La bomba de tiempo que dejó Mauricio Macri tras cuatro años de gestión neoliberal ocupa el tiempo del futuro presidente y de su equipo. Sin embargo, la ebullición que vive América Latina y el Caribe, sumada a la marcada disputa ideológica entre gobiernos progresistas y conservadores que polariza a la región de manera dramática, será una prueba de fuego para la nueva política exterior del Frente de Todos.

El mapa continental muestra a Chile, Ecuador, Haití, Guatemala y Honduras sumido en masivas protestas populares contra modelos excluyentes. En Colombia, la coalición de derecha que lidera Álvaro Uribe perdió los principales distritos en las elecciones municipales del 27 de octubre. En Perú existe una disputa palaciega entre el jefe de Estado y el parlamento. En Paraguay, el presidente Mario Abdo Benítez quedó herido tras sortear el juicio político por el escandaloso acuerdo secreto con Brasil sobre la represa hidroeléctrica binacional Itaipú. Tampoco le va bien al ultraderechista Jair Bolsonaro, que a la inoperancia de su gestión le suma sus espurias relaciones con grupos paramilitares responsables del asesinato de la lideresa Marielle Franco. En la otra vereda, el Frente Amplio podría salir del poder tras quince años cuando se dispute la segunda vuelta el 24 de noviembre próximo, en tanto que Bolivia vive horas de tensión y violencia en las calles tras las elecciones del 20 de octubre que le dieron la victoria en primera vuelta a Evo Morales. En ese espectro, Venezuela y Nicaragua han logrado subsistir a severas crisis políticas, pero los golpes blandos no han cesado. Estados Unidos también tiene su cimbronazo interno por el pedido de impeachment contra el presidente Donald Trump.

Además, en un contexto de multilateralismo debilitado, la organización madre de las Américas, como es la OEA, se encuentra sin capacidad de maniobra, sumida en un empate ideológico catastrófico y con su secretario general, Luis Almagro, cuestionado hasta por su propio país, Uruguay.

El desafío para Alberto Fernández será moverse en esas arenas movedizas.

La gestión de Cambiemos en política exterior fue guionada en Washington. Dinamitó los procesos de integración, como Unasur y CELAC; participó en la conformación de un bloque de derechas conocido como “Grupo de Lima”; se inmiscuyó en la vida interna de Venezuela; renunció al reclamo histórico de la Argentina sobre la soberanía de las Islas Malvinas; y avanzó, junto a Brasil, en un acuerdo de sumisión del Mercosur a la Unión Europea.

En pocas horas, el presidente electo Alberto Fernández dio pistas del vuelco que tendrá las relaciones internacionales en su gobierno. Primero, anunció cuál será su primera visita oficial como presidente electo. Estrechará la mano de Manuel López Obrador, que tiene una tarea titánica en ese México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos de Trump, con el narcotráfico amenazando romper todo y la derecha socavando los cimientos de un gobierno que busca encauzar un rumbo de justicia social tras décadas de gobiernos conservadores y corruptos.

Los otros rastros provinieron de las respuestas de Alberto Fernández a las salutaciones vía Twitter de los mandatarios. Las señales, entonces, de cuál puede ser la política exterior del futuro gobierno del Frente de Todos se pudieron vislumbrar a través de la red social del pajarito.

A Evo Morales le contestó mostrando la sintonía con el mandatario boliviano: “Muchas gracias, querido @evoespueblo, por tu saludo y por tu amistad. Y mis felicitaciones por tu triunfo electoral. Tenemos el desafío de profundizar nuestros vínculos y reconstruir entre todos el potencial de América Latina, para integrarnos al mundo cuidando a nuestra gente”.

A Nicolás Maduro le manifestó la necesidad de la “plena vigencia de la democracia”, uno de los aspectos que más se le cuestionan al gobierno de Venezuela. Aquí también es clave la no respuesta al llamado “presidente encargado” impuesto por los Estados Unidos, Juan Guaidó, quién le escribió a Fernández, pero no obtuvo eco del presidente electo.

Al presidente chileno Sebastián Piñera le formuló la necesidad de un modelo de “desarrollo que atienda a quienes más padecen este presente de desigualdad”.

También hubo respuestas a autoridades por fuera de América Latina. Por el ejemplo, al primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, a quien le dijo: “Sin renunciar a nuestro reclamo de soberanía, debemos trabajar juntos para afianzar los lazos entre el pueblo argentino y el británico, que comparten mucho más de lo que imaginamos”.

La falta de diplomacia de Bolsonaro –quien se negó a saludar a Fernández y lo amenazó diciendo que promoverá la expulsión de Argentina del Mercosur– también fue respondida indirectamente por el presidente electo en un tuit: “Las palabras de mi amigo @LulaOficial me emocionan. Como dice en su carta, junto a @CFKArgentina recuperaremos de a poco nuestros lazos de fraternidad y respeto. Aprovecho para reclamar por su libertad y para enviar un cálido saludo a todo el pueblo hermano de Brasil. #LulaLivre”.

Nuevamente vía Twitter, Fernández explicitó el rol que espera del gigante azteca: “Agradezco al Gobierno de México y al presidente @lopezobrador, con quien trabajaremos codo a codo para mejorar nuestros lazos y para fortalecer la relación de América Latina con el mundo”.