No sé por qué de repente me empezó a ir mal en el colegio. Antes no me costaba nada, o no pensaba en otra cosa. Solo estudiaba un poco cuando tenía que estudiar y me iba bien. Pero desde este año, tercero, me cuesta más. Estoy más colgada porque siento que me chupa un huevo qué nota me saque. Quiero terminar estos últimos años que me quedan en este colegio de mierda con el menor esfuerzo posible.

El otro día pasó algo que me dejó mal. La profesora de inglés tiene vocación de psicóloga. Cada tanto, para agilizar un poco las clases y divertirse un rato, inventa unos juegos extraños. Un día nos hizo cerrar los ojos e imaginar el recorrido que ella iba narrando. Hicimos con nuestras ideas paisajes y escenarios distintos. Mi película se desarrollaba en una especie de palacio de hielo y cristal en el medio de montañas y lagos. Entraba en una habitación de hielo y en otra. Con excepción de las arañas colgantes y los muebles lujosos, estaba vacío. El relato de la profesora siguió. Tenía que entrar a un último cuarto y agarrar un objeto especial. Abrimos los ojos.

Todos nos habíamos quedado medio dormidos en ese daydreaming. Estábamos de vuelta juntos los veintiocho. Nos miramos y nos reconocimos, alucinados del viaje que habíamos hecho sin movernos de los pupitres. Miré para adelante y ahí estaban los dos pizarrones, Belgrano en el cuadro y Cristo en la cruz.

Ni bien abrimos los ojos, la profesora de inglés le preguntó a Pablo cuál era el objeto que había agarrado. Él dijo “una rosa roja con espinas”.

Yo me empecé a confundir. No sabía qué había agarrado de esa habitación. El resto empezó a decir qué había encontrado. Mi imagen se volvía más borrosa. “And you, Poli, what did you find?”

La semana pasada hicimos otro juego. Consistía en llevar un objeto muy personal, algo que nos identifique. La profe los recibió, los mezcló y nos dio uno a cada uno. Teníamos que arriesgar de quién era y por qué creíamos que era de esa persona. A mí me llegó el disco Brain Drain de los Ramones. Todos sabíamos de quién era. Para hacerlo más divertido decidí seguir el juego. A veces ser creativa te juega en contra. Di vuelta el disco y leí la lista de temas.

Cuando llegó mi turno dije que me parecía que ese disco era de Fede. La profesora me preguntó por qué. Le dije que me parecía que era de él porque uno de los temas se llama “Ignorance is bliss”.

Pensé que iba a ser gracioso. Ella me miró y me dijo en inglés que estaba muy mal lo que yo estaba diciendo. Que decirle a Fede que era un ignorante feliz era de muy mal gusto, era ofensivo y no sé qué más, porque su voz pasó a ser una música de fondo a la que escuchaba pero de manera diferida, cuando las palabras ya se estaban yendo. Me puse roja y lo miré a Fede, que parecía no estar prestando atención a lo que decía la profesora. Nunca me habían hablado así. Nunca me habían dicho de esa manera –por lo menos no un adulto– que yo era ¿una mala persona?

Sentí que el pecho se me achicaba y que no iba a poder aguantar las ganas de llorar en frente de todos. Me quedé mirando cómo se movía la boca de la profesora de inglés, con su rojo labial desbordando las líneas de sus labios y pintándole la cara y los dientes. Después, cuando terminó de gritarme frases que me volví a repetir en la cabeza durante todo el día, tocó el timbre. Me levanté sin mirar a nadie y me fui a sentar al banco del descanso, a esperar que se terminara el recreo para ir al baño.