Originales en: https://not.neroeditions.com/lisola/ y https://not.neroeditions.com/la-ragnatela/
 [Traducción: Emilio Sadier para sangrre.com.ar]

 

La isla

Crónica de la psicodeflación, parte 8: La suspensión del tiempo

3 de julio

Mientras el calor veraniego llegaba a Bolonia, decidimos venir a una isla dálmata donde habíamos estado por última vez hace dieciséis años.

Billi y yo vinimos por primera vez en julio de 1991, justo mientras las señales de guerra se multiplicaban en la frontera serbocroata. L’Espresso había lanzado una campaña de vacaciones inteligentes y pacifistas: vayamos todos a Yugoslavia y así evitaremos que estalle la guerra o al menos la retrasaremos, decía el semanario. Pero no hubo invasión de turistas en el país que estaba al borde de un precipicio.

Desembarcamos en el pequeño puerto de Hvar en una tarde de luz deslumbrante. Nos dieron la bienvenida las grandes palmeras que se movían lentamente con el viento y el pavimento ámbar de la calle que bordea el puerto. La isla estaba en silencio y de los turistas no se veía ni la sombra. Encontramos un chalet en Krizni Rat, la calle que costea el mar. La dueña de casa, una señora de Sarajevo que se llamaba Nadjia, nos traía a la mañana algunos pasticciotti para el desayuno. Pasamos un mes maravilloso de cielos increíblemente límpidos mientras nubarrones de tragedia se condensaban sobre el futuro del país.

Una tarde, en la plaza de la catedral, participamos de una vigilia de oración para evitar la guerra con velas encendidas por todas partes.

La guerra yugoslava fue la primera señal de que la era de la paz estaba llegando a su fin.

Treinta años después, la historia del colapso de Yugoslavia está casi olvidada, tal como la espantosa carnicería que siguió a la disgregación. Especialmente está olvidado el rol que jugó la Unión Europea en aquel asunto.

Fue el Bundesbank[1] el que empujó a los croatas a la guerra. Dada la catastrófica situación financiera de la Federación Yugoslava, el dinero para pagar las jubilaciones provenía del banco alemán, y cuando este decidió no enviar más los marcos a Belgrado, invitando de modo explícito a Zagreb a instituir un banco central croata, comenzaron las hostilidades.

Yo fui europeísta cuando creía que el europeísmo era lo que nos quedaba del pasado internacionalismo. Estaba equivocado.

Tuve que esperar la humillación de la democracia griega para comprender qué es la Unión Europea: un sistema de imposiciones financieras guiado por un modelo ordo-liberal. Y, sobre todo, es la super-nación de los pueblos colonialistas.

Esta es la Unión. El alma de Europa quedó al descubierto irremediablemente cuando comenzó la gran migración, cuando comenzó la gran expulsión, cuando comenzó la construcción de campos de concentración alrededor de todo el Mediterráneo, cuando comenzó el Holocausto marino. Europa es esto.

Desde que partimos el 1 de julio, me preocupaba que pudiera haber un cierto amontonamiento de turistas, pero el tren a Ancona estaba semivacío y los salones del barco desde Ancona estaban desiertos.

Llegamos a la isla hacia el mediodía y tomamos un taxi desde el puerto hasta el pueblo de Stari Grad, donde estamos en una pequeña casa desde donde se puede ver el brazo del mar que divide el país en dos partes.

Durante la primavera escribí siete crónicas de la psicodeflación.

Las escribí para encontrar un sentido, para orientarme en medio de esa tempestad inmóvil. Luego la cuarentena terminó. Pero si aquel período presentaba escenarios inquietantes y antes nunca vistos, lo que siguió es aún más inquietante. Todos los días los acontecimientos, los discursos, las cifras nos recuerdan que hemos entrado en el horizonte de la extinción. Y la extinción no parece ser la más terrible de las perspectivas, porque la agonía que prepara la extinción promete ser más aterradora que el fin mismo.

Por eso tengo ganas de volver a escribir mis crónicas de la psicodeflación.

4 de julio

Desde la primavera participé de un seminario de psicoanálisis sobre la pandemia que se realiza dos veces por semana. En algunos momentos la discusión se hace fragmentaria, a veces la voz se vuelve temblorosa, pero, cada vez que pude participar, el seminario me permitió captar el pulso de la vibración psíquica que se extiende en el mundo unificado por el terror.

En cada encuentro los participantes, que intervienen desde Santiago o desde México, desde Bruselas, desde Catanzaro, desde Barcelona o desde Rímini, brindan información sobre lo que está sucediendo en el panorama psíquico en mutación: las llamadas a los centros de salud mental, el recuento de los delirios y de los miedos. Fragmentos del proceso con el que la mente individual elabora las señales de miedo, de soledad, de impotencia que provienen de la vida colectiva. El seminario ofrece además una compartición emotiva con un grupo de amigos que son más o menos de mi edad y que experimentan personalmente la inquietud con la que tratan profesionalmente. La compartición emotiva no significa darse palmaditas en los hombros, sino captar a través de nuestras emociones las diferentes formas en que se desenvuelve el sentimiento colectivo.

Hoy sentí en muchas de las intervenciones una vibración de ansiedad, de temblor cognitivo, una especie de oscilación en presencia de un abismo.

El tema dominante de la discusión fue la suspensión del tiempo.

De algunas historias surge el hecho de que muchos, especialmente adolescentes, se niegan a salir de la casa después del fin del encierro. Algunos dicen que tienen miedo al contagio, otros simplemente no tienen ganas de retomar la socialidad en la que participaban antes del comienzo de la pandemia, otros no tienen ningún motivo. Simplemente quieren quedarse allí dentro, encerrados en su habitación con su computadora, haciendo todas esas cosas que se pueden hacer con una computadora. Alguien observó que se trata de un comportamiento muy similar al que en Japón se hizo conocido con la expresión patologizante de hikikomori.

Entonces me vino a la mente cuando, en mi primer viaje a Osaka, hablé con Kazuki, un amigo que había sido hikikomori durante varios años.

Kaz me dijo: para los psicólogos, el hikikomori es un enfermo mental que precisa tratamiento. Pero me parece que él es la única persona sana en la sociedad japonesa. Todos los demás, que se levantan a las seis de la mañana para ir a apiñarse en los vagones del metro, que van a luchar en la guerra sin sentido de las oficinas y de las fábricas, para sufrir continuas humillaciones y ganar dinero que no servirá para vivir ninguna vida, todos esos son locos, pobres locos que se creen normales.

