Una tradición se teje con acontecimientos, con referencias –geográficas, biográficas, estéticas– y cierta liturgia. La noche del viernes 12 de abril será, en ese sentido, una joya invaluable para la escena hardcore porteña, ya que Bandera de Niebla –la banda formada por Adrián Outeda en voz (Satan Dealers y No Demuestra Interés), Hernán Espejo en guitarra (Compañero Asma, Vrede, Dragonauta y Siempreterno), Martín Méndez en bajo (Dragonauta) y Jonatan Zárate en batería– se dará cita en El Emergente de Almagro para interpretar Extremo Sur, el primer disco de No Demuestra Interés, editado en 1993.
En la misma geografía, veintitantos años después de haber largado al ruedo sus primeras canciones y a punto de editar la quinta producción con Bandera, hablamos con Adrián Outeda, que sigue con la mochila cargada de ideas, letras y sonidos pero cada día grita más fuerte.
Adrián, hablemos de la época. De nuestra generación en esta época. Tratemos de situarnos, retrospectivamente, en lo que imaginábamos en aquel Buenos Aires de fines de los ochenta, inicios de los noventa, e intentemos pensar qué persiste de aquello en la actualidad. ¿Hay posibilidad de transferir algunas de aquellas codificaciones a este presente?
Por un lado, hay que recalcar la diferencia de escenarios sociales, tecnológicos y políticos. Además, de la edad: éramos chicos y estaba a flor de piel el deseo de descubrir cosas. Para descubrir lo que a nosotros nos inquietaba –en mi caso la música–, en aquel momento no bastaba con un clic en Internet: teníamos que ir para algún lugar, nuestro cuerpo debía involucrarse en la cuestión, llegar, verlo, investigarlo, recorrerlo. Se trataba de caminar, conocer gente, prestarse cosas, pasarse música de mano en mano. Ese era un aspecto muy marcado de la cultura de esa época; por lo menos yo lo vivía así muy positivamente respecto a mi experiencia con el arte.
Para nuestra generación, que algunos llamaron “Generación X”, los tiempos cambiaron y muy rápido. Sufrimos desde los coletazos del Proceso Militar a la guerra de Malvinas, los cambios tecnológicos y la caída de grandes ideologías que antes estructuraban la cultura. No estoy marcando esto en términos negativos, ojo, porque también este desborde de información y esta desestructuración trajo accesos interesantes. La tecnología, la información está más al alcance; el tema es el uso. Podes usarla bien o mal. Creo que la gran mayoría de las veces se usa mal, sin eficacia. Por ejemplo, con las redes sociales, que absorben una cantidad de nuestro tiempo y disponibilidad, hay una contradicción: por un lado informan y pueden transferir a mayor cantidad de gente cosas que antes estaba reducidas a pocos; pero por otro lado agudizaron un escenario para discusiones, desprecios y peleas más que para la creación colectiva.
En ese Buenos Aires de finales de los ochenta quizás con menos tecnología había más organización, más respeto y muchas ganas de descubrir y crear; quizás ahora vivamos un momento de mucha exposición a las redes y a las formas de comunicarnos, pero tengamos menor chance para la organización de cosas o para la discusión constructiva.
En ese sentido, ¿de qué hilos intenta tirar Bandera de Niebla para reconstruir una escena, una orgánica de la cultura en esta ciudad?
Para nosotros, por ejemplo, tocar en lugares autogestionados, marginales al circuito “oficial” del rock en la ciudad y el gran Buenos Aires, es una forma de intentar aportar a una organización diferente. No solo porque cambia la gente con la que interactuás, sino porque además cambian los códigos de los arreglos y se ve lo que hacés de otra manera. Los clubes grandes están bien, pero en algún punto lo que sucede ahí tiene más que ver con lugares donde la gente va a mostrarse, como un club social de la ropa. Los otros espacios son distintos, en el sentido de que hay un grupo de personas que los sostienen que casi siempre llevan adelante una lucha, una forma de ver las cosas, unas ganas diferentes y que a mí, personalmente, me dejan una sensación más esperanzada.
A Bandera no le es indiferente esa electricidad. Nosotros no estamos por fuera de nada, pero al menos sabemos caminar bien por los límites. Sin entrar y sin tampoco salir. En ese sentido, creo que todavía nos debemos cierto trabajo con pibes más jóvenes para que encuentren una escena, otra idea de cultura, otro producto, que pueda ser alternativa a la que le dispara incansablemente el establishment.
¿Por qué armaron Bandera de Niebla? ¿Existe un balance después de estos cuatro años?
