Se trata del cuerpo en la calle. De la capacidad de imaginar mundos expandidos, frente a imaginerías reducidas, chatas o rancias; narraciones comunitarias frente a las intenciones de entierro de todo vínculo con lo común y lo político. De poner en escena una tradición relacionada con lo justo y lo digno y no con seudomoralismos y preferencias gastronómicas. Salir a la calle se trata de la vitalidad de volver visible lo real, de una multitud que se apretuja, ruidosa, alegre aún en la bronca, compuesta no por individuos instantáneos sino por una pluralidad de nombres colectivos. Movilizarse, marchar, detener el flujo de la circulación cotidiana, poner el cuerpo y ocupar la calle. Se trata de la clase trabajadora cuando interviene en la historia.
Estas fotografías de César Fernando Díaz, popurrí de marchas que son al mismo tiempo una misma marcha, muestran parte de esa vitalidad y belleza. Transmiten las ganas, el desparpajo, los olores y los colores, la fiesta, todo lo que –mal que a algunos les pese– existe y persiste en la superficie de la patria en movimiento. Imágenes que traen una cultura, un hilo conductor de lo popular, una forma de vivir, de estar, de participar en esta tierra.