Santa María Eugenia Vidal, ruega por nosotros bonaerenses ahora y en la Hora de los Hornos pero no. Mejor no porque esa película de Pino Solanas ya no rige; ahora Pino es candidato serio que defiende la República y no un director de películas menores. Igual no estamos aquí reunidos para hablar de Pino.
Santa María Eugenia Vidal, gracias por protegernos del accionar de las mafias afincadas en las villas y en las comisarías, con el accionar de las mafias afincadas en tus grupos de amigos y patronos.
Santa María Eugenia Vidal, gracias por multiplicar nuestros impuestos, como pronto lo harás con los panes y los peces, o los palos.
Santa María Eugenia Vidal, hacé algo con tu boca. Por favor. El maxilar cobra vida propia por no estar dispuesto a mantener bajo llave cada cosa que callás. Santa María Eugenia Vidal, ¿dónde conseguiste llaves para mantener cerrado tu maxilar? Tu maxilar conoce los planes y está dispuesto a delatarte pero no es para preocuparse porque nosotros también conocemos tus planes y sabemos que nos lo hemos ganado.
Santa María Eugenia Vidal, reemplacemos la hostia por un pequeño hilo de tu baba acuñada entre los filamentos de la carne magra que ingerís en la cocina de tu base militar.
Santa María Eugenia Vidal, aún no descubrí en mi barrio frigoríficos que funcionen. ¿Me podés pasar por GPS las coordenadas exactas de tu milagro, que solo me topo con linyeras hambrientos contratados por los enemigos que Susana Giménez desenmascara?
Mi barrio siempre es ese, el de las persianas bajas. Mi barrio siempre es ese, al que el milagro no le llega; o es un zombie encerrado que disfruta por TV el beneficio de los otros. Perdón. Santa María Eugenia Vidal, llama a la gendarmería para que escarmiente nuestros malos pensamientos, como a Santiago Maldonado, y después me regale una bici para que vaya de joda a Brasil pero en la mitad me vea un humilde camionero.
Santa María Eugenia Vidal, quiero ser el perro de tus perros, quiero subirme a tu falda y sostenerte con la lengua el alcohol en gel mientras acaricias con tus manos limpias esta cabellera que se entrega a la acción directa de las terceras y cuartas marcas de shampoo, porque la fiesta terminó, Santa María: perdón porque hubo fiesta, hicimos mucho ruido, somos ahora los que necesitamos dormir o apaciguarnos pero no podemos, tenemos que preparar tu fiesta, es hora de tu fiesta, la de tus amigos, la que nunca termina, Santa María Eugenia Vidal, gracias por permitirnos este lugar en la bandeja, ser el pato de tu boda y de la de todos los que saben ser más lindos que yo o en su defecto, cantar canciones de Queen y usar sillas de ruedas.
Santa María Eugenia Vidal, te creo porque no sé bien qué otra cosa puedo hacer mientras percibo la erupción de ese volcán que guardo. Santa María Eugenia Vidal, cuando el volcán explote no va a alcanzar tu sonrisa para apagar los colchones y las cubiertas de la calle.