Juan Cáccamo

Juan Cáccamo es abogado y militante peronista. Fundador y referente del Frente Social Peronista, desde agosto de 2022 preside el fideicomiso Fuerza Solidaria de la Provincia de Buenos Aires. Nos juntamos con él para charlar sobre su recorrido militante, su generación, las lecturas sobre la política y los roles a través del tiempo. Saldos, créditos y el aporte para construir una visión de futuro dentro del peronismo.

Juan, vos sos fundador del Frente Social Peronista. ¿Cuál era la coyuntura política de aquel momento para tomar la decisión de reagruparse bajo un nuevo signo? Lo pregunto, teniendo en cuenta que había organizaciones peronistas y kirchneristas bajo las cuales ustedes podrían haberse alineado, pero sin embargo decidieron crear el FSP.

La coyuntura era que habíamos perdido las elecciones con Macri en la Nación y con Vidal en la Provincia de Buenos Aires, y Larreta había reelegido en la Ciudad de Buenos Aires. Grandes golpes –la Nación y la Provincia– que fueron en simultáneo durante 2015. La conformación del Frente Social Peronista se da en ese contexto, en un contexto de crisis y de resistencia. Y, en nuestro caso, veníamos de un proceso de salida de La Cámpora. Lo señalo porque es importante, en el sentido que vos me preguntás: nuestra construcción tenía una organicidad propia y esa salida de La Cámpora se daba naturalmente, no fue ni traumática, ni problemática.

Avizorábamos la resistencia y éramos una construcción muy territorial, muy representativa desde lo social. Muchos de nuestros compañeros venían de sectores de la economía popular, estábamos atentos a lo que era en ese momento la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, la CTEP: participamos, de hecho, en su primera marcha de Paz, Pan y Trabajo a San Cayetano, y empezamos a articular con ellos, ya que eran una herramienta que nos permitía garantizar recursos para merenderos y otras necesidades de nuestros barrios. El tema es que, más allá de esa articulación, tampoco estábamos dentro del esquema político partidario de la CTEP, porque nosotros siempre nos pensamos en el universo del peronismo, era nuestra identidad, la tradición política desde la que laburábamos y nos juntábamos en los barrios, en los trabajos, en las básicas. Por eso el nombre. El nombre no fue ninguna casualidad, es la identidad que nosotros le dimos a la organización.

Y empezamos, en aquel momento, a hacernos muchas preguntas sobre cómo íbamos a sostener nuestra construcción. Preguntas tan concretas y propias, que carecían de respuestas en otras orgánicas –como La Cámpora o como la CTEP–, al menos en ese momento concreto. Entonces decidimos no esperar eso. Teníamos muy claro que, si nosotros no conteníamos a nuestros propios compañeros y compañeras del territorio, no teníamos razón de ser como referentes. Es decir, iba a desaparecer nuestra construcción de tantos años en muchos barrios –tanto de la Ciudad de Buenos Aires como de provincia–, y entendíamos que corría riesgo nuestra identidad. Entonces, tomamos la decisión de armar una organización propia, con el fin de confluir, obviamente, en un espacio de organización y reagrupamiento mucho más amplio dentro del peronismo. Sabíamos que eso no nos daba un grado de centralidad ni un rol protagónico, pero sí entendimos que era –y de hecho, lo fue– un espacio de reagrupamiento genuino y un espacio desde donde había que aportar, un lugar que iba a representar nuestra lucha y la resistencia al macrismo.

En esa decisión, también pesa un poco el paso de algunos de ustedes por la CTA, ¿no? O sea, en el sentido de ya haber transitado, haber militado la autonomía, el gesto de cuidar núcleos de discusión y construcción por fuera de las estructuras organizativas mayores. Evidentemente, haber sido parte de ese tipo de construcción, cosa que compartimos, nos da cierto desparpajo o autoridad de experiencia de corte sindical a la hora de decidir “armar lo propio”, en el sentido de renuclearse antes de desaparecer.

Exacto. Yo creo que muchos a los que el 2001 nos encontró militando y resistiendo estamos cruzados por experiencias de autonomía. Soy un hijo del 2001, me reconozco como tal. Hijo de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, e hijo de los HIJOS, también, de los escraches. Pero, tal como decís, el movimiento piquetero, por donde yo pasé cuando era muy chico, y orgullosamente lo digo, era uno de los espacios de militancia más disruptivos en esa época, donde aprendí mis primeras herramientas de lucha y entendí lo que eran las asambleas, entendí lo que era el territorio, entendí lo que era la organización de las ollas, de los merenderos. Los movimientos sociales y el armado de la CTA en territorio eran donde había que estar.

