Porteño de nacimiento, Rafael Gentili es abogado y tiene una extensa y sostenida trayectoria de militancia social y política en la Ciudad de Buenos Aires. Ex diputado porteño, abogado del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), presidente del Laboratorio de Políticas Públicas, conversó con SANGRRE acerca de la actualidad de la Ciudad de Buenos Aires y el horizonte político local de cara a las elecciones de este año.

Rafael Gentili

Este junio se cumplen doce años de gobierno de Cambiemos en Buenos Aires. ¿Qué lectura hacés al respecto, qué impacto tiene en la realidad porteña esta persistencia del macrismo al frente del Estado de la ciudad por más de una década?

En mi opinión, en función de lo que yo pienso que debería ser una ciudad, el diagnóstico es desastroso. Pero para comprender lo que pasa en Ciudad de Buenos Aires hay que ver la dualidad sobre la que se desarrolla la relación política entre los que votan y los que gobiernan. O sea, Buenos Aires es gestionada como un municipio, pero contando con los recursos de una gobernación.  Más allá de la estructura de gobierno que tiene desde la reforma de 1994, los ciudadanos porteños tenemos una relación con el gobierno que sigue siendo municipal: qué le pedimos, qué le exigimos, cómo pensamos la ciudad. A partir de esa dislocación, es un lujo gobernar la ciudad de Buenos Aires, porque gestionás un territorio con un presupuesto que ni siquiera el gobernador de una provincia grande puede tener y, desde el punto de vista de las obligaciones, estas no dejan de ser ornamentales. Por ejemplo, al  gobierno de  Buenos Aires nadie le exige cuestiones estructurales, como pueden ser la pobreza, la salud o el empleo, como sí se las exigen a Vidal o a Lifschitz o a Schiaretti. Por otro lado, tenés esa cosa centralista que convierte a la ciudad en la vidriera del país. Con lo cual, a partir de la autonomía de la Ciudad, el que comprendió este escenario ya obtuvo tres jefes de gobierno y dos presidentes.

Respecto a lo que hicieron, casi todo cimentado en obra pública –el Metrobus, los pasos a nivel para evitar las barreras, la elevación de los trenes que están haciendo ahora con los ramales San Martin y Mitre, el Paseo del Bajo–, podría agregarse el proyecto más nuevo de urbanización en villas que tiene terminal en el mediano y largo plazo con que la gente que vive en villas se termine yendo de la ciudad. O sea, son lugares que van a cambiar, que van a integrarse a la trama urbana, pero para transformarse en vivienda de clase media o directamente de clase alta, producto de que el mercado va a provocar un proceso de gentrificación de la población.

En ese sentido es interesante recuperar una perspectiva histórica y observar que Buenos Aires fue el único lugar de país que tuvo voto censitario; o sea, un voto que se lo daban solamente a los propietarios. Para elegir concejales en la Ciudad de Buenos Aires tenías que ser propietario, porque el municipio se ocupaba de las cuestiones domésticas, con lo que la idea de la ciudad pasaba a ser como la de un gran consorcio del que solo podían participar los que pagaban impuestos, los que estaban interesados en su propiedad; el resto no podía opinar, ya que nadie iba a gastar su plata en cosas que quisiera gente que no tuviera propiedad. Este voto censitario se mantuvo hasta 1917, donde socialistas y radicales hicieron que cambiara al voto universal; pero, aun así,  siempre el Consejo Deliberante estuvo signado por esas tradiciones –con la  excepción de la Constitución del ‘49 en la que el peronismo suprimió el Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires y el intendente de la ciudad era el propio Presidente–.  Por más que la autonomía de la ciudad se haya estructurado hace ya veinte años, los procesos de transformación cultural son más conservadores y la idea de los propietarios con derechos exponenciales sobre el resto de los ciudadanos está vigente. Y cuando cada uno de nosotros piensa cuál es su relación con la ciudad, qué le demandamos, nos encontramos con que, en más del cincuenta por ciento de los casos, la única relación que tenemos el ser tributarios del ABL, porque no consumimos salud ni educación y a veces tampoco seguridad pública.

