Estamos llegando a mayo y en poco tiempo comenzará una nueva ronda electoral en Argentina. La intención de esta columna será tratar de concentrarnos en datos, referencias a otras elecciones e información de la que se disponga en general, poniendo en segundo plano nuestras opiniones y deseos personales, o al menos diferenciando cuando algo que estamos diciendo es un dato y cuando una interpretación. No garantizamos resultados, pero sí garra. Comencemos.
En los últimos dos meses aproximadamente fue creciendo la idea de que el gobierno empezaba a desestabilizarse. El punto de partida se puede ubicar en las palabras de Milei en el foro de Davos acusando de pedófilos a los homosexuales en general o en el momento que invitó con un tweet a que el público comprara la memecoin $Libra. Luego siguió con las dudas sobre el precio futuro del dólar, la pérdida de reservas y su impacto en la inflación. E incluyó, durante y después, algunas derrotas legislativas y tironeos con Macri y otros aliados. En ese contexto, comenzaron a aparecer distintas encuestas con caídas en la imagen y la aprobación de Milei y su gobierno, algunas moderadas y otras bastante fuertes. Existieron y existen diferentes motivos para creer que Milei habría entrado finalmente en una pendiente descendente.
Ahora bien, si, por un lado, logramos separar el impacto en los medios de comunicación de lo que se puede medir o conocer de la forma en que ello repercute en los electorados y, por otra parte, colocamos las variaciones de los últimos meses en una perspectiva un poco más larga, deberíamos ser más prudentes.
La imagen de Milei y de su gobierno recibió efectivamente un impacto en las mediciones de opinión pública (y, por ende, suponemos que eso repercutirá electoralmente), pero ese impacto no parece haber puesto en cuestión, al menos por ahora, la estructura de los apoyos a Milei.
Veamos en datos el porqué de esta afirmación.
Comencemos con los datos de Proyección[1]. Si observamos la línea histórica de evaluación del gobierno nacional de los últimos doce meses, podemos ver una oscilación que (comenzando en marzo de 2024, es decir, luego del primer o segundo mes de gobierno en el cual suele haber un crédito generalizado a la espera de las primeras medidas) nunca supera el 50 % de apoyos ni desciende del 44 %. En efecto, los picos positivos se pueden encontrar en mayo y en diciembre de 2024, coincidiendo con el descenso de la inflación al 4% en mayo (venía del 25 % en el primer mes de gobierno) y a poco más del 2 % entre noviembre y diciembre de 2024, acompañada de una brisa de crecimiento empujada por los logros del blanqueo de capitales. Asimismo, podemos ver los picos más bajos de la serie en septiembre del año pasado y, nuevamente, en los meses de marzo y abril de este año.

Así las cosas, estos datos estarían diciendo que la aprobación de Milei descendió entre 3 y 4 puntos, pero que ese descenso no perforó los mínimos de la serie histórica, por lo cual no parece ser una tendencia negativa irreversible o muy difícil de recuperar. Estas tendencias se suelen verificar efectivamente en las encuestas cuando los gobiernos entran en una pendiente que los lleva a perder el gobierno.
Por su parte, la serie histórica de veinticuatro años de la Universidad Di Tella[2] nos ayuda a observar esos procesos y los momentos de crecimiento y quiebre en los distintos gobiernos[3]. Se puede observar el incremento exponencial de confianza luego de la asunción de Néstor Kirchner, en lo que se reveló como el comienzo del final de la crisis que había estallado a fines de 2001. Se puede observar la crisis con la opinión pública que genero el conflicto por la Resolución 125 durante 2008 y 2009. Vemos luego la capacidad para remontar el humor social por parte del gobierno de Cristina, durante 2010 y especialmente 2011, así como vemos un nuevo descenso pronunciado al poco tiempo de asumir su segundo mandato.

De modo similar, se pueden observar en los casos de los gobiernos de Macri y de Alberto Fernández cómo un primer momento de amplio consenso fue seguido por un descenso más o menos pronunciado. En el caso de Milei, podemos ver que ese descenso más profundo, a partir del cual se perforan las oscilaciones estadísticas e inicia una tendencia hacia la pérdida de apoyos, aún no se observa con claridad.
