Ya los dioses no cuidan de nosotros,
para ellos nuestra muerte es la ofrenda admirable.
¿Por qué demorarnos, pues, rebajándonos ante nuestra suerte?
Esquilo, Los siete contra Tebas

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es uno de los distritos que tiene mayor cantidad de muertos por Covid-19 cada millón de habitantes: de los 90 casos del 20 de abril a los 12.026 del jueves 3 de septiembre a nivel nacional, la escalada total de los 167.000 contagiados en CABA es irreparable. Sin embargo, los resortes gubernamentales, alejados de la razón y del orden consecuente a esa realidad, han flexibilizado casi todas las actividades y los porteños transitan las calles como cualquier tarde de septiembre sin Coronavirus. Como si la catástrofe global adquiriera un significado especial, incluso con elementos trágicos, la ciudad parece estar condenada por su negación y petulancia a su propia estatura empática.

Primer acto: Rodolfo desde el Hospital Rivadavia

“Estamos muy complicados”, dice Rodolfo Arrechea, enfermero del Hospital Rivadavia y coordinador nacional de salud de ATE – Asociación de Trabajadores del Estado. “Por eso, no se entiende cómo se permiten aperturas y movilizaciones. La circulación de la ciudad de Buenos Aires aumentó exponencialmente, creyendo que el virus no existe, minimizando lo que es el Covid, por la presión de los medios y con el gobierno de la Ciudad acompañando esa presión, autorizando aperturas irresponsables que lo único que provocan es el impacto altísimo en los hospitales, donde estamos con un nivel de exigencia impresionante. Nadie aplaude a nadie ya. Cuando convocan a esas movilizaciones, más que aplausos, sentimos que nos dan un cachetazo. Para nosotros, los trabajadores de la salud nucleados en ATE, no hay debate, primero está la salud”.

Cuando llegó la pandemia, el sistema de salud pública de CABA llevaba casi 13 años de desfinancimiento bajo las gestiones macristas. Al momento de asumir por primera vez el gobierno en 2007, el presupuesto destinado a la salud pública llegaba al 21,7%, uno de los más altos dentro de la región, e inclusive en comparación con los países del primer mundo. Hoy representa solo un 15,6% de ese presupuesto. Lleva perdidas 700 camas: “es como haber cerrado el Hospital Durand y el Hospital Santojanni, por la magnitud del impacto”, aclara Arrechea. Soportó, además, el intento del “5×1”, un proyecto que incluía el traslado de cinco nosocomios al predio del Hospital Muñiz en Parque Patricios, e implicaba que algunos de ellos fueran a terminar transformados solo en servicios. “Un negocio que hicieron en Italia con la empresa Techint para vender los terrenos”, lo describe Arrechea y que pudo impedirse gracias a la movilización de los trabajadores junto a otras organizaciones de la comunidad.

Con esta lógica sobre las políticas de salud pública como fondo, lo primero que tuvieron que hacer los trabajadores en marzo fue salir a reclamar por barbijos. “No había elementos de protección de personal. Llevamos adelante junto con compañeros conferencias de prensa y empezaron a aparecer algunos insumos. Luego, los que enviaron eran de baja calidad y tuvimos que seguir luchando para arreglar eso”. A esto se suman las condiciones laborales. Los enfermeros vienen luchando desde hace dos años por su incorporación al equipo de salud; hoy para el gobierno de la Ciudad son “personal administrativo”, lo que impacta también en sus salarios. “A nosotros, a los trabajadores de la salud, nos dicen que somos esenciales, pero solo como definición, porque somos los que tenemos los sueldos más bajos del Estado”. Y, a su vez, son los que han sufrido el mayor impacto de la pandemia. “Hemos tenido muchos trabajadores contagiados: en la Ciudad de Buenos Aires son más de 16.000, a nivel nacional son 23.232. Se han muerto 80 compañeros y compañeras trabajadores del sistema de la salud a nivel nacional. El impacto que provoca en los trabajadores el fallecimiento de un compañero es muy duro, muy fuerte. Vivimos angustiados. Lo digo desde el Hospital Rivadavia, donde hemos sufrido la muerte de dos compañeros, un enfermero y una médica del servicio de Neonatología. En mi hospital hay 158 trabajadores contagiados y más de 100 aislados, en el Posadas hay 587 contagiados y 1900 aislados y los números continúan en todos los hospitales de la ciudad. Hay que tener en cuenta que, cuando un trabajador de la salud se contagia, todos los trabajadores que comparten el turno con ese compañero entran en un proceso de aislamiento de catorce días. Esto impacta muchísimo en el equipo de salud, porque se vacía el servicio y se recargan las tareas. Hemos sufrido cierres de servicio completos en el Rivadavia: Unidad coronaria, Cirugía general, Pediatría”.

Frente a esto, el gobierno de la Ciudad presenta datos que buscan no dar cuenta de la gravedad de la situación. “El doctor Auge [director de Hospitales de la Ciudad] decía, hace una semana y media que había 302 camas de Terapia intensiva ocupadas. El ministro de salud Quirós salió a decir en la conferencia del martes que había bajado la ocupación a 290. Una ocupación del 60 por ciento, supuestamente. Pero, al mismo tiempo, el gobierno insiste en sostener un promedio de 1000 casos por día. Hay que tener en cuenta que, de cada mil casos, el 5 por ciento son pacientes que van a parar a Terapia intensiva. Cada paciente que va a Terapia por Covid tiene un promedio de permanencia de veinte días. Entonces, si son 1000 pacientes por día, 50 van a terapia. Es fácil entender lo cerca que está el sistema de colapsar, muy por el contrario de lo que plantea el gobierno. Además, el gobierno no contabiliza al sistema de clínicas y sanatorios del sector privado. En el Otamendi, en la Swiss Medical, en la Clínica Zabala, en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento tienen un 100% de ocupación de camas. El promedio de ocupación de camas en el privado es del 85%. Claramente, la Ciudad de Buenos Aires ya supera el 75 por ciento de ocupación de camas de Terapia intensiva”.