Sí, tenemos un balance y es mucho más que positivo. A mí siempre me gustó mucho encarar situaciones nuevas en todos los órdenes de la vida, y en la música más todavía. Sin bien con Hernán nos conocemos hace mucho tiempo y siempre hicimos música, este era un desafío porque volvíamos a un estilo de música que era el que hacíamos, escuchábamos o curtíamos cuando éramos chicos. Sin agrandarnos, cuando armamos Bandera sabíamos que podíamos interpretar el género de otra manera, con más libertad, más holgados; le dimos más vueltas de tuerca. Siendo una música de diseño, y complicada para convertirse en masiva, yo estoy muy contento, porque la banda fue recibida muy bien por el público.
Hay algo de la poética de Bandera de Niebla anclado a un imaginario antirrepresivo, una estética punk, un sonido que remite a cierta atmósfera opresiva, a cierta línea de transmisión con esa época concreta de principios de los noventa en Buenos Aires, que desplegaba la escena hardcore…
Totalmente. Volvimos al sonido que nos gustaba a nosotros de chicos, pero con arreglos que nos dejó la experiencia que tuvimos cada uno de nosotros y por las diferentes bandas y proyectos por los que pasamos. Bandera tiene cierto equilibrio: más allá de que la música pertenece a una tradición foránea, las letras lo anclan en algo más criollo. Ese equilibrio es contundente.
Las letra –mías o de Hernán– y las tapas –de Ale Leonelli– apuntan a una tradición antipolicial. Con un mensaje un poco más críptico o cerrado, pero que intentamos que sea fundamentalmente libertario. A veces apocalípticos respecto a las cuestiones que estamos viviendo actualmente, pero siempre con una visión positiva sobre lo vital. Quizás nuestra música suena destructiva, pero siempre tiene el horizonte de una nueva construcción. Si pienso en el futuro, sería muy egoísta de parte mía no responder con optimismo sobre lo que vendrá. Primero, porque dejaría de ser empático con las nuevas generaciones; y después porque, como generación, respecto a lo que uno va a dejar, tampoco estuvo tan mal.
Hay estadísticas de la CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional) que verifican en los últimos años “el más fuerte incremento de la represión estatal, con un promedio de más de 400 asesinatos estatales al año en el marco de sus diferentes modalidades: gatillo fácil, muertes en lugares de detención, desapariciones forzadas, represión a la protesta o el conflicto social, femicidios de uniforme, etc.”. ¿Qué pensás de esto?
Lamentablemente, es una avanzada que se está viviendo en todo el mundo, no solamente acá. La forma de vivir y de controlar está girando rápidamente hacia la derecha o la ultraderecha. En Holanda, supuestamente un país progresista, crece la ultraderecha y es justamente porque si lo que se considera que es ser progresista es tener un centro en la capital del país donde te ofrecen drogas y prostitución, bueno, hay ahí un grave error. Ese hecho no implica en sí una cultura o una política progresista. Es más bien un retardo, una demora de los hombres, más pensada para oprimir que para liberar.
Ahora, volviendo a la estadística de CORREPI, a la violencia institucional: obviamente vivimos en un estado más represor que hace unos años. Fijate lo que pasó el 24 de marzo cuando fuimos a tocar en el Festival Nunca Más. Es un festival que se arma hace doce años, siempre organizado por gente que está muy metida en la línea del heavy metal, de las radios independientes, medios alternativos y, obviamente, organizados, con proyecto político, de diferentes espacios pero con objetivos en común. Evidentemente eso tanto la fuerza policial como de gobierno lo saben, porque cortaron la luz de la Plaza Congreso donde teníamos que tocar, mojaron todo el espacio para que se embarre todo. Aun así se pudo hacer, la organización tuvo que trabajar con más cuidado y salió todo bien. Pero solo porque están organizados hace años, se conocen, y conocen las situaciones. Fue una fecha especial para nosotros, muy emotiva, tanto para mí como para toda la banda.
El Estado policial y represivo existe porque hay un gobierno arriba que es el que lo manda. Y el Estado policial también lo ejercen personas no uniformadas: el gran porcentaje de violencia que hay en la sociedad toda, sea hacia la mujer, el pobre, el diferente. Este es un momento con Estado violatorio de todo tipo. Bandera, en ese sentido, intenta aportar un mensaje que ponga en alerta estas situaciones de violencia ejercidas tanto por el Estado represivo policial, como por parte de la gente común y corriente. Situaciones que justamente lo que provocan es alejarnos uno del otro, más que juntarnos para pensar un futuro mejor. La cultura tiene mucho trabajo para hacer en ese sentido.
