Fotografía: Marcelo “Cucu” Aranda
Integrante de la Mesa Nacional del Movimiento Evita, socióloga, docente y flamante directora de Cuidados Integrales y Polìticas Comunitarias del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Brandariz conversó con Sangrre de cara a un nuevo 8 de marzo para charlar de cuidado, feminismo y política en tiempos de deuda social.
Inaugurás, en el Ministerio de Desarrollo Social, la gestión de una nueva Dirección que se propone el cuidado como objetivo general de su política. ¿Cómo pensás el cuidado desde la estructuración del Estado, desde su programática? ¿Qué diferencias sugiere respecto de las prácticas de cuidado que se desarrollan en las experiencias sindicales o territoriales de las que vos participas hace años?
En primer lugar, hay que decir que el gobierno argentino llega por primera vez a instituir espacios destinados a diseñar políticas vinculadas al cuidado en el Estado. Y esto lo hace a partir de que el movimiento feminista plantea al cuidado como un eje para atender la desigualdad de las mujeres a la hora de transitar el mundo del trabajo. Por lo tanto, en términos de política pública, es muy importante que ese cuidado se traduzca en valoración económica.
A su vez, en nuestro país la agenda del cuidado es una agenda tardía, por lo tanto también hay que tener en cuenta que los países que ya tienen incorporado este eje en sus agendas políticas están planteando al cuidado en términos de derechos. El cuidado es una necesidad del conjunto social. Todas las personas en algún momento de nuestras vidas necesitamos de cuidados; por lo que el cuidado es un problema en términos de comunidad y una interpelación al Estado para que lleve adelante políticas públicas que puedan garantizarlo.
O sea, tanto una cara de la moneda, que es la valorización económica del trabajo que desarrollamos las mujeres para que en algún momento no seamos exclusivamente nosotras las que nos encarguemos del cuidado –lo que se logra valorando económicamente y visibilizando el cuidado como un trabajo– como la otra cara de la misma moneda, que significa el derecho al cuidado, requieren pensar políticamente un diseño de política pública que responda a esa nueva matriz laboral.
En ese sentido, el sujeto de acción por excelencia deviene del actor de la economía popular y los pisos de dignidad que ese actor necesita. ¿Cómo se vincula ese cuidado con la mujer trabajadora?
Claro, a su vez, esta Dirección se enmarca en la Secretaría de Economía Popular en el Ministerio de Desarrollo Social, que viene a plantear la institucionalización de los trabajadores y trabajadoras de la economía social tratando de ganar derechos laborales e institucionalización para estos trabajadores de la economía popular. Nuestras compañeras y compañeros que se organizan en la UTEP (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular) hace prácticamente diez años que vienen planteando que el cuarenta por ciento de la población trabajadora no tiene garantía de los derechos laborales que conquistó el movimiento obrero históricamente.
En este sentido, no se puede ser gobierno popular y esperar simplemente a que el mercado absorba a todos estos trabajadores y trabajadoras, porque es imposible. Estaríamos no reconociendo los cambios globales y de sistema de este tiempo. Este diagnóstico es compartido tanto por el movimiento feminista como por los trabajadores de la economía popular, y el cuidado es un trabajo desde donde construir condiciones para legitimar la discusión sobre derechos.
¿Qué aportes y qué ausencias creés que presenta el debate dentro del movimiento feminista? Porque existen voces preocupadas por la segregación del sujeto de la economía popular…
Creo que desde el movimiento feminista tendríamos que trabajar muchísimo más para enhebrar la agenda de la violencia con la agenda de la desigualdad. Existe violencia porque hay desigualdad. Existe violencia porque hay machos que creen que el cuerpo nuestro es de ellos, y eso sucede porque hay un sistema de jerarquías sociales que supone que ser varón es mejor que ser mujer. A partir de ahí nosotras tenemos más dificultades para acceder a trabajos con garantías laborales, somos las que más cuidamos, somos las que estamos en la base de la pirámide del mundo laboral. Esa desigualdad debe ser contemplada en la agenda de la violencia. Una cosa no sucede sin la otra.
Por otro lado, si en las agendas de los feminismos no entra el sujeto popular, si los feminismos no proponen ejes para que el pueblo se apropie, bueno, su efecto transformador se verá reducido. El movimiento feminista logrará cambios en tanto le hable al conjunto de nuestras compañeras: la ama de casa, la que cuida, la que tiene cuatro hijos en el monte. Si no se interpela con un mensaje con el que la mujer se sienta sujeto de transformación, el proceso se degrada. Desconfío mucho de los feminismos que no son populares.
Hoy fue el lanzamiento de la Secretaría de Mujeres y Diversidad de la UTEP. ¿Qué se plantea ese espacio en el sentido de lograr una agenda de feminismo popular?
Las mujeres del espacio, con mucho esfuerzo y con voz propia, expresan toda la agenda de una segregación cruzada por la pobreza y el género. En los cuerpos, en las biografías concretas, estamos poniendo en común lo que el macrismo nos robó durante estos últimos cuatro años. La deuda es con esas trabajadoras. Lo injusto es que ellas tengan que pagar esa deuda social mientras llevan sus hogares adelante.
Nosotros los trabajadores y trabajadoras somos los que más nos tenemos que acotar en esta situación de precariedad y eso es muy injusto. Comprendemos la situación política y que hay que renegociar la deuda, que tenemos que investir a Alberto Fernández y empoderarlo pero para que esa negociación de la deuda sea favorable hacia nosotros. Eso es fundamental.
¿Cuál es el aporte específico que te proponés al fin de esta gestión?
Fundamentalmente, tres cosas en diálogo con las trabajadoras de la economía social. Me propongo que haya una valorización social de los saberes del cuidado. O sea, que nuestras compañeras, muchas veces formadas en un montón de temáticas y con saberes no acreditados en términos de certificación de estudios, puedan lograr acreditaciones a través de universidades nacionales y de esa forma jerarquizar los saberes del cuidado, sus saberes. Que no haya acreditación de esos saberes acrecienta la deuda social para las compañeras.
Por otro lado, poder dar valoración económica de su trabajo. Desde la UTEP logramos el Salario Social Complementario, pero es importante que ese salario sea complementario, efectivamente, de un salario mínimo. Es el camino que tenemos que hacer del subsidio al trabajo. Hay que armar trayectos de valorización económica del cuidado.
En tercer lugar, la creación de espacios de cuidado en las organizaciones, en los espacios institucionales, en los polos productivos, en los puestos de trabajo. Así como la Ley de Trabajo establece que debe haber espacios de cuidado cuando hay más de cincuenta trabajadores en una fábrica, es importante recoger ese derecho adquirido y construir condiciones para que se extienda a la tarea dentro de la economía popular. En el marco de la actividad de hoy, por ejemplo, de la Secretaría de Mujeres y Diversidad de la UTEP, había un espacio de cuidado. Esas acciones son las que cambian las prácticas, porque para que las mujeres podamos transitar espacios de organización, de trabajo, también tenemos que poder ingresar con nuestros hijos e hijas. Y hay que humanizar esos espacios en la medida que sea posible; si no, siempre vamos a quedarnos afuera.