20 de marzo

¿Qué hacen? Ayer no hablamos finalmente. Se hizo tarde.

Un par de cosas que me quedé pensando. La primera, sobre qué ironía haber pensado la idea “Abierto” para el año editorial de Sangrre y que el mundo cierre hasta nuevo aviso. Irónica complejidad la lectura de eso que quisimos decir, ¿no? Si lo abierto era a lo cual el ser argentino quedaba librado a partir de esta nueva versión del peronismo reinterpretado desde diciembre por Alberto Fernández, a partir de hoy, ser argentino en situación excepcional de encierro, de reposo e inermidad, ¿a qué abre?

Sobre la carta de Alberto: un bálsamo. La comunidad organizada, dijo Bruno.

La grieta fue hace rato (o nunca fue por fuera de su despliegue instrumental de asimilación) pero el coronavirus imponiéndose como lengua universal irrumpe y suspende todo el ronroneo atrasado de ese conservador dilema entre los unos y los otros, o el empate eterno de intereses del que morfó tanto escritor criollo. Conjurar el espectro de esa incomunicación tirando arriba de la mesa política la irrevocable presencia del otro fue el objetivo principal de la carta del presidente ayer noche a los argentinos. No está mal para reeditar desde el peronismo la pregunta sobre lo nacional, ¿qué es argentino? o ¿qué (no) es argentino? Y van… Con la confianza que les tengo, ruego, compañeros, que no se nos pueble el pensamiento y el decir de esas irrupciones fantasmales que tan rápido asisten. Dejemos al sujeto desgarrado y arrodillado frente a la sociedad mercantilizada y hostil para la literatura de izquierda. Obviamente, tampoco ocupemos segundos en la crítica a la vigorosidad de la identidad “propietaria”, “dueña”, que trae el mal foráneo al interior. No necesitábamos una pandemia para saber que había un mundo más allá de Nordelta.

Ahora, esta comunidad cerrada sobre sí. Deja el aturdimiento (y ¿se abre?). Desarma la postura de exposición, de batalla, de fracaso también. ¿Por qué no? Se abre. La situación de inermidad es acción política: decisión en tiempo y espacio de epidemia. La situación pandémica apunta a la sensibilidad argentina asible, de apropiación. Deseante, al fin y al cabo, mal nos pese. Deseo palpable de ser civilizador sobrevolando la herida mestiza del razonamiento de conquista, de ser emancipador superando al propio automatismo democrático. Desarmando el pensamiento deteriorado. ¿Quién no se entusiasma con una nueva conversación?

El sistema de captura subjetiva, menos que inédito, es cotidiano hace décadas. Tampoco es inédita la reclusión de los cuerpos en un país que convivió con un genocidio. Pero hay una serie de deslizamientos que dejan al desnudo esta obligación responsable de estar en casa. La nostalgia colectiva, el suspiro comunitario, casi barrial, de volver al lugar más nuestro, pero esta vez, hacerlo al unísono y colectivamente.

El retorno al lugar propio no es más que el retorno al lugar de la muerte, diría Adorno. La vuelta al lugar del orden familiar, no del silencio, es una oportunidad. De mantenerse una fidelidad semejante con el pasado, con su lengua, como si fuera posible apropiárselo, intuyo tendremos una oportunidad de modificar las cosas acá (en casa de cada quien) donde la propia experiencia se sabe competente, donde somos capaces de distinguir y comprender las palabras y las cosas antes que insistir en adaptarnos a otro medio.

Dentro de cada casa ya nadie está dispuesto a desaparecer. Desconfío de esa ausencia de sujeto en pos de la hospitalidad de Levinas para leer este momento. No así de la flexibilidad de la orgánica comunitaria del peronismo, obvio. Háganme saber si me equivoco.

202020, ¿capicúa? (asimétrico par, pero capicúa al fin) Pido un deseo: que el día encierre su plus metafísico, amigos, de espíritu productivo palpable… para amasar la época cuando esto haya terminado.

Los amo, voy a escuchar a Guzmán.

Karina.

P.D.: Cuántos compartidos de tu traducción de Bifo, Emi. Como les cuesta citar las fuentes…

 

21 de marzo

Queridos amigos,

El “Abierto” que reza la portada de Sangrre, con calles vacías, con nostalgias de este país tanguero que vivió varias veces el encierro por enemigos invisibles y que ahora aplaude desde los balcones a los combatientes… parece raro, pero no tanto. Más rara para la sensiblería lastimosa progre es la frase de “aislamiento social”. Imposible, ¿no? Si hay aislamiento, no es social. Lo que el tío Alberto nos pide organizar es otra cosa: nos pide organizar comunidad, con cada uno en su casa, en su cosa, en su paja, para que al salir a la calle en unos cuantos días estemos, seamos, todavía algo vivo y coleando. Con final abierto, por la novedad dentro de la nostalgia. Pero con objetivo de comunidad clarito: no hay encierro colectivo (eso es de campo de concentración, y esta vez no es el caso), hay comunidad en cada cuerpo, Comunidad abierta por la pandemia y conectada epidérmicamente por el objetivo común. Sin lugar para tonterías. Responsabilidad, Solidaridad y Comunidad. No puede ser más hermoso el pedido. Y la mezcla populosa de saber y credo en la carta: “La evolución de la situación será evaluada por expertos, sociedades científicas y el gobierno de modo constante. Nos manejamos con la sabiduría de ese dicho popular que dice: ‘más vale prevenir que curar’”. Ciencia y Folclore al palo (en este palo el peronismo siempre fue salud).

Me escribió una colega y me contó que la semana pasada debatían a brazo partido en su laburo para ver cómo se organizarían en estos días, hasta que “Alberto acomodó todo de un saque”. Me encantó. De hecho, hace cuánto no nos sentíamos en comunidad como ahora. Contra todo pronóstico de los meteorólogos especialistas en marchas, hoy no “tenemos que ser muchos en la calle para que nos vean detrás de un objetivo común”, hoy no tenemos que pelear la calle, hoy para ser comunidad tenemos que quedarnos en casa, salvar el cuerpo de esta gripe cruel, y anidar la carne en la carne, pensarla, suavizarla, calmarla para soportar la batalla más extraña, la que no nos pide salir a la calle sino combatir con el cuerpo para que no se lastime. Los combates a los que nos acostumbramos durante años eran a los palos, con la nariz tapada por un pañuelo y limón, siempre buscando la comunidad en el afuera (y siempre los mismos). Hoy cambiamos el pañuelo por el barbijo (esto duele pero no es sarcasmo, te lo juro) y a la comunidad la encontramos cada uno en su cuerpo, para no lacerar ningún cuerpo más. Alberto acomodó todo de un saque. Más Abierto que nunca, amigos.

Sigamos.

Siempre vuestro,

Bruno.

P.S.: Bifo piensa que la humanidad vive un momento único… Siempre la humanidad pensó eso, los que vienen también lo pensarán. En esta comunidad prefiero leer a Ale Kaufman, es más amable al cuerpo. Salud.