Cuando era chiquita, Mercedes D’Alessandro no quería ser linda, quería ser inteligente. Oriunda de Misiones, se mudó a Buenos Aires para estudiar Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires, pero se cambió a Economía mientras hacía el CBC. “En tercer año me puse a estudiar filosofía. Hice un año y medio y decidí que no daba, pero justo en Economía enganché un par de materias que me reconciliaron: Historia del pensamiento económico y Epistemología de la economía, que es la materia que yo di después. Ahí es donde me encontré”.

Gracias a Twitter conoció a Magalí Brosio, licenciada en Economía, con quien decidieron empezar el blog Economía Femini(s)ta (http://economiafeminita.com/) en abril de 2015, poco antes de la primera marcha del Ni Una Menos. Al poco tiempo se sumó Violeta Guitart, ex alumna de Mercedes y compañera de militancia de Magalí.

A fines de 2016, viviendo en Nueva York, D’Alessandro publicó Economía feminista: cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour), un libro con forma de un coqueto sobre rojo. Allí, la autora explica con estudios y estadísticas la desigualdad de género e invita a pensar cómo derribar esas diferencias.

¿Dónde es que encontrás la veta feminista en la economía? ¿Hay una versión feminista de Adam Smith?

No, no hay ninguna Adam Smith. En mis años de carrera universitaria, en el doctorado y en los distintos estudios, talleres, reuniones, jamás discutimos nada con respecto al feminismo. Quizás discutías algo político, pero por fuera de la economía, como si no tuviera nada que ver. Muy pocos años antes del Ni Una Menos, a mí me empezó a agarrar una inquietud que tenía que ver con la ausencia de las mujeres en lugares de debate. Eso fue lo primero que me chocó, el decir: ¿Por qué no hay mujeres en programas de economía hablando en la tele sobre el tipo de cambio y la inflación? Está lleno de tipos, todavía hoy, hablando de la inflación, el desempleo, la devaluación. Yo soy bastante amiga de todos los que formaban parte del gabinete de Axel Kicillof y me llamaba la atención que eran todos varones, salvo una (N. de la A.: la secretaria de Comercio Exterior, Beatriz Palglieri). ¿Por qué? Si hay mujeres. Lo mismo pasaba con el gabinete de Prat Gay, y ahora con el de Dujovne. Son todos tipos siempre. Esa fue la primera pregunta. En el medio de eso salió en Económicas una cátedra de Economía y género, donde yo estuve participando muy activamente para que se abra y eso también me acercó al tema. Eso fue resultado de un problema de violencia de género que tuvimos en la facultad en 2008.

¿Cómo es que se les ocurrió empezar el sitio Economía Femini(s)ta?

Yo soy muy activa en las redes sociales, Magalí también y de repente nos encontramos las dos discutiendo sobre el tipo de cambio, la industrialización en Twitter y éramos las dos únicas mujeres entre diez, quince varones. Y pasa que cuando vos lanzás dos comentarios más o menos agudos, te dicen: “bueno, calmate”, “seguro que estás indispuesta”, “te pusiste loca”. Estoy escribiendo, ni me viste la cara y asumís que estoy enojada. A un tipo  no le dijiste nunca “ay, che, se ve que hoy estás en uno de esos días”. Pero bueno, veníamos medio con la idea de armar el blog y en el medio yo escribí un tweet cuestionando que habían discontinuado el índice de pobreza y sacaron en Clarín una foto gigante mía con “Ex novia despechada de Kiciloff critica el índice de pobreza”. Decís: ¿Qué tiene que ver todo? Yo soy Doctora en Economía, trabajo en economía, hablo de economía todo el tiempo, ¿cómo no voy a cuestionar que discontinúen el índice de pobreza? ¿Qué tiene que ver con el despecho? Y eso fue lo último que faltaba para decir basta. Como mujer no podés tener opinión. O sos una despechada, o sos una loca, o estás histérica o estás indispuesta. Nunca sos una economista que tiene ganas de discutir un tema de actualidad que hace a tu vida profesional. Ahí decidimos mandarnos y armamos el blog. Hicimos esa primera nota y fue un boom, a todo el mundo le gustó. Nos llamaban de programas de radio y nos dio fuerza para hacer otra y otra y así.

¿Por qué el juego de palabras con feminista y feminita en el nombre del blog?

