Recorrió los diecisiete kilómetros desde la casa de gobierno hacia su destino, custodiada por un poderoso convoy militar, policías y francotiradores. Pretendía realizar un acto. Un acto conmemorativo. En realidad, su presencia en la sesión de honor del 5 de marzo por el 35 aniversario de la fundación de El Alto era una provocación. Tuvo que huir ante los reproches de los vecinos y tomar el camino de vuelta. Mientras los alteños le gritaban “asesina”, la policía los gaseaba. Un centenar de niños de una escuela cercana padeció los estragos de las lacrimógenas.
Quien tuvo que poner los pies en polvorosa fue, nada más y nada menos, que Jeanine Añez, quien usurpó la presidencia de Bolivia tras la renuncia forzada de Evo Morales el 10 de noviembre de 2019. El rechazo a cualquier representante del golpismo se ha vuelto moneda corriente. En este caso, los vecinos alteños le recordaron la masacre de Senkata, ocurrida el 19 de noviembre en el distrito 8 de El Alto cuando una represión conjunta de policías y militares contra manifestantes que bloqueaban la planta de gas. El saldo: diez muertos, todos por arma de fuego, y la impunidad para los autores intelectuales y materiales.
Al respecto, la Defensoría del Pueblo de Bolivia denunció que “la vigencia de los tratados de Naciones Unidas se encuentra amenazada por la sistemática conducta gubernamental de violación de derechos humanos, que dejó 35 muertos, 833 heridos y 1504 arrestos”.
A esto se suma: la persecución político-judicial contra exfuncionarios y militantes del MAS, la negativa a dar salvoconductos a perseguidos políticos y los centenares de exiliados imposibilitados de retornar a su patria.
Un dato que muestra de la situación represiva en la que vive Bolivia son las 239 recomendaciones al gobierno boliviano que se hicieron a través del Examen Periódico Universal (EPU), que analiza los expedientes de derechos humanos de los Estados miembros de las Naciones Unidas.
3M
El 20 enero, en una reunión extraordinaria en la ciudad de Buenos Aires, Evo Morales anunció la fórmula del MAS-IPSP que competirá en las elecciones del 3 de mayo. El binomio integrado por Luis Arce Catacora y David Choquehuanca interpela a las clases medias urbanas y al voto indígena. Se trata de los dos ministros con más años en los catorce que duraron los mandatos del líder indígena y, posiblemente, los de mejor imagen. La gestión económica de Arce ha sido elogiada nacional e internacionalmente.
El orden de la fórmula, que generó rebeliones al interior del MAS, fue respetado gracias a una intensa labor pedagógica de Choquehuanca en las comunidades aymaras, de las que es líder indiscutido. La voluntad de Morales de una dupla competitiva que atraiga al eje troncal urbano –Santa Cruz de la Sierra, La Paz, El Alto y Cochabamba concentran el 70 por ciento de la población– y al histórico voto cautivo rural fue conseguida a pesar de que tuvo que sacrificar a su predilecto, el joven vicepresidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, Andrónico Rodríguez, quien finalmente competirá como candidato a senador.
Desde que el 3 de febrero se oficializaron las ocho fórmulas presidenciales que competirán el primer domingo de mayo, el MAS no para de crecer en las encuestas. La última de ellas, realizada por Ciesmori y difundida el 15 de marzo, muestra que Arce-Choquehuanca suman el 38,4 por ciento de las preferencias, a un punto y medio de ganar en primera vuelta, mientras que el espacio opositor se encuentra disperso.
En segundo lugar se encuentra Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) con el 23,3 por ciento, misma posición que ocupó en las elecciones de octubre.
La entente golpista no pudo armar fórmula propia. Añez, que había prometido no ser candidata, rompió su palabra y generó el encono de sus socios en el gobierno de facto. En su formación política, Demócratas, primó una lógica pragmática de hierro: esta será nuestra única manera de acceder al poder con los votos, usufructuando el uso del Estado. Recordemos que en la elección de octubre obtuvieron el 4 por ciento.
Añez (Juntos) está en el tercer lugar con el 19,9 por ciento; en tanto que el cuarto lo ocupan dos dirigentes cívicos claves en el éxito del golpe del 10 de noviembre: Luis Fernando Camacho y Marco Pumari (Creemos). Pero su alianza se desinfla, cosecha apenas el 8,1 de las intenciones. La última pata de la entente es Jorge Quiroga (Libre 21), de trato fluido con la embajada de Estados Unidos y exvicepresidente de un exdictador, Hugo Banzer. Su cosecha es magra: 2,2 por ciento.
No podemos soslayar la persistencia de un voto conservador-religioso que irrumpió sorpresivamente en las elecciones de octubre. El del pastor presbiteriano Chi Hyun Chung, que suma en este contexto fragmentado un 5,8 por ciento.
La primera confirmación es que el MAS sigue siendo el único partido de alcance nacional, con presencia y votos en los nueves departamentos (provincias). La preocupación del antimasismo es que la conformación de la Asamblea Legislativa Plurinacional (diputados y senadores) indicaría que el partido de Morales se convertiría en la primera minoría en ambas cámaras.
Lo que sí tiene claro el Movimiento Al Socialismo es que necesita ganar en primera vuelta. Todas las encuestas vaticinan que, si hubiera balotaje, el voto opositor se aglutinaría contra el partido de Morales.
La segunda confirmación es la clara derechización de la sociedad boliviana tras el golpe. El racismo, la xenofobia, la intolerancia han salido del closet. La gestión de Añez ha sido quien con más ahínco ha trabajado para demonizar al proceso de cambio, grupos de choque civiles asedian a mujeres de pollera y el Ministro de Gobierno amenaza con la cárcel contra cualquier opositor. La prensa teme ser acusada de sedición y modera sus opiniones.
Coronavirus
La pandemia mundial del coronavirus ha llevado a los países a tomar medidas drásticas de aislamiento. Bolivia, que al 18 de marzo registra doce casos, no es la excepción, aunque sus primeras medidas han sido erráticas.
En ese contexto, Arce dio un golpe en la línea de flotación del gobierno al informarle a Añez que “hemos tomado contacto con autoridades del Gobierno de la República de Cuba, quienes nos manifestaron su absoluta predisposición para cooperar al pueblo boliviano con el antiviral que sus científicos desarrollaron, así como también con personal médico especializado”.
Se refiere a la brigada de médicos cubanos que trabajaron en ciudades y regiones rurales de Bolivia durante los gobierno de Morales (2006-2019) y que fueron expulsados en noviembre por Añez.
En el gobierno apuestan a una buena gestión de la crisis para impulsar a Añez hacia una segunda vuelta. Desde el MAS especulan con la posibilidad de que los golpistas suspendan las elecciones de mayo para extender su permanencia en el poder.
Una pregunta que surge natural es: ¿dieron el golpe para permitir que seis meses después el MAS vuelva a ser gobierno?
Veremos si, como dijo Leopoldo Marechal, “de todo laberinto se sale por arriba”.