintas listas que hace dos años eran parte de LLA y Juntos por el Cambio.

El cuadro muestra con claridad los veinte puntos que pasaron de Juntos por el Cambio a la “nueva estrella” de la derecha argentina, La Libertad Avanza de Milei y sus pequeños desprendimientos. Asimismo, se puede observar la segunda disgregación en cuatro fuerzas independientes que antes eran parte de Juntos por el Cambio, principalmente la del ex jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, que obtuvo 8,1% y se alzó con tres legisladores y perspectiva de futuro. Como un meteorito que entra en contacto con la atmósfera terrestre, el principal frente del liberalismo porteño, que aglutinaba al 50% del electorado, no soportó la fricción provocada por la emergencia de una nueva representación nacional de derecha, desprendiendo un tercio de su electorado hacia LLA, un sexto hacia el de su antiguo referente calvo y otros fragmentos menores disgregados hacia uno y otro lado. Al llegar a la Tierra, la masa del otrora astro liberal quedó reducida solo a un tercio.

La conclusión principal de esta comparación es que no hubo grandes cambios en el electorado, con excepción de la mudanza en la representación de los votantes liberales, de derecha, antiperonistas o el nombre que prefiramos. El peronismo continúa más o menos igual, con una buena elección si consideramos que un 27,4% se mantuvo unificado y en esta ocasión sin ningún impulso nacional (como sucedió en la presidencial del 2023). Finalmente, el trotskismo obtuvo apenas un punto menos, aunque en proporción no es poco para ese espacio, y nada más. Por último, cabe mencionar la baja de la participación que, si bien no es un tema menor, parece haber afectado en términos generales a todas las tendencias políticas por igual.

Larreta y el enigma del cuarto

“El enigma del cuarto” es un texto muy interesante de Emilio De Ipola, publicado a fines de los años ochenta en la revista Punto de Vista, sobre estructuras, imaginarios y sujetos libres o sujetados. No tiene nada que ver con lo nuestro, excepto por la función que cumple para el análisis del pasaje de una lógica triangular a una más cuadrada. La pregunta que puede abrir esta elección es si la desintegración de Juntos por el Cambio inaugura o no la emergencia de un cuarto espacio político, además del peronismo y las dos versiones liberales, el PRO y LLA. Aun cuando estos dos últimos espacios confluyan o uno absorba al otro, la disgregación del meteorito que fue Cambiemos abre el interrogante respecto a si la nueva derecha emergente mantendrá unido a todo su electorado o bien una parte más o menos relevante se desprenderá definitivamente, transformándose de una derecha liberal en… quién sabe qué cosa.

Hasta hace relativamente poco, en la Ciudad de Buenos Aires siempre existió un tercer espacio entre el peronismo Francia (siempre segundo) y el principal antiperonismo. En los años ochenta fueron primero el PI y luego la UCeDé (por cierto no con los mismos electores, sino que se fueron desprendiendo y amalgamando de otros espacios). En los noventa, se desarrolló el Frente Grande y luego el Frepaso. En los 2000, primero surgió el ARI-Coalición Cívica y luego el Frente del Sur de Pino Solanas. En la última década, Martín Lousteau ocupó ese espacio en algún momento. Y recientemente emergió La Libertad Avanza, que en esta elección termina desplazando del trono gorila al PRO. La pregunta es si ese espacio va a volver a emerger, con quiénes se construirá y si será de derecha, de centro o de vaya uno a saber de qué tendencia. Hoy, en apariencia, Rodríguez Larreta debería ser un protagonista de ese territorio éxtimo, lo cual ya define un poco qué se puede esperar y qué no; habrá que ver si Lousteau y el radicalismo tienen capacidad de renacer (no sería la primera vez), y no se entrevé en el horizonte una variante de izquierda, progresista o medianamente amigable a la experiencia del peronismo actual en CABA. Pero tampoco habría que descartar nada: las cosas pasan muy rápido, especialmente cuando se acaban los dólares.

Como anticipábamos al comienzo de estas líneas, se impone la pregunta de si el peronismo puede o no hacer algo, y qué, para competir con chances en el balotaje a jefe de gobierno (inevitable en CABA, dado su sistema electoral). La incertidumbre es alta para todos. La distancia entre Adorni y Santoro en esta elección fue menor al 3%. Es de suponer que los votos del PRO son propensos a virar en mucha mayor proporción hacia LLA que hacia el peronismo, pero es una incógnita que va a ocurrir con el 25% que hoy suman todos los medianos, pequeños y microespacios políticos fuera de los tres principales. Probablemente, la clave esté en lo que ocurra con ese posible cuarto espacio que es, ya que estamos con las metáforas espaciales, como el “famoso” Planeta X del sistema solar: todos deducen que debe existir, pero por ahora nadie lo vio ni tiene mucha idea de qué es ni dónde se ubica.

Hasta ahora, el peronismo nunca pudo ser una opción claramente mayoritaria, salvo cuando Menem sacó el 41% en la elección presidencial de 1995. Es decir, solo en su versión liberal y solo en una elección presidencial. ¿El peronismo tiene que volverse de derecha para gobernar la ciudad? Difícil evaluar si vale la pena y, mucho más, si no sería una pérdida de identidad que termine siendo mucho más costosa, incluso electoralmente. En cualquier caso, sí sería posible explorar la apertura hacia otras agendas, seguramente más locales; hacia otras alianzas, hacia otras discursividades (¿nuevas canciones? cuak) que lo acerquen más hacia un centro posicional (que no es lo mismo que centro ideológico, pero eso lo discutimos otro día). Principalmente, sería necesario explorar formas de articular una mayoría en un eventual balotaje. La única experiencia que tuvo el peronismo de participar de ese juego y estar entre los ganadores fue en 2003, durante el balotaje que Aníbal Ibarra le gana a Mauricio Macri. La elección en la que Lousteau estuvo a dos puntos de ganarle a Rodríguez Larreta en 2015 lo tuvo al peronismo como actor pasivo, pero casi decisivo de esa coyuntura. Persiste la duda sobre la posibilidad de un protagonismo mayor en una suerte de alianza que no sea de derecha. Hoy todo eso parece imposible o inverosímil, pero, como dicen los Beatles, “Tomorrow never knows”.