“De nosotros mismos no proviene sino lo que extraemos de la oscuridad que está en nosotros y que los demás conocen”.
Marcel Proust
Hace muy pocos días TN en su portal titulaba “Ayelen Mazzina, una joven lesbiana y peronista que llega desde San Luis para ser ministra de las mujeres”. La nota fue suscrita por la “periodista” Marina Abiuso.
Aberrante, estigmatizante, inhumana, sectaria, discriminadora son algunos de los adjetivos que se me ocurren con solo analizar el título, pero ninguno se adecua a lo que siento o a lo que me inspira tanta imbecilidad, que se enmarca en el devenir errático, vergonzoso y espurio de este medio, al cual suscriben no solo sus propietarios sino el periodismo esclavo que no solo supone una esclavitud física sino una esclavitud intelectual.
En principio una reflexión/pregunta de perogrullo: ¿qué interesa que sea lesbiana? Podría darse el caso que sea bisexual, heterosexual, cristiana, hebrea, mahometana, laica, mapuche, wichi, morocha, rubia… No quiero aburrirlos, es tan de perogrullo que ahora sí pregunto, ¿qué impronta podría asegurar en la función de ministra alguna de estas “características” que tanto importan al medio, la periodista y un sector cooptado por la derecha de este país? Obviamente que ninguna; el hecho significante es que estamos como hace 77 años en una batalla cultural que todavía tenemos que dar, y en la cuña todo vale y no son necesarios más ejemplos.
De todas maneras, este hecho, repudiado como ha sido, refleja lo verdaderamente preocupante, y que tiene que ver con la deriva moral de estos sectores que, como sujetos instituidos social, moral y éticamente, son producto de esa “otredad” con la cual definitivamente es imposible una construcción en la cual estemos todos incluidos. Las sociedades en general, y la nuestra en particular, tienen un poder instituyente indelegable y desde ahí se construye historia, un mundo propio de valores éticos y un canon moral que marcará si el acuerdo social y político tiene viabilidad: algo ha pasado en nuestro proceso histórico precedente, que al menos a mí se me escurre, para que el odio incubado por estos sectores esté dando batalla en un mundo que se desangra, que excluye cada vez a más humanos y en el que la alienación es moneda corriente.
Tal vez muchos de ustedes crean que exagero, pero la estigmatización de cualquier tipo, hacia un individuo, hacía una colectividad o hacía un sector de la sociedad, es una manifestación incuestionable de un pensamiento de “aniquilación”. El solo trazo de un límite de credo, inclinación sexual, pensamiento o cultural es la expulsión llana de aquel que se aparta de la convención, de lo uniforme, de lo canónico; nada más lejos de lo que es la impronta de los pueblos, nada más extremo frente al pensamiento del peronismo como herramienta integradora, inclusiva y transformadora.
Desde aquí, se me ocurre compartir mi visión –que solo es mi perspectiva–, y el plano del cual partir a mi entender es: con esta verdadera grieta, que es cultural, ¿es posible la deconstrucción y construcción de la patria que soñamos? ¡Por supuesto que sí! Solo que, además de construir una programática hacia una sociedad sin excluidos, no debemos ponernos un velo o distraernos frente a estos hechos aberrantes como los sustentados por TN. En definitiva, ser conscientes de dónde se encuentra el verdadero poder que no solo impugna todo pensamiento popular y social, sino que atenta contra el poder instituyente que nos pertenece y que nos desafía; puesto que la dinámica histórica de nuestra vida social y política hace insoslayable una dialéctica sobre qué Estado, qué justicia, qué educación, qué instituciones y qué sujeto social e histórico son los que pretendemos.