A la atribulada oposición argentina no le gustan las decisiones del gobierno de Alberto Fernández sobre la pandemia del Covid-19. El sociólogo y politólogo Gerardo Aboy Carlés lo resumió magistralmente en su cuenta de Twitter: “Hagamos como Suecia. No, mejor como Luxemburgo. No, mejor como Portugal. No, mejor como Uruguay. Bueno, no importa como quien sea pero no como nosotros”.

Por supuesto, ¡dios nos libre!, ni mencionemos a Kerala. A ver si el mundo se entera que un estado gobernado por los comunistas está derrotando por paliza al coronavirus gracias a su política sanitaria y a los lazos comunitarios de solidaridad. Y esto ocurre dentro de la India, cuyo sistema público de salud ha sido socavado desde hace décadas por el ajuste neoliberal.

Esto cobra especial atención porque fue en Kerala —el estado indio gobernado por el Frente Democrático de Izquierda liderado por el Partido Comunista Marxista— donde aparecieron los primeros casos de coronavirus del país, cuando el 27 de enero tres estudiantes indios volvieron de Wuhan, China.

Desde entonces Kerala impuso políticas públicas rigurosas y multifocales: el confinamiento poblacional, centros de atención en todos los distritos, rastreo de contactos de las personas que llegaban del exterior, asistencia a los trabajadores migrantes y a los turistas que quedaron varados, auxilio a personas mayores que vivían solas y a aquellas que tenían necesidades especiales. La descentralización y coordinación del sistema de salud permitió que esta política se extendiera a todo el territorio. Kerala se convirtió así en el estado más exitoso en el combate del virus en todo el país. A seis meses de la aparición del Covid-19, registró apenas 27 muertes y 6.534 casos, según el Ministerio de Salud local.

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Thiruvanathapuram, capital del estado de Kerala

Este estado ubicado al suroeste del país, con una población de 35 millones, encabeza todos los rankings de la India: el Índice de Desarrollo Humano (IDH) más alto, el de menor pobreza, el más alfabetizado del país, el de expectativa de vida más elevada y la más baja mortalidad infantil; el de mayor acceso a la educación, y elevados niveles de participación de la mujer en todas las esferas. Este modelo social con reforma agraria, educativa y de igualdad de oportunidades nació en abril de 1957 cuando el Partido Comunista, con el apoyo de sectores independientes, obtuvo 65 de 126 escaños en la asamblea. Por primera vez un partido comunista formaba gobierno en un sistema parlamentario y desde entonces, con algunos intervalos, gobierna Kerala.

Vijay Prashad, director del Instituto Tricontinental de Investigación Social, destaca el rol de los estados de orientación socialista “movilizando todos los recursos disponibles —independientemente de las pérdidas económicas— para contener la pandemia”. El historiador y periodista indio subraya que “si una sociedad está organizada por organizaciones populares (sindicatos, organizaciones de mujeres, federaciones de estudiantes, organizaciones juveniles, cooperativas), entonces tiene la capacidad de sostener una acción pública. El proyecto socialista se desarrolla solo parcialmente a través de las instituciones del Estado, la otra parte —la más vital— es que la sociedad esté organizada, energizada y preparada para la labor cotidiana y extraordinaria de la construcción social”.

“Lo que realmente ha hecho la diferencia, según los expertos, es el robusto sistema de salud pública de Kerala y la cultura de una pujante democracia afincada en las bases y con el poder delegado efectivamente en los concejos comunales”, elogia la BBC. “El modelo se fundamenta en una reforma agraria que, a través de la legislación, aumentó la tenencia de tierras para los agricultores, la descentralización del sistema de salud pública y la inversión en la educación pública. Cada aldea tiene un centro sanitario de atención primaria y hay hospitales a cada nivel administrativo, así como 10 universidades médicas”.

Para el periódico británico The Guardian: “Este sistema muy descentralizado, con una división saludable del trabajo entre los sectores públicos y privado, ha resistido la prueba de dos inundaciones graves y otro brote viral en los últimos años. (…) El cumplimiento de la cuarentena domiciliaria fue posible gracias a una combinación de monitoreo telefónico e iniciativas de vigilancia vecinal. Se implementó un confinamiento severo previo al nacional: se cerraron las escuelas, se prohibieron las reuniones, e incluso algunas personas piadosas que aún insistían en rezar en grupos fueron arrestadas. Pero este enfoque de puño de hierro fue igualado por políticas de alcance socialmente valiosas. Los suministros fueron entregados a domicilio, las comidas de mediodía de las escuelas fueron enviadas a los niños incluso cuando las escuelas cerraron, se establecieron canales de comunicación claros y regulares para disipar las noticias falsas, se atendió bien a los trabajadores migrantes de otros estados y se establecieron líneas de ayuda de salud mental. La campaña Romper la cadena para limitar la propagación de Covid-19 fue particularmente exitosa”.

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Cabinas callejeras de testeo de Covid-19, parte de la campaña Break the chain (Romper la cadena) de Kerala

Un dato complementario es la altísima la popularidad que registra la ministra de Salud de Kerala, KK Shailaja, a quien cariñosamente llaman maestra y cuya veneración se asemeja a la de una estrella de rock o a la de un futbolista. The Guardian la entrevistó a mediados de mayo a raíz de “la admiración generalizada que ha suscitado por demostrar que la contención efectiva de la enfermedad es posible no solo en una democracia, sino en una pobre”. “Las pruebas son muy importantes, también la cuarentena y la vigilancia hospitalaria” explicó ella.

