El domingo 17 de marzo Córdoba votaba, en elecciones primarias, la fórmula que representaría a Cambiemos en su aspiración para conducir la provincia. Pero la imposibilidad de llegar a un acuerdo interno sobre las formas y el marco para resolver la disputa entre las candidaturas del intendente de Córdoba, Ramón Mestre y el jefe del bloque en Diputados, Mario Negri, devinieron en la ruptura de la coalición. El frente conformado por Mario Negri, Héctor Baldassi y Luis Juez presentó la nueva alianza denominada Córdoba Cambia. Los integrantes del “grupo Balcarce” –como se los conoce en Córdoba por ser los elegidos por la Casa Rosada– también presentaron un nuevo logo, pero con un diseño, tipografía y color muy similar al de Cambiemos, lo que podría ser motivo de impugnación por parte del otro sector de la ex alianza. El actual intendente Ramón Mestre se presentará con la histórica Lista 3 de la UCR, y aspira poder cobijar allí a todo el arco anti-macrista de su partido.
En el peronismo, a diferencia de otras provincias, la nueva coalición Hacemos por Córdoba –presentada hace dos días por el gobernador aspirante a la reelección Juan Schiaretti– no contiene a Unidad Ciudadana, aunque sumó a viejos aliados locales e incorporó al GEN de Margarita Stolbizer y al Partido Socialista del gobernador santafesino Miguel Lifschitz. Los sectores del kirchnerismo llevan al diputado nacional Pablo Carro como candidato en el Frente Córdoba Ciudadana.
Aprovechamos la mirada puesta sobre las fuerzas políticas cordobesas durante las últimas semanas, para charlar con Germán Calvi, director de planificación en el Observatorio del Sector Audiovisual e Infocomunicacional, sobre la dinámica del peronismo cordobés, su relación con los otros actores políticos de la provincia y su estrategia para ganarle al macrismo.
Córdoba es una de las pocas provincias donde el peronismo se divide con dos candidatos. Por un lado, el gobernador Schiaretti y, por otro lado, el diputado Carro. ¿Cuáles son las principales características del proceso del peronismo en Córdoba por las que se produce este armado?
Hay un tema histórico, de liderazgos en el peronismo cordobés –De la Sota primero, Schiaretti ahora– que no lograron puentes antes con el Frente para la Victoria y hoy con Unidad Ciudadana. Desde antes del 2003, Néstor y De la Sota adscribían a idearios diferentes, Néstor estaba más cerca de Duhalde, De la Sota más cerca de Menem. De la Sota tenía aspiraciones presidenciales. De hecho, cuando tiene el accidente estaba armando su candidatura presidencial para el 2019 con buenas chances. Me acuerdo que después de la elección de 2009 en Buenos Aires, cuando Néstor pierde por dos puntos y Martín Sabbatella saca seis puntos, él habla sobre la responsabilidad de los armados y de la derrota, y dice que la responsabilidad siempre es del que tiene más votos. Con lo cual creo que, en el caso de Córdoba, mientras el oficialismo tuvo que ver con el Frente para la Victoria hubo mayor responsabilidad por no alcanzar ese acuerdo para parte de la conducción nacional y creo que hoy, en ese sentido, hay más responsabilidad en la provincia. Hay un desencuentro con un espacio que tiene fuerza social y que logró una representatividad electoral en 2017, que no encuentra una mesa de consenso que le pueda ofrecer los marcos para ir juntos en la provincia. Ante eso, hace valer los votos que tiene. A mí me parece muy poco feliz ese camino, porque el que se beneficia de esa interna es el macrismo. Y de vuelta, igual que en Neuquén, vas al titular de “un aliado de Macri le gana al kirchnerismo”, en vez de lo que verdaderamente es: una derrota del macrismo y una victoria del peronismo. Yo creo mucho en la política, con lo cual creo que cada día que pasa podemos seguir acercando posiciones de manera dinámica.
¿Creés que hay alguna posibilidad todavía, entre estas PASO y la elección definitiva, de conciliar algún acuerdo?
