Me voy a hacer un viaje a la luna.
Aquí no puedo más seguir sufriendo.
La Civilización me está terminando.
La Civilización me está descerebrando.
A mí alrededor no veo más
que gente matándose.
La Civilización está acabando con la humanidad.
Félix Morisseau-Leroy, poeta haitiano (1912-1988)

El 22 de septiembre de 2023, el primer ministro Benjamín Netanyahu, ante la Asamblea General de la ONU, dijo: “Permítanme mostrarles un mapa del Medio Oriente en 1948, el año en que se estableció Israel. Aquí está Israel en 1948. Es un país pequeño, aislado, rodeado por un mundo árabe hostil”. Lo provocador es que, al exhibirlo, el Estado palestino estaba borrado. En una disertación en la que pronunció la palabra “paz” cuarenta y un veces, solo resta preguntarse, ¿la paz se puede realizar mediante la ocupación, el apartheid o la limpieza étnica?

Apenas quince días después, se produjo el ataque Tormenta Al-Aqsa, que le propinó a Israel el golpe más duro de su historia, no solo por la cantidad de muertos –que ya alcanzan los mil quinientos–, ni por los rehenes que Hamás y la Yihad Islámica Palestina se llevaron a Gaza –alrededor de doscientos–, sino también por la vulnerabilidad en la que el Estado israelí dejó a las poblaciones israelíes. Un falla de seguridad inédita, garrafal, que cuando acabe el conflicto le costará el puesto a Netanyahu.

La respuesta al terrorismo de Hamás y la Yihad –que cometió crímenes de guerra– fue el terrorismo del Estado ocupante: brutales bombardeos indiscriminados contra la bloqueada Franja de Gaza que ya supera las tres mil quinientas personas fallecidas, de las cuales una cada tres son niños. El Estatuto de Roma establece como crimen de guerra las violaciones graves a los Convenios de Ginebra de 1949, como “el homicidio intencional, la tortura, la deportación o el traslado ilegal o el confinamiento ilegal de personas, los ataques intencionados contra la población civil y contra bienes civiles que no constituyen objetivos militares o el asesinato de prisioneros de guerra”.

Natyahu y su gabinete –cuatro de cada cinco israelíes los culpan por el ataque– ya anunciaron el exterminio. El ministro de Defensa de Israel, Yoav Galant, instruyó a cometer crímenes de guerra: “Ordené un asedio total sobre la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni gas, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia”. El Ministro de Seguridad, Itamar Bengvir, dijo: “Para Gaza ni un gramo de ayuda humanitaria, toneladas de explosivos de la Fuerza Aérea”. La Oficina del Primer Ministro tuiteó y luego borró este mensaje: “Esta es una lucha entre los niños de la luz y los niños de las tinieblas”. En este contexto se produce el bombardeo al hospital Al-Ahali. Se habla de quinientos muertos. Pero aquí algo se quebró, la ira en el mundo ante semejante acto barbárico puso a Israel a la defensiva; por eso, tras adjudicarse el ataque, cambió la versión: fue un cohete de la Yihad Islámica.

