Es sabido: navegar las aguas de la actualidad es una tarea que obliga a atender a las velocidades y los sentidos de las corrientes, aprovechar los (malos o buenos) vientos, sortear eventuales escollos y capear tempestades repentinas. Pero no todo es entrega entusiasta a la inmediatez: captar las condiciones de la época tiene también que ver con sondear y auscultar el cauce que se está navegando, indagar su constitución y sus formas subacuáticas, razonar en qué medida el fondo determina y modula lo que sucede en la superficie en la que estamos a flote.

Esta nueva sección de Sangrre busca tomarle el pulso al presente a través de ensayos, conversaciones e intervenciones diversas, textualidades actuales y pretéritas que esperamos permitan resituar y enriquecer cierta conversación –a veces diferida, soslayada o incluso interrumpida– sobre la materialidad estructurante de nuestro tiempo y las exigencias que ella le pone al pensamiento y a la acción política. La iniciamos con un texto del filósofo italiano Franco Berardi “Bifo”, editado en aquella otra encarnación nuestra llamada Pampa –revista y grupo sostenidos allá lejos y hace tiempo, durante la segunda mitad de la década pasada y los primeros años de esta que va terminando–. En este ensayo, y más allá de su coyuntura específica (inicio de 2009, comienzo de la administración Obama en EE.UU. y post crisis financiera de 2008), Bifo presenta una serie de variables y nociones centrales para la comprensión y discusión de la contemporaneidad: crisis, catástrofe y colapso; financierización y criminalidad económica; deuda y privatización de la existencia; producción semiótica y propiedad común; procesos de singularización; relaciones entre política y terapéutica.

Ilustración: Ana Celentano

El comunismo ha vuelto, pero tendríamos que llamarlo terapia de singularización

Por Franco Berardi “Bifo”

[Publicado originalmente en Revista Pampa nº 5, Buenos Aires, IEF-CTA, agosto de 2009, pp. 11-25. Traducción: Emilio Sadier. Ilustración: Ana Celentano]

  1. No una crisis, sino el colapso

Economistas y políticos la llaman “crisis” y esperan que evolucione como las muchas crisis que han agitado la economía durante el siglo pasado y que han terminado reforzando el capitalismo. Pero pienso que esta vez es distinto. No es una crisis sino el signo de la incompatibilidad entre potencia de las fuerzas productivas (red global, trabajo cognitivo, inmaterialización) y paradigma capitalista. Esta no es una crisis, sino el colapso final de un sistema que ha durado quinientos años.

Franco Berardi, "Bifo"
Franco Berardi, “Bifo”

Observemos el panorama: las grandes potencias del mundo están intentando salvar las instituciones financieras, pero el colapso financiero ya ha golpeado el sistema industrial, la demanda está cayendo, millones de puestos de trabajo desaparecen. Para salvar a los bancos, el Estado está tomando dinero de los contribuyentes de mañana, y esto significa que en los próximos años la demanda está destinada a caer aun más en los próximos años. El gasto familiar está cayendo en picada, y consecuentemente una buena parte de la producción industrial disminuirá. Esto no va a durar sólo uno o dos años, este tiempo es para siempre.

En un artículo publicado por el Internacional Herald Tribune, el conservador-moderado David Brooks escribe: “Temo que estamos operando en condiciones que están mucho más allá de nuestro conocimiento económico.” He aquí el punto: la complejidad de la economía global está mucho más allá de la capacidad de conocimiento que de la que dispone la economía como ciencia y como técnica. La economía moderna ha funcionado hasta ahora como técnica de producción de la escasez y de organización de la explotación del trabajo. Pero ahora esta técnica no consigue ya organizar la complejidad y la riqueza infinita de las fuerzas productivas en la época de las tecnologías de la información y del capitalismo cognitivo. Y la forma de conocimiento que se ha definido como económica en la época moderna no está en capacidad de aprehender la complejidad de una producción que ha incluido el alma, el lenguaje, el afecto.

Mientras se mantenga incapaz de autonomía de los criterios de la economía, la política no puede tener más ningún control sobre dinámicas sociales que el crack financiero de 2008 ha puesto en marcha.

