La verdadera política es la política internacional.
Juan Domingo Perón

El epicentro del mundo, aunque parezca extraño, está en la Argentina. Así lo atestiguan los datos que generó, por efectividad política y magnitud, la huelga nacional del 24E. El gobierno de Javier Milei hoy es analizado como un ensayo. El ultraderechista está en la probeta del laboratorio mundial de las Nuevas Derechas. Lo observan el poder financiero y el capital transnacional, pero también los actores políticos y el movimiento obrero. Unos y otros evalúan las consecuencias del éxito o fracaso de este experimento que pretende instalar un capitalismo de corte feudal. Las tres centrales sindicales argentinas (CGT, CTA-A y CTA-T) coinciden en que la solidaridad al paro fue inédita: nunca antes se habían recibido apoyos desde los cinco continentes, más el de todas las federaciones globales. Complementariamente, la medida de fuerza se replicó en decenas de ciudades en América Latina y en Europa. La base social argentina está integrada al mundo demostrando la conexión en la lucha contra el auge del fenómeno ultra.

El desmonte de un sistema social de bienestar con eje en el Estado es el objetivo. Si Milei lo logra, puede haber un efecto contagio. Me dice la politóloga y doctora en Ciencias Sociales del CONICET-UBA Tania Rodríguez, con una vida académica dedicada a estudiar al movimiento obrero: “El sindicalismo ha recuperado una gravitación notoria. El dilema es hasta donde puede ampliar su capacidad de convocar, más allá de una medida como el paro, mediante otros repertorios de acción y lucha. Aquí se juega no solo la capacidad de articular de los líderes sindicales, sino también la capacidad creativa de construir puentes. Estas nuevas derechas eligen al sindicalismo y al feminismo como adversarios, como destinatarios de discursos de odio y violencia en la arena pública, las calles y en las redes sociales”.

La observación global del experimento Milei es multidimensional debido a la magnitud del ajuste y los modos. Acciones que no son ajenas a las relaciones exteriores, en donde también inició un ciclo caracterizado por la sumisión y el anacronismo con un fosilizado discurso de la Guerra Fría en la que el presidente y sus subalternos pelean con un comunismo que solo existe en sus mentes, intencionalmente desconectado de América Latina, el espacio natural primario en el que deberían circunscribirse nuestras relaciones.

Milei y su inoperante canciller –Diana Mondino– llevan las riendas de las relaciones exteriores con una improvisación preocupante, lesionando los vínculos con China y Brasil, los dos principales socios comerciales, y exhibiendo ignorancia absoluta sobre los complejos hilos de la diplomacia internacional y la interdependencia económica del país, que ya tuvo como consecuencia la paralización del swap que había conseguido Sergio Massa el año pasado y que funcionaba como un préstamo contingente entre bancos centrales. El coqueteo con Taiwán, al que China considera como parte indivisible de su territorio, fue una bofetada para el gigante asiático, que siempre apoyó a la Argentina en su reclamo soberano sobre las Islas Malvinas en todos los foros globales.

Milei también canceló el ingreso de Argentina al grupo BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), lo que implica renunciar a una necesaria fuente de financiamiento, como el nuevo Banco de Desarrollo del grupo. El bloque multilateral recibió desde el 1 de enero a cinco nuevos Estados: Irán, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, poderosos en el rubro petrolero y gasífero. Se pierde así un mercado de 3.500 millones de personas –el 42% de la población mundial– que concentra el 28% de la economía del planeta.

La posición sumisa ante Gran Bretaña ha causado fuerte malestar en la propia Cancillería. Londres leyó esto con mucha claridad. Por eso el canciller británico David Cameron visitó las Malvinas –donde se encuentra una base de la OTAN– sin que se haya producido una queja oficial por la presencia de un funcionario colonial en territorio argentino. Milei expresó en varias oportunidades su admiración por la criminal de guerra Margaret Thatcher. Argentina tampoco fue enfática ante el anunció de Londres de la ampliación de la zona de exclusión pesquera sobre nuestros territorios de ultramar.

Rompiendo una tradición, el actual presidente argentino eligió que su primer viaje al exterior fuera a Estados Unidos. Su segunda salida fue a Israel, en donde de manera temeraria anunció que trasladaría la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. A pesar de ser meramente simbólico, ya que solo puede efectivizarse vía Congreso, es un acto de altísima irresponsabilidad. La ONU no reconoce a Jerusalén como capital de Israel. Los únicos países que tienen legaciones diplomáticas allí son Estados Unidos, Guatemala y Papúa Nueva Guinea. Que Milei quiera sumar a Argentina a este lote infame en pleno genocidio de Israel contra la Franja de Gaza puede tener consecuencias funestas. ¿Acaso Milei pretende convertir a la Argentina en una teocracia? ¿No entiende que su fe religiosa no puede condicionar políticas de Estado? Esta gira siguió con una visita a la premier de Italia, la neofascista Georgia Meloni.

El 17 de enero, Milei asistió al Foro de Davos a denunciar que el mundo está “gobernado por el socialismo”. El diario La Nación títuló “Estupor y sorpresa en la audiencia que escuchó el fuerte discurso de Javier Milei”. La enviada especial Luisa Corradini destacó que para “algunos fue un delirio absoluto”. “‘Todos. No hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, social-demócratas, centristas. Son todos iguales. Los enemigos son todos aquellos donde el Estado se adueña de los medios de producción’, dijo Milei, dejando con la boca abierta a la audiencia. Una audiencia que, contrariamente a lo esperado, no llenó el gran auditorio del Foro, donde la mitad de las banquetas quedaron vacías”.

El 23 de febrero, el Presidente recibió en la Casa Rosada al secretario de Estado de Estados Unidos, el demócrata Antony Blinken. Curiosamente ese mismo día viajó a Estados Unidos para participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en las afueras de Washington. Este foro ultraderechista dominado por el Partido Republicano reivindica como figura a Ronald Reagan, tiene como ideólogo al conspiracionista Steve Bannon y como referente indiscutido a Donald Trump. Milei, cuyo discurso fue ante un auditorio semivacío en el que muchos lo tomaron a risa, compartió escenario con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, la fugaz ex primera ministra británica Liz Truss y el líder de VOX Santiago Abascal. Pero cumplió el sueño del pibe: abrazarse con su ídolo.

Otra ruptura en la arena diplomática fue el apoyo a Ucrania, país en conflicto con Rusia, al que Milei le regaló dos helicópteros de operaciones antárticas, luego de la visita del presidente Volodímir Zelenski a su asunción. Además, recientemente anunció que desea ir a Ucrania en el futuro próximo.

Este derrotero muestra una constante de Milei y su partido, aún antes de llegar a la Casa Rosada: el alineamiento en una Internacional de la Nueva Derecha en la cual se mezclan Álvaro Uribe, Keiko Fujimori, José Antonio Kast, Santiago Abascal, Viktor Orban y el clan Bolsonaro. La sumisión automática, las relaciones carnales, el anacronismo y la precariedad constituyen un peligro, en el 510, en el 2000, y en el 2024 también.