Esta semana la Estancia Casa Nueva en Entre Ríos fue noticia, cuando un grupo de ruralistas que responden al exministro de Agricultura del gobierno de Mauricio Macri Luis Miguel Etchevehere la rodearon con jinetes, tractores y camionetas 4×4. La movilización se realizó con violencia, amenazas de muerte, xenofobia expresa y descalificaciones de todo orden hacia Dolores, hermana de Etchevehere, dueña del campo, quien decidió ceder una parte de él para la puesta en marcha del Proyecto Artigas, un modelo agrario sostenible, contrario al modelo extractivo sojero que impera en la provincia, y que es llevado adelante por un grupo de trabajadores de la tierra junto a movimientos sociales y ambientales. Contra estos trabajadores y las organizaciones también cargaron sus odios las patotas de ruralistas movilizados.
Conversamos con Eve Closter, integrante del MTE Rural – UTEP que participa desde la Estancia en el desarrollo del Proyecto Artigas, sobre sus objetivos, sus fundamentos y los desafíos que implica poder escalar un modelo de producción agroecológico, para demostrar no solo su sustentabilidad, sino su eficiencia productiva y económica, bajo parámetros que tienen en cuenta la salud ambiental y social y una distribución más justa de las ganancias de la tierra.
¿De qué se trata el Proyecto Artigas? ¿Hace cuánto y cómo lo están desarrollando?
Nosotros estamos en Estancia Casa Nueva, que está en el Departamento La Paz, Entre Ríos, desde el jueves 15 de octubre junto a Dolores Etchevehere, que es la dueña de esta tierra. Ella ha decidido destinar el 40 por ciento de su herencia a construir este Proyecto Artigas que tiene tres ejes fundamentales: verdad, justicia y reparación histórica. Junto con Dolores lo que pretendemos construir es una colonia agrícola, una comunidad de pequeños productores que trabajen la tierra, cultiven y puedan demostrar que podemos producir alimentos sanos, agroecológicos, sin glifosato, sin agrotóxicos, en una provincia donde el eje de la producción agropecuaria es la soja bajo un modelo con el agrotóxico como pilar fundamental.
Desde que llegamos, empezamos a construir una huerta, como una primera experiencia para ir conociendo la tierra y ver en qué condiciones está. Se trata de un suelo muy envenenado, no solo para la soja, sino también para la producción ganadera que no es la que nosotros pretendemos construir, sino que está pensado bajo la lógica de un modelo extractivista hegemónico. Entonces, empezamos con la primera huerta agroecologica. La idea es que, en este proceso, vengan pequeños productores, se puedan seguir instalando, construyan y empiecen a trabajar parcelas. Nosotros lo pensamos en tres etapas. En la primera, pensamos trabajar con 40 productores que van a instalarse –aunque muchos ya están acá– pero la idea es que se instalen más fijamente, con un objetivo más claro.
¿Se trata de productores de la zona?
Hay productores de la zona, que van a aportar desde la experiencia, no solo hortícola, sino también desde su experiencia avícola y apícola, ya que también vamos a desarrollar esas producciones, junto con la ganadería. También hay otros casos de compañeros y compañeras productores que han venido de distintas partes del país a conocer y a compartir su experiencia. En esta primera etapa, la idea es empezar a producir, ver cómo funciona, planificar este proyecto y después poder ampliar. Empezamos con 40, después la idea es ampliar a unos 100 y, en una tercera etapa, poder llegar a unos 150 y, si podemos, incluso pasar ese número.
¿Comenzaron con la siembra? ¿Qué están produciendo en esta primera etapa?
Comenzamos a sembrar, ahora berenjena, lechuga, perejil, albahaca. En esta primera siembra que estamos haciendo es evaluar, según la etapa del año, porque el sol es muy fuerte. Tenemos que construir media sombra y otras estrategias similares para que no se nos quemen los cultivos. Nos encontramos con un suelo con algunas particularidades, porque es una tierra que viene desde hace mucho tiempo trabajando de otra manera. Entonces, requiere abonarla bastante, generar un proceso con el abonado, que nos lleva tiempo pero que es necesario porque la favorece con nutrientes que hoy no tiene.
Otra cuestión central es la comercialización, ya que también está concentrada. Ustedes pertenecen al MTE Rural, supongo que tienen estrategias en el marco de ese espacio. ¿Cómo piensan esa instancia?
Sí, en algunos productos es sumamente concentrado el proceso de comercialización. Nosotros apuntamos a seguir fortaleciendo, en principio, las redes de comercialización populares, como una de las que tiene el MTE Rural, por ejemplo, que es “Pueblo a pueblo”. Pero esto implica todo un desafío por la escala. Implica mostrar que esta cantidad de tierras que están y han sido producidas por otro modelo son igual de productivas y eficientes que sin la utilización del glifosato. Es decir, que la agroecología es posible a gran escala. Cosa que el modelo hegemónico intenta derribar todo el tiempo, diciendo que es un mito, que no se puede. A partir de ahí, es posible ir pensando también otras cadenas de comercialización. Para la zona, primero, que es lo que nosotros pretendemos: Santa Elena, La Paz, los pueblos que están cerca. Fortaleciendo la producción y generando trabajo. Y, en un proceso, ampliar esa escala de comercialización como desafío.
Hablas de generar trabajo, y se trata también de discutir un modelo de trabajo agrario en mejores condiciones que el que propone el modelo extractivo imperante y que, en muchos casos, implica condiciones terribles para los trabajadores de la tierra.
Sí, en el campo hay mucho de ese trabajo injusto, lo ha habido durante muchos años y hasta ahora hay casos de trabajo a destajo y de explotación usurera. Estos grandes dueños de la tierra, como Luis Miguel Etchevehere, son ejemplos del trabajo esclavo. Nosotros también nos encontramos con eso, con trabajadores y trabajadoras que viven con un sueldo miserable, mientras los dueños tienen toda la tierra, una tierra que nunca para, que siempre produce para llenarse sus bolsillos.
También trabajadores –y comunidades– expuestos a condiciones no solo malas en términos laborales, sino en cuanto a la salud. Una de las cuestiones que se escucharon estos días, por ejemplo, es la gran cantidad de chicos con cáncer de la provincia de Entre Ríos…
El 55% de los gurises que llega al Hospital Garraham son de Entre Ríos y eso no es casualidad. Es la demostración de un modelo que usa agrotóxicos y glifosato sin control. Las escuelas rurales son víctimas, porque se fumiga al lado, no hay ningún tipo de reglamentación, no hay regulación. Cuando se intentó, obviamente, se impidió por el poder de estos dueños de tierras.
Dentro de las tierras de Dolores, de hecho, funciona una escuela.
Pegado al campo hay una escuela agrotécnica que siempre estuvo acá y a la que los hermanos Etchevehere les robaron parte de hectáreas, a punta de pistola. Esas hectáreas que fueron robadas hoy se están usando para producir otra cosa. Nosotros ya hemos tomado contacto con la escuela, con las autoridades, con quienes forman parte de esa comunidad educativa. Entre nuestros primeros actos está la restitución de esas tierras para que los gurises puedan venir a hacer las prácticas y no tengan –como ahora– que hacer 18 kilómetros, teniendo una estancia como esta al lado donde se pueden producir muchas cosas y que, además, parte les pertenecía. Ahí es fundamental, de nuevo, pensar la agroecología no solo para cuidar la tierra y favorecer al ambiente, sino para mejorar las condiciones de vida, tanto desde la alimentación como desde la producción y el trabajo.