Desde ese punto de vista municipal o consorcionista, entonces, los de Cambiemos serían buenos gestores. Ahora, desde un punto de vista que piense a Buenos Aires como un entramado y parte de una región metropolitana, como una oportunidad de alivianar las condiciones de vulnerabilidad de los habitantes de sectores importantes que viven en la ciudad, la propuesta del gobierno actual no existe. Si sostuvieron algunos programas sociales que eran anteriores a su ingreso al gobierno fue porque la situación social en los tiempos que les tocó gobernar a ellos fue buena, fue en mejora porque fue en paralelo a la recuperación post 2003 y porque decidieron, en lugar de desarmar los programas, mantener un status quo donde, en lugar de incentivar lo social, se nutren con las partidas que les llegan de Nación vía Asignación Universal por Hijo o con incentivos a sectores vulnerables que son transferidos directamente desde Desarrollo Social de Nación a las organizaciones en su territorio.

Buenos Aires es una ciudad con los lazos sociales totalmente quebrados, donde la educación y  la salud están en declive, ya que los proyectos que ellos tienen en ambos casos son verdaderamente espantosos.  Pero, bueno, por algo sacan el cuarenta y pico por ciento de los votos sostenidamente desde el 2007 y no perdieron una sola elección desde que se presentaron. Creo que la clave de esa lectura está en esa visión o cultura municipalista; gestionar un municipio con un presupuesto provincial sería el colmo. Después, está el eje único y principal de su gestión que es fortalecer la inversión privada en la ciudad. Solo eso. Los negocios.

¿Existen otro tipo de experiencias de ciudades capitales que no basen su gestión en desarrollo urbano a base de negocios inmobiliarios privados?

Dentro de lo que pueden hacer las gestiones locales existen diferencias o matices respeto a la gestión del PRO en Buenos Aires. Por ejemplo, un eje que se discute mucho es la plusvalía urbana, que se trata de que vos tenés un proyecto como el de Puerto Madero, sabés que es tierra pública o privada que le vas a dar una zonificación en altura que la va a revalorizar. Supongamos que vos, Estado, permitís que ese proyecto se haga, pero negocias a cambio la devolución al propio Estado de una parte de esa propiedad desarrollada, para de esa manera poder invertir parte de la ganancia privada en vivienda social. Que puede ser en ese mismo barrio o en otro lugar de la ciudad. Eso, por ejemplo, una ciudad como Rosario lo hace. Lo implementa. Inauguran una torre en la costa de la ciudad, pero el valor de tres o cuatro pisos de esa torre fueron devueltos al Estado para construir vivienda social. Eso en Buenos Aires es impensado. O sea, no le sale nada al sector privado invertir acá porque no tienen nada que derramar a la sociedad.

Ahora, en cuanto a lo complejo del proceso de urbanización que el actual oficialismo propone, existen muy pocos puntos para criticarlos –por lo menos públicamente– ya que, con el speech de “revalorizar las casas de los propietarios”, los porteños quedan entrampados en las reglas del mercado. ¿Quién no quiere vender su casa o su propiedad a mejor precio? Pero así, a largo plazo, terminás con barrios enteros, o mejor dicho expulsando población de la ciudad. Te darás cuenta del cambio de composición de la población dentro de veinte años, porque hoy no se percibe; pero suceder, sucede. Abren la calle Triunvirato y ves los edificios que están haciendo y cómo se avanza sobre el playón de Chacarita, que para los vecinos de ahí era un problema, y… ¿quién va a decir que esa política está mal? Pero a mediano y largo plazo, en estas condiciones eso va a producir expulsión.

En la gestión de Buenos Aires la concepción ideológica es que el mercado resuelve todo.  Entonces hacen todo en ese sentido, para que el mercado resuelva los problemas. El tema es que cuando el mercado no les resuelve los problemas, ellos no se hacen cargo de absolutamente nada, y tampoco existe una población que se los exija. Eso, acompañado de una política de corte asistencialista que remite a dar de comer a la población más pobre y tratar mediante seguridad de mantenerlos a raya en algunos sectores de la ciudad, es todo el secreto de este relativo éxito de los doce años de gobierno.

