El 11 de noviembre, sectores afines al gobernador Luis Fernando Camacho asaltaron, saquearon e incendiaron la sede de la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Santa Cruz. Este atroz acto, reminiscencia de las acciones racistas perpetradas por los separatistas en 2006-2008 y 2019, demuestra que la agenda golpista es vertebral en la derecha boliviana.
“Queda la duda que eso sea un autoincendio que de alguna forma van a querer acusar a la población cruceña que estuvo presente. Las provocaciones no llevan a un buen puerto y lo estamos viviendo ahora. La gente se siente con la posibilidad de defender lo que es su tierra, su familia, sus bienes colectivos, como bienes personales. Están reaccionando a una provocación tanto policial como de las hordas pagadas por el gobierno”, afirmó sin ruborizarse el presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz, Rómulo Calvo, luego de la quema de la sede de la organización campesina.
Tal vez Calvo lo ignore, pero Guernika, la ciudad sagrada de los vascos, fue arrasada el 26 de abril de 1937 por la aviación nazi en pleno día de mercado para infligir la mayor cantidad de bajas civiles. El franquismo negó el ataque y dijo que los “rojos” la quemaron. La mentira como eje político. El dirigente cívico en modo Goebbels, Trump y Bolsonaro.
Ya van 24 días de paro instrumentalizado por las grandes patronales de Santa Cruz de la Sierra —con la excusa de que El Censo Nacional de Población y Vivienda de Bolivia debe realizarse en 2023 y no en 2024— en los que nunca detuvieron su actividad, pero sí perjudicaron a los trabajadores y generalizaron la violencia en los bloqueos. En este marco se perpetraron los ataques a la sede de campesinos y los destrozos en las instalaciones de la Central Obrera Departamental (COD) en Santa Cruz.
“La vieja derecha golpista sigue queriendo emprender aventuras golpistas en nuestro país”, afirmó el presidente Luis Arce Catacora, quien asumió el 8 de noviembre de 2020 la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia tras obtener el 55% de los votos.
“Esto no es un paro cívico. Esto es terrorismo. Exigimos al Poder Judicial actuar de manera inmediata. Son los mismos autores del golpe de Estado de 2019. Otra vez desde Santa Cruz se está gestando un nuevo golpe”, denunció Juan Carlos Huarachi, secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB).
En diálogo con SANGRRE, Canela Crespo, una de las referentes de Columna Sur, aseveró: “Si pudieran hacer un golpe de Estado, lo harían, pero hoy no existen las condiciones objetivas para hacerlo. Eso no significa que la apuesta sea desinflar el conflicto”.
Coincide el periodista Julio Peñaloza: “No había condiciones materiales ni causa para planear un golpe, y apostaron a convertir la agenda del paro para que fuera escalando y, paralelamente, se fuera deteriorando la posición del gobierno y se diera un efecto contagio en el resto del país para generar un clima de desorden y una convulsión nacional. No han logrado ninguna de las dos cosas”.
En ese sentido, una fuente que transita los pasillos del Palacio Quemado le dijo a SANGRRE: “En el momento en que apareció Tuto Quiroga (uno de los principales actores en el golpe de 2019) todo indicaba que la Embajada de Estados Unidos estaba detrás, pero este les dijo que no estaba de acuerdo con ninguna aventura golpista, que Arce Catacora es un presidente legítimo y que él no estaba con el adelantamiento de elecciones para hacerle el juego a Evo Morales”.
Añade que “finalmente se impuso la estrategia de desgaste del presidente Arce Catacora, que batió uno a uno a todos los que derrocaron a Evo Morales en 2019. Luis Arce es el gran ganador de esta jornada”.
Canela Crespo también destaca el rol del gobierno, que “oportunamente contuvo las posibilidades de convertir esto en un tema nacional: primero con la realización del Consejo Nacional de Autonomías con los gobernadores, y segundo con las reuniones con los alcaldes de las capitales de departamentos (provincias) más la ciudad de El Alto, esto neutralizó el marco de acción de los Comités Cívicos”.
Crespo señala que el accionar es similar al intento separatista-golpista de 2008, “cuando se convocó a un referéndum autonómico, y luego a una asamblea de la cruceñidad para elaborar el estatuto de la autonomía de Santa Cruz, que finalmente se sometió a votación, más la postura del entonces dirigente cívico Branko Marinkovic que planteó la toma de facto de las instituciones del Estado. El federalismo es el paraguas de una agenda de tensión política que no es menor”.
El Cabildo del 13 de noviembre en el Cristo Redentor de Santa Cruz tuvo una convocatoria orgánica y masiva. Hubo enojos y peleas entre varios sectores porque consideraron una traición de Calvo no continuar presionando al gobierno. Sin embargo, “el movimiento cruceñista sigue fortalecido y no ha sido derrotado. Ya no es solo Camacho, sino el camachismo; hay un proyecto, hay respaldo electoral y la disputa de la calle”, subraya Canela Crespo, pero matiza que “es la primera vez que ha habido una respuesta disidente desde lo popular al discurso, es una expresión de la Santa Cruz plurinacional”.
“Fue muy importante el cerco de organizaciones sociales y campesinas que le complicaron el paro a los dueños y señores de las rotondas, entonces hubo enfrentamientos, mucha violencia, la derecha actuó con saña y afloraron los rasgos más fascistas de los conductores del paro”, enunció Peñaloza.
La prepotencia del Comité Cívico se evidenció en la continuidad del lockout por 72 horas más (hasta el miércoles), en la exigencia de la liberación de 20 personas detenidas el viernes y en la amenaza a los ocho departamentos restantes del país. Dos de las preguntas que Calvo realizó al cabildo atacan abiertamente a la unidad del Estado Plurinacional.
“¿Están todos de acuerdo en delegar al Comité pro Santa Cruz la convocatoria a una comisión constitucional que, en un marco legal y democrático, revise la futura relación política de Santa Cruz con el Estado boliviano?”
“¿Están todos de acuerdo que, si en un plazo de 72 horas, los departamentos de Bolivia no se unen formalmente a este reclamo con medidas efectivas, asumamos por nuestra propia cuenta y responsabilidad nuestras propias reivindicaciones en beneficio de los bolivianos que viven y trabajan en Santa Cruz?”
Estos dos ítems marcan que el golpismo-separatismo sigue siendo la columna vertebral de la derecha cruceña. Como señala un documento elaborado por figuras del ámbito político-intelectual del MAS: “Desde antes incluso de la fundación de la República, Santa Cruz ha construido su identidad por fuera del centralismo y desde el reclamo a éste por su `olvido´. Como ese `descontento´ de Santa Cruz es una cuestión histórica, es fácil de activar; este sentimiento va más allá de si es verdadero o no. La experiencia indica que utilizan dos caminos: Sostener la violencia a largo plazo y tensionar una ruta institucional para el federalismo”.