Recuerdo aún a Xiomara Castro al costado de la ruta que conduce de la capital Tegucigalpa a Las Manos, frontera con Nicaragua, asediada por los militares en las decenas de retenes que emplazaron tras el golpe de Estado del 28 de junio de 2009. Ya había transcurrido un mes del quiebre constitucional. Primero estuvo refugiada en zonas aisladas en el norte del país; luego, protegida por algunos leales,  se lanzó a la ruta para reencontrarse con su marido, el presidente Manuel “Mel” Zelaya, que desde Nicaragua buscaba la manera de reingresar a su país y liderar la lucha por la recuperación de la democracia.

El hombre renegó de su origen de clase, gobernó pensando en los más necesitados y se acercó al socialismo del siglo XXI. Además, había tenido la osadía de convocar a una consulta popular conocida como la “cuarta urna”. Zelaya quería que en las elecciones generales del 29 de noviembre de 2009, en las que se elegiría presidente, diputados y alcaldes, se añadiera una urna más para que la ciudadanía decidiera si quería que se convocara a una Asamblea Constituyente que reformara la arcaica Carta Magna. Por eso, a las 5 de la mañana del 28 de junio, decenas de militares armados hasta los dientes irrumpieron en la residencia presidencial, lo metieron en un avión, hicieron una escala técnica en la base militar estadounidense de Palmerola y lo dejaron en Costa Rica.

Luego, el presidente constitucional de Honduras fue cobijado en Nicaragua por el gobierno sandinista y el 25 de julio se trasladó a Las Manos para intentar retornar a su país. Fue recibido por miles de compatriotas que cruzaron la frontera a través de la selva, a pesar de la brutal persecución y del acecho de las fuerzas de elite. Hacia allí intentó llegar Xiomara Castro. Tardó ocho días en recorrer un camino de 126 kilómetros. Fue asediada en los múltiples retenes militares y policiales apostados en la zona sur del país.

Retenes militares, Honduras 2009 (fotografía: Mariano Vázquez)
Movilización popular, Honduras 2009 (fotografía: Mariano Vázquez)

En uno de eso retenes la encuentro por casualidad. Y, en ese momento, me dice: “Los problemas que estamos sufriendo son los que se daban en los ‘80 en todos los países de América Latina. ¡Pero cuánto luchamos nosotros por la democracia! ¡Cuánto les ha costado a ustedes (por Argentina) como país cambiar la historia! Ustedes han luchado por eso. Nosotros también. Nunca habíamos visto una situación como la que tenemos ahora. Los golpes de Estado duraban 15 minutos y la gente solo miraba. Hoy la gente tiene conciencia, hoy sabe lo que significa tener un golpe de Estado en nuestro país. La gente se ha rebelado”.

Cuando habla de su esposo siempre lo llama “presidente”. Es su manera de expresar que ella no está allí por una cuestión afectiva, sino por una cuestión ideológica. “Nosotros en estos tres años hemos trabajado por los más humildes como nunca antes se hizo en Honduras y la oportunidad de ser parte del Gabinete Social y de hacer tareas sociales fue decisión de él”, dice. A su alrededor, un centenar de seguidores asienten con la cabeza, dan vivas a Zelaya (“Urge Mel”) y repudian a Roberto Micheletti (“Fuera Goriletti”), la cara civil del golpe, y ella sonríe, se abraza con ellos y cuenta: “Se les ha dado más poder al pueblo y razones para luchar y exigir por sus derechos”.

Y culmina diciendo: “Hoy más que nunca me siento orgullosa de ser hondureña, de vivir en esta tierra, con esta gente acompañándonos, porque por primera vez hemos sentido la solidaridad. Cuando muchos se quedaron apoyando a este régimen, el pueblo es el que nos sigue apoyando”.

Xiomara Castro en 2009 (fotografía: Mariano Vázquez)

Allí le saqué esta foto. A pesar de la crítica situación, sonríe, tiene fe. ¿Quién hubiese imaginado que de aquella situación crítica surgiría por primera vez en la historia de Honduras un partido de izquierdas fuerte que derrotaría al bipartidismo y la primera presidente mujer?

El domingo 28 de noviembre, el pueblo hondureño votó masivamente. Un histórico 69.4% concurrió a las urnas para ungir a Xiomara Castro, del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) y también para terminar con tres períodos del Partido Nacional, un tiempo caracterizado por el autoritarismo, la violencia y la corrupción. El presidente saliente  Juan Orlando Hernández es la cara de un régimen nacido tras el golpe de 2009, quien además está acusado en Estados Unidos por narcotráfico.

El lentísimo escrutinio del Consejo Nacional Electoral (www.resultadosgenerales2021.cne.hn), que ha despertado las sospechas de fraude del oficialismo (como ocurrió en 2017), marca una abrumadora diferencia para Castro. Con el 83.97% escrutado (según la última actualización disponible, del sábado 4 de diciembre por la noche) Xiomara obtiene el 50,49%. A 14 puntos queda Nasry Asfura, del Partido Nacional, y debajo del 10% Yani Rosenthal, del Partido Liberal. Esto quiere decir que ni juntos los dos partidos tradicionales superan a LIBRE.

La tarea para un inédito gobierno de izquierda en un país de fuertes tradiciones anticomunistas y un movimiento social y sindical que siempre fue duramente reprimido será titánica (Xiomara se definió partidaria del “socialismo democrático”). A diferencia de sus pares centroamericanos que tuvieron experiencias de izquierda en el poder (el sandinismo en Nicaragua, el Farabundo en El Salvador, Jacobo Arbenz en Guatemala, Omar Torrijos en Panamá), Honduras lo experimentará ahora. Se trata de uno de los países más pobres del continente, que vive en un estado de violencia lacerante, con la riqueza concentrada en pocas manos y un aparato represivo al servicio de los poderosos.

Manuel Zelaya en 2009 (fotografía: Mariano Vázquez)

Se cierra en Honduras la larga noche de 12 años, y vuelvo a releer la crónica que escribí en el terreno pantanoso de un golpe: “Con su clásico sombrero, el presidente constitucional Manuel Zelaya se muestra tranquilo. No parece ser un hombre puesto ante un hecho trascendental de la historia política de América Latina. Un acontecimiento bisagra. Se abraza con sus connacionales, los alienta, les pide paciencia y dice que el tiempo está de su lado. ‘Una élite económica de diez familias se ha apropiado de toda la riqueza nacional; tienen un brazo armado que son los militares, y un brazo político que se ha prestado al juego de los dos candidatos presidenciales de los tradicionales partidos políticos. Estamos decididos a ir hasta las últimas consecuencias para defender la democracia y los derechos humanos. Sepan que la victoria es nuestra y está en nuestras manos’”

“Vamos detrás de los golpistas hasta amarrarlos y sacarlos de Honduras. Vamos por la democracia y la presidencia. La lucha de los hondureños, porque es un derecho que nadie nos lo puede quitar, no se humilla ante nadie ni ante los fusiles o un dictador. Están logrando con su fuerza establecer una nueva sociedad para que el futuro de nuestros hijos, de las nuevas generaciones, tenga suficientes garantías para que nadie vuelva a pretender humillarlos. Los derechos del pueblo no se rinden ante nadie”. Estas fueron las palabras de Zelaya a sus compatriotas en Las Manos, a metros de un frontón de militares armados hasta los dientes.