Presentando el plan económico de Obama, el 10 de febrero de 2009, el secretario del Tesoro de los EEUU Timothy Geithner ha dicho: “Quiero ser sincero. Esta estrategia costará dinero, implicará riesgo y tomará tiempo. Deberemos adaptarla en tanto las condiciones cambien. Deberemos hacer cosas que nunca hemos intentado antes. Cometeremos errores. Pasaremos por períodos en los que las cosas irán peor y el progreso será improbable o interrumpido.” Estas palabras testimonian la honestidad intelectual de Geithner y la diferencia respecto a la arrogancia intelectual del clan de Bush, pero al mismo tiempo demuestran el quiebre de la fe en los instrumentos de comprensión de la política y de la economía.

El conocimiento político que hemos heredado de la filosofía racionalista moderna es hoy inutilizable. Los problemas colocados por la depresión no pueden ser resueltos con la adaptación y la racionalización de la Economía. El paradigma capitalista no puede ser más la regla universal de la actividad humana.

Enfrentémoslo: se terminó la historia del capitalismo moderno. ¿Y entonces?

  1. Economía criminal

Echemos una mirada retrospectiva al crecimiento y a la decadencia de la economía neoliberal, que proclamaba la ley del más fuerte. Observamos dos aspectos, en la economía postmoderna de los últimos treinta años: uno es el de la “net-economy”, la economía de red; el otro es el del capitalismo criminal.

La economía de red está basada en la colaboración y la capacidad de compartir, en la creación de nuevos métodos de gestión de la actividad social. La economía de red desafía el principio propietario que ha dominado la sociedad capitalista moderna. Para reafirmar y reimponer el rol propietario, el capitalismo ha reaccionado de manera criminal: el rostro criminal del capitalismo está basado en el abandono de toda regla legal en la búsqueda de la ganancia, y ha usado la guerra como forma suprema de la competencia. Políticas criminales ha llevado a la economía global al desastre actual, pero los criminales están todavía en el poder, aun habiendo fallado en gobernar la caótica realidad creada por la desregulación. La ideología neoliberal ha fracasado, pero aquellos que han prosperado a la sombra de este engaño neoliberal se aferran a su poder y se preparan para una nueva ofensiva.

Pero en el trasfondo crece la potencia autónoma del general intellect respecto de la clase dirigente criminal que ha producido la bancarrota. La victoria de Obama puede abrir un nuevo período en la evolución de la humanidad. Este acontecimiento ha inyectado nuevas esperanzas en el ejército pacífico del general intellect en todo el mundo. El nuevo presidente ha sido votado masivamente por el trabajo cognitivo y su victoria es la derrota de la clase criminal y del fanatismo representados por Cheney y Bush. Sin embargo, esta victoria marca sólo el inicio de una lucha, que será el conflicto entre la fuerza intelectual contra la brutal fuerza de la ignorancia, la violencia y la ganancia.

¿Podemos describir esta lucha entre inteligencia colectiva y dogmatismo neoliberal en los viejos términos de la lucha de clase? Sí y no. Sí, porque efectivamente el trabajo intelectual en red (al que podríamos llamar “cognitariado”) es la principal fuerza productiva de este tiempo en términos de valorización y en términos de utilidad social. No, porque la complejidad del panorama social ha crecido hasta el punto en que no puede ser reducida a la oposición lineal de un frente social contra otro. La disociación entre propiedad y gestión, la financierización del proceso de acumulación vuelven imposible la determinación de una contraparte social. La propiedad ha sido pulverizada y la gestión, despersonalizada.

La clase criminal, compuesta por aventureros de las finanzas, managers de las grandes corporaciones y por una lumpen-burguesía de tipo mafioso, ha tomado el poder en dos movimientos: primero con la declaración neoliberal del primado de la competencia por sobre cualquier regla ética, política o legal. Segundo, a través de la ocupación del sistema de producción de la mente colectiva: el media system. Produciendo las expectativas sociales y la imaginación colectiva, el sistema mediático ha expropiado a la clase cognitiva productiva y ha subordinado a los explotados a las pesadillas de sus explotadores.

La ocupación privada del espacio social de comunicación (publicidad, televisión, etc.) ha producido el efectivo distorsivo de una identificación alienada. Los explotados, trabajadores, consumidores han sido incitados a verse a través de los ojos de los propietarios del Mediascape. La privatización de la vida, la destrucción de la red social y de solidaridad y la privatización de las necesidades y del consumo han sido mediáticamente organizadas.