Por el estereotipo de que sos la minita complicada que viene a molestar y te menosprecian por eso. A veces hay una cosa en el feminismo del rechazo del estereotipo que te puso la sociedad durante toda tu vida. Ese estereotipo de que si sos linda no sos inteligente y viceversa, de que el rosa es de minita. Entonces nosotras pusimos una página rosada que dice “minita” y además somos inteligentes y somos lindas. Hay muchos estereotipos. Está el estereotipo de la feminista que tiene el pelo rapado al costado, que no se depila. Pero también está el estereotipo que nosotras sufrimos que es el de la mujer científica que es fea. Cuando yo era chiquita yo quería ser inteligente, no quería ser linda. A mí me costó mucho reconciliarme con mi femineidad de tanto que rechacé que me trataran de mujer, porque para mí ser mujer era ser tonta, sometida y superficial, pero por la sociedad en la que yo me crié. Cada una pelea contra determinadas cosas. En ese sentido, “construir una sociedad igualitaria sin perder el glamour” tiene que ver con algo propio, pero también es para contestar a ese estereotipo de que si sos feminista sos de una determinada forma. No, el feminismo es un movimiento muy amplio no solamente en términos estéticos, sino también en términos políticos. Hay muchos feminismos, hay feminismo de élite, feminismo de las clases más bajas, feminismo de izquierda, feminismo de las organizaciones tipo Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. Ya sufrimos muchos estereotipos, no nos pongamos nosotras también a ver si nos vestimos todas de violeta y no nos depilamos, si no te saco el carnet de feminista.

¿Cómo surgió la idea del libro?

Cuando empecé el libro, el blog tenía un año y me daba la sensación de que teníamos un montón de difusión, pero toda fragmentada. Alguien que nos sigue todos los días por ahí vio todos los temas, pero eso no pasa. Entonces, no solo por el público, sino también por una necesidad personal, yo quería escribir algo que le diera un hilo, que le diera un principio y un final a esas discusiones. Haciendo el trabajo de Economía Femini(s)ta, haciendo las notas, me leí un montón de cosas, sobre todo con las redes sociales. La discusión en Twitter es como un entrenamiento, por así decirlo, de todas las preguntas que tiene la gente. Mal y bien intencionadas. Hay trolls, pero hay gente que te dice algo porque realmente lo piensa y se acostumbró a pensar que es así. Pero cuando vos les das vuelta una idea también reaccionan y se dan cuenta muchas veces. Lo que te permite este feedback de las redes sociales es entender dónde están los errores más comunes, dónde están las preguntas que uno asume que todo el mundo ya se respondió, pero que en realidad no es así.

¿Cuáles eran esos errores más comunes? ¿No considerar trabajo al trabajo doméstico?

Ese es uno, no ver la cantidad de tiempo que ocupa; cómo ese tiempo, además, es un tiempo de las mujeres y el efecto que tiene eso sobre la vida. Pero los errores comunes no son solo de la gente común, sino de muchos políticos. A nosotros nos siguen de todos los partidos políticos en Economía Femini(s)ta. A mí me llama la atención que muchas veces un mismo tweet lo comparte alguien que trabaja en el PRO, Malena Galmarini, Vicky Donda y Myriam Bregman. Y una de las cosas es que, cuando piensan en cuestiones del mercado laboral, piensan en familia tipo. Piensan mamá y papá con los hijos, y no: hoy la familia tipo no existe. Tenés un montón de mujeres que son jefas de hogar y que están solas. A esas mujeres no les sirve que les hables de “redistribución de las tareas domésticas con tu pareja”, porque no tiene pareja con la que redistribuirlas. Esas mujeres necesitan sistemas de cuidados provistos por el Estado, que le ayuden a poder bancar a su familia y salir a laburar, porque tienen que hacerlo, porque no les queda otra, y poder dejar a los hijos con alguien que esté preparado para eso. Ese es un problema, que en las políticas públicas se sigue pensando en la familia tipo y esta es una especie en extinción.

En el caso de Argentina, ¿cuáles te parecen que son los pasos que deberíamos dar ahora para ir camino a la igualdad?