La secuencia de hechos, más los antecedentes de mentiras de Israel en ocasiones pasadas para intentar ocultar acciones similares, nos invitan a la duda. 1) Israel primero acusó a Hamás, luego se desdijo y responsabilizó a la Yihad; 2) La Organización Mundial de la Salud confirmó que recibió de parte de Israel el aviso de evacuación porque iban a bombardear el hospital Al-Ahali, y le contestó que era imposible; además, la Iglesia Episcopal de Jerusalén ya había pedido a Israel que dejara de atacar hospitales; 3) El vocero digital de Netanyahu celebró el bombardeo en su cuenta de X y luego borró el tuit; 4) Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) publicaron videos del supuesto cohete, pero después los borraron al comprobar que eran del año 2022; 5) También publicaron una conversación entre dos integrantes de Hamás donde extrañamente dan detalles de posiciones de lanzamiento: muchos afirman que así no hablan en Gaza y que la conversación pudo haber sido fabricada por Inteligencia Artificial o fue un diálogo fabricado; 6) Los servicios de inteligencia de Israel no pudieron detectar el ataque terrorista más letal de su historia y de repente recuperaron todas sus capacidades y en horas ya sabían quién fue el responsable; 7) Naciones Unidas publica un informe de 94 ataques israelíes entre el 12 y el 15 de octubre a estructuras sanitarias, incluido el hospital bombardeado; 8) Un periodista le enrostró al portavoz de las IDF: “Me gustaría que abordara la cuestión de la credibilidad porque tienen un historial dudoso en el tema credibilidad”. La respuesta: “Sí, mentimos aquellas veces, pero esta vez no”; 9) Recordemos: Israel tardó un año en admitir que asesinó a la periodista Shireen Abu Akleh. Durante todo ese año mintió sin vergüenza acusando a los palestinos; más atrás en el tiempo, lo mismo ocurrió con la Masacre de Qana de 1996; 10) Fue tal la ira en el mundo por este crimen de guerra que Israel necesita ganar tiempo y echar la pelota afuera.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se reunió este miércoles con Netanyahu, para demostrar una vez más que para Washington Israel no es un asunto de política exterior, sino de su política domestica. El mandatario que tuvo que rectificarse de la mentira de IDF de que Hamás había decapitado 44 bebés, y tomó ahora por cierta la versión de su aliado sobre el ataque al hospital con una frase espeluznante: “Parece que lo hizo el otro equipo”. La liviandad para hablar de niños, mujeres y ancianos masacrados como si fuera un deporte no deja de ser llamativa. Pero las manifestaciones de ira en todo el mundo y en especial en Medio Oriente, más las advertencias de varios actores regionales de que se involucrarían si hay un incursión terrestre sobre Gaza, llevan a pensar que Israel congelará esta operación y tratará de que la masacre en el hospital se diluya. Es claro que, en cuanto parte involucrada, Israel no es un actor creíble; si realmente se desea saber la verdad, sería importante que desbloquee las fronteras y permita entrar a la prensa internacional y a expertos independientes. No ocurrirá.

El portal estadounidense Democracy Now! dialogó con el médico Hammam Alloh: “Este es un hospital bautista, ¿soy lo suficientemente claro? Un hospital bautista. Esto definitivamente es algo que no está relacionado con el Islam o con cualquier grupo extremista. Por lo tanto, es un hospital muy viejo, de más de cien años. Por lo tanto, se encuentra en una zona muy densamente poblada”.

Ezequiel Kopel, uno de los grandes especialistas de Medio Oriente y a quien es importante acudir para entender qué pasa en esta región del mundo, publicó en su cuenta de X la declaración corresponsal militar de la TV pública de Israel en la que habla de la necesidad de bombardear “diez hospitales y arrasarlos” en Gaza para matar a líder militar de Hamas y, si es necesario, “que haya un millón de cadáveres de palestinos”. Fue hace cuatro días.

Por otra parte, varios corresponsales de guerra han mostrado sus dudas sobre las excusas de Israel. Es el caso del periodista español Oscar Mijallo, con más de veinte años de experiencia en Medio Oriente, que planteó: “¿Qué proyectil puede causar más de 600 muertos? ¿Quién dispone de él? Tras 20 años cubriendo este conflicto no conozco ninguna milicia palestina que disponga de alguno con esa capacidad de destrucción. Si alguien lo conoce me gustaría saberlo”.

En el mismo sentido, es valiosa esta estadística: “En 15 años, 12.000 cohetes palestinos mataron a un total de 33 israelíes. ¿Pero Israel quiere que creamos que fue uno de esos cohetes rebeldes el que mató a 500 personas?”.

La guerra de desinformación es voraz: además de las víctimas, la verdad también corre peligro.

El actual gobierno israelí es considerado como el más extremista en su historia, sostenido por una coalición de partidos y elementos nacionalistas-religiosos y supremacistas, que en varias ocasiones han hablado abiertamente de que la única salida es la eliminación física del pueblo palestino. Como muestra sirven los comentarios del Ministro de Defensa israelí refiriéndose a los palestinos como “animales humanos”, o los del Ministro de finanzas, que afirmó que los palestinos tienen solo tres opciones: “migrar, someterse o morir”. Miembros del gabinete han hablado de convertir a Gaza “en una playa de estacionamiento”, o de que allí no quede ni “un solo edificio, solo tiendas de campaña”. Los ataques a infraestructuras civiles, desde casas, escuelas, hospitales y sitios religiosos hasta refugios de la ONU, han sido la norma desde el 7 de octubre, pero oh, justo no el ataque a este hospital. Ya asesinaron a trece trabajadores de la ONU, a diecisiete periodistas, a médicos, paramédicos, enfermeras bomberos, rescatistas. Cortaron todos los suministros, demandaron la evacuación de un millón de personas al sur, pero bombardearon el único paso posible, el de Egipto, en cuatro ocasiones. El traslado forzoso es un etnocidio.

