Lola Berthet estudió en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, y al segundo año ya había empezado a hacer teatro independiente. En televisión, sus personajes en las tiras Verano del 98, Los Roldán, Son amores o La Lola, le valieron un gran reconocimiento público y dos premios Martín Fierro (actriz revelación en 2002 por Son amores y mejor actriz de reparto en 2007 por La Lola). Por intermedio de un amigo conoció a Milagro Sala y encontró su lugar de pertenencia como militante en la Tupac Amaru, organización social que motorizó talleres de teatro, música y pintura para los chicos de las copas de leche de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.

Lola Berthet (fotografía: Sebastián Miquel)
Lola Berthet (fotografía: Sebastián Miquel)

El año pasado, las últimas elecciones de la Asociación Argentina de Actores consagraron a Lola secretaria general del sindicato. Desde allí, da batalla contra el combo explosivo que supone la coyuntura económica, que achica notablemente el campo laboral de la cultura, junto a la política neoliberal aplicada desde el Ministerio de Trabajo. Una conjunción que profundiza el desgaste paulatino de los derechos laborales de los actores y la pauperización de sus condiciones de trabajo. Conversamos con ella sobre esta situación y los desafíos que ella impone a la acción gremial, y sobre los puntos de trabajo posibles para avanzar en el sector cultural en caso de que cambie la coyuntura.

¿Cuál es la situación actual de los actores, en el marco de la crisis económica que golpea ya desde hace algunos años al país?

En primer lugar, tenemos que empezar por el teatro. Si me voy algunos años para atrás, el primer tarifazo los golpeó a todos de una manera tremenda: centros culturales, teatros, salas. En segundo lugar, tenemos que hablar sobre la falta de ficción en Argentina, que hoy es realmente grave. Este año habían proyectadas algunas ficciones que finalmente no se hicieron. Al contrario, y como mecanismo generalizado, mucha lata turca, brasilera, empieza a surgir en este tipo de gobierno. Por eso, cada vez que aparece una ficción, y se puede sostener, se festeja mucho en el sindicato, porque es trabajo para los compañeros. Y, además, por nuestra obra social, que está pasando un momento muy crítico, porque es una obra social solidaria: cuanto más trabajo hay, más podemos aportar para el que no tiene también.

Nuestra carrera tiene unos altos y bajos a los que uno se va acostumbrando. Pero una cosa es el alto y bajo de la carrera individual de cada actor y otra el contexto social que produce que todo esté en baja. Entonces, la estamos luchando constantemente, siempre en defensa del salario de los compañeros. Están siendo momentos muy duros, pero jamás vamos a bajar la guardia.

En la etapa anterior, ustedes habían logrado políticas de avance de derechos –no solo de defensa, como describías recién–, entre ellas, la Ley del actor. ¿En qué situación está hoy?

La Ley del actor salió en 2015, la reglamentó el gobierno actual y en este momento está en la Corte. Como está todavía en esa instancia, no se aplica. Por ejemplo, en el caso de la tele, lo que hacen los productores es dividir los contratos para no pagar aguinaldo y vacaciones sobre el cien por cien del salario del actor. Te dividen el contrato entre el salario y algo inexistente que llaman “derecho de imagen”, a veces 70-30, a veces 50-50, y las vacaciones y el aguinaldo te la pagan por la parte de menor valor. Es decir, no se está respetando la Ley del actor y eso afecta mucho a la obra social también. La ley, además, debe ser aplicable a todas las ramas, no solo a la televisión: también al cine, a la publicidad, al teatro (no cooperativo).

¿Cuáles son los derechos que específicamente garantiza la Ley del actor?

Los actores no teníamos vacaciones ni aguinaldo. Es un logro magnífico que esta gestión haya alcanzado esa ley porque, si no, éramos como NN frente al Estado. Te jubilabas como un ser “independiente”, o con las moratorias. Está buenísimo que alguien pueda hacer una película y sobre ese trabajo tenga sus derechos de aguinaldo y vacaciones pagas como todos los demás trabajadores. A su vez, es difícil de comprender, porque el aguinaldo y las vacaciones le corresponderían a un trabajador con continuidad laboral de todo un año. Pero se fue adecuando, se trabajó mucho, los compañeros de gremiales hicieron un trabajo inmenso para poder adecuar nuestra tarea, tan particular, a las lógicas del Estado, la AFIP, las reglamentaciones, de modo que pudiera salir la ley y lograr el reconocimiento como trabajadores y trabajadoras.