Un millón y medio de hikikomori, según los cálculos en Japón, son las únicas personas que viven una vida libre, que no tienen necesidad de nada más que de su computadora y de un cuenco de arroz que la madre les deja detrás de la puerta.

¿No es quizás similar a lo que les está sucediendo a millones de adolescentes en todo el mundo? Que pase lo que pase, que la raza humana se reproduzca allá afuera para morir de estrés, de hambre o de gripe, que estallen guerras, que se masacren los diferentes ejércitos nacionales. Yo no quiero saber nada de todo eso. No pedí venir al mundo, no soy responsable de lo que hicieron mis abuelos y bisabuelos, no puedo hacer nada para cambiar mi vida o la de los demás. Tengo una computadora conectada a millones de otras computadoras. Puedo escuchar la música que me gusta, chatear con algunos desgraciados como yo. Que nadie me diga cómo debe ser mi vida. Mi vida es esta.

5 de julio

Leo El amor en los tiempos del cólera, una de las novelas de Gabriel García Márquez que no leí en las décadas pasadas, cuando todos leíamos a García Márquez.

Por supuesto, pensaba que me diría algo sobre la epidemia. En realidad, el cólera está en el trasfondo de la novela, nunca aparece, excepto por alusiones, noticias que provienen de pueblos lejanos a lo largo del río, terrores inesperados.

Lo que está en el centro de la historia es el amor: la espera, la desesperación del amor, el alivio de la lujuria, la mentira del amor, el dolor del engaño, y la amistad erótica que no tiene razones ni esperanzas.

En el horizonte de la historia está la vejez, la descomposición de la carne, la tristeza del agotamiento, el desvanecimiento de los sentidos, pero también el placer de haberlo perdido todo, de no tener nada más que perder, el placer de dejarse llevar por la miseria de la descomposición. El lento placer de devenir nada.

6 de julio

Hace semanas que se prolonga la discusión sobre el derribo de las estatuas.

Cuando en Bristol una multitud de muchachos y muchachas derribaron la estatua de un traficante de esclavos y la arrojaron a las aguas del puerto de la ciudad, descubrimos que en las ciudades inglesas (pero también estadounidenses, francesas, italianas, polacas y españolas) se erigen y conservan estatuas que honran la violencia, el secuestro de personas, la deportación, el esclavismo, el homicidio y la violación. En Alemania no, porque Hitler fue derrotado y desde entonces se convino que a los nazis no se les erigen estatuas, como si los nazis fueran tan diferentes de los ingleses como James Colton, del belga Leopoldo, matador del Congo, del asesino italiano Rodolfo Graziani o de los innumerables exterminadores estadounidenses, expertos en genocidio.

En lo que a mí respecta, habiendo enseñado durante algunos años en la Academia de Carrara, la escuela de escultura más importante del mundo, hace mucho tiempo llegué a la conclusión de que se deberían derribar las estatuas en general, con la excepción de la Piedad Rondanini. Así terminaríamos con este equívoco que confunde la retórica con la historia y la brutalidad con el heroísmo.

En primer lugar, seguramente, se deberían derribar las horribles caras que forman el telón de fondo del discurso de Trump el 4 de julio en el lugar más falso del mundo, el Monte Rushmore. Mientras la pandemia incendia las ciudades estadounidenses como un furioso fuego en el bosque, Trump ha pronunciado una verdadera declaración de guerra contra cualquiera que no pertenezca a la minoría armada de los blancos racistas.

El abismo estadounidense se vuelve cada vez más negro.

Precisamente por su ignorancia, su violencia, su abyección moral, Donald Trump representa el alma verdadera de Estados Unidos, el alma imborrable de un pueblo formado por una historia ininterrumpida de violencias, abusos, crímenes. Norteamérica es esto: genocidio, exterminio, deportación, sumisión, humillación, competencia, arrogancia, invasión, opresión, explotación.

Nada más que esto.

No hay un Estados Unidos alternativo, como alguna vez creímos. Hay millones de mujeres y de hombres, en su mayoría no blancos, que sufrieron la violencia de Estados Unidos, y que en algún momento, a partir de los años sesenta, lucharon para reformar Estados Unidos en un sentido humano. Y fracasaron.

Fracasaron porque no podían reformar el pozo negro de una nación de asesinos fanáticos religiosos.

Quizás se pueda destruir Estados Unidos, pero ciertamente no puede ser reformado. Tal vez pueda ser destruido porque Estados Unidos se está destruyendo a sí mismo.

Osama Bin Laden logró empujar al mayor gigante militar de todos los tiempos contra sí mismo. La provocación del 11 de septiembre produjo todos los frutos que el genio estratégico de ese fanático barbudo había imaginado en sus sueños más delirantes: atraer al gigante en una guerra contra el caos.

Y quien libra la guerra contra el caos la pierde, porque el caos se alimenta de la guerra. Pero George Bush y Dick Cheney no sabían esto. Y comenzaron el proceso que condujo a la derrota afgana, a la derrota iraquí, a la desmoralización del ejército, y dulcis in fundo,[2] a la humillación y al enloquecimiento furibundo de los supremacistas, de los cuales el presidente actual es el fruto podrido.

Ahora Estados Unidos ha comenzado a luchar (y a perder) su última guerra: aquella contra sí mismo, la que borrará la bandera de las barras y estrellas de la faz de la Tierra.

En 1992, en la primera cumbre climática en Rio de Janeiro, para hacer explícito el rechazo de cualquier regulación internacional sobre las emisiones, George Bush padre dijo: “El modo de vida de los estadounidenses no puede ser objeto de negociación”.

Desde entonces fue claro que había una alternativa en el futuro del planeta: o desaparece Estados Unidos o desaparece la humanidad.

Es muy probable que la humanidad esté camino a extinguirse. Pero no descarto que primero tengamos la sorpresa de presenciar la descomposición del estado federal.

La hecatombe viral está en pleno apogeo. Golpea cuatro veces más a los pobres, a los negros, de lo que afecta a los privilegiados. El siguiente paso es la guerra civil, o más bien las dos guerras civiles que atraviesan al gigante moribundo: primero la guerra racial, en la que los blancos están armados y los negros no. Luego la guerra entre supremacismo trumpista y democracia imperialista, ambos armados. Solo puede terminar mal.