Yo creo que lo primero son sistemas de cuidado. En Uruguay hay algo que empezó hace poco, así que todavía no terminaron de medir los efectos. En Argentina hay una ley que dice que las empresas que tienen más de equis cantidad de empleados tienen que tener un jardín para los hijos de los empleados y no se cumple. Hay que hacer cumplir esas leyes, hay que buscar una manera de que haya una provisión mayor de jardines gratuitos o accesibles. Esto permite que los padres puedan trabajar y que no tenga que quedarse un miembro de la familia en la casa porque alguien tiene que cuidar a los chicos y no te alcanza el dinero. Ese es un paso importante, cuidados para niños tanto como para ancianos, personas que tienen algún tipo de discapacidad, algún problema de salud.

El otro son las licencias de maternidad y paternidad. La de paternidad, por ley, es de dos días en Argentina, aunque en algunas empresas o en sectores del Estado es más larga. La de la mujer es de tres meses, menos de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud en cuanto a la lactancia materna. Dificulta la lactancia materna. Entonces, por un lado, la extensión de la licencia de maternidad y una búsqueda de paridad en licencias paternales porque esto hace que las mujeres sean un trabajador más caro. Si un empleador tiene dos trabajadores de veinticinco años, una mujer y un varón, los dos con las mismas características, buscando el mismo laburo, la mujer corre en desventaja porque, por más que no esté en sus planes de hoy tener familia, es una potencial madre. El empleador te mira y piensa que quizás el año que viene te embarazás y no vas a ir tres meses. No pasa por pagarte la licencia, porque la licencia la paga el Estado, el tema es que vos no vas a estar tres meses, quizás no estés más tiempo.

¿Y cómo se podría lograr la paridad salarial?

Hoy por hoy, a igual tipo de trabajo la brecha es más pequeña que si ponés cuánto ganan en promedio las mujeres y los varones. Pero también hay una parte de esa brecha que tiene que ver con los tipos de trabajo. ¿Y esto por qué es? Gran parte de las mujeres trabajan en ramas de la actividad muy mal pagas. El ejemplo clave es que el veinte por ciento de las mujeres trabajadoras son empleadas domésticas, uno de los sectores peor remunerados de la economía y con peores condiciones de empleo. Le siguen el trabajo de enfermera y el de maestra. Eso te baja mucho el promedio de los ingresos de las mujeres, los trabajos que realizan están muy mal remunerados. Los trabajos que se pagan mejor están más masculinizados.

Entonces, primero hay que pedir una apertura y mayor claridad en los datos acerca de los ingresos, porque muchas mujeres ni saben que están ganando menos. Pero también está que las mujeres eligen tareas y carreras peor remuneradas. Por ejemplo, en Psicología, el ochenta y cinco por ciento son mujeres, mientras que en ingeniería son solamente el quince por ciento. A mí me gustan mucho algunos proyectos que hay en Argentina como el de “Chicas en Tecnología” (http://www.chicasentecnologia.org/), que apunta a incentivar a las pibas desde jóvenes a encarar profesiones que parecieran ser más de varón, que están mejor remuneradas y donde hay más posibilidades de empleo. Hoy ser programador te garantiza que vas a tener laburo, es la profesión que tiene más crecimiento esperado del planeta, casi, y una de cada diez programadoras es mujer. “Chicas en Tecnología” va directamente a las secundarias para mostrar que la carrera es una posibilidad. Lo que me gusta del proyecto es que van y les hacen hacer aplicaciones re copadas. Unas chicas de secundario hicieron una sobre acoso callejero, botones antipánico. Tienen cosas piolas.

En el libro también decís que conviene incentivar la participación de la mujer en el mercado laboral.

Sí, conviene. Por ejemplo, en Argentina las mujeres son el cuarenta por ciento de la fuerza de trabajo. Si se llegara a alcanzar un cincuenta-cincuenta, si creciera su participación, también crecería el PBI entre cinco y diez puntos, que es un montón. Pensá que Argentina creció diez puntos en su mejor momento, en las tasas chinas de Néstor en 2006. Yo no sé por qué Dujovne no se pone las pilas. Hay un montón de cosas que, si vos le despejás el camino a las mujeres, te aumenta el nivel de productividad. En el feminismo versión FMI lo que ellos te plantean es el impacto en las empresas. Te dicen que te conviene tener una mujer en la empresa porque aumenta el rendimiento hasta un treinta por ciento. Hay estudios que te muestran que mejoran todo. Mejora si tenés mujeres en tu directorio, mejora si tenés paridad en los equipos de trabajo, mejora a nivel macroeconómico si hay mujeres en la fuerza laboral, además, porque generan mayores ingresos a las familias y les permite salir de la pobreza.