Quizá para los actores también, como gremio, fue un trabajo reconocerse en la figura del “trabajador”, más allá de la idea del “artista”.

Fue avanzando el pasar de “soy actor, soy actriz” a decir “soy actor trabajador, soy actriz trabajadora”. Creo que es parte de una cultura también más general, donde la gente tiene que entender que un actor que tuvo un éxito un año en la tele no se volvió rico, hay todo un mito alrededor de eso. El avance sobre estas concepciones, estas transformaciones, se debe también a la cercanía del sindicato a otros espacios, a la posibilidad de plantear otras discusiones. Nosotros tenemos como idea que la cultura es un derecho humano fundamental, marchamos con los docentes, acompañamos a las Abuelas y las Madres, los 24 de marzo marchamos, tenemos veintiocho compañeros desaparecidos. No es un sindicato solo gremial –más allá de que una de nuestras patas más fuertes sea la lucha por el salario y los derechos–, sino que incluye esa concientización social, porque el actor es un ciudadano más. Y eso hay que decirlo, militarlo, tomar conciencia tanto desde adentro como desde el afuera del gremio.

La visión de la cultura como un derecho humano que resaltás es importante también porque muchas veces, incluso desde sectores políticos, hay una visión sobre los actores más “ornamental”, digamos, una especie de lectura simple alrededor de dónde está situado tal o cual actor en términos públicos. ¿Cómo manejan, como organización, ese tema?

Hay una cuestión que viene del afuera; por ejemplo, la etiqueta de que somos un “sindicato K”. El año pasado tuvimos un momento que fue de mucha felicidad y a la vez después recibimos todos los palos: el acto del 25 de mayo y del 9 de julio. Lo armamos entre todas las organizaciones, los sindicatos que pertenecemos, por ejemplo, a la CTA. Al haber en el escenario Madres, Abuelas y actores, se le adjudicó el acto a “los actores K”. Es algo que a mí en particular me tiene sin cuidado: nosotros representamos a todos los compañeros afiliados, no preguntamos de qué partido son. Pero sí sabemos que, como sindicato, vamos a estar del lado de los gobiernos que defiendan a los trabajadores para adquirir derechos y para perfeccionar los derechos adquiridos. Eso sí está clarísimo. Siempre desde la articulación política se trabaja con esa base.

En tu caso particular, ¿cómo fue la trayectoria militante, la actuación y el reconocerte trabajadora, el acercamiento a la política, hasta llegar a la Secretaría General de Actores?

Cuando me pregunta sobre el inicio de mi militancia, yo siempre contestaba que fue en el 2008 con la Tupac Amaru. Hasta que empecé a ver mi carrera y una de mis primeras obras fue de Teatro por la Identidad, A propósito de la duda, dirigida por Daniel Fanego. Ahí empecé, entonces: porque el arte y estar arriba de un escenario con un mensaje también es militancia política.

Vengo de una familia que siempre me enseñó que el sindicato es el alma que abraza al trabajador. Que siempre está, para bien y para mal, para ir a quejarte o para ir a felicitarlos. Mi viejo siempre me dijo “apuenas puedas, andá y afiliate al sindicato, porque es el que siempre te va a defender”. Y así lo hice: ni bien completé las funciones necesarias para poder afiliarme, vine y me asocié. Cuando vino esta gestión, la de los compañeros de la lista Celeste, que ya lleva tres mandatos, empecé a participar, me uní mucho, porque entendí que el sindicato estaba cambiando, era un sindicato al que yo sentía que podía pertenecer. Desde afuera, cuando iban a las asambleas a los canales, yo los escuchaba. Cuando proponían el paro, las medidas, era de las primeras que sostenía que había que acompañar al sindicato. Siempre estuve del lado de esta conducción, porque creo que le da mucho valor a todo eso y ha logrado unos avances increíbles.

En cuestión de militancia individual, la aparición de Néstor Kirchner a mí me hizo ver que había un lugar político al que uno podía pertenecer. Yo soy de la década de los noventa, donde teníamos la venda de “no te metas en política, porque es sucia”. Con la aparición de Néstor empecé a ver que la política volvía a florecer de la manera en que hay que entenderla y hacerla, diferenciada del poder y en términos permanentes y cotidianos: entender que uno se levanta y ya hace política.