7 de julio

Después de 1991, la guerra nos impidió venir a Hvar, pero volvimos en 1996, y desde entonces vinimos a esta isla todos los años, hasta 2004, cuando el turismo comenzó a invadir este lugar maravilloso.

Un día, un gran barco se detuvo en la pequeña playa donde estábamos recostados tomando sol, y bajaron un montón de rusos ruidosos, arrogantes. Clavaron sus estacas a un metro de mi cabeza como si yo no estuviera allí. Desparramaron sus objetos de nuevos ricos todo a nuestro alrededor.

Les pedimos que nos dejaran en paz, nos ignoraron, comportándose con tanta arrogancia que nos levantamos y abandonamos la playa. Después de ese episodio, decidimos que ya no teníamos más ganas de venir aquí.

Pero ahora los rusos están en su casa por culpa del virus, y aquí no hay nadie.

Nadie.

8 de julio

Los ciudadanos de Sonoyta, en la frontera entre Arizona y México, usaron sus automóviles y tractores para detener el tráfico de vehículos de turistas norteamericanos que querían entrar en México. Parece que la gran muralla de Trump aún no está terminada, pero los ciudadanos mexicanos hacen un muro con sus cuerpos, aunque en dirección contraria.

La Unión Europea ha establecido que los estadounidenses no pueden venir a Europa para sus vacaciones.

Hasta ayer, el mundo temía a ese pueblo de vaqueros. Todos odiaban a los estadounidenses, pero no tenían el coraje de decirlo. Ahora lucen como lo que son: perros que se están ahogando.

9 de julio

La radio comunica que los acuerdos con Libia serán renovados por el gobierno de Conte.

Giuseppe Conte me cae simpático porque se parece a mi papá cuando era joven, y en los últimos meses pensé que su gobierno se estaba comportando decentemente, cuando el pánico parecía extenderse.

Sin embargo, su debilidad está emergiendo en estos días, y el gobierno parece tambaleante.

Sus dos componentes principales trabajan duro para entenderse, porque el Partido Democrático está imbuido de cultura privatista y obsesionado por la manía pasada de moda respecto de la eternidad del neoliberalismo, al punto de que no tiene la decencia de quitarle la concesión a la familia Benetton, aprovechadores a costa del interés público, y además responsables (impunes) del colapso del puente Morandi y de otros accidentes menores debido al ahorro en mantenimiento[3]. Durante mucho tiempo nos contaron el cuento de que las privatizaciones eran en beneficio de los usuarios, pero no hay mentira más descarada. El sector privado pone en el primer lugar su ganancia, no el bien público. ¿Se necesita mucho para entenderlo? En cualquier caso, la sociedad privada que gestiona las autopistas públicas lo ha demostrado exhaustivamente.

La Constitución establece que “La propiedad privada está reconocida y garantizada por la ley, que determina sus métodos de compra, de disfrute y los límites a fin de garantizar su función social”.

Luego de la experiencia pandémica sería hora de restituir a la esfera pública todo lo que sea de interés público, desde el transporte hasta la salud y la escuela. Pero el Partido Democrático no tiene ninguna intención de entenderlo, quizás porque representa precisamente los intereses de los privatizadores.

El Movimiento Cinco Estrellas, por su parte, es tan íntimamente racista como para permanecer indiferente ante el suplicio de cientos de migrantes apiñados en un barco bajo el sol.

Las dos partes de la mayoría amarillo-roja, como la llama el conformismo periodístico italiano, están de acuerdo en un solo punto: posponer indefinidamente la revocación de los decretos de seguridad que castigan la acogida de migrantes, y renovar el acuerdo cínico con las supuestas autoridades libias.

10 de julio

En Europa, el contagio parece haber disminuido, debilitado, quizás desaparecido. Así parece, por el momento. Pero la Organización Mundial de la Salud informa que hoy se ha producido el mayor incremento de casos positivos al virus a escala mundial: 228.102 en 24 horas. El número de muertes diarias se mantiene estable.

En Florida hoy hay 11.433 casos nuevos, pero Disney World se prepara para reabrir sus puertas.

Erdogan ha decidido que la iglesia de Hagia Sophia fundada en el siglo VI por el emperador bizantino Justiniano debe convertirse en una mezquita. Los rusos se van a enojar mucho. Realmente parece que estuviéramos en un mundo profundamente antiguo, un mundo lleno de niños idiotas. ¿Realmente tenemos que lamentarnos si este mundo humano está destinado a hundirse pronto en el océano de la nada? Si al menos todo sucediera rápidamente…

Es la agonía, esta agonía demente la que da miedo, no la extinción, única liberación que estamos todavía en capacidad de imaginar.

11 de julio

Leí el artículo de Lorenzo Marsili publicado en la revista NOT, que afronta un tema que generalmente se prefiere ignorar: el sufrimiento masculino, que gracias a las redes sociales se manifiesta y se organiza en los grupos del llamado movimiento incel (involuntary celibate, celibato involuntario).

Las ideas que surgen de los círculos incel estadounidenses tienen el aspecto de una demencia agresiva:

“En un mundo ideal, la sexualidad no existiría. Debería estar fuera de la ley. En un mundo sin sexo, la humanidad sería pura y civilizada. Los hombres crecerían sanos, sin tener que preocuparse por tales actos bárbaros. Todos los hombres crecerían libres e iguales, porque nadie experimentaría los placeres del sexo que a otros les son negados […] Para abolir completamente el sexo, las mujeres mismas deberían ser abolidas”, escribe en “My Twisted World” [Mi mundo retorcido] Elliot Rodger, uno de los inspiradores de esta subcultura, que agrega:

“Las mujeres no deberían tener derecho a elegir con quién aparearse y reproducirse. Esa decisión debe ser tomada por hombres racionales e inteligentes. Si las mujeres continúan teniendo derechos, no harán más que obstaculizar el progreso de la raza humana al aparearse con hombres degenerados y crear una descendencia estúpida y degenerada. Esto hará que la humanidad se vuelva cada vez más depravada con cada generación. Las mujeres tienen más poder en la sociedad humana del que se merecen, todo a causa del sexo. No hay criatura más malvada y depravada que la hembra humana”.

Anders Breivik, el hombre record del crimen que en 2011 asesinó a 77 jóvenes socialistas noruegos, en su “Manifiesto por la Independencia Europea” denuncia al feminismo como la quinta columna de la invasión islámica. Cuando su historia personal fue reconstruida en el juicio en Oslo, surgió una historia dolorosa de abusos por parte de la madre psicótica.

