Presentada como una de las medidas centrales para dinamizar la economía, se relanzó el programa Procrear, donde el Estado se plantea como garante de derechos a través de una política de desarrollo territorial, urbano y habitacional de alcance federal. Sus nueve líneas reconocen la diversidad de las problemáticas habitacionales y buscan el objetivo de brindar soluciones que van desde el mejoramiento de la vivienda existente hasta viviendas nuevas en desarrollos urbanos. El Programa prevé la adjudicación de 300 mil créditos para construcción, ampliación y refacción de viviendas, incluye la construcción de 44 mil nuevas casas y la adjudicación de 10 mil nuevos lotes con servicios en todo el país. Suma además una línea específica para mejoramientos sustentables mediambientales. La fórmula de acceso al crédito se llama “Hogar” y, a diferencia del coeficiente UVA, está ligada al ingreso de las familias y a resguardo de la inflación. Para 2020 se estima una inversión de 25 mil millones de pesos y se calcula que va a generar aproximadamente 218 mil puestos de trabajo directos y 84 mil indirectos.
Conversamos con Juan Pablo Negro, Director Nacional de Proyectos Urbanísticos y Habitacionales del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, sobre los detalles de las líneas del Plan Procrear y los impactos en la distribución del suelo urbano, el rol del Estado en políticas de planificación urbana y la mejora de la calidad de vida.
Se lanzó el Plan Procrear con nueve líneas distintas, ¿a cuáles problemáticas habitacionales intentan dar respuestas? Y, en este mismo sentido, ¿cuáles son los déficits habitacionales que encontraron a la hora de pensarlas?
Cuando Procrear se relanza, toma lo mejor del Plan original y lo potenciamos. Por eso, estamos lanzando más líneas que el Procrear original. Son nueve y tienen como un impacto muy amplio en cuanto a atacar, por un lado, el déficit habitacional cualitativo, por otro lado, el cuantitativo, y generar además muchísimo empleo, dinamizar la economía. El Procrear está radicado en la Secretaría de Desarrollo Territorial del Ministerio. Es una Secretaría nueva, que deviene del nombre que tiene el ministerio: “desarrollo territorial y hábitat” implica una mirada mucho más amplia que la estrictamente relacionada con la vivienda, ya que entiende la problemática en términos territoriales, urbanos, habitacionales. Yo soy arquitecto, y cuando uno abre su estudio siempre hace el chiste de que uno diseña desde baños hasta ciudades. En sí, el Procrear, de alguna manera, es eso: desde los microcréditos –de los que el viernes se sorteó la primera tanda– que son personales de hasta 50 mil pesos para compra de materiales (básicamente para esta coyuntura de pandemia, para hacer arreglos en la vivienda, pintar, reparar el baño, los muebles de cocina), hasta lo más amplio que son los desarrollos urbanísticos, los grandes barrios de vivienda que desarrollamos en la primera etapa –y de los que todavía quedan muchas viviendas para entregar.
Dentro de las líneas, tenemos otras intermedias, que intentan atender el déficit cualitativo: créditos de hasta 250 mil pesos para hacer refacciones ya mayores en las viviendas existentes (que no es solo para los propietarios de las viviendas), y las líneas de ampliación y de construcción de vivienda individual, ya sea en lotes propios, lotes de municipios o provistos por el programa. Esta es una de las líneas tradicionales del PROCREAR y es de las que tiene mayor impacto, es una de las más esperadas. Paralelamente, está la línea de lotes con servicios que, de alguna manera, nos da el sustrato, el lote, la tierra para que después se puedan desarrollar estas viviendas encima. Y está relacionada con el Plan Nacional de Suelos, que es complementario al Procrear y a otros planes de vivienda y que tiene el objetivo de generar la tierra bien localizada para que después se desarrollen los proyectos.
Hay otras dos líneas que tienen que ver con atender el déficit cualitativo: por un lado, la de mejoramiento sustentable, que da la posibilidad de hacer mejoras en las viviendas para optimizarlas en términos de ahorro energético, de sustentabilidad (mejorar la carpintería, el sistema de calefacción, de calentamiento de agua, sobre todo para las regiones con mucha amplitud térmicas, Patagonia por ejemplo); por otro lado, la de mejoramiento de gas (que ya está abierta) para que las familias que están dentro del área de cobertura de las empresas prestatarias de gas y todavía se calefaccionan con gas envasado puedan conectarse a la red con la conexión domiciliaria, el medidor, y hacer la red interna de hasta tres bocas (cocina, calefón o termotanque, estufa). Esto nos permite mejorar las condiciones de la vivienda y que sea más eficiente en cuanto a los recursos energéticos y a los costos fijos que tienen las familias.