Yo creo que siempre hay posibilidades, porque creo en la política. De la Sota llegó a bajar la lista de diputados nacionales antes de una elección; con lo cual, poder, se puede todo. Creo que hoy el candidato del peronismo que puede ser gobernador en Córdoba es Schiaretti, con lo cual me interesa discutir qué hacemos para ganar. En ese sentido, me parece equivocada la estrategia de Pablo como candidato a gobernador, porque no hay atrás de eso una discusión de victoria, sino una discusión testimonial. Y creo que no es un momento testimonial. Valen todas las estrategias que lleven a consolidar una victoria de la oposición al macrismo, de todo lo que no sea macrismo explícito. Pienso que es momento de repensar seriamente cómo logramos poner en valor la fuerza que tiene cada uno en el territorio. No creo que la manera sea resignar lo que uno tiene, ni encolumnarse sin discusión; pero, por ejemplo, Schiaretti tiene a Nora Bedano como presidenta de la Agencia de Cultura de Córdoba, una mujer que fue dos veces intendenta en Villa María por el kirchnerismo. Es decir, no es que no haya forma de que el kirchnerismo no tenga espacio dentro de su gobierno, me parece que hay que ver cómo.
¿Y esta mirada te parece que es una discusión al interior de Unidad Ciudadana?
Unidad Ciudadana surge en 2017 como necesidad de votar a Cristina. Hay una estrategia de los gobernadores frente a la necesidad de no discontinuar la obra pública, de poder seguir discutiendo la coparticipación, de sostener un equilibrio en la gestión. En ese sentido, ninguno de los gobernadores encabezó una oposición al gobierno, más allá de que no coincidan ni le hayan pedido las cosas que hicieron. Ahora muchos de los gobernadores y los bloques que dependen de ellos fueron funcionales a construir mayorías que sirvieron para convalidar leyes que no tenían nada que ver con la propuesta del peronismo en la elección del 2015. A partir de ahí se abre una tensión, porque se desdibuja el lugar de la oposición y aparece un vacío, quién es el opositor a Macri en Córdoba. Martín Llaryora –candidato a diputado nacional en 2017 por el PJ en Córdoba– no se instala como candidato de oposición al macrismo. Se instala con un discurso de cuidar Córdoba, que es el mismo discurso que tenían durante el kirchnerismo y que hace mucho sentido en la provincia: cuidar las necesidades de desarrollo de la provincia sin nacionalizar la discusión en un escenario adverso. Ahora, una parte del electorado necesitaba una oposición a este modelo económico nacional, algo que le pusiera un límite democrático. Entonces Pablo Carro, desde un sector gremial, desde la demanda, aparece como un emergente de una renovación en la política, logra ponerle nombre a eso, rompe todas las expectativas y alcanzar una representatividad y una banca para ocupar ese rol: defender Córdoba y oponerse a la política del Gobierno Nacional. Creo que es muy saludable ese proceso en 2017. Hoy, vuelvo a decir, no es una elección legislativa, es ejecutiva. En ese marco, desde el peronismo, la discusión es quién es el próximo gobernador de la provincia. Y en esa discusión, el próximo gobernador es Schiaretti. Aparece, entonces, una segunda discusión: cómo somos parte o nos sentimos parte de esa elección si el schiarettismo nos excluye. Ahí creo que la mayor responsabilidad la tiene él y es un error del peronismo provincial no generar una mesa que no contenga esto. Porque, además, la elección se va a polarizar, es de esperar que cambien los porcentajes del 2017, que los que queden en el medio pierdan y si se abroquela toda la derecha cordobesa no está holgado Schiaretti aunque sea el candidato con mayor preferencia.
Ayuda en ese proceso, sin embargo, el hecho de que Cambiemos dispute una interna tan visible entre Negri-Baldasi y Mestre.
Ellos están gastando un tiempo precioso, pero lo que es más grave, están prescindiendo de las reglas del juego de la democracia. El gobierno nacional no está preocupado por ir a un juego electoral tradicional. En el cierre de lista del 2017 también discutían otra cosa. Mestre tuvo que cerrar bajándose de la lista después de diez días de paro del transporte público donde se le prendía fuego la ciudad: una enorme operación de desgaste para un cierre de listas. A ellos no les importa la gestión, el Estado, las instituciones; están discutiendo otra cosa. Entonces, pueden pensar en que un tipo como Negri, que hace veinte años está en la superestructura de la provincia, que no generó ningún beneficio para la provincia de Córdoba, que no tiene experiencia de gestión moderna, con un Gobierno Nacional que va a una crisis estructural, sea gobernador, lo que es un suicidio para Córdoba. Y puede pasar que un intendente que fracasó dos veces en la gestión de la ciudad más grande, que claramente no tiene una vocación de servicio y que antepone a un proyecto provincial una pelea interna a través de los medios, quiera ser gobernador. Es una coyuntura que habla de la calidad política que ha perdido el radicalismo en general, y que en Córdoba se expresa más visiblemente porque era el último lugar donde tenía una ciudad importante para la política nacional. Hoy no hay un radicalismo cordobés orgulloso, una cantera de cuadros que estén pensando una proyección para la provincia y la Argentina del futuro; hay una fábrica de empleados del Estado que no quieren perder ese conchabo.