Pero sería estúpido pensar que este tipo de delirio vengativo es la única forma de elaborar un fenómeno real y enormemente extendido: el sufrimiento que deriva del sentirse rechazado, sexualmente no atractivo.

Lorenzo Marsili escribió quizás la primera pieza interesante que leí sobre este tema. En primer lugar, aclara que el llamado “celibato involuntario” no debe reducirse en absoluto a la figura nazistoide del macho vengativo.

Luego se autopresenta de una manera extremadamente valiente:

“No creo que sea relevante narrar ningún acontecimiento específico de mi biografía. Toda persona adulta que no haya tenido experiencias sexuales tiene su propia historia irreductible que no puede ni debe prestarse a ninguna simplificación forzada. Lo que sin embargo me importa decir es cómo esta falta de experiencia ha influido en mi vida en el pasado y en parte todavía hoy. Toda mi adolescencia sentí que no era lo suficientemente guapo, inteligente, interesante y divertido. Pensaba que era constitutivamente deficiente, un ser imposible de desear sexualmente por ser estructuralmente inadecuado para este propósito. Pensaba que mi masculinidad estaba mal, equivocada. En una palabra: β”.

De las palabras de Lorenzo surge una figura que tiene una enorme relevancia en la formación del espíritu contemporáneo: toda la maquinaria mediática, publicitaria y competitiva construye la identidad individual alrededor de la polaridad de los ganadores y de los perdedores.

Así es como se construye lo que Marsili define “un muro de dolor infranqueable”, así es como se acumulan las energías de un machismo agresivo que alimenta el fascismo contemporáneo.

Marsili advierte correctamente contra las simplificaciones. Por supuesto, la sensación de ser rechazado puede provocar una reacción agresiva en los varones y una nostalgia del patriarcado más opresor. Y de hecho eso es lo que sucede. Pero es posible otro tipo de elaboración de ese sufrimiento, y Marsili la indica como un campo de batalla psíquica, cultural y estética del que los feminismos deberían hacerse cargo.

“Soy un rechazo, por lo que expresar mi deseo no tiene ningún sentido. Solo sería una ocasión dolorosa más para una enésima confirmación de lo que ya sé. Es por eso que todo sentimiento debía ocultarse, revelarse solo bajo la influencia del alcohol con una mezcla de rabia y de culpa”.

En su libro El amor y Occidente, Denis de Rougemont señala de pasada que en la inmensa masa de dolor que ha oprimido a los seres humanos desde tiempos inmemoriales (con alguna tregua provisoria de amistad y de felicidad), la parte quizás más pesada deriva, no de las guerras o de las hambrunas, sino del rechazo del amor.

Cuando los movimientos fueron capaces, en algunos momentos felices, de crear situaciones de amplia compartición sexual, la timidez y la sensación de deficiencia fueron en parte absorbidas por un abrazo colectivo.

12 de julio

Es domingo y fuimos a la iglesia de Sve Stephana con la esperanza de encontrarla abierta. Finalmente pudimos ver el interior, con una luz matutina y tierna, nos detuvimos pocos minutos sin quitarnos los barbijos, luego caminamos hacia el pinar que está a medio camino entre la ciudad y el puerto donde llegan los ferries desde Split. El asma aumentó durante la caminata y cuando llegamos a una playa pedregosa me recosté sobre una roca blanca a la sombra de un pino, mientras Billi se bañaba.

En una época, hace ya veinte años, íbamos todos los días a la espesura del pinar, y bajábamos por las salientes rocosas para arrojarnos al mar en la hora calurosa.

Ahora prefiero caminar por las callecitas del centro sobre las lajas de piedra blanca. A veces me siento en una plaza encantada, rodeada de estas casas de piedra blanca un poco gris, o hacemos yoga en el prado que está frente a la basílica construida sobre los restos de un edificio del siglo IV. O cruzamos con el sol del atardecer la plaza dedicada a Petar Hectorović, el poeta del siglo XV. Dos hileras de palmeras, y el viento que viene del mar.

A menudo me parece estar en un campiello veneciano, una de esas plazoletas pobres, ignoradas por los turistas y olvidadas por los venecianos. Pero es Venecia en medio de una floración de magnolias y de otras flores blancas, rojas y violáceas cuyo nombre no conozco, no conozco el nombre de las flores ni de los pájaros, no soy Franzen. Es Venecia con las palmeras y los cipreses hasta donde alcanza la vista hacia las colinas. Es Venecia pero es más hermosa que Venecia.

A veces, a la hora del ocaso, la melancolía de los colores se vuelve lo suficientemente dulce como para diluir esta imborrable conciencia del fracaso inmenso de la vida en general.

 

La telaraña

Crónica de la psicodeflación, parte 9: Otro fin del mundo es posible

14 de julio

Una amiga me escribió: “Te leo y me hace bien, pero también me hace mal porque lamentablemente estoy de acuerdo con tu análisis pero lo siento por mis nietos”.

Quedo un poco aturdido por estas reacciones. Quisiera darle una recomendación para el nieto, que todo le pueda ir bien, pero desafortunadamente no tengo ningún poder, por fuera del de interpretar señales y entrever tendencias.

“Leer este diario hace más mal que bien al corazón”, me escribe Stefano, y tiene razón, lo sé.

Si fuera una respuesta sensata, podría responderle que me duele el corazón permanentemente, y a duras penas distingo el dolor de la angustia. Entonces, para tratarme, escribo en lugar de tomar pastillas. Escribo continuamente, es lo único que puedo hacer para mitigar el dolor.

Pero Stefano tiene razón. Podría simplemente no publicar lo que escribo.

Predisponer la imaginación a los escenarios que se avecinan me parece una acción más buena que malvada. Pero alguien podría objetar: no sirve advertir que la tempestad se acerca si no se sabe decir cómo podríamos protegernos. Veremos. Mientras tanto escribo, luego decidiré qué hacer.

15 de julio

Hace unos días recibí una invitación del director del Festival de Israel:

“Querido Berardi, mi nombre es Itzik Giuli, y soy el director artístico del Festival de Israel, Jerusalén. Espero que este mensaje te encuentre bien.

Escribo con la esperanza de recibir una confirmación a la solicitud de hablar en una jornada de actividad dedicada a repensar el arte en relación con la actual crisis global y local.

