Original en: https://www.globalproject.info/it/in_movimento/la-crisi-che-disvela-verso-un-nuovo-welfare-europeo/22694
[Ilustración: Ana Celentano – Traducción: Emilio Sadier para Sangrre]

Christian Marazzi nació en Lugano, Suiza, en 1951. Doctor en Economía, enseña en la Scuola universitaria professionale della Svizzera italiana y ha escrito, entre otros libros, Il posto dei calzini (1994) [El sitio de los calcetines (Akal, 1999)], E il denaro va (1998), Capitale & linguaggio (2002) [Capital y lenguaje. Hacia el gobierno de las finanzas (Tinta Limón, 2014)], Finanza bruciata (2009), Il comunismo del capitale. Finanziarizzazione, biopolitiche del lavoro e crisi globale (2010), Diario della crisi infinita (2015).

Cristian Marazzi

En esta entrevista, analiza las relaciones entre la anterior crisis global de 2008 y la actual, solapada con la pandemia; plantea la necesidad política de un nuevo Estado Social que promueva un modelo antropogenético; y señala para el caso europeo –en línea con discusiones y acciones que están cobrando fuerza en otras latitudes– la necesidad de herramientas de financiamiento de la deuda pública y de redistribución de la renta, entre las que se cuenta el ingreso ciudadano.

Estamos ante la mayor crisis sistémica después de la de 2008. ¿Cuáles son, en su opinión, los principales elementos de continuidad a nivel económico y social?

El punto de continuidad es el de encontrarse ante un colapso, tanto en el frente de la oferta como en el de la producción de valor. Esto último simplemente debido al hecho de que una parte de la producción a escala nacional y mundial está bloqueada por obvias razones sanitarias. Por supuesto, el colapso de la demanda también es un elemento que tiene semejanzas con la crisis de 2008.

Aquí, sin embargo, las similitudes se acaban y surgen las diferencias. Mientras que a la crisis de 2008 se llega con una evidente burbuja especulativa sobre los bonos públicos y las acciones bursátiles vinculadas al sector inmobiliario, aquí llegamos a la misma situación de crisis a través de un elemento que tiene ciertamente que ver con la globalización –en particular, con el estrés impuesto por la financierización a todos los niveles y sobre todo a nivel ambiental–; sin embargo, sigue siendo un elemento relativamente exógeno, aunque se mantiene dentro de lo que ha sido un maltrato evidente del planeta y del medio ambiente por parte de la lógica y las prácticas capitalistas.

En tus escritos, a menudo has utilizado el concepto de “estancamiento permanente”, al menos para definir lo que estaba sucediendo económicamente después de la crisis de 2008-2011. ¿Cómo creés que este evento pandémico puede incidir en un proceso a largo plazo vinculado al estancamiento, y cuáles en cambio pueden ser elementos de ruptura?

Este estancamiento secular se instauró a partir de 2008 debido a las políticas de austeridad, por un lado, que redujeron los ingresos desde el punto de vista de su origen redistributivo, y debido a la precarización del trabajo.

Ante la falta de demanda frente a una oferta de producción de mercancías, que sin embargo ha crecido, los diversos Bancos Centrales implementaron políticas monetarias que llevaron al aumento de las deudas públicas y sobre todo privadas y que, por lo tanto, caracterizaron esta docena de años de estancamiento secular. Esto ha causado un aumento vertiginoso de las desigualdades en casi todas partes, en Occidente y más allá.

Ese factor actúa de modo que la crisis actual nos encuentra frente a frente en apariencia con el mismo enemigo, pero en realidad se trata de un “virus de clase”, en el sentido de que produce efectos diferenciados sobre las clases sociales. Desde el punto de vista de los datos afecta más fuerte a la población de edad avanzada, pero desde un punto de vista económico-financiero afecta mucho más a quienes son los vectores más estratégicos de la economía, es decir, a quienes trabajan en el sector de la salud o en el sector logístico y que, sin embargo, se encuentran teniendo condiciones remunerativas decididamente precarias. Esto es lo que esta crisis nos permite decir, observando cómo llegamos a ella.

En este tiempo se está reabriendo un debate que, quizás por primera vez, está poniendo en cuestión los modelos de gestión de la deuda y del gasto público de la gobernanza europea. En tu opinión, ¿es posible abrir un ciclo expansivo y redistributivo sin intervenir de manera estructural sobre el pacto de estabilidad y, en general, sobre los parámetros de Maastricht?

Quiero dejar bien claro que es posible salir de esta crisis con el relanzamiento de un nuevo Estado Social respecto de aquel que ha sido maltratado durante los últimos treinta años. Un Estado Social que se apoye en sectores como la salud, lo comunitario, la cultura, la investigación, la formación y el medio ambiente. Es decir, un Estado Social que sostenga y promueva un modelo antropogenético, basado por lo tanto en las actividades humanas para el hombre, antes que en aquellas realizadas exclusivamente para la producción de mercancías.

