La extraordinaria elección de Luiz Inacio Lula Da Silva (más de 57 millones de votos, 48,4%) no pudo soslayar la poderosa performance del presidente Jair Messias Bolsonaro (51 millones de votos y 43,4%) que ninguna encuesta previó. Es cierto que es la primera vez que un presidente que va a la reelección pierde; pero también es cierto que nadie esperaba tal avalancha de sufragios cuando el mundo elogiaba el “Gran Frente Democrático” que se había armado –incluidos amplios sectores de la derecha tradicional– para detener al autoritarismo.

En 1969, el presidente estadounidense Richard Nixon apeló a “la gran mayoría silenciosa”, que en aquel contexto no participaba, por ejemplo, de las enormes protestas contra la guerra de Vietnam o del movimiento contracultural de la época. Hoy, este sector subterráneo, parte de una derecha global radicalizada, ha convulsionado la elección colocando a su líder en la carrera por seguir en el Palacio Planalto.

En mis dos crónicas anteriores –“Me verás volver” y “La pesadilla va a terminar”– expresé la sensación de que una amplia mayoría popular quería terminar ya en primera vuelta con una experiencia de gobierno autoritaria, que causó dolorosos estragos en la economía, la salud y la educación. No imaginé que los apoyos a Bolsonaro podrían superar el 35%. Urge analizar cuáles son aquellos factores que hacen que opciones políticas de ultraderecha alcancen consensos tan amplios.

El promedio de las encuestas que se publicaban casi sin pausa y llegaron hasta la noche previa a los comicios mostraban un escenario similar: Lula en un 50% de los votos y Bolsonaro en un 37%. Los seis puntos que escaló el actual mandatario sumieron al bunker de Lula en un pesado silencio. Tampoco la tradicional avenida Paulista mostró la euforia que una elección tan significativa, tras el ataque de Poder Judicial contra el PT y su líder, que padeció 580 días de injusto presidio y la proscripción en 2018, merecía. Sin embargo, Lula llamó “a iniciar ya mismo la campaña para vencer”.

Fue tal la polarización, que ambos candidatos se llevaron casi el 92% del electorado. Queda poco donde pescar y no parece que la abstención –que a pesar de los augurios se mantuvo en los estándares tradicionales (79%)– vaya a variar. Los ojos están puestos en Simone Tebet, que obtuvo casi 5 millones de votos (4,1%), y Ciro Gomes, con 3 millones y medio (3%). Las señales indican que ambos se inclinarían por Lula garantizando el triunfo del petista en segunda vuelta, pero tras el voto subterráneo del domingo ¿alguien puede afirmar que será tan lineal la cosa?

Lula ganó en 3.378 ciudades y Bolsonaro en 2.192, pero la composición de las administraciones provinciales y del Congreso será un dolor de cabeza para un gobierno petista. La bancada del partido de Bolsonaro (PL) en la Cámara Baja será la mayoritaria: pasó de 33 bancas en 2018 a 99, la más numerosa desde 1988. Además, si continúa su alianza con el Centrão, concentrará 370 diputados sobre 513. La segunda será la del PT y aliados con 79 (apenas sumó 11). En el caso del Senado, de los 27 electos, 20 serán bolsonaristas. El lulismo tendrá 12 sobre 81.

Impresiona que entre los diputados más votados esté el exgeneral Eduardo Pazuello, quien como ministro de Salud de Bolsonaro realizó una de las peores gestiones del mundo para enfrentar la pandemia de Covid-19. O que el responsable del lawfare contra Lula, Sergio Moro, haya sido el senador más votado por Paraná. Para equilibrar la balanza se destaca los ingresos de figuras fuertes del campo progresistas como Guilherme Boulos, líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) y uno de los senadores más votados del país; Sonia Guajajara, la primera mujer indígena electa como diputada; y Erika Hilton, que se convirtió en una de las tres primeras diputadas trans de la historia.

El clima de violencia inflamado por el discurso de odio de Bolsonaro generó mucho miedo. Incluso se produjeron tres asesinatos en los últimos meses. La población evitó entonces pronunciarse abiertamente por su preferencia electoral. La simbología o ropa que identificaba al PT, Lula o espacios aliados solo se veía en grandes concentraciones o actos. Según las encuestadoras, este “voto silencioso” iría para Lula. No ocurrió.

Lula arranca con ventaja, pero en política y en este Brasil donde Bolsonaro apelará a una campaña, cuatro semanas son una eternidad.