Después, la militancia en la Central y el hecho de haber sido parte del armado del gremio de motoqueros, SIMECA, nos dieron un ejercicio de construcción más cualitativa que de escala. Todo eso junto fue de corte muy movimientista. Acordate que veníamos de resistir el menemismo, era dificilísimo. No había estructura, ni guita en las orgánicas, los genocidas todavía estaban sueltos y, realmente, el peronismo como tal había entregado, en términos políticos, económicos y sociales, casi todas nuestras banderas. Agruparse, resistir y luchar era una cuestión de cada día; en lo cotidiano, nadie pensaba cómo reconstruir el Partido, no había margen.

¿Quiénes eran los referentes para vos en aquel momento? ¿De quiénes aprendiste vos, Juan?

De todos. Pero siempre hay mojones en el camino. Yo empecé militando en La Dignidad, con Rafa [Klejzer] y Laura [Bitto]. Tendría diecisiete años. En la CTA, el Tano [De Gennaro] sin duda fue alguien que para nosotros significó un faro, una referencia muy importante de lucha. Se habían ido de la CGT. Lo mismo Hebe [De Bonafini], la claridad para armar y conducir todo el dispositivo de las Madres en esa etapa histórica. Después, mis compañeros de HIJOS y de SIMECA. Yo siempre digo, previo a mi militancia orgánica, las Madres y los escraches fueron mis primeros pasos de militancia inorgánica. Después, por supuesto, en la militancia más orgánica, la llegada de Néstor [Kirchner], que era alguien sumamente desconocido para nosotros y que terminó conquistando el reconocimiento, junto a Cristina, desde las políticas de Estado y una invitación concreta a la construcción dentro del peronismo.

Ya que la entrevista nos llevó al 2001 y a los procesos organizativos y de lucha de aquellos años, y comprendiendo que ninguna situación histórica es idéntica, ni se repite, ni se resuelve de la misma manera, ni con los mismos dispositivos, ¿creés que en el presente hay variables de continuidad con esa época –pobreza, exclusión, falta de trabajo– y cómo lees las expectativas políticas del campo popular respecto a cómo resolverlas?

Yo creo que hay expectativas en el campo popular, que obviamente siempre las tenemos. Primeramente, creo que existe un registro popular de hacia dónde conducen estos procesos políticos del liberalismo. Nuestro pueblo, en ese sentido, es bastante sabio. Creo que nos propició un fuerte castigo en las últimas elecciones: fue más un voto en contra nuestro que a favor de la propuesta política del gobierno de Milei. El pueblo lo tiene clarísimo, está padeciendo en carne propia lo que significa este gobierno. Tiene clarísimo hacia dónde está conduciendo esto, en lo económico, en lo social, en lo cultural, en todo; pero no encuentra claridad en la dirigencia y en la política para resolver sus problemas.

Pero esto me parece que es un déficit nuestro. Para no ponerlo fuera, o sea, yo me pongo adentro de ese déficit. Digo, me parece que la gente no está viendo claridad en su propio espacio de representación. Cada vez nos fuimos achicando más, fuimos representando menos, fuimos discutiendo cosas e intereses que nos alejaron de lo que realmente le importa a la gente. Entonces, eso tiene un costo, y ese costo claro que tiene similitud con el 2001, en el desgaste, en el desánimo con la política.

Evidentemente, también la composición de las organizaciones sociales de fines de los noventa tenía una robustez y un ejercicio de diálogo con la gente, de presencia, con la práctica de comprometer a los militantes cada vez más, que hoy podríamos asegurar que perdimos. Más allá de perder la elección, perdimos movimiento. Estamos lejos de los estándares de lucha que nosotros teníamos en los noventa. Las propias organizaciones mermaron un poco sus luchas, subestimaron socialmente al resto de los argentinos que podían ser parte, ¿no?