La privatización de la movilidad es el mejor ejemplo de esta distorsión de la esfera pública. Un objeto irracional y que estorba, el automóvil (tres toneladas de hierro para el desplazamiento de un cuerpo que pesa sólo ochenta kilos) ha sido el objeto central de la producción industrial del siglo XX. Y, de cualquier modo, ¿por qué los automóviles deben ser privados? Podrían ser objetos públicos que cualquiera pudiera tomar y usar por el tiempo necesario, luego dejar abiertos en las calles, listos para el transporte de cualquier otro. Podrían ser sustituidos por un sistema de transporte mucho más cómodo. ¿Por qué el sistema de transporte público ha sido saboteado por la clase dirigente en las últimas décadas? Sabemos bien por qué: porque la economía capitalista crea escasez en el campo del transporte como en todos los campos. La creación de escasez es la premisa de la acumulación, y ha hecho posible la privatización de la necesidad. La necesidad no es un impulso natural, sino el producto de una acción cultural que modela la imaginación social y la sensibilidad, monopolizada por las corporaciones mediáticas.

Durante los años ’90, el crecimiento de la producción en red y la difusión de una cibercultura libertaria abrieron el camino a una alianza entre capitalismo financiero y trabajo cognitivo. Bajo la bandera de las empresas puntocom, jóvenes intelectuales y científicos pudieron encontrar los medios para crear sus empresas y volver posible un proceso de redistribución de la renta. Pero esta alianza fue rota cuando la clase criminal tomó el control de la potencia tecnológica para someterla a la guerra. La experiencia de las puntocom fue en gran medida capturada por la ilusión neoliberal, y en la primera década del nuevo siglo el trabajo intelectual ha sido precarizado, obligado a aceptar cualquier condición económica. Las fuerzas de la reacción neoliberal han buscado el desguace del general intellect: el conocimiento fue fragmentado, la renta reducida, la explotación y el stress crecieron en constante aumento.

El crack de las puntocom y el 9/11 marcaron el sometimiento de la experiencia tecnológica a la guerra. Pero la producción en masa del miedo, el fanatismo y la ignorancia no fueron suficientes para obligar a los occidentales a aceptar la guerra. Este consenso fue comprado a través de un enorme endeudamiento. Los ciudadanos occidentales invitados por el presidente Bush a salir de casa e ir de compras. Shopping contra el terror, shopping contra la depresión psíquica. Pero este acceso masivo al consumo ha sido financiado por un endeudamiento sin límites. La población euro-norteamericana ha sido sistemáticamente incitada a comprar montañas de cosas inútiles, ha sido mentalmente intoxicada por la publicidad y constreñida a identificar la felicidad con el consumo y el bienestar con la cantidad de bienes poseídos.

La privatización de las necesidades y la reducción del bienestar a la adquisición ha destruido todo sentido de dignidad y de amor propio. El tiempo social de atención ha sido ocupado por el flujo de info-trabajo y publicidad. El lenguaje ha sido absorbido por el trabajo y abandonado por el afecto. Amor, ternura, sexo, afecto y cuidado de los otros han sido transformados en mercancías. Cada persona se ha vuelto propietaria de muchas tarjetas de crédito, transformada en una máquina de comprar, obligada a trabajar cada vez más para poder pagar una deuda creciente. La deuda se ha vuelto la cadena universal y así se han creado las condiciones perfectas para el colapso general. Y al fin el colapso sucedió.

No nos hagamos ilusiones: el crecimiento no volverá, no sólo porque las personas no estarán ya en condiciones de pagar la deuda acumulada durante las últimas tres décadas, sino además porque los recursos psíquicos del planeta están próximos al agotamiento y los recursos nerviosos del cerebro social están próximos a un crack.

¿Y entonces?

  1. Protesta ética y guerra

A fines de los años ’90, cuando el proceso de globalización parecía imparable, su potencial de devastación bien escondido en las palabras de los garúes neoliberales, y cuando la filosofía de la privatización no se podía criticar, un movimiento de protesta ética emergió de las filas del trabajo cognitivo. Al final del siglo capitalista, en el extremo occidente de occidente, en Seattle, cientos de miles de personas se encontraron y marcharon para parar la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio y para protestar contra los efectos de la explotación global.