“Kerala es una ventana en el abominable muro”, sostiene Vijay Prashad, y destaca la ayuda del gobierno a los trabajadores migrantes: “Hasta el 28 de marzo, 144.145 trabajadorxs habían sido alojadxs en 4.603 campamentos y se estaban abriendo más. El gobierno también está construyendo campamentos para personas sin casa e indigentes (hasta ahora se han abierto 44, en los que se quedan 2.569 personas). El estado ha abierto cocinas comunitarias en todo el territorio para entregar comidas calientes. A quienes no pueden ir a las cocinas se les lleva comida a la casa”.

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KK Shailaja, ministra de Salud de Kerala (fotografía: Sreekesh Raveendran Nair)

“Una experiencia socialista y democrática”

Desde que la India se independizó en 1947 del imperio británico, se abordó sin éxito el tema de la distribución de la tierra. En contraste, a partir del triunfo comunista, Kerala implementó la reforma agraria más profunda del país, otorgando parcelas al pequeño campesinado y limitando la concentración de los grandes propietarios. El rol del Estado se completa con la movilización civil de organizaciones populares de base y sindicatos (panchayats). Esta mancomunión explica el éxito de las campañas de vacunación, alfabetización, equidad y desarrollo económico local.

La politóloga Gemma Roquet destaca como un punto de inflexión la Campaña de Planificación Popular de 1996, a la que califica como “una auténtica revolución”, ya que desde entonces las panchayats son “las que diseñan sus propios programas para la transformación social mediante la gestión de entre el 35 y el 40% del presupuesto del plan del Estado. La transformación fue tan profunda que se establecieron estructuras administrativas de autogobierno local”.

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Mujeres presentan el Plan de Desarrollo del Concejo Comunal (Gram Panchayat), 2019 (fotografía: Manu Sankar)

Una figura central para entender el devenir histórico que hace de Kerala un ejemplo mundial de desarrollo es el prestigioso economista indio Amartya Sen, ideólogo del IDH. Las particularidades que presenta este estado sobre el rol de la mujer lo diferencian claramente del resto del país: “Las variables causales relacionadas con el aumento de poder en las mujeres pueden verse en acción aquí, ya que Kerala ofrece un muy alto nivel de escolaridad a sus mujeres (casi universal para los grupos más jóvenes) y un acceso mucho mayor a empleos bien pagados y respetados”, explica.

El intelectual además subraya “la apertura al mundo exterior y su interacción con él y la política activista de izquierda, que se ha comprometido de manera particular con el problema de la igualdad, y ha tendido a enfrentar con firmeza los asuntos de falta de equidad (no sólo entre las clases y las castas, sino entre hombres y mujeres)”.

SANGRRE dialogó con el argentino Bruno Dobrusin, quien se desempeña como organizador sindical y obtuvo una maestría en Sociología del Trabajo por el Instituto Tata de Estudios Sociales de la India. Durante sus años de estudio allí tuvo la oportunidad de visitar Kerala y conocer la experiencia de gobierno a través de organizaciones gremiales locales.

“Hay características distintivas como experiencia previa al triunfo democrático del partido comunista en 1957 y con historias posteriores que ayudan a entender la situación particular. Kerala ya contaba desde fines del siglo XIX con un movimiento feminista muy importante, que empujó históricamente cuestionamientos al sistema de castas y promovió la educación universal. Esa historia y ese movimiento fueron apoyados con políticas activas desde el Estado a partir de 1957. Sin embargo, la continuidad del partido en el poder no fue constante. Tuvo derrotas electorales y siempre negoció alianzas con otros partidos de izquierda para poder gobernar”.

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Centro de Kozhikode (Calicut), tercera ciudad del estado de Kerala

Dobrusin enfatiza que “la profundización de la democracia a través de los panchayats es clave para entender la legitimidad del partido en Kerala, que se acostumbró a constantes diálogos y negociaciones tanto con los movimientos sociales como con otras formaciones políticas. Por eso, nunca tomaron las armas, como sí lo hicieron otras vertientes del partido en otros estados de India (guerrillas que en algunos casos continúan hasta el día de hoy). Tampoco detentaron el poder absoluto, como sí lo hizo el partido en Bengala Occidental en los más de treinta años continuados de gobierno”.

Destaca a Kerala como “un ejemplo de ruptura con los postulados clásicos occidentales sobre India. Es un estado pobre, pero que ha priorizado la salud pública, la educación y la reforma agraria, generando uno de los mejores estándares de vida en India, con indicadores sociales que podrían ser envidia en muchos barrios y comunidades de los países desarrollados. Obviamente que el problema es ideológico: una experiencia socialista y democrática manejando una crisis colosal mejor que los capitalismos más avanzados, no puede (ni debe) ser contada”.

Creo que la mejor manera de empezar a conocer un territorio, un país, una ciudad, un pueblo es mediante su literatura. Hay un libro maravilloso. Se llama El dios de las pequeñas cosas (1997) y lo escribió Arundhati Roy. Narra la historia de tres generaciones de una familia de Kerala. “Hay sueños grandes y sueños pequeños. Las lámparas son para los ricos, y las velas de sebo para los pobres, solía decir de los sueños un viejo culi de Bihar con el que se topaba Estha (indefectiblemente, año tras año) en la estación de ferrocarril cuando iba de excursión con el colegio”.

El multifacético artista, militante e intelectual italiano Pier Paolo Pasolini viajó al subcontinente en 1961; esa experiencia quedó reflejada en el libro El olor de la India. El capítulo 3, “La historia de Revi”, lo dedica a Kerala, a la que designa como “la región más pobre de la India, pero, al mismo tiempo, la más bella y la más moderna. Durante algunos años el gobierno ha sido comunista, y todavía los comunistas son allí muy fuertes”. Si hoy pudiera volver a Kerala, tal vez, su corazón rebelde se regocijaría.