Comparto. En términos de organización nos achicamos, claro que sí. Hoy cuesta mucho la interacción, cuesta llegar a la gente. No olvidemos que, a fines de los noventa, inicios de los 2000, no había ni Internet. Las claves organizativas eran otras respecto de las prácticas concretas. Para ser justos, también hay que tener en cuenta ese proceso. Y ni hablar de que el poder hoy también se ha dado un trabajo de desarticulación fenomenal. De romper lo colectivo, de desprestigiarlo, inclusive, y de demonización de la organización comunitaria. La nueva realidad social, completamente cruzada por la tecnología junto a una estrategia mediática extrema de desprestigio y persecución, nos ha erosionado, lastimado.

Pero, igualmente, coincido con lo que planteás: también las organizaciones sociales, las estructuras de trabajo comunitario, se han relajado. Quizás, en perspectiva, hasta se ha perdido un poco de humanismo, se ha perdido el punto de partida de todo lo que nos movía a hacer política: la felicidad de los hombres y mujeres argentinos. Como decía Perón, “la política no es un fin sino el medio” (para el bien de la Patria), y quizás los últimos años también las organizaciones o la militancia venimos confundiendo a la política como el fin último de nuestra práctica…

Por eso destaco el rol de Juan [Grabois], en términos de que logró volver a poner en el centro a la persona humana. También en el Cuervo [Larroque] veo ese gesto de recuperación. Recuperar el humanismo hoy es muy importante, porque vos fíjate que lo que reina es la deshumanización. Tenemos un gobierno nacional deshumanizado, que descarta personas permanentemente; entonces, realizar la tarea cotidiana de preocuparse por el otro, de hacer por el otro, me parece trascendente. Nosotros tenemos que empezar a construir el lazo desde ahí, desde pequeñas cosas, no desde lo macro, más bien desde lo micro. Hay que escuchar y estar al lado de la gente.

Además, hay problemas en los barrios que quizás no impactaban como ahora: el narcotráfico, por ejemplo, o las apuestas. Hoy el narcotráfico está muy anclado en el territorio y ocupa un lugar social, da respuestas concretas a la población: de guita, de ocupación, de resolución de problemas cotidianos. Casi que te juega lo paraestatal: es un actor trascendente del territorio para el mal. Eso cuando nosotros éramos jóvenes y militantes no estaba tan desarrollado como lo está hoy, realmente es muy preocupante, y desarrollar respuestas ante ese avance necesita de otra articulación, de otra creatividad.

Hoy, los problemas que nos aquejan son otros. Con los pibes, por ejemplo, un tema que siempre te interesó mucho a vos, Kari, que hace años que te escucho hablar de los jóvenes, sobre todo el tema del laburo, de los problemas que tienen los jóvenes a la hora de encarar la vida adulta… Bueno, no tuviste escucha sobre ese tema, y mucho menos hubo soluciones. Ahora tenemos a los pibes sin laburo, atravesando temas de consumo problemático, y muchos de ellos metidos también en el juego: la rapidez y amplificación del consumo de apuestas online fue increíble. Con estos temas tenemos que estar ahora concientizando, con campañas muy profundas, conteniendo a las familias, que están muy preocupadas y en muchos casos no saben ni cómo actuar. Las organizaciones y la Iglesia también están con preocupación y ocupación sobre estos temas, pero siempre como que corremos de atrás… Siempre de atrás, frente a problemas que cada vez son más graves. Realmente, son temas que nos desbordan, y no debería ser así.

Y son temas por los cuales también la sociedad te castiga, ¿no? No sé, una madre o un padre que tienen al hijo sin laburo, joven, expuesto a cualquier instancia para resolver alguna forma de vivir, ¿por qué querés que te vote?

Y encima vos hablás de temas que no tienen nada que ver con su problema, y terminás explicando cosas macroeconómicas, lícitas y urgentes también, pero que no tienen que ver con la agenda social. Ese es el desafío para el peronismo, articular una nueva agenda social con un programa político.

En ese sentido, yo creo que desde la Provincia de Buenos Aires se está trabajando muy fuerte en intentar revertir la situación. Creo que ahí al menos se mira este desafío de frente, y eso genera una expectativa de futuro, de esperanza. Tenemos que seguir trabajando fuerte en eso. Hoy no hay que trabajar en clave electoral, hay que trabajar en clave de gestión, hay que resolver los problemas cotidianos, hay que gestionar lo más que se pueda para la gente. Todo es insuficiente, pero, hoy que a mí me toca ocupar un lugar de gestión en la Provincia, trato de hacer eso todos los días. Trato de alejarme lo más que puedo de los lugares que no suman, de los lugares que te llevan a la interna. Supongamos que quizá puedan darte cierto rédito en términos políticos, pero te restan de cara a la gente.