Es una tristeza muy grande en términos políticos, porque Córdoba podría ser una ciudad modelo para el Mercosur, un faro en la región, un centro de ideas, una referencia cultural, económica, urbana, de infraestructura. Y no es nada de eso, es un lugar de conflicto. En ocho años no pudieron resolver el problema del transporte público, de la higiene, de la seguridad. Pero están mediáticamente blindados, lo cual provoca que la sociedad no tenga una valoración tan negativa de la gestión como en la realidad es. No hay un solo cordobés que hable bien de algún aspecto de la gestión en la ciudad de Córdoba. De hecho, se presenta Tomás Méndez en 2015, su primera elección, un partido nuevo, un candidato nuevo, y te saca treinta puntos. O sea, hay un vacío gigante de representación en la ciudad, que hace que una persona que logra cierta legitimidad, representatividad, referencia, se presenta y saca treinta puntos.
¿Esos eran un poco los votos que en su momento pudo sumar Juez en el 2003 –más allá después de la deriva personal del propio Juez? Como perfil de candidato, digamos, de acumular cierto voto progresista.
Tomás es la suma de muchas intersecciones. Hay un voto peronista enojado con De la Sota después de la elección de Germán Kammerath (intendente de la ciudad de Córdoba entre 1999 y 2003) que hizo una pésima gestión de la ciudad. Al peronismo le ha costado hasta hoy con Llaryora –que podría ser un gran intendente de la ciudad–, sobre el que aparece por primera vez una esperanza de reencontrar al electorado cordobés con una oferta de dirigente joven, con experiencia, con formación, con representatividad, que hizo todo un camino para llegar a ofrecer soluciones a la ciudad. Han salido quintos los candidatos del peronismo en la ciudad de Córdoba, sacaron menos de cinco puntos.
¿Y, en ese caso, estar en la misma boleta que Schiaretti no arrastra votos para la opción del peronismo en la ciudad?
No, porque la gente en la ciudad de Córdoba vota distinto. El peronismo logró hacer mejor gobierno en la provincia porque, por primera vez en la historia, tuvo obras afuera de la ciudad. La mayor cantidad de escuelas, la mayor cantidad de obras de infraestructura hídrica, la mayor cantidad de rutas: se sintió mucho la presencia del gobierno provincial. Schiaretti hizo algo increíble con la descentralización de su gobierno, tenés sedes del gobierno provincial en todas las regiones de Córdoba. En una provincia que tiene más de quinientos kilómetros de largo, no tenés que ir a la Capital a resolver los problemas, lo podés resolver en Río Cuarto, Villa María, en San Francisco. Eso, en términos de la administración de Estado, me parece un gran avance.
Ahora, en la ciudad ¿de quién son los problemas? La desocupación, por ejemplo, la genera Macri, Schiaretti, Mestre, la macroeconomía, el mundo, los chinos. Se la podés cargar a cualquiera. Se administra esa discusión en esa sociedad y uno elige si es culpa de los chinos, de Trump, de Macri, de Schiaretti o de Mestre.
Yo creo que, en esta elección, Tomás Méndez tiene una encrucijada. Porque una parte de sus votos eran los votos del peronismo enojados con De la Sota. Y hoy un hecho fatal, como su muerte, más un hecho político, que es la aparición de un candidato que tiene un perfil para saldar ese desencuentro, le da una oportunidad al peronismo. Creo que tiene una posibilidad diferente en esta elección para la intendencia de la ciudad y que Martín tiene muchas chances de ganar también.
¿Y golpea al electorado de la ciudad la interna de Cambiemos?
Para mí la sociedad está de espaldas a esa discusión, y veinte, treinta días antes de la elección se ordena. La gente creo que cada vez es más reticente a esas discusiones; y, mientras más mediocres sean, más alejada va a estar. Para mí, todo lo que pasa hoy es una discusión de la política, no de la sociedad, que lo único que quiere es el mejor intendente o gobernador posible. Los trapitos sucios de cada partido no le interesan.