Buenos Aires en especial, ¿no se debe, después de toda esta transformación que devino de los gobiernos de Cambiemos, una discusión para amalgamar sus problemas con una idea de cultura emancipatoria o libertaria?
Sí. Esta ciudad fue ahogando todos los pequeños focos que quisieron intentar esa discusión o abrir espacios de expresión de lo reprimido. Todo lo que podía establecer cierto halo de luz, en cuanto a otro tipo de proceso cultural, fue cerrado, censurado; y tampoco la población se movilizó para cuidarlo. Dejó de invertirse en cultura, de promoverse experiencias. Es muy lamentable ver a Buenos Aires en una situación así, en modo maqueta, donde tenés ciertos circuitos bien armaditos para el turismo –o el tipo que no quiere ver nada–, conviviendo a escasos metros con la realidad de una ciudad empobrecida, abandonada, sometida. Acá en mi barrio, todo lo que rodea Once para el lado de Avenida Belgrano –como en otro montón de zonas que escapan al diseño de esa ciudad para pocos que vienen armando hace unos años–, es terrible el grado de degradación humana que veo a diario. Desde pibes muy chicos hasta gente muy grande consumiendo el paco; mucha prostitución de pibas; el hospital Ramos Mejía poblado de gente que a la noche no tiene donde dormir; familias tiradas con los muebles en la calle porque fueron desalojados. Es como si nosotros mismos nos hubiésemos sometido a años de tortura que ya habíamos superado. Porque bloqueo mediático hay, pero también están tus ojos que van caminando por la calle y ven esto que nos está pasando. El aparato represivo, la pobreza, el abandono de los viejos y los chicos, eso se ve todos los días. No necesitamos prender el televisor para verlo.
Por ejemplo, el otro día discutía en el edificio donde trabajo, que queda en Barrio Norte: se preocupaban porque lo reciclable sea dado a cartoneros legales y no a cartoneros “ilegales” o que no están registrados en el Gobierno de la Ciudad. Ahí te das cuenta de la trampa: ¿cómo nos va a pesar más la moral del registro o de los desechos que se pueden recuperar antes que la gente que está trabajando en algo que no es digno, como revolver nuestra basura todos los días? O sea, ¡hay un hombre, una mujer, un pibe ahí!
El viernes, junto a Bandera de Niebla, van a reinterpretar el primer disco de No demuestra interés (N.D.I.), la banda hardcore que en 1993 acompañó una movida en Buenos Aires de la que fuiste protagonista. ¿Por qué ahora? Si bien ningún momento histórico se repite ni se parece, ¿creés que hay algún hilo conductor entre aquel momento y este que estamos viviendo?
Por un lado, queríamos ofrecerle esto al público. Sabemos que es un momento difícil para todos. A la gente le cuesta ir a un recital, pagar una entrada; esto por un lado, significaba dar algo más y ver qué sucede con eso. El lugar donde lo presentamos, El Emergente de Almagro, también es un lugar relativamente nuevo, con gente con buena onda para organizar. Los canales para difundirlo, para realizarlo, son abiertos, accesibles. Un espacio donde nosotros y nuestro público nos sentimos cómodos.
Yo no soy una persona nostálgica. Vuelvo a interpretar Extremo sur, el primer disco de N.D.I., porque es la música que yo hice en aquel momento y creo que vale la pena volverlo a hacer sonar. Por otro lado, la vigencia de ese material está intacta. Ojalá pudiera estar diciendo que todo lo que marcábamos en aquel disco de 1993 lo superamos. Pero no, las letras tienen actualidad: esto que hablábamos de lo superfluo, de las modas, de lo reprimido tanto por el orden policial como por nosotros mismos aún sucede. Igual, más allá de que esta noche va a ser genial, yo siempre estoy pensando en el disco nuevo que va a venir.
¿Y cómo es el disco nuevo de Bandera de Niebla?
Es un discazo. Un sonido nuevo, más allá que respeta lo anterior. Grabado en el Estudio El Pie, un estudio más grande que los anteriores donde grabamos. Con más tecnología, con más aire, con la producción del Nono: todas variables que hicieron crecer la propuesta de las canciones. También con más potencia en la composición. Son canciones con letras simples, pocas estrofas, contundentes. Retornando a lo humano, justamente. Ya lo van a escuchar.
Para escuchar a Bandera de Niebla: banderadeniebla.bandcamp.com