Fue el comienzo de la época de las Manifestaciones Éticas. De Seattle a Genova, de Praga a Bologna y Cancún, multitudes de trabajadores precarios y cognitivos marcharon juntas. Eran la conciencia ética del mundo, y naturalmente estos trabajadores fueron agredidos por la policía, bajo la instigación de la clase criminal. Algunos fueron asesinados, muchos arrestados, porque estaban diciendo la verdad. Intentaban advertir al pueblo de la Tierra que un gran peligro estaba a la vista. Ahora sabemos que tenían razón. Los manifestantes no-global estaban advirtiéndonos de la catástrofe inminente, y ahora la catástrofe está aquí.

“Catástrofe” significa, en griego, un cambio de la posición que permite al observador ver cosas que no podía ver antes. La catástrofe abre nuevos espacios de visibilidad y por lo tanto de posibilidad, pero también exige un cambio de paradigma. Los manifestantes éticos fueron derrotados, luego de la marcha mundial contra la guerra el 15 de febrero de 2003. Cien millones de personas marcharon aquel día contra la guerra en Irak. Bush contestó que no necesitaba los consejos de la gente, y comenzó la guerra.

La clase criminal de la ignorancia venció, contra el movimiento del general intellect.

He aquí por qué el mundo está colapsando.

Luego de eso, la violencia fue opuesta con violencia, y fanáticos combatieron contra los fanáticos. De Irak a Afganistán, de Pakistán a Irán y a Georgia, el ejército de los EEUU ha sido derrotado en todas partes, y aislado. El colapso financiero, finalmente, no está privado de relación con la derrota geopolítica. Mientras se desvanecía el período de las manifestaciones éticas, un nuevo ciclo de insurrección explotó por algunos sitios en occidente. Las revueltas de los banlieux de Paris en noviembre de 2005, la insurrección de los maestros de Oaxaca en octubre de 2006, la explosión de una rebelión general en Grecia en diciembre de 2008 han sido los anuncios de una ola insurreccional que sacudirá muchas partes del mundo en los próximos años, mientras la recesión devastará la vida social.

Insurrecciones esparcidas se producirán en los años venideros, pero no debemos esperar demasiado de ellas. Serán incapaces de tocar los centros reales de poder, a causa de la militarización del espacio metropolitano, y no serán capaces de obtener demasiados resultados en términos de riqueza material o de poder político. Así como la gran oleada de protestas morales no-global no pudo destruir el poder neoliberal, las revueltas insurreccionales no traerán una solución, mientras una nueva conciencia y una nueva sensibilidad no surjan y se difundan cambiando la vida cotidiana y creando zonas autónomas NO temporarias, radicadas en la cultura y en el conocimiento de la red global.

El pleno empleo se acabó. El mundo no tiene necesidad de tanto trabajo, de tanta explotación. Una reducción radical del tiempo de trabajo es necesaria. La renta de ciudadanía debe ser afirmada como un derecho a la vida independiente del empleo y desligado de la prestación de tiempo de trabajo. Competencias, conocimiento y habilidades deben ser separadas del contexto económico del valor de cambio y repensadas en términos de actividad social libre.

  1. La deuda

No debemos considerar la recesión como un fenómeno económico, sino verla como un giro antropológico que cambiará la distribución de los recursos mundiales y del poder mundial. Europa está condenada a perder su privilegio económico, ahora que finalizan los 500 años de colonialismo. La deuda que Occidente ha acumulado no es sólo una deuda económica sino también moral: la deuda de la opresión, de la violencia y del genocidio tiene ahora que ser pagada, y eso no será fácil. Una gran parte de la población europea no está dispuesta a aceptar la redistribución de la riqueza que la recesión impondrá. Europa, revuelta por olas de inmigración, deberá afrontar la amenaza de un racismo creciente. La guerra civil interétnica será difícil de evitar. En EEUU, la victoria de Obama marca el inicio del fin de la dominación blanca que ha sido la premisa del sistema capitalista moderno. Una ola de renacimiento indígena no identitaria está creciendo, especialmente en América Latina.