El arte enfrenta la necesidad de encontrar nuevos modos y perspectivas sobre su lugar y función en la sociedad.

Tenemos la intención de impulsar una investigación común de artistas, público, pensadores sobre cuestiones relacionadas con la relevancia del arte.

El día será el 7 de septiembre y estará dedicado a varios talleres orientados a crear un proceso de pensamiento basado en el cuerpo y a reunir a los participantes en un cuerpo-cerebro colectivo.

Pedimos al público y a los artistas que compartan sus ideas con nosotros después de leer tres artículos, uno de los cuales es tuyo: ‘Why artists’, de 2013.

Creo que tu estilo de pensamiento podrá contribuir a una mejor comprensión de nuestras posibilidades y de los modos en que podríamos realizarlas.

Conocer mejor tu trabajo y tus ideas será algo excelente para la escena artística israelí.

Esperamos que puedas considerar esta propuesta. Haznos saber si estás disponible y cuáles son tus condiciones.

Hazme saber si hay más detalles.

Aquí puedes encontrar información sobre el festival:

Itzik Giuli”

Le respondí, planteando algunas condiciones para mi participación en el festival, como él mismo me pidió que hiciera:

“Estimado Itzik Giuli,

gracias por tu amable mensaje. Me preguntas cuáles son mis condiciones para participar en el Festival de Israel, y en las líneas que siguen responderé tu pregunta.

Estaré feliz de participar en el festival si el gobierno israelí decide retirarse del horrible proyecto Anschluss y detener la ocupación ilegal de tierras palestinas.

Además, para aceptar la invitación, solicito que el gobierno de Israel cancele la Ley adoptada el 19 de julio de 2018, que identifica el Estado nacional con una propiedad exclusiva del pueblo hebreo.

De hecho, me daría vergüenza colaborar con una institución de un Estado que es colonialista, segregacionista y racista.

Espero que mis solicitudes sean aceptadas, porque el futuro del pueblo hebreo está hoy amenazado por el antisemitismo que se propaga alimentado por el comportamiento fascista del actual gobierno israelí.

Gracias por tu consideración

con amistad

Franco Berardi”

Lamentablemente el gobierno israelí no ha aceptado mis condiciones, parece.

Lástima, me perderé el Festival, pero lo superaré.

16 de julio

Anoche fuimos a cenar a un restaurante en los callejones de la ciudad vieja y en un momento pasaron Alja y Leon. Conocí a Alja en los primeros días de estas vacaciones, corría por la senda de cemento que costea el mar toda vestida de corredora, inmediatamente me llamó la atención por su cabello verde esmeralda. Entonces ella me reconoció y dijo “pero ¿sos Bifo?”. “Sí”, le dije, manteniendo la distancia. Inmediatamente nos hicimos grandes amigos, aunque a distancia como corresponde.

Billi y yo fuimos a visitarla a su casa en la plaza, donde se aloja con Leon, un muchacho alemán que trabaja como cantante profesional. Nos hicimos amigos, hablamos de muchas cosas, pero sobre todo de la isla y de esta pequeña ciudad donde su familia tiene una casa desde hace tres o cuatro generaciones.

Alja nació en Nápoles pero vive en Berlín pero estudió en Bolonia pero su mamá enseña en Zagreb. Su padre proviene de un pueblo de Bosnia, y los padres de su madre tenían este pequeño departamento lleno de libros de literatura donde tomamos un café. El departamento está al borde del colapso, el piso de madera está mal, pero aquí las casas tienen paredes de piedra, no hay peligro de que se vengan abajo.

Así que anoche Alja y León pasaron y se sentaron aquí y cenamos juntos, hablamos sobre varios temas esotéricos, informáticos y políticos, luego fuimos a dar una vuelta por las callejuelas. Desembocamos en una pequeña plaza triangular, donde había una orquesta tocando Imagine y otras canciones de antaño que nunca dejan de conmoverme. Pero aquí ocurrió el crimen. Es decir, realmente no lo digo en serio, pero en resumen, el suceso que me tiene un poco perturbado.

Mientras Billi, Leon, Alja y yo estábamos recostados contra una pared escuchando la música y observando la puesta de sol en el canal que separa el pinar de las casas del pueblo, una muchacha rubia delgada delgada se levantó de la silla donde estaba bebiendo un prosec, y se precipitó sobre Aljia agarrándola por la cintura y arrastrándola consigo, tiernamente. Vi a Aljia dar vueltas un poco aturdida, tratando de mantener su rostro hacia la derecha o hacia la izquierda, tratando de evitar respirar boca a boca, mientras su frenética pretendienta guiaba sus pasos sobre el empedrado de piedras pulidas durante siglos y todos nosotros conteníamos la respiración.

Alja más tarde nos contó sobre su vergüenza y sobre su excitación. Respirándole alcohólicamente un poco en la cara, la chica delgada le dijo que le había llamado la atención durante el día y que tenía ganas de bailar con ella. En ese momento sentí una simpatía dolorosa por Aljia y por la delgada rubia seductora.

“No sabía cómo comportarme… ¿cómo puedo rechazar un acercamiento galante tan afectuoso?”, nos dijo Alja, “pero mañana tengo que ir a ver a mi madre que tiene setenta años”.

Entonces bromeamos un poco, Alja sacó una toallita desinfectante para eliminar cualquier residuo del contacto.

Tristeza, alegría.

Luego caminamos juntos los cuatro regresando a casa y, manteniendo el metro y medio de distancia, llegamos al final de la calle y nos despedimos porque Alja y Leon parten hacia Zagreb mañana. Sin tocarnos, sin abrazarnos, sin besarnos, solo sonriendo, agitando nuestras manos e inclinando un poco nuestras cabezas con las manos juntas.

Namasté.

Tristeza, alegría.

17 de julio

Quién sabe quién es este hombre que flota en el mar Mediterráneo atrapado con la cabeza entre los dos tubulares de un gomón medio hundido cerrados como una pinza alrededor de su cuello. Es solo una de las decenas de miles de personas que ahogamos con nuestras manos.

Vienen de Libia, donde los asesinos italianos renovaron un acuerdo, el asesino Luigi Di Maio, el asesino Matteo Salvini y el asesino Marco Minniti, para no olvidar a nadie.

Somos cómplices de una violencia infame, de una masacre, de la que no tendremos tiempo para arrepentirnos porque el apocalipsis barrerá con la horrible población italiana antes de que encuentre el tiempo para darse cuenta de lo que ha hecho y de lo que está haciendo.

