Nuevamente, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner puso a toda la sociedad argentina a hablar de ella. La natural apatía de los sábados trocó en un día de debate político cuando anunció a través de sus redes sociales que ella secundaría a Alberto Fernández, su ex Jefe de Gabinete, en una fórmula presidencial que puede poner de rodillas a Mauricio Macri.

El electorado argentino estaba dividido en tercios. A saber: el más fiel, el que sigue a Cristina Fernández de Kirchner; el que responde a Mauricio Macri; y un tercero que agrupa a peronistas ortodoxos, izquierda tradicional, independientes y volátiles. Con esta decisión CFK rompe esa tripolaridad, asume que su figura no puede garantizar la victoria en primera vuelta y le hace un guiño a los electores que no comulgan con ella, pero tampoco con el actual presidente.

Con esta decisión se terminan las especulaciones respecto a si CFK iba a ser candidata. La respuesta es sí, pero en un lugar impensado. Y, contra el anuncio clásico de la historia, la líder decide ocupar el lugar de copiloto y ofrecerle a otro que comande la nave.

La fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández garantiza el voto kirchnerista y, a la vez, amplia el espectro de adherentes. La presencia de Alberto Fernández golpea las candidaturas del independiente Roberto Lavagna y de Sergio Massa, peronista y exfuncionario de CFK, quien seguramente terminará sumándose al espacio. Además, interpela a Alternativa Federal, el peronismo no K, y obliga a una nueva estrategia electoral de Cambiemos, quién cavilaba si Macri debía o no ir por la reelección o entronar a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal como la candidata de Cambiemos. Hoy, ambas jugadas parecen insuficientes con el tsunami que acaba de arrasar todas las previsiones rumbo a octubre y a un mes del plazo para la presentación de las alianzas partidarias para las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias).

Alberto Fernández tiene todas las cualidades que se requieren para afrontar este caótico tiempo político: capacidad, pragmatismo, diálogo, relaciones. Fue jefe de gabinete de ministros en los gobiernos  de Néstor y Cristina. Se distanció, renunció a sus cargos, volvió al llano, no dejó de construir y retornó como consejero principal de CFK hace poco más de un año. “No tengo dudas, la situación del pueblo y del país es dramática. Se va a trata de tener que gobernar una Argentina otra vez en ruinas. Más que ganar una elección. Necesitamos de hombres y mujeres que puedan gobernar una Argentina que se encuentra en una situación peor que la de 2001”, complementó la expresidenta en su mensaje a través de las redes sociales en el que anunció “le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos”.

Sin dudas, también CFK observó la saña del ataque judicial-mediático de esta última semana que finalmente la obligará a declarar en la causa conocida como “Vialidad”. Asimismo, habrá cavilado sobre la tozudez de Lula Da Silva y el PT para que vuelva a ser candidato presidencial en Brasil, que terminó con el encarcelamiento del líder obrero.

El lanzamiento de su libro Sinceramente, ya un bestseller editorial y político, y de su candidatura a vicepresidente, sin que se hayan filtrado ambos booms, demuestran que Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo la jugadora central y dominante de la política argentina. Nadie puede dejar de hablar de sus decisiones, ya sea para elogiarlas o para denostarlas. Nadie es indiferente.

Es un terremoto.