La batalla entre trabajo y capital ha alcanzado una nueva fase, que puede tener resultados imprevisibles. No podemos saber qué intenta hacer realmente la administración norteamericana. Como dice Geithner, la Administración Obama está procediendo por prueba y error. Este es el sentido del concepto de pragmatismo post-partisan: las viejas soluciones ideológicas que funcionaron en el siglo XX ya no funcionan. Tanto el liberalismo como el socialismo parecen hoy perder contacto con la realidad. La clase dirigente y los economistas proponen viejos métodos para afrontar la recesión, usan mapas viejos para un territorio nuevo. Todos dicen que el proteccionismo es una cosa mala, mientras de hecho cada Estado está protegiendo su economía nacional. Los neoliberales dicen que el Estado debería salvar a los bancos, pagar las deudas y restaurar el crédito, para luego dejar que los propietarios privados administren sus empresas, como siempre. Los socialistas, por su parte, dicen que el Estado debería hacerse cargo de los bancos y nacionalizar las empresas. ¿Pero qué diferencia habría si las empresas nacionalizadas continúan produciendo las mismas cosas?

La alternativa entre privado y público-estatal es falsa, la solución no está ya en el campo de la economía sino en el campo de la cultura social. El modelo del crecimiento ha sido interiorizado profundamente: ha permeado la vida cotidiana, la percepción, las necesidades, los estilos de consumo. La acción cultural debe liberar a la sociedad de este modelo.

  1. Comunismo sin Aufhebung

La privatización de necesidades básicas (vivienda, transporte, alimentación) y servicios sociales está basada en la identificación cultural de la riqueza y del bienestar como la suma de propiedad privada adquirida. En la antropología del capitalismo moderno, el bienestar ha sido identificado con la adquisición, nunca con el goce.

En el curso de la tempestad social que estamos por atravesar durante los años venideros, la identificación de bienestar y propiedad debe ser cuestionada. Es una tarea política, pero sobre todo una tarea cultural e incluso psicoterapéutica.

La justificación teórica de la institución de la propiedad privada (por ejemplo, en el pensamiento de John Locke) está basada en la necesidad de garantizar el goce exclusivo de una cosa que no puede ser compartida: una manzana no puede ser compartida, si la como yo no la comes tú. Pero en la era digital el estatuto de los bienes ha cambiado: los bienes inmateriales son mercadería semiótica que no es destruida por el uso. Cuando se trata de productos semióticos, la propiedad privada se vuelve irrelevante, y de hecho es cada vez más difícil imponerla legalmente. Las campañas contra la piratería son, en efecto, paradójicas, porque los verdaderos piratas son las corporaciones que buscan desesperadamente privatizar el producto de la inteligencia colectiva e imponer artificialmente un tributo a la comunidad de productores. Los productos de la inteligencia colectiva son inherentemente comunes porque el conocimiento no puede ser fragmentado ni poseído en términos privados. Un nuevo tipo de comunismo estaba emergiendo de la transformación producida por la red digital, cuando el colapso de los mercados financieros y de la ideología neoliberal mostró la fragilidad de los fundamentos del hipercapitalismo. Ahora podemos prever una nueva ola de transformación proveniente del colapso actual del crecimiento, de la deuda y del consumo privado como bienestar. Gracias a estas tres fuerzas –carácter común del conocimiento, crisis ideológica de la propiedad privada, obligatoria comunalización de las necesidades– un nuevo horizonte es visible y comienza a surgir un nuevo paisaje. El comunismo está volviendo.

La vieja cara del comunismo, basada en el voluntarismo de una vanguardia, y en expectativas paranoicas de una Nueva Totalidad, fue derrotada a fines del siglo XX y no resurgirá nunca más. Hoy está emergiendo un nuevo tipo de comunismo como forma de la necesidad, como resultado inevitable del tempestuoso colapso del sistema capitalista. El comunismo del capital es una necesidad bárbara. Es preciso introducir libertad y elección en esta necesidad. Es preciso crear un paradigma que haga de la necesidad del comunismo del capital una elección conciente y organizada.