Murió de penurias, quemado por el sol y por la sed durante una travesía sin auxilio de nadie. Lo sabíamos, por supuesto, sabíamos que este hombre estaba solo en medio del mar, quién sabe cuánto tiempo. Tenemos radares, satélites, cámaras por todas partes, pero los asesinos de la policía y de la guardia costera usan estas herramientas para proteger a los asesinos del pueblo italiano, salvinianos o zingarettianos que no hacen ninguna diferencia. Bestias asustadas, bestias que muerden con la esperanza de no ser mordidas. Pero serán mordidas pronto. Serán mordidos, asesinos italianos, terminarán mordidos.

En algún lugar del mundo hay alguien esperando noticias de este cadáver flotante con piel clara y piernas peludas obscenamente desnudas.

Se había embarcado para venir a Europa, tal vez esperaba poder ganar tres euros la hora siendo esclavo de algún terrateniente de Apulia. ¿Habría mandado la mitad de su salario a su esposa, a su madre? ¿Habrá pasado algunos meses en un campo de concentración libio en manos de los torturadores que nosotros pagamos?

Ya no tiene ninguna importancia. Ya nada tiene ninguna importancia.

¿Cuánto tiempo habrá estado solo después de haber visto morir a sus compañeros de viaje?

Desde arriba alguien miraba, no desde los cielos, sino desde arriba de un helicóptero.

La piedad está muerta.

18 de julio

Frei Betto, el teólogo brasileño cuya voz ha acompañado durante muchos años la historia de sufrimiento y de emancipación, de violencia y de esperanza en América Latina, ha enviado una carta a sus numerosos amigos en todo el mundo.

“Este genocidio no es consecuencia de la indiferencia del gobierno de Bolsonaro. Es intencional. Bolsonaro se complace de la muerte ajena. Cuando era diputado federal, en entrevista en la TV en 1999 declaró: ‘¡A través del voto no se va a cambiar nada en este país, nada, absolutamente nada! Solo va a cambiar, desafortunadamente, si un día empezamos una guerra civil aquí dentro, y hacemos el trabajo que el régimen militar no hizo: matando unos 30 mil’. Al votar a favor del impeachment de la presidenta Dilma, ofrendó su voto a la memoria del más conocido torturador del Ejército, el coronel Brilhante Ustra.

Por estar tan obsesionado con la muerte, una de sus principales políticas de gobierno es la liberación del comercio de armas y municiones. Entrevistado en la entrada del palacio presidencial acerca de si no le importaban las víctimas de la pandemia, Bolsonaro respondió: ‘No estoy creyendo en esos números’ (27 de marzo, 92 muertes); ‘Todos vamos a morir un día’ (29 de marzo, 136 muertes); ‘¿Y qué? ¿Qué quieren que yo haga?’ (28 de abril, 5.017 muertes)”.

La cuestión que plantea Frei Betto es escalofriante pero urgente: ¿existe una intencionalidad detrás de las políticas de algunos gobiernos, como el de Bolsonaro, Trump, Johnson, que parecen tener como objetivo el exterminio de la población? ¿Se trata de incompetencia o de voluntad genocida, como insinúa Frei Betto?

Más que hablar de intencionalidad, hablaría de instinto: el instinto del dominador que se siente en peligro. Si no hay espacio para todos, si no hay recursos para todos, es preciso garantizar el futuro de la nación (America first, Prima gli italiani, etc.) a través de la eliminación de una población sobrante, improductiva, marginal. Este es el significado consciente o inconsciente del supremacismo blanco.

El Covid creó las condiciones para una guerra de exterminio.

Pero al final: ¿quién eliminará a quién?

20 de julio

Diecinueve años después de Génova[4]. Aquellos tres días provocaron un sentimiento de terror que nunca antes habíamos experimentado. No creíamos que la tortura pudiera convertirse en la norma en este país, pero había muchas cosas que el nuevo siglo nos tenía reservadas y que en aquel momento ni siquiera podíamos imaginar.

La consecuencia política fue la fragmentación de las estructuras del movimiento, y un repliegue tanto intelectual como social. Lo que quedaba del movimiento abrazó la idea de que la democracia, esta democracia, era todo lo que nos quedaba por defender. Era el signo de una derrota intelectual definitiva.

Dieciséis años después, en los días del G8 de Hamburgo, miles de personas marcharon detrás de una pancarta que decía “Welcome to the hell”. Bienvenidos al infierno.

Y en Minneapolis hace unos días, en las jornadas de la revuelta, apareció la inscripción “Another end of the world is possible”, lo que nos permite medir la distancia desde Génova.

Ya no es la razón política, sino el inconsciente el que habla en esa frase: otro fin del mundo.

Juzgar al inconsciente no sirve para nada. El inconsciente no se juzga, no se absuelve, no se condena. Solo se puede intentar interpretarlo. Y el inconsciente habla en las insurrecciones que en el último año estallaron desde Hong a Santiago y a Minneapolis, pero no parecen tener un programa, una dirección en la cual moverse, una estrategia.

La vieja oposición entre violentos y no violentos ya no tiene razón de ser, como lo demuestran los acontecimientos de Minneapolis, Portland, Chicago.

Los disturbios se organizan en diferentes niveles, desde la protesta hasta el ataque, la defensa, el saqueo, todos igualmente legítimos y complementarios.

Las tácticas de la insurrección se van refinando en las ciudades estadounidenses, pero ¿hay alguna estrategia? ¿Hay una idea de un resultado final, de un mundo mejor? No la hay, ya no puede haberla.

Lo que hay es la determinación de destruir todo antes de que nos destruyan a nosotros.

Se abre camino la idea de que todo lo que se podrá hacer en el futuro será crear zonas liberadas, y defenderlas a través de cualquier medio necesario. Comunidades que se separan, equipadas con todas las herramientas necesarias para la alimentación, el intercambio con el exterior y la autodefensa.

Ya no basta con atacar y quemar la estación de policía el día después del asesinato de George Floyd. Es necesario que los torturadores sepan que estamos listos para defendernos.

Ya no hay ninguna ley a la cual apelar. Ya no hay ninguna ley que respetar.

Como sugiere Elsa Dorlin en Defenderse. Una filosofía de la violencia, se trata de elaborar una ética marcial del yo colectivo e individual: “Estas contra-conducciones subalternas”, afirma Dorlin, “forman lo que yo llamo autodefensa propiamente dicha, en contraste con el concepto jurídico de legítima defensa”.