Segundo acto: entrada de Beto bajo la tierra / Rodolfo describe la patria

No menos compleja es la situación para los trabajadores del trasporte público de Ciudad de Buenos Aires ante la apertura indiscriminada que viene gestionando Horacio Rodríguez Larreta. “Por un lado, sostiene resoluciones sobre el servicio de transporte exclusivamente para personal esencial, mientras por otro lado habilita actividades que provocan que la ciudad esté funcionando casi normalmente, porque ya abrieron hasta los bares y lo único que falta habilitar son los colegios, un universo que también intenta poner en funcionamiento”, reflexiona el referente de los Metrodelegados, Beto Pianelli. “Esta serie de decisiones provoca, obviamente, que mayor cantidad de personas viajen en el subte de Buenos Aires”.

Que aquellas medidas del protocolo en trasporte de inicios de la pandemia se han tornado ineficaces es una voz a gritos. “Ya no se respeta eso de viajar sentado, no se respeta lo del distanciamiento social. Son medidas que la única forma de hacerlas efectivas sería con control en los accesos, pero al día de la fecha hay cero controles. Hoy está viajando cualquier persona. Sin controles, bajan y viajan en el subte sin importar si van parados, si van amontonados”. La situación está desbordada y los trabajadores del subte no solo viven con impotencia la desidia del gobierno, sino que se someten a diario a la mayor trasmisión. “Obviamente, nosotros estamos en medio de esa situación: con aumento de cantidad de casos de contagio y con aumento de cantidad de circulación de pasajeros. Desgraciadamente, sobre 4000 trabajadores hoy tenemos más de 140 compañeros contagiados y 4 trabajadores muertos. Estamos muy por encima del promedio que podemos tolerar, ya que después de los hospitales debemos ser el lugar de mayor cantidad de contagios”, plantea Pianelli.

“No vemos que vaya a haber voluntad de modificaciones en los lugares de trabajo para atajar la nueva situación de aperturas. Porque, a medida que van abriendo actividades arriba, lo que tendría que haberse acomodado en el caso del subte son, por ejemplo, los lugares de descanso. En la mayoría de los casos son lugares donde los trabajadores ya estaban hacinados, hecho que quedó en evidencia cuando empezó la pandemia. Venimos reclamando ese tipo de políticas que garanticen las condiciones para los que vienen a trabajar, pero se desoyen: ni siquiera han empezado a reacomodar esos puntos que venimos exigiendo desde que empezó la pandemia y, obviamente, al flexibilizar la cuarentena empiezan a aumentar la cantidad de servicios y mayor cantidad de trabajadores. Así, estamos a la espera de esa crisis, advirtiendo, mientras el gobierno de la Ciudad dice que nos cuida a todos”.

En esta situación, describe Arrechea, es como si hubiera dos Argentinas: “una, la que vivimos todos los días adentro de los hospitales. Donde se hace patria, donde se le abre la mano, el corazón, sobre todo los compañeros que están en la primera línea entregando todo, inclusive, en algunos casos, la propia vida. Nadie sale de su casa a trabajar para perder la vida. Afuera de la sala, otra Argentina, que circula. Entiendo que puede ser por el agotamiento de tantos días de encierro, luego de una correcta decisión del gobierno nacional de haber dictado la cuarentena tan temprano para rearmar un sistema de salud pública que se encontraba destruido. Esto permitió tener respiradores, poder reequipar todas las Terapias intensivas, triplicar las camas de Terapia desde Jujuy a Tierra del Fuego, incluso acá en la ciudad de Buenos Aires, donde había 300 camas de terapia y hoy hay 450. Pero ahora todo ese esfuerzo está en discusión. Porque puede ser que las camas alcancen –yo, igual, lo pongo en discusión, porque el sistema está en línea roja–, pero aunque haya camas no va a haber personal. Porque el agotamiento físico, mental, del personal de la salud es enorme.

“A partir del dictado de la emergencia sanitaria a principios de marzo, se suspendieron las licencias especiales, las licencias por estrés, los francos, las vacaciones. De todos modos, seguimos. Porque estuvimos toda la vida hablando de defender la salud pública y somos consecuentes. Hoy la patria está en cada hospital, en cada centro de salud, en cada sala”.

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Las cosas son como son, inexorables y absurdas. Mientras Rodolfo habla, es viernes y los bares sacan las mesas a las calles. Mañana se espera una buena jornada en la ciudad, ya que es inicio de mes y saldrá el sol. A la ocupación de camas de los contagiados de Covid-19 se suma el agotamiento del personal y un crecimiento del 35% de los casos de contagio por día.

La tragedia es irreparable, siempre parte de una catástrofe y no tiene compensación justa. Los hombres que la protagonizan son sensibles a los designios que la irracionalidad de la catástrofe puede arrojarlos, también a la marcada ironía de ese núcleo de inhumanidad que habita a los otros que transitan alegremente los mismos hechos sin inmutarse. “Yo siento y lo digo siempre, que a mí me acompañan los fantasmas de cada compañero de mi gremio, como Carlos Casinelli, Germán Abdala, Teo Peralta, Leopoldo González, Pelusa Carrica, que han sostenido, como nosotros ahora, como cada trabajador, a la salud pública como un derecho. Mientras, afuera, hay un negacionismo terrible, impulsado muchas veces por los que gobiernan la Ciudad y mienten, con muchos números en la mano, solo para seguir sosteniendo sus irresponsabilidades frente a esta catástrofe”.

Cae el telón (Intervalo y continuará).