Ya que nombraste el tironeo de la interna dentro del peronismo, ¿cómo lees este momento? Porque, al tiempo que se necesita una estructuración monumental para afrontar la coyuntura, hoy por hoy el arco de las alianzas parece ser difícil dentro de la estructura partidaria. ¿Cómo se lee, dentro de La Patria es el Otro, esta coyuntura, por qué estamos como no pudiendo caminarla aún?

Bueno, después de una fuerte derrota como la que tuvimos, el peronismo sin duda está en un proceso de ebullición, está en un proceso de discusión, está en un proceso, te diría, de renovación… o debería. Por supuesto que tenemos a Cristina, que es alguien sumamente importante y trascendente desde lo político, desde lo simbólico: Cristina está, y no se la puede obviar, porque no podemos prescindir de ella. En este momento, para afrontar esta etapa y esta coyuntura, Cristina es imprescindible; pero necesitamos sin dudas sumar, y en ese sentido me parece que hay que tratar de ampliar la discusión para poder entender de alguna manera cuál fue el mensaje que se nos dio en el marco de esa derrota. Nosotros, en el marco de la Patria es el Otro, siempre bancamos a Cristina, porque ella es parte identitaria de esa construcción, eso nunca estuvo en discusión. Se plantea que Cristina… que Axel… que Máximo… Y la verdad que me parece que es una discusión falsa y que lo único que hace es restarnos, en un momento en que tenemos que salir a ampliarnos. Estamos dando una discusión, me parece, o se intenta que esa discusión sea para adentro, cuando en realidad nosotros tenemos que salir a discutir y ampliarnos para afuera.

Me parece que el peronismo, volviendo a tu pregunta, requiere una fuerte reestructuración, y no te diría tanto de arriba para abajo, sino de abajo para arriba. O sea, nosotros no solo tenemos que discutir ahora los nombres para los cargos partidarios; tenemos que discutir cómo nos vamos a poner en funcionamiento, cómo vamos a salir de vuelta a convencer, cómo vamos a ir de vuelta a enamorar con el peronismo, de qué manera vamos a reavivar generacionalmente la doctrina peronista. También pensando en cierta trasmisión hacia una nueva militancia de lo social.

Decías que hoy te ocupa un cargo de gestión, porque estás ocupando un rol desde 2022 en la Provincia, específicamente encabezando Fuerza Solidaria, el fideicomiso que se desarrolló desde el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia que tiene por objeto promover al sector cooperativo. ¿Con qué realidades y problemas se encontraron, cuáles son los desafíos para ese sector?

La gestión de Fuerza Solidaria es diferencial. En principio, porque su objetivo no es la maximización de las ganancias, ni la rentabilidad financiera, como lo que sería en un fideicomiso tradicional. Las decisiones, al ser la autoridad de aplicación el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad, se toman en función de una visión de desarrollo de lo social y lo comunitario. Y, en ese sentido, la indicación del ministro Larroque tenía como primer objetivo que el universo de la Economía Social de la Provincia de Buenos Aires tuviera acceso al crédito. Para el sector cooperativo, obtener crédito siempre es difícil. Incluso el Banco Provincia –que es fiduciario de Fuerza– necesitaba esta herramienta, no para desentenderse, sino al contrario, para propiciar un canal mayor de atención a las cooperativas. Porque desde la ventanilla bancaria no llegábamos a darle a nadie respuestas satisfactorias. El cooperativismo requiere un entendimiento particular, y la herramienta de Fuerza Solidaria fue la forma que encontró la Provincia, mediante el Banco y el Ministerio de Desarrollo.