La ciudad es más del cincuenta por ciento del electorado de la provincia y tiene un comportamiento diferente al del interior. Además vota diferenciado entre intendente y gobernador. Por ejemplo, el peronismo viene sacando menos de diez puntos para sus candidatos a intendentes y más de veinte para la gobernación. En el resto de la provincia es mucho más: saca arriba de treinta y cinco, cuarenta por ciento para la gobernación.
¿Y además gana en las ciudades importantes del interior, como Villa María, Río Cuarto y San Francisco?
Sí, de hecho, las tres ciudades tienen intendentes peronistas. Pero la gente vota resultados de gestión: vota al intendente por sus resultados, no por su sello partidario, que es lo que pasa en la capital donde están más blindado. En el interior, antes de Macri, votaba a De la Sota porque no tenía un discurso anticampo. Todo lo que era más conservador o más liberal que el peronismo se sentía bien votando al peronismo cordobés (Unión por Córdoba). Después del 2015, cuando aparece el macrismo, te complica un poco más las cosas, porque a los productores pequeños les complicó la vida pero les compró el discurso. Se quedaron sin poder putear a Macri. Les abrió las exportaciones, les liberó los precios, les liberó el dólar. Siguen estando mal, pero no porque el Estado administra el comercio o la moneda sino porque la concentración en el sector los deja afuera de la renta. Ellos van a votar al macrismo. Entonces, te parte el voto en la provincia. Por eso digo que está complicado. El radicalismo pierde el voto en la ciudad, no tiene nada para ofrecer el interior de la provincia; el peronismo gana más en el ciudad, conserva lo que tiene al interior de la provincia aunque pierde algo de lo que se va al voto macrista. Si el voto macrista y el radical van separados, como parece, Schiaretti tiene una posibilidad más holgada de ganar. Si van juntos, tiene un escenario más adverso pero sigue liderando las preferencias. Por eso digo que resignar los votos que puede tener Unidad Ciudadana es un error de conducción electoral.
El hecho de que haya tantas negociaciones –con el Frente Renovador, sobre todo– dentro de lo que es el Peronismo Federal en los armados de las distintas provincias, ¿creés que ayude a que Schiaretti haga un viraje en la relación, sobre todo con Cristina, pero en general con el armado de unidad que postula gran parte del peronismo para las elecciones presidenciales de agosto y octubre?
Schiaretti tiene un problema electoral como gobernador y tiene un problema diferente en la elección presidencial. Como gobernador, representa al peronismo no kirchnerista. Representa al no kirchnerismo porque es lo que él es, un dirigente provincial que no viene de la experiencia del kirchnerismo; por lo que no tiene ningún sentido que él se suba al ring con la carga negativa del pasado que percibe el electorado cordobés. No está obligado en términos de la comunicación política a hacer antikirchnerismo –aunque algunas veces lo hace, más que él, su segunda línea. Creo que eso es por la agenda nacional y hay, a veces, una subordinación de la agenda provincial a la agenda nacional.
En su elección de gobernador sería poco inteligente que haga antikirchnerismo, y menos inteligente que haga kirchnerismo, porque ¿para qué va a asumir ese proceso que la sociedad cordobesa toma como un error con su propuesta de gobernación que es otra cosa? En términos de la elección provincial, obviamente, el massismo o Alternativa Federal no existen. Antes era De la Sota el que articulaba esto. Ahora, en términos de elección nacional sí lo hay, porque Schiaretti es presidenciable. Es un gran administrador en un escenario donde la administración de la economía va a ser uno de los puntos fuertes que va a tener el próximo gobierno. Se siente cómodo en Alternativa Federal, siente una coincidencia, una camaradería, una comodidad que no sintió nunca con el kirchnerismo.
La diferencia es que tiene los votos que no tienen ni Urtubey, ni Pichetto. Además, es la provincia signada como la que le dio el triunfo al macrismo.
De mínima, es un gran interlocutor, imprescindible para un espacio de un gran consenso nacional. Segundo, es un líder que puede aportar mucho. Y tercero, es un presidenciable. Ahí hay una tensión con Massa, porque Schiaretti no va a disputar la representación dentro del kirchnerismo, sino en Alternativa Federal. Hay una tensión ahí que yo deseo que confluya en una misma mesa, porque te da un sesenta por ciento del electorado y una gobernabilidad imprescindible para la etapa que viene.