Comenzó su mandato como gobernador de Mendoza afrontando en diciembre una de las mayores manifestaciones de los mendocinos para que vetara las modificaciones de la Ley 7722 que habilitaban la actividad minera con el uso de sustancias químicas. Al corto tiempo estaba enfrentando junto al resto de los gobernadores argentinos la aparición de casos de Covid-19, que al 16 de julio suman en la provincia 382 casos positivos, 132 recuperados y 13 fallecimientos. Y, más allá de haber sido el sucesor de Alfredo Cornejo, parece haberse familiarizado con el rol secundario ante el protagonismo del exgobernador y presidente de la UCR, al punto de poder soportar sin inmutarse hasta una declaración de supuesto “independentismo” de la provincia que gobierna. ¿Qué rol ocupa Rodolfo Suarez en el escenario político provincial y nacional?
Antecediendo a los hechos, en setiembre del 2019 Helio Perviú, diputado provincial, representante del Frente de Todos de Mendoza, advertía a SANGRRE sobre una situación donde el radicalismo mendocino, de la mano de Cornejo, podía dejar a la provincia atravesada por la necesidad del dirigente de crear un polo opositor. Hoy, con el escenario político débil e incierto de la gestión de Suarez, volvimos a charlar con Perviú en el intento de reactualizar el estado de situación.
Ante el desdibujado protagonismo del gobernador de Mendoza, ¿podés describirnos el proceso de Rodolfo Suarez al frente del gobierno provincial? ¿Existe un plan estratégico para llevar adelante su gestión provincial?
Lo que hay que dejar claro, en primer lugar, es que el radicalismo ya lleva cinco años gobernando Mendoza. Después, si hay problemas internos entre el gobernador que se fue y el actual, serán peleas al interior de esa fuerza política que no deberían trascender a las acciones de gobierno. La verdad es que en esos cinco años Mendoza no está bien: tiene graves dificultades financieras que venían de la gestión anterior a manos de Cornejo, situación que, por supuesto, la pandemia la ha agudizado.
Es claro que existe un tironeo de cómo llevar adelante la gestión provincial en términos políticos. Por un lado, alejándose de la Nación, argumentando que todo lo que les sale mal en Mendoza es porque el gobierno nacional los ataca. Por otro lado, la alternativa a ese gesto, que sería una decisión más madura, implicaría asumir que Mendoza forma parte de una Nación y que hay que tener una visión estratégica en esa realidad, de visión conjunta. No vemos, en ese sentido, aún una estrategia política clara por parte del radicalismo.
Evidentemente, pasados unos pocos meses, se ha demostrado el aislamiento de la provincia que advertías en la campaña electoral. ¿Cómo analizás el rol que pasa a tener la provincia en términos de gestión de cara a la Nación? ¿Crees que las ansias de “independencia” provincial están realmente avaladas por estructuraciones sociales concretas?
Efectivamente, ese intento de posicionamiento de los dirigentes del radicalismo a nivel nacional, como es el caso de Cornejo, es muy irresponsable para con los mendocinos. Porque discursivamente construye una versión aislacionista de Mendoza que nos encierra como provincia. Lo que demuestra, en realidad, es su incapacidad para construir consensos, para generar un diálogo fructífero en términos políticos. Entonces, tensiona, habla en nombre de la provincia cuando Mendoza tiene un gobernador que debería encargarse de gestionar y mantener el diálogo con el presidente de la Nación. Creo que Cornejo habla desde el lugar de un opositor; pero de un opositor que ha asumido su posicionamiento a partir de tirar piedras ante cualquier situación de diálogo. En ese sentido, se parece más a Bullrich que a Larreta, y termina siendo disfuncional para su propia alianza. Pero esa es la decisión de juego que, evidentemente, sabíamos podía tomar.
Lo importante para nuestro bloque es preservar el vínculo de Mendoza con la Nación, para que sea fructífero para todos los mendocinos. Ese intento discursivo de que Mendoza está “aislada”, porque el ejecutivo Nacional es como un cuco que nos persigue, no resiste ni siquiera una mirada rápida por los números de partidas presupuestarias que Nación garantizó a Mendoza en los meses de pandemia y cuarentena. Los mendocinos beneficiarios de la AUH la siguieron recibiendo del presupuesto nacional; los jubilados, también; el ANSES aplicó exitosamente el proyecto ATP para los trabajadores de la provincia. O sea, los mendocinos tenemos un vínculo directo con el gobierno nacional que trasciende la gestión del gobierno provincial.
Además de los montos para beneficiarios AUH, jubilados, IFE, ATP y Tarjeta Alimentar, Nación gestionó en estos meses $1254 millones de pesos en créditos a tasa cero para 10.000 beneficiarios y $5.575 millones de pesos en créditos con garantía FOGAR —si tenemos en cuenta que, de los $223.000 millones otorgados a Mendoza, la provincia se queda con el 2,5% de los créditos en promedio—.
En otras palabras: los problemas estructurales de la sociedad mendocina, o sea, de los mendocinos concretos, de carne y hueso, no son un problema de partidos políticos. Son problemas de cómo llevan la vida adelante en una de las crisis más duras que atraviesa el mundo. En ese sentido, la Nación demuestra que puede contribuir a resolverlos, está presente. Sin dudas. Basta con hablar con los intendentes de ciudades mendocinas, que están recibiendo el financiamiento para realizar obras, o con el ciudadano de a pie, para que el discurso “separatista” que pretende armar Cornejo se caiga en mil pedazos.
Respecto al proyecto hidroeléctrico Portezuelo del Viento, el presidente Alberto Fernández decidió suspender el inicio de la obra hasta no haya acuerdo con las otras cuatro provincias que ven comprometido el uso del agua. ¿Tiene la provincia capacidad de gestión para enfrentar esta decisión, o los aires “separatistas” harán naufragar sus posibilidades?
Sobre la obra de Portezuelo, lo que el presidente Alberto Fernández ha planteado es que se terminen de hacer los estudios de impacto ambiental, porque es lo que están reclamando el resto de las provincias que comparten los usos del Rio Colorado. La obra de Portezuelo lleva muchos años de planificación; probablemente sea una de las obras hidroeléctricas más estudiada en nuestro país. El tema es que presenta una dificultad. Como es sabido, un rio genera usos: pueden ser usos de riego, usos para agua potable, generación de energía o, finalmente, el uso turístico. Lo complejo de la obra de Portezuelo es que se hace o planifica en territorio de Mendoza, sobre un rio —sobre el que Mendoza tiene derechos a una parte de su caudal— que la provincia no explota, porque en esa zona en que el rio pasa por Mendoza no hay áreas para regar. La única forma de uso que tiene la provincia para aprovechar ese rio es generar energía.
O sea, es una obra que en Mendoza podría generar energía, pero aportar para riego en el sur de la provincia de Buenos Aires, que es quien usa el rio Colorado para eso. Porque Neuquén, La Pampa y Rio Negro no utilizan el Colorado para esos usos. Entonces, hay que encontrar el punto de coincidencia y habrá que ver si, en algunos casos, lo que se están buscando otros gobiernos provinciales es que la obra no se realice. Por ejemplo, La Pampa tiene una posición tomada al respecto, y no quiere saber nada con la obra mendocina. Hay otras provincias que con algunas garantías ambientales podrían acordar. La cuestión es ponerse de acuerdo, encontrar un punto de equilibrio en el acuerdo del manejo del rio. Nosotros tenemos la esperanza de que Alberto Fernández contribuya en ese diálogo y lo propicie más fructífero, ya que es evidente que el argumento de la escasez del agua no puede usarse para detener la obra de un dique.