“Estamos viviendo un momento de oleadas y contraoleadas, un empate catastrófico entre proyectos progresistas y neoliberales”, dijo hace un par de años Álvaro García Linera. Una cita que se ajusta al Brasil de hoy, que vive instancias cruciales rumbo a la segunda vuelta electoral del 30 de octubre.

Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo 57.259.504 (48,4%) de votos en la primera vuelta y Jair Messias Bolsonaro 51.072.345 (43,2%). Los nueve candidatos restantes sumaron 9.844.404 de sufragios. Pero el líder del PT ya cosechó los apoyos de Simone Tebet (MDB), que salió tercera con 4.915.423 (4,1%), y de Ciro Gomes (PDT), cuarto, con 3.599.287 (3%). Si esto fuera matemática, Lula debería ganar cómodamente, hasta con 10 puntos de diferencia. Sin embargo, con el corrimiento del electorado hacia la ultraderecha la contienda será más cerrada. Más electrones libres que fidelidad partidaria, más adhesión a un líder providencial que a un proyecto. Son apenas 10 millones de voluntades para atraer y que terminarán optando no tanto por afinidad como por repulsión. ¿Prevalecerá entonces el antibolsonarismo o el antipetismo?

De 156.453.354 de personas habilitadas a votar –la cuarta elección más grande del mundo–, terminaron concurriendo 123.682.372 (79% de participación), de los cuales 5.452.653 anularon o eligieron blanco. Este universo no cambiará sustancialmente su posicionamiento hacia la segunda vuelta. Son sectores que no se sentían seducidos por la oferta electoral. ¿La disputa entre democracia o autoritarismo los hará cambiar de idea?

Las empresas de opinión pública acertaron en los números de Lula, siempre cercano a ganar en primera vuelta, pero erraron fuerte con Bolsonaro, quien subió un promedio de 7 puntos. Ante este panorama, las encuestadoras reajustaron sus números, un cambio sustancial de estas primeras pesquisas es que el rechazo a Bolsonaro bajó sustancialmente hasta el 50% y el de Lula subió al 46%.

El profesor de estadística de la Universidad Federal de Piauí, Fernando Ferraz do Nascimiento, hizo un simulacro de la segunda vuelta basado en las encuestas del primer turno y concluyó: “La probabilidad de que los candidatos saquen menos votos que en la primera vuelta es extremadamente baja (5%); considerando que los votos de la tercera vía se vayan a distribuir de manera aleatoria el resultado final para Lula sería del 52,5% y para Bolsonaro del 47,5%”. Indicó que la posibilidad de victoria del líder del PT es del 73,4%. Los sondeos publicados esta semana muestran que los votos de Tebet y Gomes se inclinan preferentemente por el líder obrero.

Pero como expresó el periodista y analista brasileño Paulo Cannabrava: “Lula precisa de seis millones de votos para ganar en la segunda vuelta, pero si gana gobernará con la derecha más reaccionaria”. Y tiene razón: si ya el Congreso modo 2018 era conservador, este es aún peor. Más representantes de los agronegocios, del fundamentalismo religioso y de las fuerzas de seguridad ingresaron al parlamento, la famosa bancada BBB: Biblia, Boi (toro), Balas. “Lo que se puede deducir de los resultados es que el electorado es más conservador de lo que se pensaba y que las encuestas no han detectado ese conservadurismo escondido. Fue una verdadera avalancha de la derecha más reaccionaria en las elecciones para las dos casas del Legislativo”, agrega.

La bancada del Partido Liberal (PL) de Bolsonaro será la mayoritaria en la cámara baja: pasa de 33 a 99 escaños. A este espacio se suman aliados naturales ultraconservadores como Unión Brasil con 59 diputados, Partido Progresistas (PP) con 47, Partido Social Democrático (PSD) con 42, Republicanos con 41 y otros pequeños grupos como Nuevo, Partido Republicano de Orden Social (PROS), Partido Trabajador Brasileño (PTB) y Partido Social Cristiano (PSC) que suman 17, lo que lleva al bolsonarismo a tener una base de 305 bancas sobre 513.

De la federación lulista está el Partido de los Trabajadores (PT) con 68 diputados, el Partido Socialista (PS) con 14, el Partido Socialismo e Libertad (PSOL) con 12, el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Verde (PV) con seis cada uno, y Red con 2. Este espacio suma 108 escaños. A este espectro se pueden sumar el PDT con 17 y Ciudadanía con 5.

En el centro del mapa están el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) con 42 bancas y el tradicional Partido da Social Democracia Brasileiro (PSDB) con 13, también otros grupos menores que pueden oscilar pendularmente, desde garantizar la gobernabilidad de una futura administración de Lula hasta inclinar la balanza con un impeachment, como le ocurrió a Dilma Rousseff en 2016.

El Senado muestra un escenario similar, con apenas 15 curules sobre 81 en manos progresistas. Nuevamente la bancada bolsonarista será la más numerosa, con 14.

No solo en segunda vuelta se elige presidente y vice, también a 12 gobernadores, pero la izquierda solo disputará en 4; los 8 restantes se dirimirán entre distintas opciones conservadoras. De los 15 electos en primera vuelta, la derecha ganó 10 y la izquierda, 5.

“Ese panorama muestra una gobernabilidad bastante difícil para Lula si vence en la segunda vuelta. Para compensar el desequilibrio tendrá que mantener las masas movilizadas y, más que eso, saber comunicarse con el pueblo”, sostiene Cannabrava.

En dos semanas Lula puede ganar su tercera presidencia, un hecho inédito desde la recuperación de la democracia en 1985, pero ¿cuál será su margen de maniobra ante una derecha ultra y sin apego a la democracia? Su carisma y experiencia serán esenciales para torcer el fiel del empate catastrófico.