Hugo Gutiérrez es un político que da la cara. Fue tres veces diputado nacional y ahora es constituyente en la Convención Constitucional, una herramienta de transformación que nació como bandera durante las revueltas populares que a partir del 18 de octubre de 2019 al grito de “no son 30 pesos son 30 años” mostraron el músculo de un pueblo harto. En su columna vertebral de convicciones está la defensa de los derechos humanos. Como abogado, ha representado a víctimas de la dictadura militar de Augusto Pinochet, querelló al presidente Piñera, hoy acusado constitucionalmente por diferentes delitos, y a Carabineros por corrupción. Sus posiciones irreductibles le han valido hasta un juicio por injurias por parte de las Fuerzas Armadas. Lo que dice con la boca lo defiende con el cuerpo. En esta extensa entrevista con SANGRRE, Gutiérrez, militante comunista, reafirma sus convicciones anticapitalistas y antiimperialistas; analiza el trabajo de la Convención Constitucional que tirará al basurero de la historia la Carta Magna dictatorial; examina el escenario político-electoral en Chile y la región; y afirma que “el fascismo puede ser una respuesta que dé el capital” en el país.

La elección popular conformó una Convención Constitucional que mayoritariamente refleja el espíritu insurreccional del Chile Despertó e incluso tiene como presidenta a una mujer mapuche. ¿Cómo analiza estos primeros meses de trabajo?

La Convención Constitucional se instaló el 4 de julio de este año eligiendo a la representante de los escaños reservados para los pueblos originarios, una lideresa del pueblo mapuche (Elisa Loncón), para que presida por seis meses hasta la renovación de enero de 2022. Es un acto de mucho simbolismo. Los pueblos originarios estuvieron históricamente perseguidos, diezmados, exterminados, discriminados, y que ella asuma la presidencia nos llena de satisfacción, porque es lo que uno espera: que este espacio sea una fórmula para deconstruir el Estado chileno.

En estos tres meses se confeccionaron los reglamentos para el funcionamiento de la Convención Constitucional. No me gusta llamarla así, porque da cuenta de que surge de un pacto, que es el del 15 de noviembre entre la elite política para salvarle el pellejo a Sebastián Piñera. Fue un error. Debió haberse ido con esa revuelta popular, dar el paso a un gobierno provisorio, a una nueva elección presidencial y parlamentaria, más la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Pero aquí estamos, “entre Tongoy y Los Vilos” –dos pueblitos en Chile entre los que no hay nada–, una expresión chilensis que dice que hacemos muchas cosas, pero al final del día no hacemos nada. Esta Convención Constitucional ya ha entendido cuál es su deber, y esto porque el pueblo fue muy sabio al momento de elegir un numero de constituyentes que puede permitir –digo “puede” porque lamentablemente fuerzas políticas de izquierda más unidas a una vieja historia transicional siempre se esmeran en darle estabilidad al sistema político y económico, lo que sin duda genera serios inconvenientes para llegar a acuerdos–. Pero ya se instalaron los cimientos, que serán la preeminencia de los derechos humanos, la plurinacionalidad, la justicia territorial, el feminismo y la paridad de género. Ya están asegurados como principios dentro de los reglamentos. En la nueva constitución la soberanía recaerá en el pueblo.

En dos años de revuelta popular observamos una represión salvaje, violaciones sistemáticas a los derechos humanos, condena internacional… ¿Qué piensa la Convención Constitucional sobre el nuevo rol de las Fuerzas Armadas, de la Policía, que llevan en su ADN la concepción pinochetista y, en esa línea, el rol de la seguridad en el contexto latinoamericano?

