En las últimas semanas, desde el gobierno nacional se presentaron políticas de foco para atender el empleo en jóvenes –“Te sumo”, “Argentina Programa”, “PRACTICA”– que muestran la preocupación por los índices de desocupación que, en el sector de la juventud, duplica al de la población adulta. A esta situación se suma la incidencia de la informalidad: al menos seis de cada diez jóvenes que tienen empleo realizan sus tareas bajo una contratación precaria. Entonces, si bien entre los jóvenes de 18 a 24 años la tasa de desocupación alcanza al 30 por ciento, si a esa cifra le sumamos los demandantes de empleo (aquellos que pueden “ocuparse”, pero las condiciones del mercado laboral en el que se insertan –malos salarios, precariedad, inestabilidad, intensidad de la jornada laboral, sin protección social etc.– hacen que estén permanentemente buscando rotación), el problema de los jóvenes y el trabajo alcanza a casi la mitad de esta población. Pero el panorama es aún más complejo, porque el desempleo afecta a los jóvenes que más necesitan trabajar: los que provienen de hogares de menores ingresos. De acuerdo al informe “El mercado laboral en Argentina: estructura, impacto del COVID-19 y lecciones para el futuro” del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), los varones y las mujeres de hasta 29 años, de niveles educativos bajos y con trabajos informales, fueron los más afectados en la Argentina por la caída en la tasa de empleo registrada en 2020 como consecuencia de la crisis económica que era previa, pero se profundizó por la pandemia. Por ejemplo, aquellos con estudios primarios incompletos redujeron su empleo en un 28%, mientras que quienes tienen estudios universitarios lo hicieron en 7,6%. En este sentido, la discusión que plantean organizaciones como la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) sobre la reconfiguración de la clase trabajadora y la importancia del rol que cumple, en este sentido, la economía popular como generadora de empleo y derechos, resulta también necesaria de atender frente a esta realidad.

Como dijimos hace algún tiempo en Sangrre, tener a los jóvenes como punto de partida implica saber quiénes son, dónde están, cuáles son sus inquietudes, sobre qué tramas sociales reconstruyen sus posibilidades. Siguiendo este derrotero, conversamos con Rafael Villanueva, referente de la Juventud del Movimiento Evita.

Uno de los ejes que tratamos de enfocar desde nuestra revista tiene que ver con la situación actual de los jóvenes, particularmente en torno al trabajo. Sobre todo, considerando que los datos de desocupación en la franja de 18 a 24 años crecen enormemente. En este sentido, primero queríamos preguntarte cómo ves la situación de los jóvenes hoy, cuáles son las principales problemáticas que se les presentan en torno al empleo y cuáles son las salidas que encuentran ante esta crisis del mercado laboral.

El principal problema de la juventud hoy en la Argentina tiene que ver con el trabajo. Creemos que hay varios elementos a tener en cuenta en este tema. Uno tiene que ver con el crecimiento económico, con el crecimiento de las fuerzas productivas del país, con la puesta en marcha de lo que el Presidente llama la “reconstrucción argentina” y con cómo esa reactivación va a generar oportunidades de trabajo para pibas, pibes, jóvenes en la Argentina.

Pero también entendemos que es necesario tener una política específica anclada en varios aspectos hacia las juventudes, más allá de la recuperación económica que, de manera más general, mueve todas las fuerzas productivas del país. Y en ese sentido, creemos que hay que valorizar la economía popular, aquellos jóvenes que se organizan para “inventarse” su propio trabajo. Hay que apoyar eso financieramente para poder darles potencia, capacidad productiva y dignidad a esos trabajadores y trabajadoras. Creemos también que es importante empujar a aquellos jóvenes que tienen ideas novedosas o emprenden en la búsqueda de un futuro y hay que darles todas las posibilidades para que crezcan.

También hay que profundizar mucho el vínculo entre los jóvenes que están en instancias educativas y el mercado laboral para que piensen con inteligencia su inserción en ese mercado. En este sentido, hay que profundizar las becas Progresar para pensar cómo la capacitación, una vez terminado el secundario, tiene que ver con una inserción específica en el mercado laboral.

En los últimos meses desde el gobierno nacional se presentaron algunos programas en relación con el empleo joven (“Te sumo”, “Argentina Programa”, “PRACTICA”). ¿Cuál es la evaluación que tienen ustedes sobre estas políticas? Y, más allá de estos aportes, ¿cuáles creés que deberían ser los ejes, las cuestiones centrales que deberían tenerse en cuenta a la hora de pensar políticas públicas de trabajo para los jóvenes? ¿Qué problemáticas deberían atender que son constitutivas de la realidad de los jóvenes y que quizá no están todavía tan presentes?

Las iniciativas son buenas, ya que van en el sentido de lo que planteaba recién: tienen que ver con un gobierno que entiende que hay una problemática fuerte en este sector, que hay que atender esa demanda. Pero hay que profundizarlas. Es decir, creo que van en una dirección correcta pero, naturalmente, no son suficientes. Es muy interesante el crecimiento, como pensamos, de la economía del conocimiento y las nuevas tecnologías, y cómo la juventud puede insertarse en esos procesos productivos. Es muy interesante también pensar cómo la herramienta de la economía popular es una salida para muchos pibes y muchas pibas y es necesario pensar cómo esa economía popular no sea de subsistencia, sino que sea una economía con derechos.