Sin embargo, todo esto pertenece al orden de lo posible y dependerá mucho de cómo saldremos de él, por ejemplo, en términos de modalidades de financiamiento y de distribución de la deuda pública, que obviamente está destinada a crecer vertiginosamente en los próximos meses debido a las medidas de intervención que apuntan a sostener tanto la demanda como la oferta.

Las modalidades de financiación de la deuda pública deciden en parte cuál será la duración de este Estado Social, o las posibilidades mismas de declararlo.

Si en Europa no nos emancipamos de las que han sido las condiciones estrictas que llevaron a la crisis de 2010-2012 (por ejemplo en Grecia, pero no solo), de los parámetros de Maastricht y de las condiciones de austeridad impuestas para el otorgamiento de las ayudas del Fondo Salva Estados[1], no veo posible que exista un Estado Social que tenga la capacidad de durar más allá de la crisis que estamos viviendo. Más bien, veo el riesgo de una lucha entre los Estados miembros para apropiarse de los capitales en circulación en los mercados financieros, cada uno con miras al financiamiento de sus propias deudas públicas.

Por lo tanto, creo que es deseable buscar políticas de mutualización de los riesgos, pero también de financiamiento de las deudas públicas de los Estados miembros, porque, si no lo hacemos, creo que lamentablemente avanzaremos hacia un soberanismo de las respectivas deudas públicas a escala europea.

La crisis actual también está reabriendo el espacio para una batalla históricamente estratégica por los movimientos, la del ingreso y del Quantitative easing for the people[2]. ¿Es posible, en este contexto, impulsar una nueva fiscalidad a nivel europeo que tenga una perspectiva redistributiva, y que se relacione con las cosas que acabás de decir sobre un nuevo modelo de Bienestar?

Estoy convencido de que una quantitative easing for the people, esto es, una redistribución diferente, por ejemplo, a la de estos 750 mil millones de euros que el BCE ha asignado para intervenir sobre los títulos públicos en poder de los bancos de los distintos países, está a la orden del día. Por consiguiente, necesitamos un ingreso ciudadano que sea una alternativa a las medidas de quantitative easing que hemos visto en los últimos años, porque hemos visto que muchas de estas inyecciones de liquidez por parte del BCE no han terminado en la economía real, y mucho menos en los bolsillos de ciudadanos europeos, sino en los mercados financieros. Las políticas de quantitative easing no han contribuido realmente a salir del estancamiento secular que mencionaba antes.

Creo que es realmente muy importante reivindicar una renta de ciudadanía, un ingreso ciudadano que, tengámoslo muy en cuenta, se agregue a los beneficios sociales, a las redes de seguridad social vigentes en los Estados miembros, y no en sustitución de ellas. Esto además porque, cuando sea que salgamos de esta situación de emergencia, muchas de las empresas que consigan sobrevivir a largo plazo estarán endeudadas y, por lo tanto, la existencia de una demanda solvente, en virtud de esta quantitative easing for the people, será fundamental para permitirles volver a producción y crear riqueza, precisamente porque existiría una demanda lista para absorberla. De lo contrario, realmente corremos el riesgo de una depresión duradera.

Hay también, por lo tanto, una valencia positiva desde el punto de vista macroeconómico en la idea de la renta de ciudadanía. Pero, sobre todo, hay una pregunta relacionada con los nuevos modos de producir, en particular con la digitalización, porque con un ingreso de ciudadanía finalmente se puede reconocer toda la producción de riqueza que hacemos de forma gratuita como resultado de estos nuevos modos de trabajar. Esto con mayor razón en una fase en la que aumentará el trabajo a distancia (online, smart working, etc.), dentro del cual la cantidad de trabajo gratuito que se está acumulando es decididamente importante.

En mi opinión, es necesario movilizarse alrededor de este tema y creo que es necesario hacerlo no solo a nivel nacional, sino a escala europea. Es algo que ya hemos dicho y repetido en el pasado, pero la característica de esta crisis es la de revelar cosas que habíamos predicho desde hace tiempo y que, debido a cuestiones de relaciones de fuerza y de modalidades particulares de crecimiento del capital, permanecían soterradas. Esta crisis, por un lado, revela todas las contradicciones del capitalismo financiero y global que hemos visto y experimentado en las últimas décadas; por otra parte, también trae formas de subjetivación, pensamiento crítico y experimentación que han permanecido en cierto modo ocultas o no han tenido la posibilidad de explotar a mayor escala, en particular a nivel continental. Es necesario moverse en esta dirección.

 


Notas

[1] Fondo salva-Stati, nombre que se le ha dado al Mecanismo Europeo de Estabilidad, organismo mutigubernamental regional fundado en 2011 para asistir económicamente a los Estados de la Eurozona con dificultades financieras. [N. del T.]

[2] “Expansión cuantitativa para las personas”, en referencia a medidas de estímulo económico y redistribución de la renta orientadas a los sectores populares, trabajadores, etc. [N. del T.]