Tres públicos o electorados
Ahora bien ¿en qué momento ocurre ese crack en el cual un gobierno cambia sustantivamente (generalmente para peor) las bases de su consenso en la sociedad? ¿Cuándo, al decir de un expresidente, empieza a deslizarse por el tobogán que termina inevitablemente en el arenero? Para ello puede ser bueno pensar que la opinión pública es algo diferente de un continuo de personas cuyo apoyo al gobierno varía según grados continuos de reticencia, donde crece en la medida que el gobierno toma medidas que casi todos consideran acertadas o exitosas y decrece con desaciertos también continuos o universales. En lugar de eso, proponemos que es mejor pensar a los electorados como tribus diferentes, discontinuas, que viven más o menos separadas unas de otras, creen en cosas distintas y, aunque estén en contacto más o menos cotidiano, no comparten las mismas ideas ni valores. Y, por lo tanto, reaccionan de modo distinto, y a veces opuesto, a los actos de gobierno.
En concreto, consideramos que, al menos desde el conflicto de la 125 en adelante, la sociedad argentina quedó fracturada en tres públicos o electorados principales: el peronismo kirchnerista, el antiperonismo antikirchnerista y los electorados blandos, también llamados “ni-ni” (ni peronistas ni gorilas) y que Roberto Bacman bien define como independientes y pragmáticos. Las diferencias entre estos grupos son importantes e identitarias, es decir, que involucran las creencias más profundas que las personas no están dispuestas a abandonar aun cuando la realidad parece contradecirlos. En tal sentido, se parece a la religión o a la elección del equipo de fútbol: los creyentes no abandonan a su Dios por una mala época ni los hinchas dejan de querer a su club cuando se pierden varios partidos. Del mismo modo, se puede decir que quien se reconoce peronista seguramente tenga decidido mucho antes de una elección votar al candidato peronista o al mejor candidato cercano al peronismo disponible. Del mismo modo, el antiperonista sabe decididamente que va a hurgar entre las opciones contrarias al peronismo y va a definirse por la que más le guste o, más generalmente, por la que tenga más chances de ganarle o presentarle batalla al peronismo. Y, para todos ellos, esto será así independientemente del momento y del lugar, del tiempo y del espacio. La identidad política muy rara vez cambia y, cuando esto sucede, en general es ante eventos políticos profundos, como la crisis del 2001.
Peronistas y antiperonistas representan cada uno, redondeando y en términos muy esquemáticos, un tercio del electorado. Entonces ¿qué ocurre con el tercio restante? Pues bien, en principio, está compuesto por un universo muy heterogéneo de personas en términos de ideas (o ausencia de ideas) políticas y de orígenes sociales y culturales. Gente que alguna vez (o actualmente) supo simpatizar con la izquierda, con el liberalismo, con el radicalismo, que siempre se consideró independiente o apolítica, que en general tiende a simpatizar o alejarse del oficialismo según el clima “sociotrópico”, es decir, cuando cree que al gobierno le están saliendo las cosas bien en términos generales. Pero, sobre todo, lo que todos estos muy variados electores tienen en común es que se resisten a ser considerados peronistas o antiperonistas. Son mucha gente que probablemente no tenga nada en común excepto la voluntad de permanecer equidistante de ambas identidades y, sobre todo, de no tener definido a priori a quién votará. Aun cuando varios de ellos tiendan a votar más opciones peronistas o, por el contrario, antiperonistas, se asumen y autoperciben como independientes y se consideran como evaluadores más o menos objetivos de los resultados de la gestión de gobierno a la hora de definir su voto. Una metáfora de estos distintos tipos de comportamiento puede hacerse con la forma en que se eligen los destinos para las vacaciones. Algunas personas (seguramente muchas menos en caso de la elección de vacaciones que de frentes electorales) van a vacacionar todos los años al mismo lugar y lo tienen decidido desde mucho antes. Algunos hacen esa elección con lugares de playa, otros con regiones de montaña o con un conjunto de destinos internacionales. Pero hay otros que deciden el lugar de sus vacaciones poco antes de viajar y en función de cosas de lo más variadas, como las amistades que también irán a ese destino, una recomendación de último momento, una ventaja económica respecto de otras o cualquier otro motivo cuasi aleatorio. Los que deciden sus vacaciones a último momento se parecen bastante a quienes deciden su voto a último momento.