La principal declaración política del texto de Dorlin radica precisamente en esta contraposición entre “legítima defensa” (de las clases dominantes) y “autodefensa” (de los grupos oprimidos). La “legítima defensa” presupone un “sujeto de derecho” legalmente constituido (en virtud de la posesión propietaria, así como de la pertenencia de raza y de género), mientras que el pasaje a las prácticas de autodefensa ha sido la única garantía de subjetividad política de los cuerpos subalternos.

21 de julio

Esta noche tuve un sueño: camino con mi madre por via Indipendenza, en el centro de Bolonia. Ha llovido y el aire es gris. En la intersección con via Manzoni hay un escalón con el que tanto mi madre como yo tropezamos. Caemos de bruces dentro de un charco lleno de barro. Me levanto bastante rápido, luego trato de levantar a mi madre, que todavía está tumbada en el suelo con la cara en el charco. Pero no consigo levantarla, es demasiado pesada, no puedo…

Entonces me voy, dejándola ahí. Llego a casa y tal vez me preparo un café, no sé… Estoy haciendo algo alrededor de la estufa, cuando la puerta se abre y entra ella, mi madre, con la cara, la nariz y la boca cubierta con gasas y curitas. No está enojada conmigo, se la ve triste, resignada, y me dice que la atendió el farmacéutico.

El sueño me dejó con un sentimiento de culpa, de ineptitud que no se me va en todo el día.

La angustia como una puntada en el estómago, especialmente en las horas de la mañana. Obsesiones que solo la escritura sabe suspender, transformando esa energía dolorosa.

Nada de lo que he creído en mi vida era cierto. Ilusiones dolorosas.

Pero la escritura construye mundos que no necesitan de verdad objetiva. Y la obsesión es el motor de esta energía imaginativa.

Pero para ir más rápido que la angustia es necesario correr velozmente e ir en la misma dirección en la que la angustia me arrastra: correr a lo largo de la dinámica del desastre, un metro por delante de la grieta que velozmente se abre en el suelo y amenaza con tragarme. Cuando escribo no tengo miedo de la grieta, no tengo miedo del desastre, no tengo miedo de nada. Corro, y cualquier interrupción de esta carrera me vuelve a sumir en la angustia lenta como si el precipicio me tragara.

Busco entonces eliminar cualquier obstáculo que impida o ralentice mi carrera, inauguro nuevos territorios de escritura y construyo artefactos imaginativos uno tras otro, que se solapan uno sobre el otro quizás para no alcanzar ningún cielo. O quizás solo para escaparle al infierno.

22 de julio

Superado el umbral de los cuatro millones de casos en los Estados Unidos. La pandemia no muestra signos de retroceso.

Las conversaciones de Bruselas terminan. Hay acuerdo. Italia tendrá sus miles de millones para la recuperación. Conte está a salvo, Salvini parece un lobo sarnoso que aúlla a la luna. No tiene la madera de Mussolini, ¿encontrarán uno a la altura?

¿Y qué haremos con el dinero que vendrá (en 2021) del Fondo de Recuperación? Financiaremos el Family act[5] que ofrece dinero a las madres de la patria para evitar que los prolíficos africanos hagan el famoso gran reemplazo.[6]

23 de julio

James Lovelock cumple hoy 101 años, pero está más activo que nunca.

Hace algunas décadas, elaboró una teoría de ingeniería cósmica que conocemos como teoría de Gaia: cada fenómeno de la naturaleza debe ser considerado en relación con todo otro fenómeno, porque Gaia, la Tierra es un organismo vivo compuesto por innumerables interdependencias.

En su cumpleaños le preguntan si el virus es parte de la autorregulación de Gaia.

Por supuesto, responde Lovelock. Es parte de la teoría de la evolución. Una especie no puede proliferar a menos que tenga un recurso alimentario. En cierto sentido, los humanos nos hemos convertido en comida. Fácilmente podríamos hacer un modelo que demuestre que a medida que la población humana en el planeta se vuelve cada vez más numerosa, las posibilidades de evolución de un virus que reduzca una parte de la población son muy altas. Los humanos no somos precisamente un animal deseable, como para que se nos deje proliferar ilimitadamente en el planeta. Malthus tenía razón. En su época, cuando la población humana era mucho más pequeña y menos densamente distribuida por el planeta, creo que el Covid no habría tenido ninguna posibilidad.

24 de julio

Según la Organización Mundial de la Salud, hoy se ha batido el récord de nuevos positivos diarios: 284.000. En Estados Unidos se ha superado el umbral de cuatro millones de positivos. Estamos en medio de la propagación pandémica, más que en la vuelta a la normalidad.

Trump canceló la convención republicana que debía celebrarse en Florida. Por lógica: Florida es un hospital donde los viejos mueren como moscas, y los viejos son muchos en esos pantanos recuperados llenos de centros de asistencia para viejos blancos. ¿Cómo se puede celebrar allí una convención?

Pero también se puede suponer que el presidente está preparando las condiciones para decir en algún momento: disculpen, no se pueden celebrar las elecciones. Me quedo al mando de la nación.

En Portland continúan las batallas callejeras. Hace algunos días los enfrentamientos estaban disminuyendo, pero luego, contra la opinión de los propios republicanos, Trump envió un cuerpo de la Policía Federal creado después del 11 de septiembre para combatir fenómenos de terrorismo. Las madres de Portland salieron a las calles para protestar contra las tropas de ocupación. Luego los enfrentamientos se reanudaron ferozmente en toda la ciudad. El palacio de justicia fue incendiado. La obra en construcción de una prisión juvenil fue incendiada.

¿Por qué Trump tuvo este gesto de arrogancia? Si su intención era calmar la revuelta, lo suyo fue un fracaso: la revuelta se reanudó más fuerte e involucró a sectores de la población que antes se habían mantenido al margen.

Pero quizás la intención de Trump sea otra: incitar el enfrentamiento, elevar el nivel de violencia, preparar una situación incontrolable justamente en vísperas de las elecciones.

Señales de guerra del Mar de China.

Cierre del consulado chino en Houston. Cierre del consulado estadounidense en Chengdu.

El ministro de economía italiano, Gualtieri, del Partido Democrático (cómo no), para presionar a sus aliados de Cinco Estrellas comenzó a agitar la amenaza que por mi parte hace tiempo esperaba.