Desde agosto de 2022 nos pusimos a trabajar, y vemos materializadas acciones concretas en la realidad de las cooperativas. Trabajar junto al Cuervo es gestionar incansablemente, eso también a uno lo ayuda. Ni hablar los compañeros de cogestión del Banco y todo el equipo del gobernador. Fue muy importante también el equipo de trabajo y de gestión que armamos. Juntos, logramos extender la vida de ese fideicomiso, que estaba casi por morir. Lo extendimos por diez años, mediante la última Ley de Presupuesto. Esa medida nos permitió volver a prestar en sesenta meses, o sea, ampliar el plazo del crédito. El año pasado, renovamos un convenio con el INAES que estaba muy desactualizado: pasamos de prestar quince millones cada dos años a prestar cien millones de pesos cada cinco años, y subsidiando veinticinco puntos de tasa que antes eran quince puntos. El fideicomiso se creó en 2006, en la gestión de Felipe Sola, y las cooperativas lo conocían como instrumento de crédito; pero creo que el acierto del gobernador y del ministro fue reactivarlo y actualizarlo de acuerdo a la coyuntura que atraviesa el sector de la Provincia, darle otro tipo de vigor. Así, logramos que se incorporen muchas organizaciones, para las cuales este es su primer crédito. Muchas que no se animaban, y el equipo técnico de Fuerza leyó particularidades que las hacían realmente crediticias.

Y los resultados están a la vista: el último año hemos aprobado 103 créditos por 682 millones de pesos y, en el último comité, aprobamos créditos por más de 200 millones. Otra cosa muy importante es que no tenemos morosos. Tenemos mora cero en la cartera de crédito, no hay ni un crédito impago, ni una cooperativa que haya dejado de pagar en este contexto económico.  Lo que habla de verdadera cooperación, ya que cada actor crediticio sabe que, si deja de pagar, le dificulta a otro tomar crédito.

Contra todo el relato de que las cooperativas no son rentables, Fuerza Solidaria –que es la herramienta crediticia de la Provincia– creo que demuestra que las cooperativas, tanto del sector agrario como de la producción o del desarrollo comunitario, tienen capacidad de desarrollo. El tema es que les falta financiamiento. En la Provincia de Buenos Aires, el cooperativismo hoy solo tiene al gobierno provincial. Fíjate que todos los organismos nacionales se quedaron sin presupuesto. Nosotros somos los únicos que estamos dispuestos a financiar al sector. El sector cooperativo es muy representativo, en términos de lo que produce, en términos de puestos de trabajo y en términos del servicio que brinda en la Provincia de Buenos Aires y en los municipios. En muchos casos, son cooperativas las que se encargan de garantizar servicios básicos: desde telecomunicaciones, energía eléctrica, gas, agua, cloacas. Son cooperativas de servicios públicos que contribuyen al desarrollo y social en las comunidades más pequeñas con eficacia y calidad. Entonces, es muy importante el sector en términos de trama comunitaria, y eso es lo que nosotros atendemos y fortalecemos.

El otro día veía una intervención de Iñigo Errejón que me pareció brillante: decía que los poderosos relataban la época, que los poderes oligárquicos reúnen más poder que cualquier político, con la ventaja de que nadie les pide ninguna explicación. Ponía de ejemplo la medida que había tomado el gobierno español de bajar el IVA de algunos alimentos, y cómo la cadena Mercadona no había bajado los precios en esa oportunidad. Sin embargo, cuando el gobierno repuso el IVA, la cadena puso un cartel en cada caja registradora –obligando a sus empleados a militar esa causa– argumentando que subía los precios por culpa del Estado. Paradójicamente, cuando se bajaron los precios desde el Estado, no pusieron ningún cartelito diciendo “ha bajado el precio, pero me lo quedo yo de margen”. En línea con eso, me interesa articular este rol que tenés ahora con tu paso durante el kirchnerismo por la Secretaría de Comercio. Tanto con esto que planteás del cooperativismo como en aquella experiencia, hay una mirada sobre el desarrollo nacional y, por lo tanto, imagino, una concepción formada sobre el empresariado argentino.

Bueno, acá también pasó. Hubo una tasa municipal que subía un impuesto y los supermercados hicieron ese mismo cartel culpando a la política. Horadar este tipo de poderes necesita de mucha construcción, y también de modelos para seguir. Yo creo que Brasil es el espejo para mirarse. No solo porque es el gigante de la región, sino porque en el manejo tanto del comercio interno como del comercio externo aplicó políticas de protección. O España, también con esto que comentás. El tema es que el empresariado brasilero constituye una burguesía muy fuerte que apuesta a su país, a su moneda, al comercio internacional, defendiendo intereses nacionales. Nuestro empresariado no tiene esas características. A ver, todo empresario quiere hacer negocio. Acá en Argentina siempre se hicieron, se hacen y se harán negocios, porque es un país rentable: no veo que a los grandes empresarios, los que conocemos de nombre y apellido, les vaya mal en sus balances. Les ha ido bien a lo largo de los años, pero no hubo modificaciones estructurales para que ese sector y sus ganancias queden articuladas con el crecimiento del país. Medidas que produzcan un equilibrio entre los intereses nacionales y los intereses particulares. Quizás podría situarse un punto de inflexión en la dictadura como el momento en el que los argentinos comenzamos a perder poder de decisión política sobre el terreno de los negocios y de los intereses de las empresas y los poderes oligárquicos comenzaron nuevamente a avanzar sobre los del Estado. Tal como dice Iñigo, esa ecuación hoy es brutal y es muy difícil de cambiar.