Me parece que estamos en un momento en que necesitamos un plan integral para las juventudes que involucre tanto la problemática del trabajo como otras problemáticas asociadas que constituyen la vida de las personas de forma integral. Es decir, nosotros no creemos que solo un aspecto de la vida de los jóvenes pueda ser abordado de manera aislada; por lo cual, creemos que tenemos que pensar desde una mesa interministerial, un paquete de medidas para las juventudes que transitan tanto la realidad educativa como la realidad laboral. De manera tal de poder ir conectando los programas como el Progresar, la realidad del Potenciar Trabajo y otras políticas que hay con estas nuevas herramientas que mencionás. Y armar, constituir un plan integral para acompañar la trayectoria de vida de las juventudes y poder avanzar en constituir mayores grados de dignidad para ese sector.

Hace algunas semanas, en la marcha del 7 de agosto, la UTEP presentó la propuesta de un Salario Básico Universal, con la premisa de garantizar que nadie quede debajo de la línea de indigencia. ¿Cómo impactaría esto en el caso de los jóvenes? También hubo una diferenciación entre el Salario Básico Universal y el Potenciar Trabajo, por ejemplo; es decir, una diferencia entre un subsidio universal y las políticas de trabajo de la economía popular. En una discusión que el Evita y la UTEP están dando en torno a qué es el trabajo hoy, cómo es el sujeto de trabajo y cuáles son los nuevos derechos que deberían construirse sobre esta nueva realidad de empleo que se viene modificando ya hace varias décadas, ¿cuál es el rol que tiene la economía popular –y estas discusiones– para los jóvenes?

Las organizaciones presentamos el proyecto de Salario Básico Universal porque entendemos que la inyección de recursos en el sector más castigado permite levantar las condiciones de posibilidad de desarrollo de una vida digna. Como bien decís, permite la salida de la indigencia efectivamente, y también proyectar para muchas personas un futuro con trabajo digno. Ahora, sí entendemos que la salida necesariamente es desde el trabajo y la producción para una Argentina donde entremos todos, y en ese sentido el salario básico universal no es contradictorio con otras políticas de empleo, sino, al contrario, potencia las posibilidades de desarrollar esos proyectos. Si hay un compañero que no tiene nada, es muy difícil que se ponga a proyectar producción, trabajo, organización comunitaria. Pero un compañero que, por lo menos, tiene garantizado un piso para salir de la indigencia, es un compañero que puede estar pensando en constituir un pequeño emprendimiento, una iniciativa laboral, productiva.

Entendemos, entonces, que el salario básico universal es fundamental para pensar no solo esto que digo en cuanto a la producción, sino también lo vinculado a la realidad educativa y a la vida de los jóvenes en relación a la educación. Un pibe que puede evitar estar en situación de indigencia es alguien que puede planificar una terminalidad educativa o proyectar un oficio, una carrera para integrarse al mercado laboral desde una especialidad. Esa inyección de recursos en los más humildes de nuestra patria no solo es un deber moral, sino la planificación de un país donde podamos involucrar a la mayor cantidad de gente en los procesos educativos y productivos, que nos permita crecer como nación.

¿Qué otras cuestiones –más allá del empleo– trabajan desde los movimientos populares como demandas de los jóvenes, y que consideran que deberían ser ejes de políticas públicas o de políticas populares?

Desde las juventudes de los movimientos populares trabajamos diversas problemáticas que siempre se interrelacionan y están vinculadas. Por eso nosotros concebimos el trabajo en este sector desde una mirada integral. Trabajamos mucho con los consumos problemáticos y las adicciones, en casas de recuperación de consumos. Tenemos también mucho trabajo sobre el acceso a la Educación Sexual Integral en los barrios populares de la Argentina: entendemos que eso es una discusión que se presenta de una forma para el sistema educativo formal, pero a la que no hay mucho acceso en los barrios populares.

Al mismo tiempo, trabajamos con lo que tiene que ver con lo laboral y todo lo que estuvimos hablando: la constitución de cooperativas, de unidades productivas. Trabajamos en lo que tiene que ver con el acceso al hábitat, para que no sea un sueño para un pibe poder tener una casa propia, para que todos los barrios tengan acceso a servicios, para que la realidad de vivienda y hábitat de nuestro pueblo sea más digna: la verdad es que tenemos una juventud muy movilizada alrededor de esa problemática, porque muchas veces al barrio quien lo embellece, lo pone bien, lo mantiene, no es el Estado, sino los propios pibes, muchas veces estigmatizados con la idea de “la esquina”.

Y también trabajamos con la protección de derechos frente a las fuerzas de seguridad, es decir, la violencia institucional que muchas veces se ejerce sobre nuestras pibas y nuestros pibes, y entendemos que las organizaciones son garantes de proteger, de hacer saber los derechos, de ponerle un límite a las fuerzas de seguridad que, muchas veces, desde una perspectiva discriminatoria o clasista, hacen foco sobre los jóvenes de barrios populares, de nuestras organizaciones o a quienes nosotros tratamos de representar. Por lo cual, efectivamente, trabajamos diversos temas, pero, como decía, siempre desde una mirada integral y vinculados entre sí.