Las líneas de acción más grandes son los desarrollos urbanísticos de barrios de manera integral, en todo el país, que implican no solo las viviendas, el espacio público, las vialidades, toda la infraestructura (cloacas, provisión de agua, electricidad, alumbrado público, la red de fibra óptica), sino también la presencia de comercios, de espacio de equipamiento para después construir escuelas, centros de salud. Y hay una línea más pequeña, pero también de alto impacto, que es la de desarrollos habitacionales, que complementa al resto de las líneas. En el primer Procrear, de 2012 a 2015, desarrollamos o bien grandes barrios o bien vivienda individual más bien suburbana. En este caso, los desarrollos habitacionales serían edificios de viviendas colectivas, que se van a localizar en lugares más intersticiales de las ciudades, de los grandes núcleos urbanos. Que van a aparecer como cualquier edificio de propiedad horizontal, más metidos en la trama, en lugares que tienen buena cobertura de servicios y de equipamiento y que van a poder ser desarrollados por el Programa pero con la presencia de privados que aporten la tierra, o sindicatos, mutuales, cooperativas y pymes, sobre todo en la escala de construcción intermedia, que sabemos que es la que más dinamiza.
Recién mencionabas el Plan Nacional de Suelos. Una de las problemáticas habitacionales es que en los centros urbanos muchas veces el valor del suelo es mayor que la construcción de la vivienda en sí. Esto que planteás ayuda entonces a desarmar cierta dinámica de especulación inmobiliaria.
Exactamente. Cuando se genera esta oferta de crédito y de construcción, impacta en el precio del suelo que ya tiene una dinámica propia –y que en las últimas décadas se agudizó–, donde, de la totalidad del emprendimiento, la incidencia del valor del suelo es muy alta. Y eso hace después más cara la producción de viviendas. De alguna manera, lo que entendemos es que el Estado no es solo un facilitador, como lo pensó la gestión Cambiemos, que casi desguazó el Programa Procrear para transformarlo en un instrumento de financiamiento privado; sino que es un promotor, un regulador, un ordenador y también un constructor de suelo y de vivienda. Entendemos que, de esa manera, interviniendo fuertemente en el mercado, también se da un proceso de búsqueda de equilibrio y de equidad en la distribución territorial.
Nosotros siempre planteamos que la justicia social es incompleta si no hay justicia espacial y territorial. La distribución de los recursos, ya sea de la tierra, de los equipamientos, de la infraestructura, tiene que ser equitativa. Nosotros estamos en un país con un fuerte desequilibrio territorial, donde un tercio o más de un tercio de la población vive hacinada en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Con la pandemia eso quedó superevidenciado, más allá de que los que trabajamos en urbanismo lo teníamos claro. Desde el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, entonces, lo que estamos promoviendo son políticas de redistribución territorial. Y Procrear es una de esas puntas de lanza. Para reactivar la economía, para promover procesos de distribución más equitativa.
Pensando en esta concentración de la población que mencionás, ¿cuáles son los horizontes en esta gestión para desarmar un poco esta centralidad tan marcada en Argentina?
Estos son procesos muy largos. El proceso de centralización prácticamente nació con la República Argentina. Pero se fue agudizando mucho en las últimas décadas, con los procesos migratorios y demás. Lo primero que hay hacer, en principio, es detener ese proceso y comenzar un proceso inverso: mejorar las condiciones de accesibilidad a otras localidades del interior de la provincia de Buenos Aires y del resto del país. Generar desarrollos productivos. Lograr el arraigo de la población. La ministra Bielsa y también el presidente siempre dicen que el objetivo es que quien nace en Jujuy pueda desarrollar su vida en Jujuy, estudiar, tener su familia, jubilarse y morir en ese lugar, con todas las mismas posibilidades que cualquier otro que nazca en otro lugar. Las ciudades que mejor calidad de vida tienen son aquellas que tienen menos cantidad de población que las del Área Metropolitana, sin necesidad de tantos desplazamientos, donde uno pueda ir caminando o en bicicleta a su lugar de trabajo, al lugar donde estudia. Buscamos eso. Estos cuatro años son el principio de un proceso muy largo, que lleva décadas y que necesita de una continuidad en las políticas de esta índole que van más allá de lo partidario. Necesitamos grandes acuerdos estratégicos en este sentido, y uno de los más importantes, sin dudas, tiene que ver con la distribución territorial.