Pero en un momento nosotros vamos a tener que avanzar sobre ese terreno político. Por algo se tiene que empezar. El tema es la correlación de fuerza, no tiene que ver solamente con llegar al gobierno. Construir poder político, para que la comunidad vuelva a decidir. Lo digo sin ingenuidad: este gobierno puede avanzar en un montón de ocasiones por decreto porque los empresarios, el poder real, no lo van a cuestionar. Si nosotros avanzáramos en modificaciones estructurales por decreto, ¡vaya quilombo que tendríamos! Del mismo modo, nosotros necesitamos mucho poder político, como el que supimos construir para la recuperación de YPF, para sacar a las AFJP. Y mirá, ahora, lo que retrocedimos. Tomemos para bien lo que planteó Wado, salgamos de la chicana boba. Hay que volver a construir un escenario de esas características, no para estar contra los empresarios, sino para dialogar. Algo se rompió de esa trama en el camino, más allá de la correlación de fuerzas adversas.

Cuando estábamos en la Secretaria de Comercio, en Economía también éramos pibes. Yo tomo lo que dijo Wado con buena leche, en ese sentido, es parte de la autocrítica. Estábamos muy preocupados en la defensa, no entendíamos la estrategia de un Julio [de Vido], la efectividad de un [Guillermo] Moreno. Hubo algo de eso que pasó, que generacionalmente no se entendió. No se puede concentrar en una etapa histórica mucho poder y no tener como prioridad el dialogo y la apertura. Había que construir puentes, teníamos que construir consensos. Teníamos que construir confianza. Porque, en definitiva, la relación con el empresariado es siempre una relación interpersonal, y no para el negocio propio, que no se me entienda mal: a ver, Moreno levantaba el teléfono y hablaba con Alfredo Coto, Julio haría lo mismo con los presidentes de las compañías eléctricas. Yo no sé, después, quiénes hablaban con los “uno” del comercio argentino. O sea, muchas veces, el tema de precios en los supermercados, o de las tarifas energéticas, dependen de cinco tipos que están leyendo y manejando todas las variables. Se trata de las personas, de la confianza que vos generás, de las relaciones que vas construyendo a lo largo de los años con esas personas, incluso entendiendo que esos roles cambian, rotan. Demonizarlos está tan mal como idolatrarlos; en toda relación sana eso no puede correr. Eso también es una construcción, un trabajo, es confianza, cumplir los acuerdos que se van generando de un lado y del otro. Otra cosa es perderte y no saber de qué lado estás. Pero, si no confundís el rol ni el lugar ni quién es el sujeto que representas, hay que laburar en esa trama, construir acuerdo tras acuerdo que te permitan avanzar en escala.

¿Vos creés que el “axelismo” tiene esa escala?

Yo entiendo que la Provincia de Buenos Aires, sin duda, ha avanzado en niveles de inversión y acuerdos importantes con diferentes tipos de sectores productivos, incluso internacionales. En este contexto tan desfavorable a nivel nacional, que la Provincia con sus características mantenga niveles productivos habla de una capacidad sin discusión. No podemos leerla en escala, porque el fenómeno recesivo no permite escalar situaciones. Pero lo que en su momento quizá fue una crítica a Axel, por su forma más controlada del gasto, hoy es un atributo. Es una virtud que Axel sea cuidadoso en los recursos, en el ejercicio de la gestión. Los bonaerenses se lo van a agradecer muchísimo; los intendentes, también. En una situación económica tan compleja, no cualquiera puede estar en su lugar. Eso ya te marca la escala, el cuero para gobernar. Hablamos de la Provincia de Buenos Aires en este contexto de asfixia y siendo la referencia más clara enfrentada a Milei. No cualquiera puede con esa coyuntura. En ese sentido, para mí la esperanza tiene nombre y apellido y es Axel Kicillof.