Ya no podremos pagar las jubilaciones.

Es algo que hace mucho sé: también a nosotros, los jubilados italianos, tarde o temprano nos tocará la suerte de los jubilados griegos que varias veces han visto recortados sus ingresos mensuales para acatar las reglas europeas.

Por ahora es una amenaza, pero el ministro Gualtieri nos ha dicho que serán los jubilados los que paguen, no los evasores fiscales, no las empresas italianas con domicilio legal en los Países Bajos.

27 de julio

La guardia costera libia asesinó a tres muchachos sudaneses que intentaban escapar del campo de tortura en el que estaban detenidos. Nosotros somos quienes pagamos el salario de la guardia costera. Nosotros somos quienes pagamos las armas con las que disparan. Nosotros somos quienes pagamos los campos de tortura. Nosotros somos quienes pagamos para proteger nuestra seguridad.

29 de julio

Me desperté temprano, demasiado temprano, con esta puntada en la boca del estómago que me quita la respiración.

A eso de las ocho tomé una pastilla que me provocó un efecto de aturdimiento, somnolencia, pero también una agradable ligereza. Fuimos con Billi a dar una vuelta por la ciudad vieja, en busca de alcaparras y flores de hinojo. A pesar del calor sofocante de estos días, en la sombra celestial de los callejones adoquinados de piedras blancas llega la brisa que desciende del largo canal del mar. Encontramos una planta de alcaparras en el muro de la iglesia de San Rocco.

30 de julio

En mayo murió la hermana de un amigo, una persona que conocía bien.

Me enteré recién ahora, casi por casualidad.

Mi amigo me había buscado, en aquellos días de mayo, y me había hablado de esto y de aquello, pero no había hecho mención a la muerte de su hermana.

Me pregunto cómo se puede elaborar una obsesión. Una concatenación imparable de pensamientos, de recuerdos, de suposiciones, de imaginaciones y de premoniciones se ha asentado en mi mente, hasta el punto de provocar estados de angustia.

Sé que es casi totalmente inútil oponer la voluntad a la obsesión, porque la obsesión tiende a paralizar la voluntad, suspende su vigencia, elude completamente sus prohibiciones y sus órdenes.

Por lo tanto, como sugiere Paul Watzklawic, es más útil prescribir el síntoma, prescribir entonces la obsesión. Dejar que el contenido obsesivo te invada, te arrastre, pero al mismo tiempo realizar una operación de resignificación. Se trata de entender por qué el deseo ha tomado la forma de la obsesión, se trata de restituir los contenidos de la obsesión al deseo, porque la obsesión es deseo capturado. Los contenidos dolorosos de la obsesión contienen y esconden un placer que no queremos reconocer, un placer del abismo que no nos atrevemos a confesarnos. La obsesión es dolorosa porque ve únicamente el lado doloroso, oscuro, inenarrable de una experiencia, de un recuerdo, de una premonición.

Pero, ¿no hay quizás en esta concatenación obsesiva un contenido de goce posible que la mente no alcanza a ver?

La elaboración del síntoma obsesivo, del sufrimiento obsesivo, me parece que estaría en descubrir el placer que se nos escapa (que nos aterroriza, pero al mismo tiempo nos excita) en el contenido imaginativo de la obsesión.

31 de Julio

Caminamos por el pinar que costea el largo canal marítimo que corta en dos la ciudad de Stari Grad. Camino por el calor como un sonámbulo.

Nos detenemos en un banco a la sombra de un pino que se asoma sobre el acantilado, hacia el mar. Miro frente a mí, y en el aire inmóvil veo algo que no consigo reconocer, como una composición gráfica abstracta que gira a mitad del aire, sobre el fondo del mar sin olas. A mitad del aire, elevadas sobre los arbustos que bajan, apenas movidas por un ligero soplo de viento sobre el fondo del mar, decenas de líneas, segmentos, temblorosas agujas oscuras que dibujan un panorama abstracto.

Me acerco lo más que puedo, tratando de no perder el equilibrio y, finalmente, a contraluz, consigo ver una invisible y sutilísima telaraña plateada, que una araña está tejiendo de un arbusto a otro, justo debajo de este pino. Es quizás una araña artista conceptual.

Ligeras las agujas caen y se detienen enganchadas sobre el lienzo, y allí permanecen.

 


Notas

[1] El Banco Federal Alemán, banco central de Alemania. [N. del T.]

[2] Expresión seudolatina que podría traducirse como “para el final, lo más dulce”, sin embargo con cierto sentido irónico [N. del T.].

[3] El 14 de agosto de 2018, en la ciudad de Génova, se produjo el colapso y derrumbe del viaducto de la autopista A10 que atravesaba el arroyo Polcevera, conocido como puente Morandi. El incidente tuvo como saldo 43 muertes y el destape de una trama de desidia estatal y negociados privados. El mantenimiento del puente era responsabilidad del grupo Atlantia, manejado por la familia Benetton [N. del T.].

[4] La referencia es a los acontecimientos ocurridos entre el 19 y 22 de julio de 2001, en el marco de la Contracumbre de Génova, llevada adelante por el denominado movimiento antiglobalización, en protesta de la reunión del G8. Las jornadas se desarrollaron bajo un durísimo blindaje de la ciudad, y estuvieron marcadas por el feroz accionar de las fuerzas de seguridad italianas, que incluyó el enfrentamiento y la represión de manifestaciones pacíficas, cacerías y detenciones indiscriminadas, torturas posteriores a detenidos, y el asesinato del joven Carlo Giuliani. [N. del T.]

[5] El “Family act” es un paquete de medidas de “sostenimiento de las familias” en tratamiento parlamentario en Italia, actualmente a la espera de su aprobación por el Senado.  Si bien entre las medidas propuestas está el establecimiento de una asignación universal por hijo, entre sus fundamentos se encuentra el de “combatir la disminución de la natalidad”. [N. del T.]

[6] “El gran reemplazo” o “la gran sustitución” (Le grand remplacement en francés) es una teoría conspirativa, promovida desde mediados de la década de 1990 por el escritor francés Renaud Camus y hecha propia por diversos movimientos de extrema derecha franceses y europeos. El planteo es que una élite global estaría llevado a cabo un proceso de “genocidio por sustitución”: un reemplazo sistemático de la población blanca cristiana europea por habitantes no europeos (específicamente musulmanes de África y Medio Oriente), a través de la migración masiva y el crecimiento demográfico [N. del T.]