Me compré un Groupon con la oferta 8 clases de Pilates Reformer o Pilates Circuito. No lo pensé mucho. Apareció el anuncio en el muro de mi Facebook y compré. Por suerte, cuando llamé al lugar me orientaron de cómo tenía que hacer para sacar los turnos por Internet, botón por botón, y no me puse nerviosa. No corté, porque gasté como 120 pesos con crédito, Tarjeta Naranja. El lugar es cerca del trabajo y el primer turno es este jueves antes de fichar, tipo una.
A principio de año prometí adelgazar. Fue la segunda cosa que me prometí y todavía no bajé ni un gramo. Es cierto que también estaba sin laburo y la angustia no ayudaba, y las idas y vueltas por la calle comiendo cualquier cosa tampoco, y la comida de mi casa, que es también cualquier cosa, menos. Papitas, maníes, milanesas, tutucas, patys, bizcochos, fideos, todo acompañado con Córdoba Cola o mate. La primera cosa que me prometí hacer este año fue buscar trabajo, que ya empecé hace dos meses. Daniela, mi vecina de Esteban Echeverría, me mandó a una entrevista a una empresa de limpieza que se llama Impecable, me dio gracia el nombre pero cuando me reí me miró con una cara de orto que me dejó seria en un instante. ¿Me venía con una entrevista de trabajo y yo me reía? ¿Soy boluda o qué? Después de que me vio llorando en la estación cuando el de los panfletos de La Continental no nos quiso pagar ni a Tamara ni a mí, ¿a mí se me ocurre reírme?
Buscaban a alguien joven que sea más bien callada y que nunca conteste a nadie en cualquiera de los lugares que la empresa ofrezca el servicio; con el único que debía hablar era con el encargado/a, tenía que fichar, cualquier demora o falta la descontaban. Lo más importante es que te vean haciendo algo. No importa si bien o mal. Eso le tuve que explicar hoy al nuevo que me pusieron en mi turno. Así no lo echan como a Ramiro, que era buen pibe pero muy contestador. Me gustaba Ramiro, tenía onda conmigo, si hubiera estado más flaca. El uniforme me hacía un matambre y me veía así vestida todos los santos días. Si hubiera estado más flaca.
Eso. Tengo que adelgazar esos kilos que tengo de más según la tablita que leí en la revista en lo de mi tía, aunque todavía no sé ni cuánto mido así que es todo a ojo… Pero algo sé: soy contextura media porque con los dedos de mi mano encierro la muñeca de la otra mano. Adelgazar dice mi plan; no sé cuánto, pero adelgazar. Medirme. Ser más linda y que, la próxima, cuando el chico que limpia el mismo piso que yo me enamore y en la salida quiera que compartamos colectivo, pueda mirarlo a los ojos con esa cara que le ponía la China Suárez a Cabré en Los Únicos, esa cara de “¿A mí me estás diciendo eso?”, y él me deje sin respirar de un beso. Eso también está en mi plan pero no tiene número, ni orden, ni prioridad. Soy realista. Nadie me da mucha bola, como si fuera invisible. Y un plan tiene que planear cosas que dependan de mí y un poco de la suerte. Mi plan es un punto de partida. No se puede planear que alguien te vea, ¿o sí?