En la realidad contemporánea, la tecnificación de las urbes, la economía de los cuerpos en el espacio de la ciudad son también un desafío político para establecer críticas sobre si tal o cual situación producto del diseño urbano está bien o mal, ¿no? En ese sentido, ¿hay en lo que serían organismos de control –como la Defensoría de la Ciudad, la Auditoria– o en la propia Legislatura porteña algún tipo de espacio para la articulación de estos debates en términos de un discurso crítico hacia el gobierno de Buenos Aires? ¿Existen, desde tu punto de vista, discursividades más en línea con una visión humanista, vitalista o al menos interesada en la calidad de vida de la población?

Sí, hay algunas líneas que aparecen en ese sentido. Pero no aún organizadas en lo que podríamos llamar una crítica consensuada desde un sector opositor. El hecho de que también en esta ciudad se juegue el escenario nacional ha complicado también todas las acciones que propenderían a articular en función de una crítica discursiva y programáticamente hablando. Hoy por hoy, con diferentes matices y formas durante los doce años de gobierno del PRO, esa discusión está completamente dividida en función de las especulaciones nacionales. Mientras gobernó el Estado nacional, el kirchnerismo sistemáticamente priorizaba tener a Macri como rival y no articular una oposición en la Ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, existen los constantes vaivenes de la centroizquierda porteña, que por su lado llegó a apuntalar elecciones con números muy concretos en cuanto a votos, pero que luego se diluían por los escenarios nacionales hasta terminar desintegrándose. Existe además un desinterés de la dirigencia política opositora en hacer política en base a la Ciudad de Buenos Aires. Podrán decir que Rodríguez Larreta está blindado porque pone mucha plata en publicidad, pero tampoco hay densidad en la discusión política sobre esta ciudad.

Está pasando que el debate es tan pobre como lo quiere este gobierno de pobre. Por ejemplo, nos dijeron que no se puede seguir construyendo subtes en la ciudad porque es muy caro. Bueno, nos convencieron de eso y nos conformamos con el Metrobus. Los hospitales estaban atiborrados de gente, pero no construyeron más hospitales, sino que abrieron una decena de salitas. Bueno, nos convencieron de que un médico en una salita suple a un sistema hospitalario y nos conformamos. Y así la escuela, las vacantes, los espacios para la población en situación de calle, en situación de vulnerabilidad. Casi que la población tiene que agradecer que antes que nada algo le están dando. No tenemos un piso de calidad en la exigencia ciudadana.

Ahora bien, ese entramado de necesidades tampoco es fácil articularlo en un discurso político.  Hay pensamiento, hay ideas alternativas, pero no aún un mensaje que enamore a la gente. En términos de propuesta, la cuestión está en encontrar un horizonte general. Podría decirse: ¿cómo hacer una ciudad menos agresiva? ¿Cómo hacer una ciudad más humana, menos insensible, más solidaria con el otro? Quizás esto podría unificar una voz que hoy está dispersa, en muchos a quienes les importa este tipo de cuestiones.

Después, en cuanto a los organismos auditores y su capacidad crítica, lo que pasó al interior del sistema político es que la política terminó cooptando los espacios institucionales que supuestamente deberían controlar al gobierno. El kirchnerismo en Nación fue un bebé de pecho al lado de lo que hizo el macrismo con los organismos de control en la Ciudad y lo que hace ahora en Nación: los destruyó, hoy nadie controla nada. Y Cambiemos hizo eso de manera más solapada que el kirchnerismo: no enfrentándose, sino arreglando con la política, negociando favores. Entonces, todo el sistema político termina finalmente conchabado, y la institucionalidad sirve a esos fines, deja de haber incentivos para que alguien saque los pies del plato.

¿Y otras institucionalidades de la Ciudad de Buenos Aires, ya más en territorio, como pueden ser los sindicatos, los clubes? ¿Hay experiencias que para vos recojan esto que decís de otro horizonte de ciudad, otros valores?

Sí, pero hay diferentes niveles. La territorialidad más política, que está en cierto anillo de cercanía con la política, para mí es también un mercadeo: están con vos, están con el otro de acuerdo a lo que puedan negociar para su subsistencia. Pero no hay organización al viejo estilo, con una identidad política netamente referenciada. Después sí, los clubes de barrio siguen siendo un espacio, porque además, con lo del fútbol infantil y el deporte amateur logran una sustentabilidad que es al margen del sistema político. Es cierto que tanto la solidaridad como esa lógica pueden estar mediatizadas por segundas intenciones, pero están fuera de la política, no tienen traducción en la política.

