En una mansión francesa de Nueva Orleans vivía el general Manuel Bonilla. Tenía como vecino a “Sam the Banana Man”, apodo de Samuel Zemurray, dueño de la famosa United Fruit Company, aquel pulpo estadounidense que se apoderó obscenamente de la costa central del continente. Esa sociedad fue muy redituable: el empresario le prestó al militar el yate Horney con una tripulación muy especial: mercenarios fuertemente armados y sedientos de sangre que le permitieron a Bonilla usurpar la presidencia de Honduras. Obviamente, el negocio del plátano era aún más redituable con presidentes dóciles.
“Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín (Miami, 30 de noviembre de 1987) es un administrador, empresario y político ecuatoestadounidense. Se desempeña como presidente constitucional de la República del Ecuador desde el 23 de noviembre de 2023”. Si bien el joven mandatario insiste en que nació en la costera Guayaquil, pocos le creen. La evidencia indica que su corazoncito late bien al norte, ama las arenas blancas de Florida y toda su vida académica la realizó en Estados Unidos. En enero viajó a Miami para estar en el nacimiento de su tercer hijo.
Heredero de la mayor fortuna de Ecuador, amasada al calor de la explotación masiva del banano —sector que encadenó al país al subdesarrollo mediante la apropiación de la vida política y económica—, y con una ambición sin techo al estilo de Sam the Banana Man, a sus 36 años Daniel Noboa ya obtuvo un hito que su padre persiguió como si fuera El Dorado: Álvaro Noboa probó el fragor de la arena política, pero falló sus cinco tiros: nunca pudo apoltronarse en el sillón del Palacio Carondelet. El premio consuelo fue la elección como asambleísta en 2007, pero fue destituido por sus pares por no presentar sus declaraciones de bienes y patrimonios. Polvo entre sus dedos. Su hijo logró en el primer intento lo que su progenitor nunca pudo. Ambos, con o sin cargo, siempre estuvieron de los dos lados del mostrador sorteando impunemente los cargos por explotación, violencia laboral y evasión de impuestos en sus compañías. Delincuentes de traje y corbata, con pase libre a la Casa Blanca y cuentas ocultas en la opacidad que otorga la impunidad de ser multimillonarios.
El Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) reveló en los últimos años la existencia de una red mundial de personas de interés con cuentas offshore y empresas fantasmas. Los Panama Papers y los Paradise Papers evidenciaron la facilidad que tienen los poderosos para esconder sus dividendos en guaridas criminales bajo la fachada de sociedades serias para evadir impuestos o blanquear capitales hediondos. El diario brasileño Folha de Sao Paulo reveló en octubre de 2023 que Noboa figuraba como beneficiario de dos compañías en territorios turbios. En Ecuador las leyes prohíben ser candidato a quienes “tengan bienes o capitales, de cualquier naturaleza, en paraísos fiscales”.
Acostumbrado a la impunidad del clan Noboa, Dani the Banana Kid se puso el traje de matón y ordenó el asalto de fuerzas policiales con el apoyo de militares a la Embajada de México en Quito con el objetivo de secuestrar al exvicepresidente del país, Jorge Glas, a quien se le había concedido asilo político, perpetrando así la violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 (inviolabilidad de las misiones diplomáticas y obligación al Estado receptor a proteger las instalaciones de la embajada y a no ingresar en ellas) y la referente al Asilo Diplomático de la Organización de Estados Americanos de 1954, entre otras.
El viernes 5 de abril de 2024, en la ciudad ubicada en la mitad del mundo, Dani the Banana Kid cruzó el Rubicón de siglos de tratados que forjaron el derecho internacional moderno. Campeonó en las tribus digitales ultras, donde la indecencia da medallas.
Con los hechos en caliente, Roberto Canseco, jefe de la cancillería mexicana, entre indignado y estupefacto tras ser maltratado por los asaltantes, declaraba en la puerta de la embajada: “Entraron como delincuentes, es una locura, pueden matarlo (a Glas). Estábamos por salir y nos encontramos con ladrones”. El 9 de abril, en la tradicional conferencia matutina, el presidente mexicano Manuel López Obrador divulgó imágenes de la brutal invasión a la legación en Quito.
La propia OEA de Luis Almagro, quien seguramente no querría haber dicho palabras tan fuertes, tuvo que ser explícita. Ecuador recibió la condena “enérgica” de 29 países. El único voto en contra fue el del propio Ecuador, evidenciando así el aislamiento regional en el que quedó. El 10 de abril el Consejo Permanente aprobó la resolución “Intrusión de la Policía Ecuatoriana en la Embajada de México en violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y la Institución del Asilo Diplomático”, que rechazó “cualquier acción violatoria o que ponga en riesgo la inviolabilidad de los locales en las misiones diplomáticas”.
La respuesta llegó el 15 de abril, Noboa compareció ante la cadena australiana SBS World News. Dijo no estar arrepentido de su orden de asalto: “Era mi responsabilidad. Si Glas hubiera escapado usando vehículos de la embajada y aviones del gobierno mexicano, entonces habría lucido demasiado débil para todos. Ahora que atrapé al tipo, soy demasiado fuerte. Así que es un poco difícil complacer a todos, pero la gran mayoría de la gente en Ecuador está contenta con mi decisión”, se justificó.
En la última frase de esta declaración está la clave. El mandatario derechista apuesta a consolidar el apoyo interno con acciones temerarias: 1) Intensificar la guerra contra los cárteles de la droga; 2) Exacerbar el chauvinismo y la victimización tras el incidente con México; 3) Consolidar su política comunicacional en redes al estilo Nayib Bukele. Una condición sine qua non para consolidar su política de mano dura y el futuro de su carrera política será obtener una holgada victoria en el referéndum del 21 de abril para enmendar la Constitución de Ecuador. Este incluye once preguntas, principalmente sobre seguridad, entre ellas: permitir la participación de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen trasnacional; aumentar las penas de cárcel por delitos de terrorismo y narcotráfico; aceptar arbitraje internacional para conflictos con empresas, y dotar al Presidente de facultades especiales para ciertos temas. Otra muestra más de cómo el proyecto del presidente de El Salvador se ha irradiado a todo el continente. En el tramo final de la campaña, las encuestas auguran una cómoda victoria del Sí a pesar de la alta tasa de indecisos.
A Noboa no le mueve el amperímetro el asalto a suelo soberano mexicano para secuestrar a un ciudadano asilado. El estatuto de refugiado se convirtió en una foto habitual en las décadas del 1960 y 1970, cuando miles de perseguidos se resguardaban en embajadas para salvar su vida y obtener salvoconductos que, tarde o temprano, eran otorgados por las dictaduras militares que arrasaban América Latina. Así lo retrató el vibrante documental Santiago, Italia, de Nanni Moretti, que a través de testimonios con los protagonistas relata cómo la Embajada de Italia en Santiago protegió a centenares de perseguidos tras el golpe de Pinochet en Chile en septiembre de 1973.
“Ahora que atrapé al tipo, soy demasiado fuerte”, dice, cual protagonista de telenovela berreta, Dani the Banana Kid. El tiempo dirá si será promovido de estatus por los reaccionarios habitués de la península de Florida.