Entonces, conocí a Milagro Sala por medio de un amigo que quería presentármela, porque sentía que la iba a amar. Y así fue. Nunca más me separé de la Tupac. Un día le dije a la Flaca que quería hacer algo desde mi lugar de la cultura. Y solo me respondió “Meta, meta”. Me junté con las compañeras de la sede de Buenos Aires y armamos talleres de teatro, música, pintura, tanto en las copas de leche de las villas de la ciudad como del conurbano. Estuvimos todo un año, todos los sábados, dándoles clases, junto a treinta profesores, a todos los chicos de las copas de leche de Lanús, Quilmes, la Villa 31, como quince grupos que se habían armado. Milagro para mí es mi maestra de fuerza.

¿Cómo analizás lo que pasó con ella todo este tiempo?

Lo de la Flaca fue venganza y odio puro. Sabíamos que algo iban a hacer, pero no pensamos que iba a ser tan rápido. Este gobierno asume un 10 de diciembre y el 16 de enero la meten presa y después le empiezan a tirar las causas. Es mujer, es coya, logró una construcción de viviendas con un cuarenta por ciento menos de costo que las empresas privadas, se metió a defender el litio, que es un negocio muy importante en Jujuy. El Inmorales aprovechó que ganó y la metió adentro.

Yo fui en febrero a verla. Hablo bastante con ella y está bárbara. Tiene una cabeza muy importante, es una guerrera maravillosa. Así que mantenemos la esperanza de, en cualquier momento, poder traerla para Capital y que le hable al pueblo en la Plaza.

Pensando en la perspectiva de un nuevo gobierno a partir de diciembre, ¿cuáles serían las prioridades en cuanto a políticas de avance del gremio?

Antes que nada, la reglamentación de la Ley del actor. Pero va a haber que reconstruir muchas cosas. Nosotros estamos siempre muy atentos a los presupuestos del INT (Instituto Nacional de Teatro), de Proteatro, del INCAA. En ese plano hay que recomponer mucho, porque los recortes tuvieron un impacto fuerte, y hay que seguir bregando por todas las trabajadoras y los trabajadores.

Uno de mis grandes objetivos antes de terminar mi gestión, y creo que de todas las compañeras que formamos parte de la Comisión de Género, es que el protocolo de género se incorpore efectivamente a los convenios colectivos de trabajo. Se firmaron cartas de compromiso solo con ADET (es decir, con los empresarios de teatro) y con doblaje, que, en ambos casos, aceptaron que sea convencional. El resto de las cámaras no quieren que sea convencional. El lunes pasado tuvimos una charla con los afiliados y las afiliadas presentando el protocolo y sabemos que va a ser una pelea muy dura. El sindicato tuvo varios casos que se viralizaron mucho por los perfiles de quienes componen este gremio, algo que que sirve también para visibilizar a otros que no son escuchados. Nuestra gran pelea va a ser esa y no vamos a dar marcha atrás. Porque una cosa es armar campañas de buenas costumbres, hablar de la violencia, concientizar –que también lo hacemos–, pero necesitamos la ley para que no nos llegue el caso ya consumado. No queremos que pase más y la única herramienta que tiene el sindicato es nuestra ley de lucha, el convenio.

En ese mismo sentido, pero ampliando un poco más el foco, como secretaria de Cultura de la CTA, ¿cómo imaginás esta transición hacia un nuevo gobierno –que, casi todos suponemos, será del Frente de Todos–, donde las centrales obreras van a tener que mantener un equilibrio entre acompañar y exigir?

Creo que va a ser una transición donde vamos a tener una tranquilidad en algunos temas muy importantes, como Derechos Humanos, por ejemplo. Si llega a venir otro gobierno nacional y popular, hay cosas centrales que no van a pasar: el caso Maldonado (que el otro día se consiguió su reapertura, lo que me dio una alegría inmensa), o cuando tuvimos que salir por el 2×1. Ese sufrimiento que nos atraviesa a todos. Los gobiernos nacionales y populares eso no lo tienen ni en agenda ni en la cabeza.

Entonces, se viene un momento que no va a ser fácil tampoco, pero uno tiene otra esperanza de lucha, es otra la manera con la que uno sale de su casa. Sabiendo que es mucho lo que hay que recomponer, que va a llevar mucho tiempo, pero que estamos todos más juntos y que el Estado que te está representando te va a entender. Ahí las cosas cambian, porque cambia la sensación de que nadie te está escuchando.