Breaking the Silencie es una organización de exmilitares de Israel que publicó en X un valioso análisis de la situación: “Les hacemos la vida imposible a los habitantes de Gaza y luego actuamos sorprendidos cuando todo se desborda”.

Desde hace 75 años, Palestina sufre el bloqueo, el apartheid y la colonización por parte del Estado de Israel: desde entonces la expansión no ha cesado, y la Franja de Gaza se encuentra bloqueada militar y económicamente desde 2007. Viven 2.200.000 de personas –la mitad, niños– en una cárcel a cielo abierto de 42 kilómetros de largo por 10 de ancho, 50% de pobreza, desempleo masivo, allí donde solo el 10% del agua es potable y hay electricidad solo cuatro horas al día.

Israel es un Estado ocupante y colonizador. Desde 1967 la Franja de Gaza es considerada un “Territorio Ocupado”. Así lo dicen siete Resoluciones de Naciones Unidas: 242 (1967), 338 (1973), 1397 (2002), 1515 (2003), 1850 (2008), 1860 (2009) y 2334 (2016).

Cisjordania es un queso gruyere: tiene 556 puestos de control militar y fue separada en 224 guetos; la cifra de colonos en territorio palestinos creció a 700.000. En estas jornadas, sesenta fueron asesinados a manos de colonos.

En los acuerdos de Oslo de 1993, la Organización para la Liberación de Palestina, en representación del pueblo palestino, reconoció el derecho a existir al Estado de Israel, pero Israel no hizo lo mismo. También Israel se comprometió a respetar las resoluciones de Naciones Unidas, pero jamás lo hizo; a revertir las ocupaciones y paralizar la expansión de las colonias, tampoco lo hizo. El pueblo palestino está más sometido, sus tierras confiscadas, sus lugares sagrados profanados. Desde aquella fecha hasta la actualidad, doce mil palestinos fueron asesinados por las fuerzas de ocupación o a manos de colonos. ¿Nadie se pregunta cómo es vivir durante 75 años bajo el yugo colonial? Además, Israel como Estado ocupante, tiene la obligación de proteger a los civiles en el área de ocupación, tal como señala el derecho internacional; pero ha hecho todo lo contrario, lo que constituye una limpieza étnica.

Una de las organizaciones de derechos humanos más respetadas de Israel, B’Tselem, publicó en enero de 2020 un informe considerado histórico, ya que por primera vez acusaba al Estado de Israel de aplicar una política de “apartheid” contra los palestinos alentando la “supremacía judía”.

La ONG también sostiene que Israel pretende la anexión total de la Palestina del mandato británico (1918-1948) mediante “un sistema político que gobierna sus vidas y determina su futuro”. Y subraya: “Un principio organizativo descansa sobre la base de un amplio número de políticas israelíes: avanzar y perpetuar la supremacía de un grupo –los judíos– sobre otro –los palestinos”.

B’Tselem amplia: “Israel no es una democracia con una ocupación temporal; es un régimen que va desde el río Jordán al mar Mediterráneo, y se debe observar toda la imagen y ver lo que en realidad es: apartheid”.

La Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid de 1973 y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) de 1998 lo definen como un crimen de lesa humanidad que consta de tres elementos principales: intento de mantener el dominio de un grupo racial sobre otro; un contexto de opresión sistemática por parte del grupo dominante sobre el grupo marginado; actos inhumanos.

Pero esto que la CPI dice lo borra a su vez con el codo: con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, Israel jamás ha sido sancionado por sus violaciones y crímenes de lesa humanidad. Hay casos pendientes a ser resueltos ante la CPI demorados por presiones políticas, por crímenes de guerra cometidos por fuerzas israelíes en operaciones pasadas. ¿Cambiará algo tras el ataque al hospital bautista?