Esta es una peculiaridad de Buenos Aires: tiene una vitalidad, pero cada día tiene menos contacto con lo político, y a la vez lo político tiene menos penetración en esa vitalidad, porque la gente hace una fortaleza para que no penetre la política, además; si puede, le saca algo, pero después no vengan más porque se te va todo a la mierda. En los centros culturales también hay una vitalidad, pero no es una vitalidad que uno pueda verla con nexo con lo político más electoral. Y eso es una cagada. A la vez esta situación tiene su lado interesante, porque también es “tirate que hay agua”, son climas: el porteño puede ser que no sea solidario en general, pero hay una capa que es solidaria; entonces, si vos creás otro clima político y empezás a mostrar otras cosas, posiblmente algo cambia.

Por ejemplo, el otro día fui a Rosario, nos invitaron los socialistas a ver la gestión de la ciudad, ya que lo único que sabemos acá de Rosario después del presupuesto participativo es la cantidad de gente que matan por el narco, ¿no? Entonces, estuvimos con el secretario de Salud, y recorrimos una maternidad, un centro de laboratorios: y el equipamiento que tienen en salud acá en Buenos Aires no lo tenemos en hospitales públicos. A la vez, tienen un plan de la provincia que se llama Plan Abre: se instalan en un barrio y bajan con el Estado a través de ese plan que arroja, a partir de un censo, un mapa de necesidades que trabajan casi casa por casa. De ese diagnóstico resuelven: este lugar precisa un polideportivo, una salita con odontólogo, ginecóloga, educación sexual y reproductiva, etc. Pero después ven que muchos pibes no entran al polideportivo, y muchas chicas no van a la cita con la ginecóloga; entonces tienen que entrar casa por casa a buscar a la chica para que vaya, van a buscar a la barrita que se junta en la esquina y no va al polideportivo, tratan de no dividirlos, etc. Todo ese enfoque, que refuerza los lazos solidarios… el contexto es de ayuda, no de negocio, ves que los tipos están preocupados por las personas en un nivel micro. Mónica Fein lo decía así: parece que con políticas universales conseguís todo, pero no, hay que volver al foquismo, a las políticas focalizadas, porque hay gente a la que con lo universal le llegas a una parte pero no perforás el núcleo, la estructura de vulnerabilidad, no la sacás de ahí.

Ese entramado, acá en la Ciudad de Buenos Aires, está completamente roto. Y no se reconstruye de abajo hacia arriba, se reconstruye con un relato que haga que la gente vuelva a animarse a salir del espacio de subsistencia que pudo recrear al margen de lo político, que prescindió de la política como un actor con el cual jugar o compartir cosas.

Finalmente, ¿cómo ves el panorama para las elecciones de este año en Ciudad? Las encuestas hoy están dando un 37% asegurado para Cambiemos, con una proyección del 44%, y un 60% de imagen positiva de la gestión, con lo cual calculaban que los 23% eran nada más por la caída de la figura de Macri. Con esos números, que son contundentes a hoy, ¿qué hay del otro lado, con otra visión? ¿Qué se podría presentar o cuál sería el sistema de alianzas necesario para hacer fuerza contra Cambiemos?