El comunismo ha vuelto, pero tendríamos que llamarlo de un modo diferente porque la memoria histórica identificó esta forma particular de organización social con la tiranía política de una Religión. El comunismo histórico del siglo XX estaba fundado en la idea de la primacía de la Totalidad sobre la singularidad. Pero el esquema dialéctico que definió el movimiento Comunista del siglo XX ha sido completamente abandonado y nadie será capaz de resucitarlo.

La visión hegeliana ha jugado un rol decisivo en la formación de ese tipo de creencia religiosa que se llamó “historicismo”. La Aufhebung (abolición de lo real y realización de la idea) es el marco paranoico de la antigua conceptualización del comunismo. En aquel marco dialéctico, el comunismo era visto como una totalidad universal que debería abolir y suceder a la totalidad universal capitalista. El sujeto (la voluntad y la acción de la clase obrera) era visto como el instrumento para la abolición de lo viejo y para la instauración de lo nuevo.

  1. Singularidades

La clase obrera industrial, siendo externa a la producción de conceptos, podía sólo identificarse con la mitología de la abolición y de la totalización. Pero el general intellect no razona en términos de totalidad sino en términos de globalidad y de singularización. El general intellect es como el pez del que habla Iggy Pop: “The fish is mute, expressionless, because the fish knows. Everything”. [“El pez está callado, sin expresión, porque el pez sabe. Todo”]

El general intellect no tiene necesidad de un sujeto expresivo, tal como fue el Partido Leninista en el siglo XX. La expresión política del general intellect es una unidad con su acción de conocimiento, creación y producción de signos. Hemos abandonado el terreno de la dialéctica para situarnos en el terreno plural de las dinámicas de singularización y la coevolución multiforme de singularidades. El capitalismo se ha acabado, pero no está destinado a desaparecer. La creación de zonas autónomas no temporarias no producirá ninguna totalización.

No tendremos durante los próximos meses y años un proceso de liberación general, un acontecimiento catártico de Revolución, no veremos el imprevisto quiebre del poder del Estado. Veremos una suerte de revolución sin sujeto, veremos una proliferación de las singularidades.

El poder de los Estados modernos está quizás destinado a sobrevivir y arrastrarse en una condición de creciente impotencia y corrupción, mientras la sociedad creará sus instituciones. Los Estados están volviéndose esencialmente una máquina militar de control y represión. Incapaz de gobernar realmente una sociedad que está amenazada por lo efectos del colapso económico, la máquina del Estado reaccionará como máquina de guerra. La democracia no está destruida por cambios constitucionales, sino por la corrupción de sus fundamentos culturales, por la instauración del poder totalitario mediático, por la imposibilidad de gobernar racionalmente el Conjunto Caótico.

A la par de abandonar el terreno de la dialéctica de la abolición y la totalización, debemos intentar construir una teoría de las dinámicas de recombinación y singularización, concepto que está claramente delineado en la obra de Félix Guattari, especialmente en su último libro, Caosmosis. Singularidad no significa “individualidad”: pueden haber singularidades colectivas. Con la palabra “singularidad” entiendo un agente afectivo y semiótico que no sigue ninguna regla de conformidad y repetición, y que no está enmarcado en ninguna necesidad histórica. La singularidad es un proceso no necesario, porque no está lógica ni materialmente implicado en la consecuencialidad de la historia.

Abandonar la totalidad, hacer proliferar singularidades, ésta es la vía de la democracia post-capitalista.

  1. Infinito proceso de terapia

No debemos esperar un cambio repentino del panorama social, sino más bien el lento surgimiento de nuevas tendencias: comunidades que abandonan el campo de la economía dominante que colapsa, un número creciente de individuos que dejan de buscar trabajo y crean su propia red autónoma de actividades y servicios.

El desmantelamiento de la industria es indetenible por la simple razón de que la vida social no tiene más necesidad de trabajo industrial. El mito del crecimiento será abandonado y la gente buscará nuevas formas de distribución de la riqueza. Las comunidades singulares cambiaran su propia percepción del bienestar y de la riqueza en el sentido de la frugalidad y de la libertad del tiempo. La revolución cultural que necesitamos en esta transición conduce de la percepción de la riqueza como propiedad privada de bienes que no podemos gozar porque no tenemos el tiempo de hacerlo, a la percepción de la riqueza como goce de una cantidad de bienes que serán más útiles y abundantes en tanto más podamos compartirlos con otros.