Pero volvamos a Milei. La ubicación de estos tres electorados es importante para ubicarse en el momento político actual del gobierno. Podemos decir que Milei surgió del apoyo de antiperonistas descontentos con la experiencia de Cambiemos hacia 2021, y fue creciendo con algunos experonistas descontentos con el gobierno de Alberto y Cristina. Del mismo modo, creció fuertemente entre jóvenes que recién se socializaban a la política y que encontraron más explicaciones y sentidos respecto de la situación de crisis política y económica argentina en Milei antes que en los partidos tradicionales. Pero al momento del balotaje, a la canalización del descontento Milei logró también sumar a la mayoría del antiperonismo histórico, que vio en su figura la única opción a la continuidad “populista” en el gobierno. De ese combo surgió el 56 % de apoyo en el balotaje y la mayor parte del oscilante 40 a 50 % de aprobación que aún conserva (nótese que no parece haber conquistado a casi nadie que no lo haya votado en el balotaje). Esas oscilaciones bien podrían entenderse como el electorado “blando” de Milei, el que lo apoya o lo apoyó con peros, los que podrían votar a otros candidatos, en definitiva, los que no abrazaron la propuesta libertaria como una creencia (por lo general asociada también con el antiperonismo) identitaria. Sospechamos que en algún punto por debajo del 44 % –quizás también por debajo del 40 %– debe estar ese núcleo duro mayoritariamente antiperonista que está dispuesto a apoyar a Milei a pesar de las acusaciones de estafa, de las oscilaciones del dólar y, por qué no, de las situaciones más bizarras que suelen periódicamente involucrar al actual presidente.
Ese núcleo es el que creemos que aún no fue perforado por los yerros de Milei de estos últimos meses. Es obvio que, en algún momento, eso puede ocurrir. Es probable que suceda cuando se unan dos cosas: una crisis de confianza política (para muchos, el criptogate puede haber iniciado ese proceso) y problemas económicos que les derrumbe a sus creyentes la confianza de que en un futuro ellos y la mayoría del país vamos a estar mejor económicamente. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, es probable que veamos la aprobación del gobierno acercarse al 30 % e incluso perforar esos valores. A Macri le sucedió durante 2018: comenzó con el conflicto por la reforma jubilatoria y estalló con la reestructuración de las LEBAC y la fuga de dólares de Sturzenegger y Caputo. En el caso de Fernando de la Rúa –pero también en el de Alberto Fernández, salvando las distancias–, la derrota en las elecciones legislativas de medio término desnudó su debilidad política. Con Milei podrían pasar alguna de estas, o ambas, cosas. Pero, como dijo alguna vez el ahora libertario Andrés Calamaro, todavía no ha pasado nada.
Notas
[1] Vamos a considerar la línea histórica de evaluación de gestión del gobierno nacional que realiza la consultora Proyección porque publica periódicamente y porque conocemos más o menos de qué manera construyen los datos que publican.
[2] En otra ocasión nos referiremos a un posible sesgo de nivel socioeconómico de esta encuesta, que, por las metodologías de recolección de datos, puede ser que mida con mayor precisión a los sectores altos de la sociedad y menos a los más pobres. Pero en este caso, y para la observación histórica que estamos tratando de ver, no es un aspecto relevante.
[3] También tomamos esta investigación como apoyo para ciertos temas, ya que el índice de confianza en el gobierno que publica la Universidad Di Tella básicamente nos ofrece una fuente alternativa (y poder verificar cuando las observaciones convergen y cuando hay controversias), además de que lleva adelante la misma metodología de medición desde hace más de dos décadas, lo que facilita observaciones de más largo alcance.