Respecto a las Fuerzas Armadas y la integración continental, la Convención aún no piensa nada, esa discusión se empieza a transitar ahora [N. del R.: después de acordar su reglamento y organizar su funcionamiento, se inició el debate de propuestas el lunes 18]. A lo largo de la historia de Chile se registran cerca de 30 masacres que han cometido las Fuerzas Armadas en contra de su pueblo, que de cuando en cuando se dedican a matarlo, a exterminarlo. No son patriotas, no son más que un derivado de la política imperial norteamericana, que las entrena, les vende las armas y las ata a su posición geopolítica. El tema que señalas tú es vital para la viabilidad de una democracia y si no somos capaces de enfrentar este tema, la democracia en la región y, particularmente en Chile, seguirá siempre en peligro. Las Fuerzas Armadas son un peligro constante porque se han dedicado a representar los intereses del imperio norteamericano dentro del país y eso ha causado miles de muertos. El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 se hizo en Estados Unidos, allá se planificó y los militares chilenos lo aplicaron. En este nuevo acuerdo social que es la Constitución que se nos aproxima hay que abocarse a este tema con una mirada distinta de la integración regional. Ambos temas estas imbricados, unidos, porque uno de los impedimentos para esa integración es el concepto de defensa que elaboran las Fuerzas Armadas a efectos de tenernos divididos y confrontados como países, cada uno armándose para hacerle la guerra al otro y todo esto para el disfrute norteamericano. Este tema lo vamos a tener que abordar sí o sí en la nueva Constitución Política.

Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Las encuestas instalan como favoritos a Gabriel Boric, del Frente Amplio en alianza con el Partido Comunista, y al ultraderechista José Antonio Kast, que desplaza del segundo lugar al delfín de Piñera, Sebastián Sichel.

Después de los gobiernos progresistas que tuvo el continente, se produce una reconquista norteamericana que vino con la añeja formula de restaurar el neoliberalismo que eventualmente se les iba de la manos. Los gobiernos progresistas lograron instalar una subjetividad y una mentalidad transformadora que aún no se expresa con toda la fuerza pero que no acepta el neoliberalismo. La derecha clásica no tiene el soporte ideológico para volver con su neoliberalismo, entonces el imperio recurre al fascismo. Es el fascismo en su versión clásica, la versión más terrorífica del capital. Esto pasa en general en América Latina, y en Chile con un sujeto que se pinta de oveja como es Kast, que es un lobo imperial y lo que pretende es restaurar por la fuerza una ideología neoconservadora que barra con todo aquello que los pueblos sienten que es una ganancia de los gobiernos progresistas… Este fascismo encuentra dónde ser sembrado y eso es muy triste. El capitalismo quiere seguir devorador, saqueador y salvaje.

El centro político desaparece y la derecha, para no quedar diluida, se mimetiza con esta ultraderecha, entonces vemos la reedición de dos polos: fascismo y antifascismo. Observamos el crecimiento y consolidación de formaciones neofascistas: el ataque a la CGIL en Italia, la irrupción de VOX en España, las presidencias de Donald Trump y Jair Bolsonaro. Se han quitado las caretas y reivindican los viejos fascismos de Hitler, Mussolini y Franco.

Tienes toda la razón, pero no es más que la expresión de un capitalismo que encuentra en el fascismo su tabla de salvación para devolver a este continente a sus políticas geoestratégicas. En Chile, el fascismo es apoyado por la oligarquía, los grupos económicos y el imperio.

El tema es cómo los enfrentamos. Algunos creen que la fórmula es apoyar a un candidato de centroizquierda que concite el apoyo popular de manera mayoritaria, pero el aprendizaje es que nunca tiene la fuerza y coraje necesarios para desafiarlo. De hecho, la clase política que se instala en la transición democrática tras la dictadura era cobarde. Traicionó a todos aquellos que lucharon contra la dictadura. En este contexto latinoamericano y mundial, gobiernos timoratos no son la fórmula. Necesitamos gobiernos de izquierda que se definan claramente por resolver la contradicción capital-trabajo a favor de los que producen la riqueza, que son los trabajadores y las trabajadoras.

¿Y Boric representa esa opción?

Creo que representa la opción de no ser del centro político, que ya está ocupado por dos candidatos: uno de la Democracia Cristiana que fue parte de la exConcertación –estos cobardes y timoratos que no fueron capaces de enfrentar los problemas reales de la sociedad– y un señor de apellido Sichel, que era demócrata cristiano pero hoy va por la derecha, y que es una mala copia de Piñera, si es que puede haber una mala copia, pero lo es. Boric está más allá de aquellos partidos de la Concertación que se dedicaron a gestionar y administrar la política económica social y cultural de la dictadura. Boric es integrante del Frente Amplio que ha hecho una alianza con el Partido Comunista al efecto de tener un programa común. Él representa una izquierda chilena.

