Se ha dicho mil veces: Brasil es un continente adentro de otro continente. Y su música, otro tanto. También es cierto que estamos acá mucho más pendientes de la música de allá que viceversa y que los consagrados llenan teatros en las principales ciudades del país. Pero debajo de la superficie, o antes, más bien, hay un sustrato musical intenso, policromático, festivo y experimental que es el que le da forma a esa cosa sinuosa que es la identidad musical brasileña y que rara vez trasciende fronteras. He aquí una muestra antojadiza, como todas, desde Bahía y Recife hasta San Pablo y desde Río de Janeiro a Minas, que deja asomarse solo un poco a ese monstruo multicolor.

1) Leitieres Leite y Orkestra Rumpilez


Innovación y tradición, poderío y sutileza, el proyecto de Leites se propone el desafío de llevar al formato de big band los ritmos de base afro bahiana, sobre los que se apoyan las ceremonias de candomblé. Bahía, moderna y añeja, pagana y sagrada a la vez.

2) Spok Frevo Orquestra


El frevo es un ritmo demencial, tocado siempre a velocidad de adicto y es, además, el protagonista del carnaval más grande del mundo, el Carnaval de Rua de la ciudad de Recife, capital de Pernambuco. La orquesta Spok reproduce el estilo tal cual se toca, hace más de cien años, en los elegantes bailes de carnaval de una de las ciudades más presuntuosas de Brasil.

3) Ná Ozzetti


Si todo en Brasil parece nacido de la mismísima tierra, como si fuera la fruta de algún árbol, San Pablo se encarga de recordar que también todo eso se puede fabricar, exquisitamente. Ná Ozzetti es eso, una máquina de procesar la cultura brasileña según el refinadísimo estilo paulista, tan otra cosa que casi no parece Brasil.

4) Roque Ferreira


Nacido en un pequeñísimo pueblo del interior de Bahía, Roque Ferreira es un verdadero mito viviente, un compositor prolífico y sencillo, como si no pudiera hacer otra cosa. Su voz y su repertorio son el espejo de ese Brasil profundo, en el que se mezclan el coco, el samba de roda, la cultura rural y los orixás.

5) Paulo César Pinheiro


Otro manantial de músicas de Brasil. Paulo César Pinheiro tiene compuestas más de mil canciones y se ha dedicado, además, a recopilar formas musicales y culturales de todo el país. Resultado de eso es su formidable Capoeira de Besouro, trabajo en el que se dedicó a rescatar todos los modos posibles de ejecutar la música que acompaña a la capoeira, la danza guerrera de los esclavos de Brasil.

6) Roberta Sá


Nacida en Natal, pero hija musical de Río de Janeiro, donde vive desde los ocho años, Roberta Sá es parte de la renovación de la música popular brasileña, a la que encara con sorprendente frescura y elegancia. Todos los popes –Chico Buarque, Caetano, Lenine– se derritieron con la Sá. No es para menos.

7) Teresa Cristina


De esas voces negras intensas, nacidas adentro mismo de un samba, de esos colores que solo pueden hacer una sola cosa: cantar así. Teresa Cristina fue, además, una de las principales figuras que le dio forma a uno de los movimientos culturales más interesantes de Río de Janeiro en los últimos años, aquel que se desarrolla en el barrio Lapa, al pie de los arcos que formaban el viejo acueducto de la ciudad, cuando era capital del imperio portugués.

8) Mariene de Castro


Si hubiera que dibujar a una cantante bahiana sin haber conocido nunca a ninguna, probablemente lo que saldría sería un retrato de Mariene de Castro. Negrísima, poderosa, orgullosa y elocuente, todo un ícono de la nueva música bahiana.

9) Mauricio Tizumba


De las culturas negras de Brasil, es probable que de la que se sepa menos acá sea de la cultura afro mineira. Tizumba es un extraordinario recopilador e intérprete de esa tradición, poco conocida fuera de Minas, pero más brasileña que el Cristo Redentor.

10) Sergio Santos


Caetano dijo alguna vez que si iba a Bahía, iba a África; si iba a San Pablo, a Europa; pero que si iba a Minas Gerais, iba a Brasil. Sergio Santos es, probablemente, el más elegante y refinado exponente de la canción mineira, el corazón de Brasil, esa que hizo famosa Milton Nacimento, pero que en él alcanza el cielo.