“El conflicto violento que pueda desgarrar una sociedad presupone aún una cantidad indefinida de cosas ‘comunes’ o ‘participables’”.
Cornelius Castoriadis

A horas de la condena y proscripción de la vicepresidenta y expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y como es obvio que resultaría, bajo argumentos jurídicos inconfesables, “dirigentes” de la oposición aprueban republicanamente el dictamen de esta justicia obscena, periodistas lábiles se deleitan en sus orgias de odio y un sector de la sociedad, envenenado de aciago reaccionarismo antiperonista,  consuma como si fuera propio un nuevo golpe a lo que fue, es y será la síntesis del pueblo: el peronismo y quienes mejor lo encarnan.

Más de lo mismo, entonces. Es el marco que necesitaba el verdadero “ídolo” mediático de una causa que sobrepuja la verdadera causa que subyace, “el negocio”, la apropiación de todo lo que se pueda bajo el manto de una democracia que no dudan en pervertir. Cristina lo expresó sin duda en su discurso posfusilamiento: el título fue “la mafia judicial”. Sin ánimo de contradecir a la vicepresidenta, agrego simplemente que se trata de la mafia judicial, política, mediática y empresaria y que, además, no hay motivaciones políticas, ideológicas, jurídicas o morales; solo hay interés, y es el de los poderosos sintetizado por Magneto, el hombre a conquistar, el jugador de los botines.

¿Las botineras? Bullrich, Vidal, Carrió y la cofradía amarilla, quienes se desviven por ser obscenas, se vanaglorian arrastrándose, han vendido el alma y usan el cuerpo solo para llegar hasta el altar de TN, donde abrevan la “revelación” que les permite ser la cara visible del poder que no detentan, del poder al que subrogan porque son útiles. Son parte de ese enemigo confeso que quiere sublimar algo imposible, un pensamiento alternativo a Cristina; y en esa aspiración hay tanta distancia conceptual, tanto abismo intelectual y moral, que nada es poco cuando se trata de conquistar la bendición de su verdadero jefe, nada es suficiente cuando se trata de colmar sus instintos serviles. Ser incluso mano de obra barata, si es necesario, y he ahí el mandato, he ahí el hecho: la proscripción, salvedad democrática y republicana de aniquilación.

¿Los botineros? Macri, Larreta, Juez, Milman y el resto de la cofradía de los “machirulos”, lo que yo llamo “la escoria” de la política – perdonen la autorreferencia–, estos personajes y personeros de la antipolítica. Son la expresión más burda de la institucionalización del “negocio” como objetivo de nación, son la banalizacion más abrupta de la razón soberana, la abyección humana puesta al servicio del interés de los pocos frente al interés insoslayable del pueblo. Silenciamiento, persecución, espionaje, cooptación, compra de voluntades, proscripción, amenazas o intento de asesinato: todo ello constituye la rúbrica y la impronta acuñada por los personeros del odio, el opio de los indiferentes y los marginales, la moral devastada de los inmorales, el vestigio eterno de los vendepatria que azuzara nuestra Eva, aquellos que no verán a Cristina de rodillas.

¿Y los jueces? ¿Y los fiscales? Y la Suprema Corte? Son los cortesanos, los amanuenses, las “celestinas” de este matrimonio mafioso, los testigos a sueldo del mayor acto de devastación de nuestra patria, el poder instituido por ese otro poder que no cesará en sus intentos de robarnos hasta nuestras convicciones. Y esta es la esencia de las batallas que debemos librar: no alcanza con memoria activa, es necesaria la memoria de aquello que se instituyó como herramienta de lucha activa, sin dar nada por sentado, sin dar por ganadas las batallas, con el convencimiento extremo del porqué de lo que nos está pasando. Hoy ha sido Cristina, en el pasado fueron muchos más y lo seguirán siendo en el futuro, víctimas propiciatorias del peronismo mientras encarnan luchas en contra de los intereses espurios.

Recordemos: porque ya lo intentaron, que es el país el verdadero botín. Se quisieron apropiar de Arsat vía la empresa americana Hugges, Aerolíneas mediante Avianca; vienen por Vaca Muerta, por la Hidrovía para seguir contrabandeando cereales; vienen por la energía, por los recursos naturales no renovables, vienen por el litio, vienen por toda la Tabla de Mendeleiev que existe en nuestro suelo y subsuelo; vienen por nuestro “datos”, vienen por el sistema jubilatorio. Nada de lo que no conocemos, nada que no hayan intentado antes. Magnetto y Lewis son el vértice de este funesto triángulo empresarial, político y judicial, de expropiación de derechos, legado y soberanía. Y hoy Cristina es un umbral a destruir por los detentadores del poder, pero también la síntesis más palpable de las luchas que se avecinan.

El Campo de Marte no es el Congreso, ni serán solo los Tribunales, tampoco las tribunas que nos vieron discutir, disentir o construir. El campo de batalla es la patria, y no hay nada de romanticismo, nada de alegoría y menos de sentimentalismo en lo que pretendo transmitir: es el antagonismo entre el ser o no ser de esta Argentina y de quienes, como nosotros, aspiramos a ser económicamente libres, socialmente justos y políticamente soberanos.