Menciona a Piñera que, otra vez, como en los Panama Papers, aparece en los Pandora Papers por tener parte de su fortuna en paraísos fiscales y constituir empresas fraudulentas. Hubo manifestaciones pidiendo su renuncia, también el inicio de un juicio político en el Congreso. ¿Es factible una caída del presidente por esta vía?

¿Por qué el fascismo puede ser una respuesta que dé el capital en Chile? Porque la derecha está en la tormenta perfecta. El gobierno de Piñera no gobierna. Él está acusado constitucionalmente por corrupción. Lo más seguro es que Diputados acuerde destituirlo. Pasará al Senado, pero allí se requiere un quórum tal que precisa que cinco sujetos de derecha voten esto. Es una mayoría especial en el caso del Presidente de la República; si no, ya estaría afuera. También la Fiscalía inició una investigación por cohecho y delitos tributarios. Además, a Sichel, su candidato, lo acusaron de ser lobista de una empresa que ha obtenido ganancias de manera especulativa y por aportes reservados de manera ilegal para una campaña. Es decir, la derecha no tiene candidato; solo queda el de la ultraderecha, que es ultrafascista.

La derecha está en el peor de los momentos y la Convención Constitucional es favorable a los intereses populares. Y si, además, se consigue un parlamento con mayorías importantes para la izquierda, el desplome de la derecha será a tres bandas: presidencia, parlamento y Convención Constitucional. Por otra parte, si avanzan las causas judiciales contra Piñera, ya sea por los crímenes de lesa humanidad que cometió después del estallido social o los juicios de corrupción, tendríamos un presidente que hasta podría ser enjuiciado y encarcelado.

Este escenario es muy interesante. Con la victoria de Pedro Castillo en Perú, la recuperación de la democracia y el retorno del MAS en Bolivia y el peronismo en Argentina, ¿cómo imagina a Chile en ese contexto regional, favorable para los pueblos, pero también con una ultraderecha voraz y un Luis Almagro actuando como peón de Estados Unidos?

Es una disputa de los tiempos que corren. Hay una confrontación que nos supera, que es la que dan China y EE.UU. por el control mundial: cuál es la empresa hegemónica o si China abre el mundo a la multipolaridad. Latinoamérica puede ser un lugar que ponga reglas en el comercio internacional si está integrada. Solos, no podemos.

También está la pandemia y las crisis migratorias que están ocurriendo, que no son evitables, porque al final de los días los pueblos van a aquellos lugares donde pueden ser acogidos y tener trabajo. Hay otras confrontaciones que se nos imponen: Estados Unidos quiere seguir teniéndonos como su patio trasero y esta es una confrontación que dan los pueblos y no los Estados, porque muchos de ellos están subordinados. Y está el fulano llamado Almagro, que es un vulgar lacayo del imperio norteamericano, es un servil para la política geoestratégica de Estados Unidos.

Chile es un ejemplo “exitoso” para el neoliberalismo. De hecho, la Constitución de Pinochet criminalizó a la clase trabajadora, tal la magnitud de la presencia en Chile.

Respecto a la contradicción capital-trabajo en la Constitución de la dictadura, el derecho a huelga, a la negociación colectiva, al trabajo no existe. Tampoco los derechos sociales reconocidos; por eso, tenemos que dejar establecido el derecho al trabajo, políticas de empleo, huelga y negociación colectiva por rama de la actividad productiva y defensa irrestricta de los derechos humanos. Lo debemos consagrar constitucionalmente para darle herramientas a trabajadores y trabajadoras para poder enfrentar el poder del capital que a veces tiene niveles de arbitrariedad y abuso que son abismantes. Por eso, necesitamos generar la derrota del capitalismo en los términos que lo conocemos. Tiene que haber en nuestro territorio un estado plurinacional que esté cimentado en la soberanía popular y en la democracia participativa en aras de los tiempos mejores que algún día llegarán. Mientras esos tiempos arriban, es importante que los pueblos tomen conciencia de sí mismos y sean protagonistas de las construcciones venideras.