Al final del libro hablás de las variables LGBT. ¿Cómo es que se incluyen dentro de la economía feminista?

Por ahora, en términos de la economía, no están incluidas. Hay algunas estadísticas que se hicieron como ensayo en el municipio de La Matanza y no avanzó mucho más. Las estadísticas son importantes porque te permiten diagnosticar la situación, identificar cuáles son los problemas y, a partir de ahí, medir los resultados y el impacto de las políticas que realizás. A partir de esa encuesta en La Matanza se encuentran varias cosas como, por ejemplo, el problema de la inserción laboral. Solo el dos por ciento de las mujeres trans entrevistadas tenía un empleo en blanco. Eso dio lugar a que se promoviera la ley de cupo trans en el Estado, que todavía está dando vueltas para que sea reglamentada. Yo por eso insisto en esto de que no nos dan lugar de debate a las chicas. Cuando uno mira un gabinete de ministros de Economía, Producción, Banco Central, donde son todos tipos, ¿cómo puedo esperar que tengan en cuenta las particularidades de las mujeres y también del colectivo LGBT? Necesitamos mujeres y varones con perspectiva de género que se den cuenta de que hay diferentes trayectorias laborales para las mujeres y para las personas trans.

Fuiste a la Marcha de Mujeres en Washington. ¿Cómo surgió esa convocatoria?

Así como el Ni Una Menos surgió por un tweet y después las organizaciones le dieron forma, acá pasó algo similar. Una mujer armó un evento en su Facebook en el que convocaba a una marcha el día después de la asunción en Washington. Se fue a dormir con diez invitadas y se despertó y tenía cinco mil anotadas a su evento. Después las organizaciones existentes se sumaron.

¿Qué es lo que más te llamó la atención?

La cantidad de consignas y participación. Creo que nadie se imaginó que fuera tan grande. Las consignas iban desde derechos reproductivos hasta “Trump, sos el caniche de Putin”. Había de todo, cambio climático, contra la xenofobia y el racismo. La Marcha de Mujeres condensó toda la agenda progresista de Estados Unidos. Estuvieron presentes las luchas de todos los derechos de las mujeres, los de todas las minorías religiosas, étnicas y raciales, en contra de la xenofobia, en contra de la discriminación, en contra de las fuentes de contaminación que producen el cambio climático. Todas esas consignas estuvieron en la marcha. Las mujeres fueron el canal de expresión de eso.

¿Qué diferencias encontrás entre esa marcha y las del Ni Una Menos?

Una de las diferencias es que el Ni Una Menos viene teniendo unas consignas ubicadas en el plano de los derechos de la mujer y acá las consignas traspasaban esas barreras. Esto tiene que ver con las diferencias de en qué lugar estamos parados. En Estados Unidos el aborto es legal desde los años setenta y en Argentina todavía estamos peleando por ese derecho. Fijate que en el Ni Una Menos es muy polémico hablar del aborto legal porque hay una parte de la gente que no participaría si la consigna general incluyera eso abiertamente. Acá el aborto legal es un derecho ya conquistado sobre el cual sí hay dudas y sí hay miedo a que se vaya para atrás porque el vice de Donald Trump es anti-abortista militante.

¿Cómo te influyó mudarte a Estados Unidos y ponerte en contacto con los movimientos feministas norteamericanos?

Me sirvió mucho, me abrió bastante la cabeza, me hizo sentir más confiada con el tema de la economía. En Argentina ahora el feminismo está muy focalizado con la cuestión de la violencia de género: si bien a mí me parece central y super importante, no me parece menor en ese punto la cuestión económica. Si uno se pone a mirar los números de femicidios, encontrás que la mayor parte fueron cometidos por la pareja o la ex pareja, que muchas mujeres ya los habían denunciado y muchas de ellas retiraron la denuncia porque no tienen posibilidad económica de sostenerse sin esta persona porque es el dueño de la casa, porque es el que tiene un salario, porque tienen hijos y no los pueden mantener solas. El factor económico es un factor de peso también en este contexto. Me parece que la pelea por la igualdad se tiene que dar en varios planos y uno de los planos centrales es lo económico. Acá en Estados Unidos el feminismo es un movimiento un poco más amplio, en el sentido de que no está subsumido a la violencia de género.