La des-privatización de los servicios y los bienes se volverá posible por esta urgente revolución cultural. Esto no sucederá de modo planificado y uniforme, sino más bien será el efecto de la sustracción de singularidades individuales y comunitarias, de la creación de una economía del uso compartido de bienes comunes, y de la liberación del tiempo para la cultura, el placer y el afecto. Mientras este proceso se expande a nivel subterráneo de la sociedad, la clase criminal se aferra a su poder, crea una legislación cada vez más represiva, volviendo el clima social agresivo y desesperado. La guerra civil interétnica se esparcirá por toda Europa, devastando el tejido mismo de la vida social.

La proliferación de singularidades (sustracción y construcción de zonas autónomas no temporarias) será un proceso pacífico, pero la mayoría conformista tal vez reaccione violentamente: esto está ya sucediendo. La mayoría conformista está asustada por la fuga de la energía inteligente y al mismo tiempo agrede la expresión de la actividad inteligente. La situación puede ser descrita como una lucha entre la ignorancia masiva producida por el totalitarismo mediático y la inteligencia compartida del general intellect.

No podemos predecir cuál será el resultado de este proceso. Nuestra tarea es extender y proteger el campo de la autonomía y evitar lo más posible cualquier contacto violento con el campo de la ignorancia agresiva de masas. Esta estrategia de sustracción no confrontativa no funcionará siempre; la confrontación en ciertos casos será inevitable a causa del racismo y el fascismo. Qué hacer en los casos de conflicto no deseado es algo que deberá decidirse en cada caso. La reacción no violenta es obviamente la mejor elección, pero no siempre será posible. La identificación del bienestar con la propiedad privada está tan profundamente arraigada que una barbarización del entorno humano no puede ser descartada por completo. Pero la tarea del general intellect es exactamente ésta: huir de la panaoia, crear zonas de resistencia humana, experimentar formas autónomas de producción basadas en el doble criterio de alta tecnología/baja energía –al mismo tiempo que evitar la confrontación con la clase criminal y la población conformista.

Política y terapia serán una y la misma actividad en el tiempo que viene. Las personas se sentirán sin esperanza, deprimidas y con pánico, por incapacidad de enfrentar a la economía del post-crecimiento, y porque sentirán la pérdida de las identidades modernas en disolución. Nuestra tarea será la creación de zonas sociales de resistencia humana que actúen como zonas de contagio terapéutico. El proceso de autonomización no debe ser visto como una Aufhebung [abolición], sino como Terapia. En este sentido no es totalizador y tendiente a destruir y abolir el pasado. Como la terapia psicoanalítica, debe ser considerada como un proceso sin final.

***

Castoriadis y sus amigos hicieron a fines de los ‘40 una revista que se llamaba “Socialismo o barbarie”, retomando una frase de Rosa Luxemburgo. Pero, en la introducción a Mil Mesetas, Gilles Deleuze y Félix Guattari dicen que es hora de liberarse de la lógica del “o”. El pensamiento idealista está obsesionado con la lógica de la disyunción: o…o…o… El pensamiento rizomático elige en cambio la lógica de la conjunción. “Un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo. La raíz es filiación, el rizoma es alianza. La raíz impone el verbo ser, el rizoma ha tejido la conjunción “y…y…y”. En esta conjunción hay fuerza suficiente para sacudir y desarraigar el verbo ser. Instaurar una lógica del “y”, poner patas para arriba la ontología, destituir el fundamento, anular fin y comienzo.”

A diferencia de Castoriadis y sus amigos, deberíamos decir entonces: Socialismo y Barbarie. El problema es cuán amplio será el campo de la barbarie y cuán amplio será el de la humanidad. De esto se trata nuestra actual tarea política e intelectual.

En una carta a Freud, su joven discípulo Fliess le preguntó: maestro, ¿cuándo puedo considerar un análisis finalizado, cuándo puedo considerar curada a la persona que está en análisis?

El viejo Freud, que no era zonzo, le respondió: un análisis se puede considerar concluido cuando la persona que está frente a ti ha entendido que el análisis es interminable.

Londres, Febrero de 2009