Creo que hay dos alternativas. Una se ha hecho y ha fracasado, que es la de los experimentos coyunturales. Lousteau fue un experimento coyuntural, del mismo modo que Proyecto Sur en su momento. Y aunque a Lousteau casi le sale, porque es un tipo astuto y suertudo, esa alternativa ha fracasado. Y lo primero que necesitás para la otra alternativa es dirigentes que vean que su desarrollo político pasa por la política en la Ciudad de Buenos Aires. Que no usen la política en la Ciudad para estar en un programa de TV discutiendo si el aumento a los jubilados sí o no o la reforma previsional sí o no –que no digo que no sea importante, que no tengan que opinar sobre eso, pero no de ese modo, según el cual automáticamente se deja de lado la política de la Ciudad para lanzarse mediáticamente sobre los temas nacionales–. Y después necesitás tiempo, un dirigente necesita tiempo para mostrar que es bueno. Nadie gana una primera elección, por lo menos nunca ha pasado que te presentás por primera vez y ganás una elección. Y me parece bien, además, que no pase eso: este divorcio de la política electoral de la política ciudadana, digámoslo así, ha hecho que la política tenga su lógica mucho más profesionalizada. Por eso decía: no es difícil sacar el quince por ciento de los votos, porque hay un manual, escrito o no escrito, que te dice cómo tenés que hacer las cosas: y te dice que si venís fuera de la política una elección tenés que perder, tenés que hacer un camino. Y si querés gobernar el país, primero tenés que gobernar algo localmente, porque necesitás tiempo para que la gente confíe en vos. A todos les pasó. Entonces, puede darse, se le puede dar a alguien ganar de primera, pero es difícil, sería la excepción, no la regla. Necesitás un tipo o tipa que quiera gobernar la Ciudad, que vea su carrera política desarrolarse en la Ciudad, que tenga tiempo, que sea decente, presentable, con un buen discurso, y con eso va a ir bien.

Porque la ventaja que tiene el macrismo acá en la Ciudad, a diferencia de la provincia de Buenos Aires, es que existe el ballotage. Entonces, podés tener el 45%, pero si el otro 55% es muy contrario a vos… Entonces, no tenés que sacar el 45% al principio, tenés que sacar el 25%, tenés que salir segundo, y lograr después que parte del otro 55% te vote. Y ahí es central desanclar la discusión de lo nacional. Algo que no va a ser justamente lo que suceda en esta próxima elección, por supuesto.

En cuanto a los números, sobre los que vos decías antes, Cambiemos tiene ese 37-44%. Unidad Ciudadana va a andar en un buen guarismo, 25%, puede estar más cerca del 30% si Cristina llega bien. Y la elección nacional manda. Y lo otro, Lavagna, si se concreta Lavagna y Lammens lo que saque ahí. Yo veo difícil que se cuele una tercera opción entre las dos principales. Hay que intentarlo, porque la historia también te dice que la mejor situación para Rodríguez Larreta es competir en segunda vuelta con un kirchnerista. Si pasara Lammens, podría tener posibilidades; si pasara Donda o Recalde les sería quizás más difícil tener chances. Este país es muy raro con las crisis, pero todo indicaría que Larreta no tendría problemas para su reelección. Lo que es importante es que pierdan legisladores, si están por debajo de 37% pierden legisladores. Entonces, que la vida no se les haga tan fácil en la Legislatura como fue en estos últimos dos años.

¿Podrían perder la mayoría?

No, no sé si llegarían a perder la mayoría, pero si hicieran una elección baja perderían la mayoría para los proyectos de cuarenta votos, que hoy están muy cerca porque tienen treinta y seis y les es muy barato conseguir el resto con monobloques. Pero si les faltaran diez votos, el negocio se les complicaría, aunque sigan teniendo mayoría para proyectos comunes.

Ellos hicieron las cosas bien o regular y la oposición no hizo siquiera las cosas que tenía que hacer. La oposición hizo las cosas bien para sobrevivir cada uno en su quinta: alguno tiene un par de hectáreas, otro tiene un ranchito. Se necesita hacer algo similar a lo que fue en su momento el Frente Grande, crear un aire nuevo que vuelva a congregar, que vuelva a sacar a gente del refugio donde se metió… Insisto: es tan bajo el nivel de exigencia que uno les pide a estos tipos que hasta pensamos que Rodríguez Larreta es un gran cambio respecto de lo que hizo Macri porque va a urbanizar las villas, o porque hizo 52 escuelas. Pero lo que habría que preguntarle es: ¿por qué tardaste doce años en decirnos que había que urbanizar las villas, cuando ganaste diciendo que había que erradicarlas? Te decíamos que faltaban escuelas, recién ahora estás haciendo algunas, y en diez años no hicieron escuelas. Nos salió carísimo que se “den cuenta” recién ahora de esas cosas. Hay que mostrar que el costo de aprendizaje de ellos es carísimo para la sociedad, porque tardaron doce años en darse cuenta que había que hacer cosas que decíamos que había que hacerlas en 2007. Habría que poner toda la discusión de la Ciudad en esa perspectiva.