Todas las decisiones de Donald Trump están destinadas al caos, desde las grandes hasta las que parecen insignificantes. En este último grupo figura su propuesta como futuro embajador de Estados Unidos en Cuba de Philip Goldberg. La noticia pasó desapercibida en los grandes titulares. Pero es una señal de alarma para América Latina.

Bolivia fue el laboratorio latinoamericano de Estados Unidos para probar el éxito de la implosión de Yugoslavia en la Segunda Guerra de los Balcanes (1991-2001). Un actor participó de ambos actos. Su nombre: Philip Goldberg. Un operador de fuste en la separación de Serbia y Montenegro desde su puesto en las embajadas de Bosnia y Kosovo y como parte del equipo negociador para poner fin al conflicto. Washington financió a grupos separatistas que desataron un conflicto étnico. Una vez consolidada la masacre, Estados Unidos y la OTAN obtuvieron la excusa perfecta para intervenir militarmente en la región. Este es el contexto que nos permite entender por qué Goldberg fue designado embajador en Bolivia en octubre de 2006, apenas unos meses después de la asunción de Evo Morales como presidente. El objetivo: promover un conflicto violento de carácter étnico en un estado plurinacional con fines separatistas y de desestabilización contra un gobierno antiimperialista.

Durante el galope solitario de la doctrina neoliberal en tierras bolivianas, para los políticos y gobernantes era un acto religioso asistir al bunker de la avenida Arce cada 4 de julio. El día de la Independencia de los Estados Unidos era todo un acontecimiento para la clase dirigente. En la prensa de la época, los políticos de turno eran fotografiados junto al ratón Mickey, vestidos de cowboys, tomando el mejor champagne y rindiéndole pleitesías al embajador. Un titular de los tiempos de entreguismo lo explicaba sin eufemismos: “4 de julio para políticos con visa americana”. Y la volanta agregaba: “El poder nacional se trasladó a la residencia de Estados Unidos”.

En este marco surge la figura de Evo Morales como líder de los campesinos cocaleros y como figura clave contra la intervención de los Estados Unidos en el Trópico de Cochabamba, que inició una guerra de baja intensidad para la erradicación forzosa de la sagrada hoja de coca. La resistencia en el Chapare galvanizó la identidad ideológica del movimiento cocalero. Se trata, sin dudas, de la organización campesina más antiimperialista del continente. El propio Morales estuvo en la mira de la DEA y la CIA, que pusieron en marcha planes para asesinarlo y así descabezar a los cocaleros y cortar el crecimiento de su imagen a nivel nacional.

Por este ascenso al poder del primer indígena en la historia de Bolivia es que el Departamento de Estado designa a un especialista en separatismo. El embajador Philip Goldberg llega a Bolivia en octubre de 2006 con la experiencia de haber participado en el desmembramiento de Yugoslavia. Su papel fue determinante para impulsar la agenda opositora de buscar la secesión de Bolivia mediante el separatismo impulsado por la llamada Media Luna (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, las provincias del oriente del país).

Agencias gubernamentales estadounidenses como la NED y la USAID, que en realidad son tapaderas de la CIA, financiaron el proceso separatista boliviano. En 2007 la NED desembolsó 562 mil dólares para este fin, en tanto que la USAID solicitaba fondos constantes a Washington para fomentar a los movimientos de la Media Luna para “un programa de apoyo a la descentralización de gobiernos democráticos”.

Estados Unidos comparte las responsabilidades con la oligarquía local en los violentos acontecimientos de corte racista que pusieron a Bolivia al borde de una guerra civil entre 2006 y 2008.

“Declaro al embajador de los Estados Unidos persona no grata. No queremos personas que atenten contra la democracia”. El 10 de septiembre de 2008 Evo Morales anuncia la expulsión de Goldberg por sus continuas acciones conspirativas. El representante diplomático antes de ocupar un importante cargo en los servicios de espionaje de su país le envió un mensaje amenazante al Proceso de Cambio boliviano: “La decisión del presidente Morales de bajar el nivel de nuestras relaciones bilaterales constituye un grave error. Las relaciones entre nuestros países se han mantenido por más de un siglo. Esta decisión podría tener efectos serios en muchas formas que al parecer no se han valorado apropiadamente”.

Al respecto, Juan Ramón Quintana, actual embajador de Bolivia en Cuba y exministro de la Presidencia del Estado Plurinacional hace una semblanza de Goldberg: “Se trata de un agente connotado de las estructuras de seguridad de los Estados Unidos que podía optar hasta por la eliminación física de Evo Morales”.

Cuba está avisada.