Argentina, Bolivia y Uruguay elegirán a su presidente este año. Tres elecciones clave por la disputa ideológica en la región entre la restauración conservadora y los procesos de cambio.
Los dos últimos domingos de octubre tres países del Cono Sur elegirán a su jefe de Estado y renovarán sus parlamentos. América Latina es hoy escenario de una guerra de posiciones entre una derecha recalcitrante de posiciones intolerantes y proestadounidense frente a una izquierda que ha perdido su carácter renovador y viene perdiendo espacios de poder.
La balcanización del sur es una de las movidas coordinadas entre los gobiernos conservadores y Washington para reconfigurar el mapa geopolítico. La puesta en marcha del Foro para el Progreso y el Desarrollo en América del Sur (Prosur), que integran Argentina, Brasil, Chile Colombia, Paraguay, Perú y Ecuador, pretende destruir a la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y aportar de manera más eficaz a la desestabilización del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela para completar el viraje hacia el servilismo pro-Trump.
Estados Unidos utiliza todos los medios –convencionales e híbridos– a su alcance para barrer de raíz las experiencias populistas que nacieron con la llegada al poder en Venezuela en 1999 de Hugo Chávez. Como definió Ernesto Laclau: “El populismo, lejos de ser un obstáculo, garantiza la democracia, evitando que ésta se convierta en mera administración”. Para este teórico político, “cuando las masas populares que habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de liderazgo que no son ortodoxas desde el punto de vista liberal democrático, como el populismo”.
El caso venezolano es el que ha marcado, como ningún otro, el posicionamiento identitario de los gobiernos en la región. Todos, con mayor o menor vehemencia, se han pronunciado. En el caso de los tres países que afrontarán elecciones presidenciales en octubre de 2019 son sus declaraciones sobre Venezuela las que muestran su ubicación ideológica en el concierto latinoamericano.
Así, el presidente argentino Mauricio Macri ha usado como leitmotiv obsesivo que “gracias a la victoria de Cambiemos en diciembre de 2015 no nos convertimos en Venezuela”, al tiempo que promueve y festeja todas las intentonas golpistas que se intentan perpetrar contra la Venezuela Bolivariana.
En la vereda opuesta, el mandatario boliviano Evo Morales no ha cejado en su apoyo incondicional al gobierno chavista y a Nicolás Maduro. También, como solo lo ha hecho Cuba y Nicaragua, ha repudiado la escandalosa injerencia imperial en el país caribeño.
Más congruente con su devenir diplomático, el Uruguay de Tabaré Vázquez –como el México de Manuel López Obrador– demandó un espacio de diálogo entre gobierno y oposición que permita a Venezuela salir de la crisis y pidió a Estados Unidos y a los países de derecha que conforman el llamado “Grupo de Lima” moderación y apego a las normas del derecho internacional.
A pesar de sus posturas disímiles en esta crisis, que no solo es venezolana, ninguno de los tres pueden garantizar taxativamente la continuidad de sus proyectos políticos.
La reelección de Macri, según todas las encuestas, parece complicada ya que hasta al interior de su propia coalición dudan de si debe ser candidato. En tres años y medio de gobierno, Cambiemos no ha podido mostrar un solo logro de gobierno, la economía se desploma y el malhumor social es evidente. La esperanza del oficialismo es agitar los fantasmas del populismo, extorsionar a la sociedad con el miedo a “que seamos Venezuela” al que indefectiblemente irá la Argentina. Par colmo, la jugada política de Cristina Fernández de Kirchner de ubicarse como vicepresidenta en una fórmula que encabezará Alberto Fernández, exjefe de gabinete de ministros de Nestor Kirchner y de la propia Cristina, desacomodó todo el tablero político.
La fórmula Fernández- Fernández garantiza el voto kirchnerista y, a la vez, amplia el espectro de adherentes. La presencia de Alberto Fernández golpea las candidaturas del independiente Roberto Lavagna y de Sergio Massa, peronista y exfuncionario de CFK, quien seguramente terminará sumándose al espacio. Además, interpela a Alternativa Federal, el peronismo no K, y obliga a una nueva estrategia electoral de Cambiemos.
Alberto Fernández tiene todas las cualidades que se requieren para afrontar este caótico tiempo político: capacidad, pragmatismo, diálogo, relaciones. Fue jefe de gabinete de ministros en los gobiernos de Néstor y Cristina. Se distanció, renunció a sus cargos, volvió al llano, no dejó de construir y retorno como consejero principal de CFK hace poco más de un año. “No tengo dudas, la situación del pueblo y del país es dramática. Se va a trata de tener que gobernar una Argentina otra vez en ruinas. Más que ganar una elección. Necesitamos de hombres y mujeres que puedan gobernar una Argentina que se encuentra en una situación peor que la de 2001”, complementó la expresidenta en su mensaje a través de las redes sociales en el que anunció “le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos”.
El caso boliviano es paradójico. Bolivia es la economía más pujante de América Latina desde hace más de una década, el mejoramiento de la calidad de vida de su población bate récords históricos y el país ha sorteado su histórico aislamiento para ser parte de todos los mecanismos de integración mundial. Sin embargo, un posible cuarto mandato de Evo Morales no está asegurado. Por primera vez, puede ir a una segunda vuelta y allí el triunfo puede ser de la oposición encabezada por el expresidente Carlos Mesa, cuya rareza es que, a diferencia de los candidatos de derecha recalcitrante que abundan en América latina, su historia como intelectual lo ubica en una posición socialdemócrata.
En Uruguay es el tiempo de la renovación generacional en el Frente Amplio: Tabaré Vázquez y José Mujica dan paso a nuevas figuras que buscarán un cuarto gobierno frenteamplista. Cuatro candidatos disputarán las internas de la coalición de izquierda. Encuestas le otorgan un 35 por ciento de intención de voto al gobernante Frente Amplio y un 29 por ciento al Partido Nacional. Hay una segunda vuelta con final abierto.
Como afirmó Aram Aharonian, director del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE): “Los planes y estrategias de balcanización están en el menú de opciones de la guerra híbrida y multidireccional de Estados Unidos. Por ello, las próximas elecciones en Uruguay, Argentina y Bolivia son fundamentales para ponerle coto a la política imperial estadounidense”.
Ficha Técnica
Uruguay: Las elecciones presidenciales han sido convocadas para el 27 de octubre. La segunda ronda, el 24 de noviembre. Por disposición legal, todos los partidos uruguayos definirán sus candidaturas en elecciones internas a realizarse el próximo 30 de junio.
Argentina: Las presidenciales están anunciadas para el domingo 27 de octubre de 2019. La segunda vuelta para el domingo 24 de noviembre de 2019. Los candidatos presidenciales tendrán que surgir de elecciones primarias a realizarse en agosto de 2019. Para ser proclamados tendrán que alcanzar el 1,5 por ciento de los votos válidos.
Bolivia: En elecciones generales se elegirá presidente, vicepresidente, 130 diputados y 36 senadores. El 27 de enero se realizaron por primera vez elecciones internas para validar a los aspirantes presidenciales antes de las elecciones, que tendrán lugar en octubre. La segunda vuelta se realizará el 15 de diciembre.